En las urnas y en las calles: las mujeres decimos NO a la violencia machista
Si algo nos ha demostrado la elección especial de Guaynabo es que las agresiones y la violencia contra las mujeres tiene un costo político. Aunque al momento no he encontrado datos segregados por sexo de la votación, me atrevo a pensar que las mujeres salieron apabulladoramente a votar para decirle no a la violencia, real o simbólica, del candidato que desde el inicio de su campaña representaba una continuidad con las políticas de O’Neill. Que quede claro, señores y señoras: las mujeres no estamos dispuestas a tolerar una agresión más. No estamos dispuestas porque, aunque históricamente nos hayan querido relegar al ámbito doméstico como proponía el candidato derrotado, poco a poco vamos descubriendo el poder político que tenemos, pero, sobre todo, descubrimos que no estamos solas, que nos tenemos y que juntas somos más fuertes.
La violencia contra las mujeres, normalizada a través de discursos que refuerzan los roles de género, comienza a desenmascarase. No, no es normal que le requieran favores sexuales como condición de empleo o que, para mantener el que tiene, tenga que soportar hostigamiento sexual que puede ir desde comentarios no solicitados sobre su apariencia física hasta roces, contacto físico y comentarios sexuales. Tampoco es normal que luego de terminar una relación se le hostigue, persiga o incluso se le obligue a tener relaciones sexuales. Las mujeres somos libres de iniciar relaciones y de terminarlas cuando no nos sentimos a gusto.
Debemos tener presente que el contexto de crisis y precariedad en el que vivimos pone en una situación de mayor vulnerabilidad a las mujeres. En ocasiones, el dilema es soportar el hostigamiento o estar desempleada, y esto no debería pasarle a ninguna mujer. Muchas veces lo tratamos de racionalizar y pensamos que, realmente, la situación no es tan importante, que quizá estamos exagerando al sentirnos incómodas ante una agresión, al fin y al cabo, eso es lo que nos enseñan de pequeñas: que el nene que te agrede lo hace porque le gustas. Que quede claro, el que te agrede o te hostiga lo hace porque está convencido que eres menos que él y en tanto eso puede hacer contigo lo que le dé la gana. ¡Eso no lo vamos a soportar un minuto más!
Por eso, si yo fuera político prestaría atención al mensaje contundente que envía la elección especial de Guaynabo: las mujeres no estamos dispuestas a tolerar la violencia y las agresiones machistas. Juntarse, apoyar, defender, respaldar o encubrir a agresores les costará políticamente. Ninguna agresión machista quedará impune y, sin duda, el caso de Guaynabo sirve de muestra. Recuerden, no estamos solas, nuestro poder reside en tenernos, acompañarnos y defendernos. En Guaynabo o en cualquier sitio: ¡basta de violencia machista!