¿El retorno del «socialismo»?
Por su parte, Enzo Traverso, aún cuando critica el sesgo ideológico y apologético de la celebración del “triunfo del capitalismo” que hacen tanto Fukuyama como Furet, reconoce que el año 1989 marcó un umbral o una ruptura histórica que puso fin a una época y abrió una nueva era: “Si bien la intención ideológica de quienes se apresuraron en proclamar el ‘fin de la historia’ no tardó en ser denunciada, el sentido de una cesura histórica se impuso enseguida en todos los observadores, en especial en quienes habían vivido la Segunda Guerra Mundial”.3 Según plantea Traverso, a partir de esta ruptura se produjo una transformación profunda de los imaginarios colectivos, del lenguaje y del vocabulario político. En el imaginario político signado por el “consenso liberal” postotalitario, conceptos como “revolución”, “socialismo” y “comunismo” dejaron de significar una aspiración de emancipación y quedaron reducidas al pasado superado del “totalitarismo”. Al mismo tiempo, términos como “capitalismo”, “mercado” o “individualismo” se han deshistorizado y constituyen los fundamentos ya naturalizados del orden neoliberal imperante. Los primeros han quedado fijados a los horrores del siglo XX y los segundos a la superación de estos horrores vía la “libertad” y la “democracia”.4
Traverso, al igual que diversos intelectuales críticos del capitalismo, ha planteado que la caída del Muro y el “fin del socialismo” supuso una derrota histórica global para el imaginario político de izquierda. Dice él: “Durante una buena década, mientras que el liberalismo y la sociedad de mercado aparecían como el horizonte insuperable de la humanidad, la idea de otro modelo de sociedad, e incluso de civilización, parecía una ideología peligrosa y potencialmente totalitaria”.5 Lo cierto es que durante las décadas que siguieron a la caída del Muro de Berlín, el dominio global del capitalismo, en su modalidad neoliberal, no ha enfrentado resistencias efectivas ni una alternativa sistémica como lo fue el “socialismo” a lo largo del Siglo XX.6 Es cierto que ha habido movimientos emergentes anticapitalistas, pero hasta el momento no han podido en lo fundamental hacer mella en la dominación del orden neoliberal. Por su parte, ni los remanentes del “socialismo realmente existente” del siglo XX (Cuba, China, etc.), ni el llamado “socialismo del siglo XXI” (Venezuela, etc.), ni lo que queda de lo que se nombra “social democracia” han querido o han podido ser alternativas al neoliberalismo que puedan convocar a un deseo renovado por el “socialismo”, sobre todo para las generaciones que nacieron después de la caída del Muro y que no conocieron el mundo bipolar de la Guerra Fría. El capitalismo neoliberal, pues, ha dominado a escala global de manera más o menos irrestricta y sin una concepción alternativa anticapitalista que rete este dominio con efectividad.
No hay que aceptar la proposición de Fukuyama sobre “el fin de la historia” para reconocer que vivimos en un mundo en que el capitalismo no parece tener rival, su triunfo se narra como inevitable, y el neoliberalismo se nos muestra como el único horizonte posible y deseable. Como ha afirmado Fredric Jameson, es “más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Más aun, añade él, en nuestro presente “el futuro no se parece más que a la repetición monótona de lo que ya está ahí”. De modo que el futuro ha dejado de ser un horizonte de posibilidad de un mundo distinto, pues vivimos, como indica Traverso, bajo la lógica de una temporalidad dictada por el “presentismo”, es decir, un presente que ha desvanecido o desdibujado de manera reduccionista, la historicidad (las experiencias) del pasado y la esperanza (las expectativas) del futuro. Dice el historiador italiano:
El comunismo no existe en la temporalidad del presente, en la intersección entre un “campo de experiencias” (Erfahrungsfeld) y un “horizonte de expectativas” (Erwartungshorizont). La expectativa ha desaparecido, mientras que la experiencia queda reducida a un campo de ruinas: el comunismo solo es revisitado (historizado y rememorado) en su dimensión totalitaria. Vivimos en el horizonte del presente, un presentismo al que quedan sometidos pasado y futuro.7
Bajo este régimen de temporalidad, podemos argumentar que nos encontramos en un momento “poshistórico”, aunque ello sea entendido de manera distinta a como lo propuso Fukuyama.
El planteamiento que sostiene Traverso es particularmente cierto para los jóvenes que solo han conocido un mundo dominado por el capitalismo neoliberal, un mundo donde reina el mercado y el individualismo y donde no parece existir un horizonte alterno de cómo organizar la sociedad. Sobre este punto es muy pertinente la observación que ha hecho recientemente el novelista estadounidense Paul Auster:
…En su momento, los jóvenes tomaron la calle para decirles a sus padres: “el mundo no funciona, lo hicieron todo mal, tenemos que cambiar el modo en que vivimos”, pero tras las protestas espontáneas se volvieron a sus casas deprimidos. ¿Por qué? Porque no tienen detrás una filosofía ni una organización política, saben que hay que cambiar pero no saben cómo ni hacia qué, viven en una sociedad que está rota. Con el final de la Guerra Fría y la muerte del marxismo como idea alternativa quedamos indefensos, porque no hay ninguna teoría que discuta con el capitalismo. Nos guste el marxismo o no, el hecho es que le dio a la gente esperanza. Pensaban: “cuando venga la revolución estaremos bien”. ¿Qué esperanza hay ahora? Son problemas globales y habría que tomar decisiones políticas, pero nadie lo hace. Vivimos un momento de gran confusión, pero no significa que vaya a durar siempre, nada lo hace.8
En tiempos recientes, no obstante, al parecer se están produciendo signos de cambio y alteridad, esto es, parece haber un retorno de un horizonte (posible) de expectativa que rompa con el “consenso posthistórico” del neoliberalismo. Me refiero, entre otros, a movimientos como el 15M y Podemos en España, la resistencia contra las políticos de austeridad impuestas por la Troika a Grecia, Ocuppy Wall Street en los Estados Unidos y Nuit debout en Francia. Es en este contexto que habría que discutir el significado de la sorprendente campaña presidencial en los Estados Unidos del senador Bernie Sanders y el apoyo que ha generado independientemente de que este gane la nominación del Partido Demócrata. Sanders se identifica abiertamente como “socialista democrático” y su campaña se ha centrado frontalmente en la denuncia del capitalismo neoliberal y en la necesidad de fortalecer los derechos sociales y económicos (salud, educación, ingreso, etc.) de los sectores más afectados por la creciente desigualdad en los Estados Unidos.9
La candidatura de Sanders ha capturado la imaginación de millones de electores –particularmente jóvenes- y ha generado un amplio y masivo movimiento político (que él llama “a political revolution”), que ha alterado los términos de la discusión política en los Estados Unidos y que ha puesto en el centro de su campaña la palabra “socialismo”.10 Como ha señalado Tony Michels, irrespectivamente de que Sanders gane o no la nominación del Partido Demócrata, este ha logrado restaurar la palabra “socialismo” en el discurso político estadounidense y -tomando en cuenta el contexto histórico que nombra Traverso- no se trata de un logro desdeñable. De hecho, para Michels, la renovada vitalidad y visibilidad del “socialismo” podría ser más importante en el largo plazo que el resultado mismo de las primarias.11 Esta visibilidad es aún más notable si se considera que el socialismo americano, encabezado por Eugene Debs, llegó a su apogeo durante las primeras dos décadas del Siglo XX y después de este periodo quedó invisibilizado o marginado como discurso y como movimiento político.12
Vale resaltar que una particularidad de este proceso es el impresionante apoyo que ha recibido la candidatura de Sanders entre los jóvenes menores de 30 años. En las encuestas nacionales y en los exit polls que se han hecho de las primarias del Partido Demócrata a lo largo de los Estados Unidos el senador independiente de Vermont obtiene el apoyo del 80% de los electores de menos de 30 años.13 Emily Ekins indica que una encuesta nacional de Reason-Rupe encontró que el 53% de estadounidenses menores de 30 años tienen una visión favorable del “socialismo”, mientras que entre las personas mayores de esa edad menos de 1/3 tienen una opinión favorable. Más aún, añade ella, según Gallup, el 69% de los llamados millennials han expresado que estarían dispuestos a votar por un candidato “socialista” para presidente, entre los padres de estos jóvenes solo 1/3 lo harían. Dice Ekins, “Indeed, national polls and exit polls reveal about 70 to 80 percent of young Democrats are casting their ballots for presidential candidate Bernie Sanders, who calls himself a ‘democratic socialist’”.14 Por último, una encuesta de la Universidad de Harvard, que entrevistó a jóvenes entre las edades de 18 y 29 años encontró que solo el 42% de los entrevistados apoyaron el “capitalismo”, mientras que el 51% de los estos no lo apoyaron. El 33% de los entrevistados dijeron apoyar el “socialismo”. 15
Es cierto que en estas encuestas no está claro qué es “socialismo” y qué es “capitalismo”. Pero de ellas se desprenden al menos tres asuntos importantes: (1) el apoyo abrumador que tiene la candidatura de Sanders entre los jóvenes menores de 30 años, y (2) el rechazo de estos jóvenes al actual estado de cosas (“capitalismo neoliberal”); (3) y una corriente creciente de simpatía por una alternativa sistémica (“socialismo”) a este estado actual de cosas. Estos puntos ilustran un giro hacia la ruptura con el “consenso” político y económico prevaleciente desde la caída del Muro y el “fin del socialismo” y la búsqueda, aunque sea a manera de esbozo, de un horizonte de expectativa alterno al status quo que se suponía permanente según la proclama del “fin de la historia” de Fukuyama. Parece que a pesar de todo, la “historia” se mueve.
Cabe preguntar entonces si la candidatura de Sanders y el movimiento político que lo endosa es parte de un proceso que apunta al fin del “fin de la historia” y al retorno del “socialismo”. ¿Es esta candidatura y este movimiento “socialista”? ¿Representan una alternativa al capitalismo neoliberal imperante? Bhaskar Sunkara, editor de la revista Jacobin señala que muchos de los jóvenes que apoyan la plataforma “socialista” de Sanders no tienen necesariamente una visión precisa sobre qué es socialismo. Según él, estos jóvenes, en general, entienden por “socialismo” el sistema de seguridad social que se asocia al Estado de Bienestar, particularmente la versiones de este Estado que existen o han existido en los países escandinavos a los que Sanders hace referencia con frecuencia en sus discursos o en los debates presidenciales.16 Claramente, cuestiones como la socialización de la propiedad de los medios de producción y otras asociadas a la tradición marxista del socialismo no son parte de la agenda de este movimiento.
Pero el significado de este movimiento, afirma Sunkara, es que este fenómeno de apoyo al “socialismo” nace de un descontento con la políticas neoliberales y la desigualdad social y económica, y que se atisba que el malestar individual comienza a tomar forma de acción política colectiva. Más aun, propone él:
…[Th]e rise of even a vague socialist sentiment calls upon the anger that many are feeling. Sanders not only suggests social-democratic policies that speak to economic and social insecurities, but he also rallies his supporters to a “political revolution” and names the forces and individuals that benefit from the way the country’s resources are currently distributed — big capitalists and their political allies, the people Sanders calls the “billionaire class”.17
El “socialismo democrático” de Sanders, concluye Kundara, reclama el fortalecimiento y la expansión del Estado de Bienestar y una redistribución masiva de la riqueza y el poder, posturas alineadas con la social democracia histórica que van más allá del liberalismo del Partido Demócrata, incluyendo a Obama. Su candidatura y movimiento son expresión de un momento político inconcebible hace una década. Representan, con todo y sus limitaciones, un punto de partida hacia una posible radicalización democrática y social en los Estados Unidos (y más allá de este país), una suerte de fisura o grieta que puede generar (gane o pierda la nominación presidencial Sanders) una condición de posibilidad para una alternativa “socialista”.18
Pero no pocos cuestionan el que Sanders represente un movimiento de radicalización política. Desde una perspectiva marxista tradicional Mike Davis ha argumentado lo siguiente sobre las posiciones de Sanders:
Sanders —can we actually be so hopeful?— has drawn a line in the sand on economic inequality that people under thirty seem to overwhelmingly support and which may yet subtract many black and Latino voters from the Hillary column.
And no one since Upton Sinclair has framed “democratic socialism” —as the restoration of the working class’s “fair share” in the national income— in such a commonsensical and compelling way. Likewise, his crusade for free public higher education is a radical “transitional demand” with more resonance among youth and young adults than any other proposal yet presented.
But the limitations of Sanderism are also clear. Economic inequality is not mollified by publicly subsidized economic opportunity, a more level playing field for family-owned business, or higher taxes. For socialists the central question is always the private ownership of the large-scale means of production and the democratization of economic power.19
Queda claro de la crítica de Davis que las posiciones programáticas de Sanders no están alineadas con las posturas tradicionales del marxismo.20 Pero esto, me parece, no está en discusión. Sanders no es ni ha reclamado ser marxista, sino un “socialista democrático”. La pregunta no debe ser si las posiciones de Sanders pasan el litmus test del marxismo. Ciertamente sus posiciones no pasan esta prueba. La discusión debería ser si su candidatura y el movimiento que la apoya está produciendo o puede producir una fisura en la dominación del neoliberalismo y una alternativa a esta.
Davis contrasta la perspectiva de Sanders con la de Eugene Debs, el dirigente socialista americano de las primeras dos décadas del Siglo XX:
Eugene Debs —see any of his speeches— talked about inequality always in the context of ownership and decision-making, of expropriating the power of plutocrats, not just taxing them. Sanders, like the Progressives, wants to break up the trusts and support small business, not democratize and take possession of them.21
A pesar de lo que señala Davis, el lenguaje político que Sanders y su movimiento articulan es el del “socialismo” y no el del populismo estadounidense de finales del Siglo XIX, ni el del progresismo de las primeras décadas del Siglo XX. Y esto no carece de importancia. El lenguaje, las metáforas y las narrativas importan de manera crucial en la construcción de un imaginario político. El lenguaje y el vocabulario por el que han optado Sanders y su movimiento es el del “socialismo democrático”, aun con todo lo ambiguo y difuso que este término pueda ser. Más aún, Davis omite comparar el contexto histórico en que se dio el movimiento socialista encabezado por Debs a principio del pasado siglo con el contexto en que se está dando el movimiento pro Sanders. Aquel contexto, el de Debs, era uno de crisis, guerra mundial y revolución, es decir un momento muy diferente al nuestro. Aquellos tiempos de expectativas revolucionarias (acababa de ocurrir la Revolución rusa) no son estos tiempos de triunfo y dominación irrestricta del capitalismo neoliberal. En nuestro momento histórico la noción de “socialismo” que ha articulado la campaña de Sanders, no empece sus limitaciones, representa una apertura hacia una posible radicalización democrática y social en los Estados Unidos, y no solo allí.
Noam Chomsky, por su parte, en una entrevista reciente, responde a denuncias hechas por conservadores que caracterizan a Sanders como un “extremista” y sostiene que este es básicamente un “mainstream New Deal Democrat”.22 Según Chomsky, las posiciones de Sanders no hubieran sorprendido al Presidente Dwight Eisenhower, quien consideraba esta perspectiva como una moderada en el sistema político estadounidense, a pesar de que hoy se consideran “radicales”. Más aún, plantea Chomsky, las posiciones de Sanders respecto a la cuestión fiscal y a la salud, por ejemplo, ha gozado del apoyo del público general en los Estados Unidos por mucho tiempo. Todo lo cual indica cómo el espectro político en este país (y añadiría yo, globalmente) se han desplazado a la derecha. Dice Chomsky:
So we have this phenomenon where someone is taking positions that would have been considered pretty mainstream during the Eisenhower years, that are supported by a large part, often a considerable majority, of the population, but he’s dismissed as radical and extremist. That’s an indication of how the spectrum has shifted to the number of young people, these young people who are saying, «Look, we’re not going to consent anymore.» And if that turns into a continuing, organized, mobilized—mobilized force, that could change the country—maybe not for this election, but in the longer term.23
Coincido con Chomsky en el señalamiento de que el mapa político contemporáneo se ha desplazado tanto a la derecha que ser defensor del Nuevo Trato, o aún de políticas keynesianas es considerado hoy una postura de “izquierda radical”. Estamos muy lejos del momento en que Richard Nixon proclamó en 1971, “We’re all Keynesians now”. Nótese que la propuesta “radical” del gobierno de Syriza era la necesidad de un Nuevo Trato para Grecia y un “Plan Marshall” para Europa y eso los llevó a enfrentarse con la aplastante fuerza de la Troika y los poderes financieros transnacionales que los doblegó. Pero no estoy de acuerdo con él en la caracterización de que Sanders es un “mainstream New Dealer”. El Nuevo Trato de Franklin Delano Roosevelt fue un intento (exitoso gracias al gasto militar de la Segunda Guerra Mundial) de reformar el capitalismo (fundamentalmente laissez faire) para salvar el capitalismo (vía una modo de regulación keynesiano).
Ahora bien, no me parece que Sanders, y el movimiento político que lo apoya, se proponen reformar el capitalismo neoliberal para salvarlo, sino que se plantean dibujar, aunque sea a manera de esbozos todavía, un horizonte de posibilidad alterno a este. A este horizonte lo llaman “socialismo democrático”(social democrático si se quiere). Esta posibilidad política no es poca cosa (no solo para los Estados Unidos, sino para el resto del planeta) en un mundo en que parece reinar sin alternativa el capitalismo neoliberal.
- Francis Fukuyama, “The End of History?”, The National Interest, Summer, 1989 [↩]
- Enzo Traverso, La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del Siglo XX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2012, p. 290. [↩]
- Traverso, La historia como campo de batalla…, p. 11. [↩]
- Habría que reconocer que este proceso de significación se dio de forma compleja a lo largo del siglo XX, específicamente a partir de la Revolución rusa de 1917. [↩]
- Traverso, La historia como campo de batalla…, p. 290. [↩]
- La historia y las vicisitudes del “socialismo” y las tradiciones políticas vinculadas a éste es algo que excede los objetivos de este artículo. [↩]
- Fredric Jameson, “Future City”, New Left Review, núm. 21, 2003, p. 76, citado en Traverso, La historia como campo de batalla…, p. 292. [↩]
- Bárbara Álvarez Plá, “Paul Auster: “Nos guste o no el marxismo, el hecho es que dio esperanzas”, Clarín, 26 de abril de 2016, http://www.clarin.com/
sociedad/guste-marxismo-hecho- dio-esperanzas_0_1127287403. html [↩] - Cabe destacar que en la actualidad ningún candidato ni partido que participa en las elecciones en Puerto Rico, incluyendo el Partido del Pueblo Trabajador (PPT) se identifica abiertamente con una plataforma política “socialista”. La última vez que compareció un partido “socialista” a las elecciones fue el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) en 1980. En estas elecciones el candidato a gobernador del PSP, el líder sindical, Luis Lausell obtuvo 5,224 votos (0.3 % del total de votos emitidos). Para una discusión sobre el “socialismo” en Puerto Rico a partir de la década de 1970, ver el ensayo “¿Qué queda de la ‘izquierda’? Apuntes para una historia reciente”, en Carlos Pabón Ortega, Polémicas. Política, intelectuales, violencia, San Juan, Ediciones Callejón, 2014, pp. 21-38. [↩]
- A la fecha del 9 de mayo de 2016, la candidatura de Sanders había alcanzado la cifra de 9, 302, 657 votos, faltando todavía una docena de primarias incluyendo la de California. Ver, http://www.realclearpolitics.
com/epolls/2016/president/ democratic_vote_count.html [↩] - Tony Michels, “Bernie Sanders and The History of American Socialism”, Jacobin, April, 6, 2016, https://www.jacobinmag.com/
2016/04/bernie-sanders-young- peoples-socialist-league-new- york/ [↩] - Eugene Debs fue el líder socialista americano más prominente de principios del Siglo XX. Debs fue candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Socialist Party of America en las elecciones de 1904, 1908, 1912 y 1920. En estás últimas elecciones obtuvo su mayor cantidad de votos, 915,000 (6%). Debs corrió para presidente en las elecciones de 1920 desde una celda pues estaba preso por “sedición” por oponerse a la Primera Guerra Mundial. Ver, https://www.marxists.org/
archive/debs/ [↩] - Matthew Artz, “For millennials, Bernie Sanders is the life of the party”, The Mercury News, April 4, 2016, http://www.mercurynews.com/
politics-government/ci_ 29719775/bernie-or-hillary- young-democrats-remain- divided?source=email Ver también, Kevin Drum, “Why Are Millennials In Love With Bernie Sanders?”, Mother Jones, February 11, 2016, http://www.motherjones.com/ kevin-drum/2016/02/why-are- millennials-love-bernie- sanders; Cenk Uygur, “Why Millennials Love Bernie Sanders”, The Hufftington Post, May 4, 2016, http://www.huffingtonpost.com/ cenk-uygur/why-millennials- love-bernie_b_9839450.html [↩] - Emily Ekins, “Millennials like socialism, until they get jobs”, The Washington Post, March 25, 2016, http://www.chicagotribune.com/
news/opinion/commentary/ct- millennials-socialism-bernie- sanders-jobs-20160325-story. html [↩] - Max Ehrenfreund, “A majority of millennials now reject capitalism, poll shows”, The Washington Post, April 26, 2016, https://www.washingtonpost.
com/news/wonk/wp/2016/04/26/a- majority-of-millennials-now- reject-capitalism-poll-shows/ [↩] - Bhaskar Sunkara, “The ‘Sanders Democrat’ is paving the way for the radical left”, The Washington Post, March 25, 2016, https://www.washingtonpost.
com/news/in-theory/wp/2016/03/ 25/the-sanders-democrat-is- paving-the-way-for-the- radical-left/ [↩] - Bhaskar Sunkara, “The ‘Sanders Democrat’ is paving the way for the radical left”…. [↩]
- En palabras de Kundara, “After all, if we can’t win a majority for social-democratic politics in this country, we have no chance of winning a majority for anything more radical than that”. Bhaskar Sunkara, “The ‘Sanders Democrat’ is paving the way for the radical left”… [↩]
- Véase, por ejemplo, Mike Davis, “A Progressive or a Radical?”, Jacobin, October 14, 2015, https://www.jacobinmag.com/
2015/10/hillary-clinton- bernie-democratic- presidential-debate/ [↩] - Para Davis, Sanders es un “economic populist”. Sin embargo, su crítica a Sanders no lo lleva a descartar el apoyo a la campaña del senador de Vermont: “Sanders is a great economist populist, but not an anti-imperialist. However, in my view, this is only a more urgent reason to become involved in the Sanders campaign and criticize it from the inside, as supporters”. Mike Davis, “A Progressive or a Radical?”…, [↩]
- Davis, “A Progressive or a Radical?”… [↩]
- “Noam Chomsky: Young Bernie Sanders Supporters are a ‘Mobilized Force That Could Change the Country’ (Entrevista de Amy Goodman con Noam Chomsky)”, Democracy Now, April 28, 2016, http://www.democracynow.org/
2016/4/28/noam_chomsky_young_ bernie_sanders_supporters [↩] - “Noam Chomsky: Young Bernie Sanders Supporters…”, [↩]