La descolonización no se pide, se ejerce
En este momento de tanta pena y desesperanza se nos ofrece la solución de todos nuestros males por la vía de un plebiscito para la descolonización inmediata de Puerto Rico en el cual ganará la estadidad y, por arte de magia, todo quedará resuelto. Esto es jugar irresponsablemente con el dolor de nuestro pueblo. Las personas en el gobierno que han impuesto este evento electoral son individuos inteligentes de valores muy bajos. Estas personas saben claramente que lo que están ofreciendo no es cierto.
Saben que el plebiscito no abonará a la descolonización de Puerto Rico. Saben que el gobierno de Estados Unidos no prestará atención a sus resultados. Saben que ese gobierno actúa a base de sus propios intereses, no los nuestros. Utilizan el miedo y la mentira para crear una falsa victoria para la estadidad. Saben que la estadidad no es viable en el momento que vive Puerto Rico e improbable en cualquiera otro. Y aun así toman fondos públicos para jugar con el dolor de nuestro pueblo. Fondos públicos que se pudieron haber utilizado para hacer una auditoría integral responsable de la alegada deuda de Puerto Rico, eliminando la mayor parte de ella y así quitándonos las medidas de empobrecimiento de encima.
Respetamos a las miles de personas que van a ir a votar por la estadidad en el plebiscito habiendo creído el cuento que les han hecho desde una administración de gobierno irresponsable y mentirosa. Nos apena la desilusión que sufrirán pues en realidad han creído la mentira de la descolonización inmediata de Puerto Rico. No podemos respetar a quienes les engañan como tampoco a las dos personas que se han prestado para inscribir los nombres MAS y Marchemos aparentando validar el plebiscito.
La colonización es un asunto muy serio. Se ha forjado por siglos de dominación imperial sobre Puerto Rico. Mediante un sistema de instrucción domesticadora que nos ha hecho creernos inferiores e incapaces para transformar nuestra realidad. Un sistema de propaganda que nos ha vendido el cuento de que todas las personas en Estados Unidos viven en la democracia, el bienestar y la prosperidad económica cuando sabemos que millones de seres, sobre todo en las minorías como nosotras y nosotros, viven en discrimen, marginación y pobreza. La colonización, además, es un crimen contra la humanidad según establecido por los países que componen la Organización de las Naciones Unidas.
La descolonización es, por igual, un asunto muy serio y no puede ser decretada en un plebiscito, por ningún gobierno o proceso político jurídico. La descolonización es un estado de consciencia, una decisión personal y luego colectiva, es voluntad. La descolonización no se pide, se ejerce. Pedir la descolonización es un acto colonizado pues reconoce nuestro poder en quien lo usurpa. Y decirnos que la lograremos mediante un ejercicio electoral es un gran engaño, sobre todo, cuando quienes lo dicen lo saben.
En cada una y cada uno de nosotros vive ese puertorriqueño domesticado que se siente menos, incapaz de resolver sus necesidades. Pero a la misma vez vive el y la Boricua que siente profundo orgullo de serlo y lo grita al mundo, “Yo soy Boricua pa’ que tú lo sepas”. El y la Boricua no espera por nadie, se las busca para atender sus asuntos, somos capaces de ganar hasta en la derrota. Si no, recordemos como celebramos nuestro subcampeonato en el Clásico Mundial de Béisbol ante unos campeones desencajados que no podían entender nuestra alegría y nuestra cría.
En Puerto Rico conviven miles de personas angustiadas con otros miles que se levantan cada día a construir la Patria. Aquí mucha gente, sobre todo joven, se levanta cada madrugada a sembrar la tierra y producir esos alimentos que sabemos superiores al importado. Madrugan para ofrecernos servicios a los demás manteniendo nuestros jardines limpios, nuestros automóviles marchando, nuestras niñas y niños cuidados. La verdadera descolonización radica en esos esfuerzos. Y no es inmediata.
Será mediante un intenso proceso educativo que logremos despojarnos del complejo colonial, reconocernos como quiénes realmente somos, ponernos de acuerdo en las comunidades, y unir nuestras voluntades en la construcción del país que aspiramos. Entonces y, sólo entonces, el gobierno y Estados Unidos entenderán que nos descolonizamos, respetarán y acatarán nuestra voluntad auto determinada como pueblo. Tomará tiempo, pero algunas y algunos ya hemos comenzado la construcción de ese Puerto Rico que va a ser. ¡VAMOS!