Fungir como docentes
¿Cuál es la responsabilidad de los profesores en este momento de crisis por el que atraviesa la Universidad de Puerto Rico?
La responsabilidad primordial es fungir como docentes. Esto podrá parecer una obviedad, pero no lo es porque los profesores no nos hemos estado desempeñando como docentes. ¿Qué quiere decir fungir como docentes? Primero, reconocer que es indispensable que nuestros posicionamientos surjan de un análisis autónomo en tanto sector universitario singular. Los docentes tenemos la obligación de definir nuestra posición y asumir nuestra responsabilidad en este escenario, un escenario marcado por múltiples dimensiones que van más allá de la cuota y que implica un sin número de otras medidas que de manera avasalladora están poniendo en riesgo la Universidad a la que muchos aspiramos. Los profesores nos vemos afectados por la crisis de la Universidad de una manera que no necesariamente se subsume bajo los reclamos estudiantiles. De ahí que la formulación de nuestras estrategias requiera de una visión a largo plazo capaz de enfrentar esta crisis en toda su complejidad.
Los docentes tenemos que ser capaces de actuar autónomamente aunque esto pueda significar en ocasiones entrar en contradicciones y tener diferendos con otros sectores universitarios. Ya hemos perdido demasiado en esta coyuntura por no haber sido capaces de hacerlo (eliminación de profesores por contrato, congelación de plazas y de ascensos, eliminación de sabáticas y descargas, reducción de ofrecimientos académicos, programas académicos en pausa, degradación de nuestras condiciones de enseñaza y de investigación, entre otros asuntos).
Fungir como docentes supone reconocer que somos un sector diferente a los estudiantes, un sector vulnerable, que no puede supeditar sus políticas, reclamos y estrategias a la de los sectores estudiantiles como ha sido la práctica de la APPU y de otros, quienes continúan subsumiendo sus posturas a las de los estudiantes que supuestamente están en huelga. Más aun, hay que decir claramente que la APPU no representa al profesorado universitario, en todo caso, representa a sus miembros que son sólo una fracción del claustro. Las posiciones y estrategias de la APPU no son apoyadas ni compartidas por los que no pertenecemos a esta agrupación. Por lo menos, ese es mi caso. (Habría que preguntarse incluso si las posiciones oficiales que esta agrupación ha asumido de cara a la crisis universitaria y la huelga estudiantil son apoyadas por la mayoría de sus miembros.) Cada vez que la APPU toma una decisión, su liderato, con la complicidad de los medios, se arroga el monopolio de la representación del claustro. Después de cada asamblea o conferencia de prensa de la APPU se informa que “los profesores de la universidad” aprobaron tal o cual asunto. ¿Qué profesores? ¿Cuántos? ¿A quién representan? La pretensión de la APPU de tomar decisiones que son vinculantes para todo el claustro, como la decisión del paro del 9 de febrero (que ni siguiera le fue consultada a su membresía), es algo inaceptable. No empece lo justo que puedan ser sus reclamos, la APPU no puede tomar decisiones que sean vinculantes a todo el claustro. Y mucho menos tildar de “traidores”, “rompehuelgas”, o “claudicantes” a quienes no acaten o apoyen estas decisiones.
Por otra parte, según una cierta lógica que comparten distintos colegas, criticar a un sector del estudiantado es «paternalista». Pero no es «paternalista» apoyar incondicionalmente, siempre, las «huelgas» u otras acciones de sectores estudiantiles irrespectivo de la legitimidad de éstas en cuanto al propio estudiantado, de su (in)eficacia, de cómo nos afectan como docentes e incluso de cómo afectan el proyecto de la Universidad que queremos a largo plazo. Se critica al profesorado si sus actuaciones son diferentes o contradicen las de los estudiantes porque esto implica, se dice, ‘no apoyarlos’ o ‘dejarlos solos’. No se trata de decirle a los estudiantes lo que tienen que hacer. De lo que se trata es de ejercer el derecho y la responsabilidad de expresar nuestro parecer sobre las estrategias que debemos asumir y sobre los efectos que tienen ciertas posturas estudiantiles en los docentes y para la Universidad en su conjunto. Si bien le corresponde a los estudiantes definir sus estrategias, los profesores tenemos la responsabilidad de llevar a cabo un análisis y debate abierto sobre éstas y sobre cómo nos afectan y adoptar una postura autónoma frente a las mismas. De igual manera debemos actuar ante las estrategias de los sectores universitarios no docentes.
Sí, tenemos que actuar como docentes. Ello implica en estos momentos analizar y debatir críticamente en torno a todas las estrategias que se han implantado hasta el momento, incluyendo la (in)efectividad y la continuación de la huelga. A mi modo de ver, esto supone conceder que no sólo las políticas del gobierno y la alta administración universitaria, como la ocupación policíaca, nos han obstaculizado ocupar nuestro espacio y ejercer adecuadamente nuestras tareas como universitarios. En lo que a mí concierne, la continuación de un simulacro de «huelga» (a pesar de un cada vez más menguado apoyo estudiantil) y la insistencia en la «paralización» de la Universidad son también obstáculos a que ocupemos con efectividad el espacio académico y la defensa del proyecto universitario. Pero la APPU continúa apoyando la “huelga” incondicionalmente pasando por alto la ineficacia de la estrategia huelgaria. ¿Acaso los estudiantes, incluyendo los “huelguistas”, no se matricularon y pagaron la cuota o se acogieron a una prórroga para pagar la misma? Es decir, ¿no se implementó ya la cuota? ¿Acaso la asistencia de miles de estudiantes que vinieron a tomar clases los primeros dos días de este semestre (antes del incidente de abuso policíaco del 9 de febrero) no constituyó un rechazo masivo a la estrategia huelgaria y una prueba contundente de la ineficacia de ésta? Más aún, se continúa apoyando incondicionalmente la “huelga” no empece sus efectos contraproducentes a la defensa del proyecto universitario a largo plazo.
Basta preguntarse, ¿a quién le conviene la “ingobernablidad” de la Universidad? ¿No es acaso al gobierno? ¿No es este estado de “ingobernabilidad” el que invoca el gobierno para “justificar” su proyecto de desmantelamiento/reestructuración de la Universidad? ¿No habría entonces que repensar este tipo de estrategia pues parece corresponder a lo que precisamente quiere el gobierno para darle “legitimidad” a su política hacia la Universidad? Por lo visto, tales planteamientos no hacen mella entre los colegas que se reafirman en subsumir sus posiciones a la estrategia de los estudiantes en “huelga”.
Fungir como docentes implica también cuestionarnos la cultura anti-intelectual que menosprecia y desprecia la labor académica, particularmente el proceso que se da en el salón de clase. Por supuesto que la Universidad no se limita a lo que ocurre en el salón de clases. Claro que se hace universidad desde muchos otros espacios. La universidad no es el único espacio de producción intelectual en el país, pero sí es un espacio privilegiado de producción de conocimiento y cuestionamiento que hay que defender. Esto cobra más importancia ante un gobierno que quiere degradar este espacio y en el contexto de un país marcado por una fuerte cultura anti-intelectual de larga tradición. Más aún, se trata de una cultura que se ha reproducido entre importantes sectores en la Universidad. Cabe preguntarnos ante la coyuntura actual de crisis universitaria, ¿por qué y cómo dar clases se convirtió en una negación de la «defensa» de la Universidad? ¿Por qué se opta con tanta facilidad por la «estrategia» de paralizar las clases? ¿Por qué el menosprecio y desprecio a las clases y lo que allí ocurre de parte de los sectores que han insistido en esta coyuntura que la «lucha por defender» la Universidad es igual a paralizar las clases? ¿Qué condiciones culturales y políticas han posibilitado que el anti-intelectualismo eche raíces no sólo entre “los administradores”, sino también entre importantes sectores estudiantiles y del profesorado en la Universidad? ¿Cómo no reconocer que los propios profesores hemos sido cómplices y más aún, que en demasiados casos hemos fomentado esta cultura anti-intelectual y la mediocridad y la burocratización que la acompaña en la Universidad? (Para una importante reflexión sobre este problema, ver el artículo de Juan Carlos Quintero-Herencia, «Para la catástrofe” en Diálogo Digital).
Mis interrogantes van dirigidas no sólo a los estudiantes que privilegian la estrategia de paralizar las clases, sino particularmente a los profesores que SIEMPRE apoyan esta estrategia de manera incondicional. Los profesores tenemos una gran responsabilidad en con la situación de crisis por la que atraviesa la Universidad pues no hemos sido capaces de asumirnos como un sector autónomo, es decir, con voz propia. Para mí, esa es una voz que debe defender y auto-valorar, no degradar, la labor académica e intelectual a la que estamos convocados en la Universidad. Es crucial afirmar la defensa de nuestro espacio que incluye la importancia de poder dar clases y llevar a cabo las demás labores académicas sin interrupciones. De ahí que sea imprescindible como docentes reclamar un compromiso de los estudiantes huelguistas de no interrumpir estas labores académicas. En este momento, es fundamental nuestra presencia en las aulas y en todas las esferas del espacio universitario y mantener así la continuidad de nuestra aportación docente.
La defensa de la Universidad implica reafirmar y ocupar el espacio que tenemos para pensar, discutir y reflexionar desde la Universidad para la Universidad. En este conflicto es precisamente este quehacer el que está en peligro y por eso es que nos corresponde defenderlo. La actividad de pensar, como afirma Hannah Arendt, es subversiva pues siempre cuestiona lo establecido. Nuestra labor como docentes es potenciar el pensamiento y para ello es fundamental que defendamos el espacio privilegiado que es la Universidad y, sí, el salón de clases y los procesos que allí se dan que no son meros trámites burocráticos. Fungir como docentes significa ocupar nuestras posiciones y hacer nuestras contribuciones académicas en el espacio universitario: en el salón de clases, en los centros de investigación, en nuestros Departamentos y Facultades. Para ello, la Universidad tiene que ser un espacio libre de toda presencia policíaca. Esto es, libre de la policía que envía el gobernador, pero también libre de las mentalidades policíacas que cobran cuerpos entre aquellos estudiantes y profesores que no toleran la diferencia, ni la disidencia con sus posturas y que se arrogan el monopolio de la representación de la Universidad.
En la crisis actual los profesores hemos sido incapaces de construir una posición autónoma en tanto claustrales. Sin este posicionamiento será imposible atender los desafíos urgentes e importantes que enfrentamos los profesores en particular y los universitarios en general: el autoritarismo y la falta de democracia en los procesos y decisiones en la Universidad, la permanente violación a la autonomía universitaria, el déficit presupuestario y los recortes que éste ha conllevado y, sobre todo, la reestructuración de la Universidad con la imposición a toda velocidad y sin consulta alguna de la nueva ley universitaria que ha prometido el gobierno. Estos son los retos que requieren de toda nuestra energía e inteligencia reflexiva. Para enfrentarlos, los docentes debemos ocupar el lugar que nos corresponde en cada uno de los organismos deliberativos para desde ahí incidir directamente y redirigir el rumbo que está llevando la Universidad. Hay que exigirle a las autoridades universitarias y al gobierno que cualquier reforma y reestructuración tiene que ser iniciada desde las bases de la propia comunidad universitaria y mediante la participación de todos los sectores que la conformamos. Pero para ello, tenemos que empezar a actuar como docentes ya. Un buen comienzo sería iniciar en cada facultad un proceso de discusión, análisis y deliberación sobre la Ley Universitaria, la deseabilidad o no de una reforma y una evaluación y ponderación de los temas que más directamente nos atañen.
Hasta ahora hemos estado gastando todas nuestras energías enfrentando una vaguada, pero directo hacia nosotros se dirige un huracán poderoso. Convendría discutir cómo lo enfrentamos. El primer paso es fungir como docentes.