Hombres artistas
Nos oponemos no sólo al problema de qué ideas y posiciones pueden permitirse en el espacio público, sino también al modo como el espacio público se define a partir de un determinado tipo de exclusiones, de determinadas formas emergentes de reprobación y censura.
-Judith Butler
Por supuesto, las situaciones de Puerto Rico y Estados Unidos son muy distintas. Si en las artes visuales la metrópoli se ha caracterizado por la marginación e invisibilidad de las mujeres tanto en su aspecto de creadoras como de promotoras y estudiosas, en Puerto Rico, por el contrario, las mujeres han llevado la voz cantante en las artes desde por lo menos principios del siglo XX. Esa historia se ha caracterizado por la presencia de mujeres militantes en la estructuración y el estudio de las artes visuales, tales como Trina Padilla, Edna Coll, Delta de Picó, Rosita Haeussler, Margarita Fernández Zabala, junto a artistas tales como Luisina Ordóñez, Luisa Géigel Bonet, María Luisa Penne del Castillo, y María Emilia Somoza, por mencionar sólo algunas. La década del ochenta vio nacer uno de nuestros colectivos más fructíferos, la Asociación de Mujeres Artistas de Puerto Rico, todavía un modelo para la actividad artística actual. El resultado de toda esa persistente actividad histórica lo tenemos hoy ante nuestros ojos: en esta, tan azotada, islita, ocurre lo que en otras latitudes es sólo un sueño irrealizable: casi el 100% de nuestros museos es dirigido por mujeres; son mujeres el 75% de los curadores; la crítica, investigación y docencia del arte ha estado mayoritariamente en manos de mujeres; y dos proyectos de gran envergadura, el MAC y el MAPR, son ambos originados y comandados por mujeres. Evidentemente, nuestros colegas del mundo tienen mucho que aprender de nosotros.
Pese a todo lo anterior, estamos todavía lejos de experimentar equidad de género en nuestras artes. La historiadora y pedagoga Mayra Aguilar ha realizado un estudio cabal, La historiografía de la mujer en las artes visuales puertorriqueñas (publicación en proceso), en el que evidencia, fuera de toda duda, la exclusión de las mujeres artistas de la historia escrita de nuestro arte. Que estas historias hayan sido mayormente obra de mujeres hace de las mismas un ineludible tema de reflexión. Ciertamente, queda camino por andar, si bien nuestra situación aventaja por mucho a la de países tales como los Estados Unidos.
Nuestras reflexiones surgen a consecuencia de dos invitaciones a exhibiciones recientemente recibidas en una misma semana, Perspectiva de género: Colectiva de Hombres Artistas, en el Museo de Arte de Caguas (MUAC), y otra de una galería de Nueva York para una exhibición de “four women sculptors”. Esta última nos hizo recordar las muchas veces que durante los pasados años hemos escuchado a mujeres artistas puertorriqueñas declarar que jamás accederían a participar en una exhibición de “mujeres artistas”, porque ellas se consideran “Artistas, punto”. Se entiende la objeción: a menos que la muestra en cuestión proponga un tema específico para el cual la exclusión de hombres es necesaria, una exhibición de “mujeres artistas” levanta la duda de si se exhiben por sus méritos, por lo que puedan aportar al tema, o por llenar cuotas en el inventario de equidad.
La invitación del Museo de Arte de Caguas, Perspectiva de género: Colectiva de Hombres Artistas es una iniciativa de la artista Elsa Meléndez, curadora en el MUAC. Meléndez es una de nuestras artistas de trayectoria más sólida y coherente, juicio sustentado por su retrospectiva Perreta al argumento: 18 años de producción celebrada en el Arsenal de la Puntilla en 2014. Allí probó que la indispensable labor de maestras tales como Luisa Géigel, Susana Herrero, y Frieda Medín ha tenido feliz continuidad en las generaciones subsiguientes. Meléndez evidenció cómo los asuntos de género y el feminismo animan toda su producción desde sus comienzos, constituyéndose así en obligado punto de referencia en la plástica de mujeres en Puerto Rico.
Durante sus dos décadas como curadora en el MUAC, Meléndez ha reafirmado su compromiso con la equidad de género en su programación de exposiciones. Un buen número de sus muestras ha distinguido el trabajo creativo de mujeres. En años recientes, ha sido sede del descubrimiento de artistas tales como Cossette Zeno, y espacio de encuentro con la excepcional complejidad del arte político de Damary Burgos, por mencionar dos. El MUAC ha apoyado el trabajo de artistas tales como María Elena Perales, Jeannette Betancourt, y Carmen Mojica, entre otras, además de proyectos curatoriales de Michele Fiedler, Norma Vila, y Tania G. Díaz Camacho. Si bien se trata de un museo municipal con reducido presupuesto, Meléndez desarrolla en el MUAC un programa meritorio de impacto nacional, modelo para instituciones con más fondos y visibilidad.
Organizar una colectiva de “hombres artistas”, justo en este momento en que en el mundo se discute la exclusión de las mujeres de los circuitos del arte, podría parecer un desatino, sólo si se ignora el contexto en el que la muestra se realiza: Puerto Rico. Toda curaduría implica una selección, un enfoque sobre un tema específico. En este caso, la curadora lanza su mirada hacia el género desde la inusual perspectiva de los hombres. Con ello, no pretende reforzar la exclusión de las mujeres del museo. Por el contrario, aspira a abordar el tema desde una perspectiva inclusiva, como la propuesta por Homi K. Bhabha:
All forms of oppression, like all forms of resistance, or all forms of power authorization, are relational…That is why I think that you cannot simply own your own history of being oppressed, or of suffering. Of course that experience is specific. Of course it creates its own communal language and experience. It creates its own ability to construct a history. But it has to be seen in terms of relationality, of a history of dynamic interactions. [“Cultural Appropriation: A Roundtable”, Artforum Summer 2017; 269]
Puesto que no existe tal cosa como un “afuera” del género, mucho menos un “afuera” del patriarcado, la curaduría de Meléndez se concentra en las voces que usualmente son consideradas adversarias, para extender el diálogo sobre un problema que nos involucra a todos.
La muestra es resultado de una reflexión de años sobre el género, tal y como la curadora lo ha percibido en las obras de artistas de distintas generaciones. De la importancia de considerar el asunto a través de varias décadas, nos dice Audre Lorde:
As we move toward creating a society within which we can each flourish, ageism is another distortion of relationship which interferes with our vision. By ignoring the past, we are encouraged to repeat its mistakes. The “generation gap” is an important social tool for any repressive society. If the younger members of a community view the older members as contemptible or suspect or excess, they will never be able to join hands and examine the living memories of the community, nor ask the all important question, “Why?” This gives rise to historical amnesia that keeps us working to invent the wheel every time we have to go to the store for bread. [Sister Outsider: Essays and Speeches. Berkeley: Crossing Press, 2007; 117]
Añadimos a estas palabras un problema adicional para todo colonizado, el de la mirada exótica a lo nuestro, el de asumir como propios los debates del colonizador, sin tomar en cuenta que no son pertinentes a nuestra experiencia histórica. Meléndez evita este error, al concebir esta colectiva desde nuestras circunstancias particulares.
Una “Colectiva de Hombres Artistas” suena absurdo pues, ¿no han sido generalmente las exhibiciones solamente de hombres, aunque así no se denominen? El irónico subtítulo de esta exhibición funge como equivalente de la foto que Linda Nochlin nos presentó en 1972, Buy My Bananas, de un hombre desnudo cargando una bandeja de guineos, para mostrar lo ridículo—y sexista—de las imágenes al estilo Gauguin de mujeres desnudas con frutas. Meléndez, a su vez, revela con su propuesta lo irrisorio de las exhibiciones de “mujeres artistas”, exhibiciones/guetos como la del MoMA, en la que la institución hipócritamente se presenta como de avanzada porque “le da la oportunidad” a las mujeres que siempre ha mantenido marginadas.
Por todo ello, esta propuesta de Meléndez representa un antes y un después. Nunca más podremos ver una exhibición de “mujeres artistas” sin cuestionar la existencia y necesidad de tal gueto. En su exigencia de equidad, nos obliga a examinar las relaciones de poder entre hombres y mujeres, y reconsiderar las desigualdades de género de forma más crítica y profunda. Nos compromete a sopesar seriamente la propuesta de bell hooks, ofrecida en su visita a San Juan en 2014, de la necesidad de hablar de la violencia de las mujeres contra otras mujeres. Como buena propuesta de género, también la exhibición nos exige revisar nuestras definiciones de “mujer” y “hombre”. ¿Qué más pedir?
Meléndez ha señalado que su muestra “está concebida como pieza de arte, con formato de exposición colectiva”. Este es un gesto inusitado, genuinamente subversivo, el de una mujer que se apropia del trabajo de diecisiete hombres para presentarlo como suyo. Su acción es crítica, polémica, feminista. Perspectiva de género: Colectiva de Hombres Artistas cumple con una de las misiones más nobles e insoslayables del arte: importunar, incomodar, sacudir. Sin pérdida.
“Perspectiva de género: Colectiva de Hombres Artistas” se presenta en el Museo de Arte de Caguas hasta junio de 2018, en horario de martes a sábado de 9:00 AM a 5:00 PM, cerrado de 12:00-1:00 PM. La exposición cuenta con el apoyo del Proyecto Matria bajo sus programas IGEA Instituto de Género y Educación Avanzada y AMARE (prevención de crímenes de odio); y de la Comisión de Derechos Civiles, con un calendario de charlas educativas sobre crímenes de odio, violencia de género, entre otros temas. Para más información, puede referirse a la página en Facebook del MUAC.