Historiografía puertorriqueña: otra vez el 98
Gervasio García, en su libro Historia crítica, historia sin coartadas, afirma que luego de haber ganado las elecciones los autonomistas, abril de 1898 “entró de mala manera con el establecimiento de la censura previa, el control de precios y la suspensión de las garantías constitucionales” bajo el régimen español. (119) María del Pilar Pla Rodríguez, en La censura en la prensa durante el gobierno militar de Estados Unidos en Puerto Rico, 1898-1900, asevera que la censura de España al periodismo hizo que no llegaran las noticias de lo acontecido en Cuba durante la llegada de las tropas de este país. La misma logró que se cerraran los periódicos que ofrecieran una visión alterna a la oficial. Para evadir la cárcel los periodistas comenzaron a escribir en clave sobre situaciones análogas a las de Puerto Rico como la de la invasión de los ingleses a África. Esto implica que leer la prensa de estos años es una dura tarea, puesto que debemos hacerlo de manera sesgada, tomando en cuenta que algunos textos podían ser metáforas de la situación vivida. Es también labor de equipo.
La ley de imprenta de 1886, iniciada un año antes de los compontes, siguió vigente luego de la guerra, además de crearse nuevas disposiciones sobre los periódicos o medios de comunicación. Aclarando a Antonio S. Pedreira en su voluminosa obra El periodismo en Puerto Rico, Pla Rodríguez por su parte expresa que “los periódicos comenzaron a ser denunciados y suprimidos durante las primeras semanas después de la invasión por orden de los gobernadores” por la rapidez de las manifestaciones de descontento en la prensa. Según esta, el gobernador Guy Henry “manifestó que no se toleraría ninguna crítica al gobierno en la prensa, todo aquel que violara este dictamen podía ser denunciado y su periódico suspendido”. (67) El 31 de julio de 1899 se dictó la Orden General núm. 109 que otorgaba mayor seriedad y gravedad a los llamados delitos de prensa. Pla Rodríguez asevera que la censura continuó tanto bajo el periodo militar como por algún tiempo durante el periodo civil. El propio Pedreira señaló que la Ley de Libelo de 1902 fue utilizada para cerrar publicaciones y condenar artículos.
En Cuba también existió censura durante el periodo de guerra, según constata el periódico El Liberal, razón de que no recibiéramos noticias claras sobre los sucesos de la vecina antilla. En telegrama recibido el 15 de mayo del 98 se informa que “En Cayo Hueso se observa una censura severísima en todo cuanto se refiere a la guerra hispano-americana”. También se destaca el ataque que había sufrido Puerto Rico por la escuadra norteamericana y lo que denomina el autor “la heroica defensa de sus habitantes”.
María Eugenia Estades ha expuesto que la represión y el duro trato sufrido bajo los españoles durante el siglo XIX “no solo había avivado la lucha de autonomistas e independentistas sino que había creado un creciente descontento en la sociedad puertorriqueña”.(88) Para Fernando Picó en la Isla hubo un grado de euforia y celebración ante la derrota de los españoles por los soldados estadounidenses. Alude al hecho de que los separatistas ocasionaban una gran preocupación a los españoles los meses anteriores a la invasión, así como los muchos descontentos con el gobierno. No menciona quiénes eran esos separatistas, dilema histórico que todavía sigue siendo reto de estudio, como puede verse en la afirmación de Marta Aponte Alsina en su libro PR 3 Aguirre.
Esto explica las actuaciones de muchos puertorriqueños que sirvieron de guía a las fuerzas invasoras con la esperanza de que, según su propia propaganda, habían llegado en nombre de la libertad, la humanidad y la justicia, como aseguraba el General Miles en su proclama al llegar a la Isla. Estades también da cuenta de las partidas sediciosas, fundamentalmente dirigidas a atacar a los extranjeros y españoles. Con motivo de ello se crearon tribunales militares para pasar juicio sobre los delitos de las partidas. Lo cierto es que estas fueron, al menos algunas, aliadas de sectores más poderosos. Así lo insinúa Ramón Juliá Marín en la novela Tierra adentro en las que presenta alianzas entre los sediciosos y un alcalde. También es necesario preguntarse cuánto colaboraron los anarcosindicalistas en la quema de las libretas realizadas por las partidas. Los que componían las partidas de tiznados obviamente no querían ser reconocidos.
Lo cierto es que hay muchas incógnitas sobre lo acontecido en la Isla durante los primeros años de la invasión, particularmente sobre la participación de los independentistas en los actos de las partidas sediciosas. Es importante saber que Eugenio María de Hostos solicitٔó una amnistía para los que las componían al igual que Juan Terreforte, por lo que no deben de haber sido meros bandoleros los que se alzaron en esos días del 98 y del 99.
Una revisión de los periódicos La Correspondencia y La Democracia nos arroja cierta luz. Los dos primeros se publican días antes y el propio 26 de julio, día de la invasión. Sus palabras demuestran falta de información sobre lo que sucedería en la Isla. Obtienen “datos” por medio de otro periódico, El Liberal, el cual es citado en varias ocasiones. El 27 de julio La Correspondencia comenta que se han bloqueado los puertos de la Isla con la excepción de la capital, con el propósito de presionar a la población en caso de que fuese necesario. “Era para que los habitantes pudiesen resistir menos en caso de sitio”, escribe este medio. El Liberal publicaba días después del 25 de julio las palabras de un redactor que decía: ¿Qué querían que hiciéramos? Las fuerzas eran desiguales.
Armand Mattelart apunta en La invención de la comunicación que la intervención estadounidense en la Guerra Hispanoamericana comenzaba una nueva era de la información. La misma había sido precedida de una intensa campaña sensacionalista. Julio Ramos ha señalado que el periodismo en el siglo XIX fue “una posibilidad de modernización y reorganización social”. (96) Contribuyó a la divulgación de valores, íconos e imaginarios que influyeron en la formación de lo nacional. La prensa obrera no estuvo ajena a esto. En sus páginas nos ofrece unas pistas sobre la oposición temprana al régimen de Estados Unidos. El número de periódicos de esta etapa aumenta, aunque es continuo el cierre y apertura de los medios periodísticos debido a la censura.
La poesía fue igualmente utilizada para satirizar el nuevo régimen. Demos el ejemplo del siguiente fragmento del poema “En mi prisión” firmado por Antonio Sánchez y publicado en El Porvenir Social en el año 1899:
En mi prisión
¿Seguirán los atropellos
En esta tierra querida …?
Eso pregunta el obrero
Entre pesar y agonía.
En este vergel de amores,
En el verano pasado,
Por orden de los traidores
Para el obrero los primores
Se convertían en tormentos;
Y hoy, que ha triunfado el imperio
Del coloso americano,
Preguntan los explotados:
¿seguirán los atropellos?
Otro poema publicado en El Pan del Pobre, firmado por Microbio, nombre ficticio para defender el anonimato, nos muestra la indignación con los cambios políticos:
Chilindrinas
¿Cómo quieren los obreros
que el señor el pan les dé,
cuando ya nadie lo entiende
porque hoy le llaman BRED?
No cantes más “La Borinquen”.
mulata, vente conmigo;
que esto se lo lleva el diablo
porque todo está perdido.
Se armó gran algarabía
con la cuestión del café;
mientras los yanquees declaran
¿a mí que me cuenta usté?
En su parte final el poema lee:
Desde la invasión acá
tan malo se ha puesto esto,
que el horizonte está oscuro
y el porvenir huele a queso.
Esta poesía se escribe en medio de trifulcas de soldados, de la devaluación de la moneda que, según Estades, bajaría a 60 centavos de dólar, empobreciendo así a los puertorriqueños, y de la agudización de la miseria. En el libro de Carmelo Rosario Natal, Los pobres y el 98, se da cuenta de la pobreza previa a la llegada del nuevo imperio. James Dietz afirma en su Historia económica de Puerto Rico que la pobreza fue mayor luego de la invasión. Esto se debió no solo al bloqueo, también por el paso del ciclón San Ciriaco en el 1899 que dejó más de 3,000 muertos y la huida de cientos de puertorriqueños, especialmente a Hawaii, como ha demostrado Rosario Natal usando en parte la obra Estercolero de José Elías Levis.
Para el estudio de la presencia de la disidencia y del anticolonialismo independentista no pueden dejarse a un lado los periódicos La Bomba y El Combate, ambos fundados por Evaristo Izcoa Díaz. A poco de llegar del presidio a que fuera sometido por los españoles, publicó en La Bomba un artículo en el que afirmaba que la tiranía no pudo doblegarlo. Más adelante denunció los desmanes de los estadounidenses, por lo que La Bomba, observa Fernando Picó, fue el primer periódico en ser clausurado por los militares. Tampoco podemos dejar a un lado el trabajo de Edgardo Pratts De Coamo a la trinchera del Asomante que utiliza fuentes poco exploradas, ni el de las memorias de Esteban López Jiménez, Crónicas del ’98. El testimonio de un médico puertorriqueño.
Podemos concluir que en el 1898 intervienen distintos factores. Uno de ellos era el temor a las fuerzas estadounidenses como se ve en este fragmento de poema publicado en El Liberal antes de la invasión titulado Letrillas:
_¿No te parece, lector
Que si el yankee da en venir
no podremos resistir
su empuje batallador.
En cuanto ponga aquí el pie
va a dejarnos tamañitos..
_¡Sí, José!…
_Bien, nuestro juicio concuerda
caro lector, pues sabrás
que entre los yankees hay más
de un infante de la Cerda!
Esto a las claras se ve
nadie a su valor resiste
_¡Sí, José!…
¡Serán de ver los cañones
y obuses americanos
movidos por esas manos
hechas a cebar lechones!
No van a dejar en pie
ni el más ínfimo casucho.
_¡Sí, José!…
Que San Antón nos proteja
contra el yanqui fementido.
Después de dar un gruñido
nos ha enseñado la oreja
Cediendo a su mala fe
Jamás entorchará el rabo.
_ ¡Sí, José!….
Otros elementos que oscurecen el estudio del 98 puertorriqueño son la propaganda que presentaba a los Estados Unidos como aliado de los países caribeños que invadiría; la poca información entre las islas, Cuba y Puerto Rico; la creencia de independentistas como Félix Matos Bernier en que se nos otorgaría luego la libertad como pensaban muchos cubanos; y que la interpretación de esta fecha está sujeta a las censuras, los años previos a la invasión y los posteriores, lo que nos permitirá una perspectiva más clara y amplia de la heterogeneidad de posturas y de los temores que tuvieron los puertorriqueños que vivieron la entrada de las fuerzas militares estadounidenses a la Isla.
_____________
Bibliografía:
Centeno Añeses, Carmen. Modernidad y resistencia. Literatura obrera en Puerto Rico (1898-1910). San Juan, Puerto Rico: Ediciones Callejón, 2005.
Estades, María Eugenia. La presencia militar de Estados Unidos en Puerto Rico (1898-1914). Río Piedras, Puerto Rico, 1988.
García, Gervasio. Historia crítica, historia sin coartadas. Algunos problemas de la historia de Puerto Rico. Río Piedras, Puerto Rico: Ediciones Huracán, 1989.
López Jiménez, Esteban. Crónica del ’98. El testimonio de un médico puertorriqueño. Madrid: Ediciones Libertarias, 1998.
Picó, Fernando. La revolución puertorriqueña de 1898. Fotocopia de manuscrito. 1995.
Pla Rodríguez, María del Pilar. La censura en la prensa durante el gobierno militar de los Estados Unidos en Puerto Rico, 1898-1900. Tesis de Maestría, Departamentode Historia de la Universidad de Puerto Rico, 1996.
Pratt, Edgardo. De Coamo a la trinchera del Asomante. San Juan, Puerto Rico: Fundación Educativa Ildefonso Pratts, 2006.
Periódicos:
La Democracia
La Correspondencia 1898
El Liberal 1898