Epistemología de la concepción materialista de la historia (6): dialéctica
Introducción
En la primera redacción definimos lo básico de la concepción materialista de la historia (CMH) como una teoría de los procesos sociohistóricos que está aliada con la erradicación del capitalismo. En la segunda comprendimos su génesis como un posicionamiento crítico ante las contradicciones de la sociedad burguesa. En la tercera parte postulamos que el surgimiento de las clases sociales engendró una cosmovisión escindida de la cual resultó el hilemorfismo (dualidad empirismo/idealismo). En la cuarta presentamos al materialismo dialéctico como superación del hilemorfismo y las relaciones de dicha filosofía con la ciencia y con la metodología de Marx. En la quinta redacción profundizamos en el concepto “materia” reconociendo su diversidad y las implicaciones para la teorización socio histórica crítica.
Ahora discutiremos el concepto de “dialéctica”. Notaremos su origen en filosofías no-materialistas y luego examinaremos algunos de sus cualidades perentorias. Concluiremos señalando algunas consecuencias políticas problemáticas del pensamiento no-dialéctico.
Definición preliminar
Según Harvey (2018) en la sociedad burguesa existe una fijación con los objetos tangibles y dicha obsesión está presente en las ciencias; esto está vinculado al objetivismo, reduccionismo y mecanicismo del paradigma epistemológico de la simplicidad (Morin, 1990). Pero Harvey también reconoce que en las ciencias se ha desarrollado una perspectiva que prioriza mirar lo existente como procesos-flujos resultantes de relaciones y de las contradicciones propias de esas relaciones, lo que es cónsono con paradigma de complejidad. Si asumimos que todo lo que existe es contradictorio y se transforma a partir de sus contradicciones, es necesario desarrollar una estrategia de construcción de conocimiento que permita comprender las contradicciones y los cambios; dicho de otro modo, si la contradicción y el cambio son inmanentes a la ontología, es necesario desarrollar una metodología concordante. La lógica formal no es capaz de comprender esas contradicciones, pues parte de una ontología estática: suponiendo la separación entre lo sustancial (los contenidos) de los fenómenos y la verdad lógica-formal, desprecia del primer término de esta escisión, presume que las entidades son idénticas a sí mismas (como si fueran estáticas) y supone que no existen contradicciones. Esta lógica opera como un sistema de obstáculos epistemológicos para la construcción de conocimiento sobre fenómenos cambiantes y contradictorios. Por el contrario, el pensamiento dialéctico es una estrategia gnoseológica adecuada para entender fenómenos contradictorios y fluidos, pues asume las oposiciones y la mutabilidad como principios ontológicos.
Según el Diccionario etimológico castellano en línea de Anders, el término “dialéctica” proviene del griego: se construye a partir de dia (“a través de”) y lectos (“lo escogido para decir”, “palabra”, “expresión verbal”). Plantea desarrollar el conocimiento usando el lenguaje para contraargumentar. Marx toma la estrategia de pensamiento dialéctico de Hegel, pero esta también se encuentra en otros sistemas de ideas, como en el taoísmo (ver su concepto yin y yang) y en muchos filósofos griegos clásicos (como Platón y Heráclito).
Hegel es idealista, por lo que asume que la historia resulta de contradicciones entre ideas. Distinto a eso, Marx reconoce que la historia está basada en lo material (la vida, las relaciones sociales en las que producimos lo necesario para vivir, las acciones ubicadas dentro de relaciones sociales… ver la discusión del concepto “materia”) y postula que las ideas surgen de la actividad humana. Claro que, una vez surgen las ideas, estas funcionan como factor activo y transforman la materia: los sujetos las usan para dirigir sus actividades; por lo tanto, la relación entre ideas y materia es dialéctica. Sin embargo, subrayamos que esa dialéctica es materialista por dos razones: una es que la materia tiene primacía sobre las ideas y la otra es que las ideas son la actividad del cerebro (Engels, 1883). Como el pensamiento de Marx y Engels asume que la dialéctica es inmanente a la materia, decimos que la dialéctica es ontológica. Esto significa que lo existente siempre es contradictorio y, por lo tanto, cambiante.
Elementos fundamentales de la dialéctica
Podemos exponer unas leyes de la dialéctica (Blacutt, 2013; Uribe, 1982, Engels 1883), pero recordemos que Marx nunca estableció unas leyes o reglas del pensamiento dialéctico. Sin embargo, pensaba dialécticamente: lo aprendió con su mentor Bruno Bauer (que era hegeliano) y lo siguió desarrollando con su participación en el grupo de jóvenes hegelianos. Proponemos asumir esto como unas sugerencias para el pensamiento y no convertir la dialéctica en un dogma incólume, en un camino rígido (como lo hizo la burocracia soviética con la Diamat); eso sería opuesto al espíritu fluido del pensamiento dialéctico. Dicho de otro modo, no hay que fetichizar el método (el dialéctico en este caso), pues en la ciencia el método es subsidiario al objeto de estudio: el camino existe en función de la meta (entender-transformar la realidad). De todos modos, es valioso desarrollar un pensamiento que reconozca la primacía de lo cambiante-fluido, lo relacional y lo contradictorio por sobre lo estático, lo objetual-cósico y lo puro. Engels (1883) postuló tres leyes básicas de esta vía.
- Unidad y lucha de contrarios. Esta ley estipula que todo existente es contradictorio, lo cual es clave porque las contradicciones son las que originan los cambios. Las contradicciones difieren en cuanto a lugar: en las contradicciones internas un mismo objeto contiene oposiciones entre sus elementos, principios o tendencias; en las externas, las relaciones entre el objeto y su entorno son contradictorias. Las contradicciones varían en cuanto a intensidad, pues las hay antagónicas y no-antagónicas: las primeras son las que existen entre explotadores y explotados (amos y esclavizados, señores feudales y siervos, capitalistas y trabajadores); las segundas existen entre clases que son diferentes, pero que no sostienen relaciones de explotación entre sí, como las relaciones entre los trabajadores y otras clases subalternas (campesinos, pequeña burguesía y lumpenproletariado). El paso de una sociedad de clases (como la capitalista, en la que los propietarios privados de los medios de producción deciden-ordenan y los trabajadores laboran obedeciendo las órdenes de los dueños) a una sociedad sin clases (en las que los que trabajan deciden porque son dueños colectivos de los medios de producción) es el surgimiento de una nueva unidad (socialismo) a partir de una lucha entre contrarios (capitalistas explotadores y trabajadores explotados). Las contradicciones, que socialmente existen como conflictos, crean lo nuevo; toda entidad es producto de contradicciones y porta contradicciones que dan paso a futuros cambios.
- Cambios cuantitativos y cualitativos. Todo cambia, pero ¿cómo se dan esas transformaciones?, ¿qué tipos de cambios existen? y ¿cómo se relacionan estos tipos de cambio? Existen cambios cuantitativos, que son modificaciones leves y graduales; también hay cambios cualitativos, que son transformaciones profundas y súbitas. El calentamiento del agua líquida hasta acercarse a los 100 grados celsius es un cambio cuantitativo; comenzar a hervir es un cambio cualitativo. El reformismo político plantea cambios cuantitativos: mejorar las condiciones de las clases oprimidas (aumentar los salarios, impuesto progresivo para financiar salud y educación universales, asistencia social para los más pobres…) sin eliminar el sistema opresor (el capitalismo). La política revolucionaria propone cambios cualitativos: sustituir el sistema opresor (capitalista) por uno sin opresión (socialismo, basado en propiedad colectiva y democracia de trabajadores). El incremento de poder de la clase trabajadora previo a la revolución es un cambio cuantitativo; pero la toma del poder político de Estado por parte de la clase trabajadora es un cambio cualitativo.
- Superación, o negación de la negación. Esta ley plantea que, si toda entidad es contradictoria, ésta acarrea su propia negación; por lo tanto, lo emergente está dentro de lo presente y con el tiempo lo desplaza, por lo que el sistema termina negándose. A la vez, en lo nuevo aún están presentes elementos de lo anterior, con lo cual el pensamiento dialéctico reconoce que las negaciones no son absolutas, pues son contradictorias. Concretizando sobre los procesos sociohistóricos, podemos decir que el comunismo originario es negado por el advenimiento de la sociedad de clases (debido al incremento en las fuerzas productivas). También podemos plantear que el posterior desarrollo de las fuerzas productivas en las sociedades de clases (especialmente bajo el capitalismo) llega a contradecir las formas de propiedad individual (propiedad privada burguesa) y posibilita sustituirlas por relaciones de propiedad colectiva (socialistas). Dicho de otro modo, el socialismo constituye una negación de la sociedad de clases, pero incorpora las grandes fuerzas productivas engendradas mayormente en tiempos del capitalismo.
Esas tres leyes implican fuertemente dos conceptos que merecen atención. Estos son cambio e interconexión.
Todo cambia; el movimiento es un principio general. En vez de asumir que las entidades (objetos, sistemas, fenómenos…) son eternos y estáticos, el pensamiento dialéctico acepta que todo fluye. Pensar dialécticamente se fundamenta en asumir la historicidad de la ontología. El universo surgió hace aproximadamente 13,700 millones de años y está en continuo movimiento. Los físicos llaman movimiento browniano a la vibración perenne de los átomos. La vida emergió hace unos 4,000 millones de años y la evolución de las especies es incesante. Las sociedades surgieron con los insectos eusociales hace como 150 millones de años (y en su versión del homo sapiens hace 300 mil años) y se transforman (lo cual es especialmente notable con la sociedad burguesa). Las ideas cambian según se modifican los sistemas sociales dentro de las cuales se producen y según sus propias dinámicas internas. El pensamiento revolucionario conlleva pensar todo como histórico: si políticamente promueve un cambio; epistemológicamente debe partir de que lo existente surge, se transforma, decae y desaparece.
La dialéctica asume que los objetos, procesos o eventos están interconectados. Descarta concebir los entes como si estuvieran aislados y prioriza examinar las relaciones. Un siglo más tarde Ludwig von Bertalanffy (1968) desarrolló esto como pensamiento sistémico: para entender los fenómenos es crucial estudiar las relaciones entre sus componentes y reconocer que la totalidad es la que determina a las partes. En términos de teorizar sobre los procesos sociohistóricos se considera que cualquier dimensión social se constituye mediante una serie de relaciones y está ligada a muchas otras dimensiones sociales. Tomemos, por ejemplo, la economía. Esta consiste en relaciones de trabajo, distribución, intercambio y consumo. A la vez: la economía es un asunto político, pues contiene relaciones de poder (sean equitativas u opresivas), se regula y protege mediante leyes y represión, existe debate político sobre cómo manejar…; la economía es un asunto ecológico, porque las tecnologías usadas en el trabajo transforman de diversos modos al ecosistema, la producción genera subproductos tóxicos, distintos sistemas socioeconómicos establecen relaciones con el medioambiente con diverso grado de destructividad/armonía …; la economía es un asunto psicológico, pues no existe sin sujetos que actúen dentro de ella, estos sujetos actúan a partir de ideas, existe una multitud de ideas que son comunicadas entre los sujetos en los procesos de trabajo, intercambio y consumo… Similar interconexión con diversos otros ámbitos sociales tiene cada una de las demás partes del orden social (ciencia, tecnología, política, leyes, sexualidad, familia, moral, religión, estética, transporte, vestimenta, vivienda, alimentación, salud, educación…). El pensamiento dialéctico define esos vínculos de mutua influencia entre esas múltiples entidades como causación recíproca. Esta se distingue de la causalidad lineal en que la segunda asume la unidireccionalidad de la generación de los fenómenos y la primera piensa la bidireccionalidad: lo que es efecto de una causa también es factor activo que incide sobre la causa que lo engendró. Así podemos interpretar las relaciones entre estructura y metabolismo, entre individuo y sociedad, entre economía y política (y ecología, psicología, sexualidad, religión…) y entre ideas y materia, en términos de una causalidad circular que evita los reduccionismos.
Problemas de no pensar dialécticamente
Pensar linealmente fundamenta la concepción clásica de la ciencia moderna llamada paradigma de simplicidad y la incipiente crisis de la civilización burguesa/occidental; también es parte del pensamiento rígido que subyace al economicismo y al objetivismo propio del autoritarismo burocrático hacia el cual degeneraron los procesos socialistas de siglo 20. No desconocemos que los problemas de estos proyectos también fueron producto de ausencia de tradición democrática en los países en los que surgieron ni que, ante la miseria de las clases subalternas, la prioridad era el bienestar material; tampoco que el asedio imperialista hizo aparecer como necesario el limitar libertades políticas (legitimó que los lideratos establecieran Estados con fuertes elementos policiales). Por el contrario, entendemos que esa contextualidad histórica-social facilitó la generalización del pensamiento no dialéctico propio del reduccionismo económico y del objetivismo epistemológico asumido por esas burocracias. Seguramente en unas condiciones políticas internacionales no dominadas por el capitalismo los proyectos socialistas no tendrían la situación de asedio que han tenido que sobrevivir; y no tendrían que acudir a elementos como el partido único y el control gubernamental de la prensa y de los sindicatos. No se generalizaría el objetivismo epistemológico (asumir que hay una sola verdad y que el partido único la tiene), se habría reconocido la diversidad de tipos de conocimiento y de procesos de construcción del mismo y el rol activo del sujeto, premisas que fomentan el debate político y por lo tanto la democracia, la participación ciudadana y el poder de la clase trabajadora. Presumiblemente en esa otra situación internacional se evitaría el reduccionismo economicista con el cual la burocracia se siente cómodo, pues desde esa perspectiva la revolución ya está hecha y lo que queda es administrarla (lo cual es un eufemismo de mantener la concentración del poder político en manos de los burócratas). Es verosímil pensar que en esas otras condiciones políticas mundiales se reconocería que lo político (la participación, las libertades…) es tremendamente importante y que la democracia es imprescindible para el socialismo.
No estamos diciendo que la dialéctica es una panacea. Sin embargo, podemos reconocer que en la izquierda política están presentes algunos problemas que incluyen pensamiento, estrategias y patrones de actividad poco dialécticas. El progresismo desconoce el carácter de clase del Estado burgués, por lo que asume que las reformas son suficientes; olvida que, sin erradicar el capitalismo, dichos cambios son efímeros; al no ver la contradicción fundamental, ignora la necesidad del cambio cualitativo revolucionario. Del otro lado, los ultraizquierdismos desprecian la necesidad y la significancia de las reformas y solo proponen un cambio absoluto y súbito, como si fuera posible con solo desearlo, y sin pasar por un proceso de desarrollar organización y conciencia de clase mediante luchas. El sectarismo asume que su organización es la única valiosa, que no tiene errores (no ven sus contradicciones) y evalúa a las demás como tremendamente defectuosas, aunque coincidan en casi todo. A veces la ausencia de logros lleva a muchos a la frustración, el inmovilismo y hasta al cinismo, desconociendo que los cambios sociales son procesos históricos de larga duración y que todo se transforma, aunque a veces no lo parezca.
Síntesis
Ubicamos el concepto en cuestión reconociendo su origen previo al materialismo dialéctico. Notamos cómo en las ciencias modernas hay una tensión entre pensamiento dialéctico y pensamiento estático. Discutimos aspectos cardinales de la dialéctica. Finalizamos comentando algunos efectos políticos del pensamiento estático. En la siguiente parte reflexionaremos sobre la relación entre el materialismo dialéctico y la epistemología de las ciencias que se ha ido desarrollando mediante el paradigma de la complejidad.