La Huelga Universitaria de octubre de 1973
Las huelgas, como todo proceso humano, son fenómenos complejos. Aguijonea a los huelguistas, y al poder que estos enfrentan, el enramado de relaciones, historia, procesos y tensiones contemporáneas de su sociedad inmediata y del mundo en que viven. Su análisis requiere atisbar la relación de los elementos predominantes entre lo más concreto y específico con la inmensa totalidad.
Para una visión panorámica histórica desde la fundación de la Universidad hasta nuestros días y la interrelación entre los eventos principales universitarios, nacionales y mundiales, vale la pena revisar la cronología de hechos importantes del libro Frente a la Torre (2005).
El entendimiento de las causas y razones de la Huelga Universitaria del 15 octubre de 1973 por tanto, es mucho más que los discursos o protagonismos de sus líderes o la lucha aislada de unos estudiantes en una facultad o escuela graduada.
¿Por qué entre la gran huelga del 1948 y la del 1973 median 25 años, sin embargo, en tan solo ocho años, ocurren las huelgas universitarias de 1973, 1976 y 1981? ¿Y luego transcurren 30 años desde 1981 para ocurrir la huelga del 2011?
El primer gran elemento, que debe ser objeto de estudio ulterior más enjundioso, debe ser la tensión brutal y permanente entre dictadura e inteligencia.
La universidad en toda civilización avanzada tiene el rol de gran cerebro de la misma, el gran periscopio, los ojos que miran, la inteligencia que escudriña todos los procesos internos y del mundo en que vive. Como inmenso submarino, puede estar construido de acero sólido y si su periscopio está dañado, será ciego artefacto ensimismado en sus achaques internos, pero enajenado del mundo exterior. Si la universidad como gran cerebro o submarino está construida de cristal transparente, entonces podrá ver y comprender toda la inmensa flora y fauna y toda la materia y el agua que le rodea y será más precisa en su función de estudiar y atender sus problemas para resolverlos y transformar ese mundo exterior.
La Universidad que trajo el invasor en el 1903 fue un injerto cultural de cemento impuesto por legislación al son de bandas militares. El concepto importado fue producir técnicos agrícolas para sus grandes plantaciones azucareras y maestros para asimilar a los puertorriqueños. Lo que no comprendieron los invasores es que el cerebro humano es inquieto e inquisitivo, esa ha sido la gran diferencia con los demás animales. El absolutismo español lo sabía con los procesos de independencia desencadenados cerca de 1810 y por eso bloqueó todo intento de abrir una universidad en Puerto Rico, y por eso nuestra universidad limitada fueron Hostos y Betances en el exilio.
En realidad, una universidad no son las paredes físicas; estas no piensan y al cabo del tiempo, si están vacías, las estructuras colapsan. La universidad la hacen sus alumnos y profesores. Sus inteligencias la transforman a cada instante. Por eso, para que sus inteligencias puedan funcionar sin tumores ni heridas, tienen que tener un gran cráneo, un gran escudo que las proteja. Ese gran cráneo, ese gran escudo del gran cerebro universitario, es la autonomía frente a los poderes externos que tratan de controlar siempre a la inteligencia.
Así ha sido la dinámica universitaria desde que se desarrolló la primera en Bolonia hasta el gran grito de Córdova y nuestros días: la lucha entre la inteligencia, por ser libres contra la dictadura del poder que la quiere controlar y manipular. Por eso la autonomía tiene como grandes vertientes la libertad de cátedra de sus profesores y alumnos, para que no haya cortapisas en el proceso enseñanza-aprendizaje, la independencia fiscal para que no haya chantajes de parte del poder político, y la plena democracia interna de manera que los asuntos universitarios sean gobernados por los partícipes principales del proceso universitario: sus estudiantes, profesores y trabajadores.
Desde 1903 la universidad ha estado controlada por una burocracia dictatorial. En todas las leyes universitarias, la de 1903, 1923, 1942, 1966 y sus enmiendas, sus cuerpos directivos, llámense Junta de Síndicos, Consejo de Enseñanza, Consejo de Educación Superior y de nuevo Junta de Síndicos, han controlado los procesos de la inteligencia universitaria. Es decir los brutos, los ignorantes, los carentes del conocimiento científico y completo, o los astutos sin virtud,dirigiendo el proceso de funcionar la inteligencia. Por eso no les extrañe a estas alturas en las grandes dificultades que debe haber de reclutar un verdadero dirigente universitario. Cualquiera que impongan, a menos que sea bravo defensor de estos tres fueros, será un triste monigote.
Y mientras las sociedades externas se van democratizando, con los derechos del voto y civiles a todos los ciudadanos, incluido el derecho al voto a los jóvenes de 18 años en 1972, mientras se pregona la libertad de expresión y de prensa y se permiten mítines y actividades en plazas y lugares públicos, en los centros de educación superior, tanto públicos como privados, la burocracia, el poder político y económico rige las universidades con el garrote de la dictadura.
Nada más aborrecible a la inteligencia que la dictadura. Siempre la inteligencia se subleva, pues necesita libertad para respirar, para vivir, para crecer.
Esos son los orígenes primordiales de todas las huelgas y luchas trascendentes verdaderamente universitarias que hemos tenido.
En 1948, el acto dictatorial del Rector Jaime Benítez de controlar la libre expresión de los alumnos, prohibiendo el acto digno y elemental de izar el símbolo patrio ante la llegada a sus predios del hombre más grande, preclaro, digno, eminente y perseguido que ha dado nuestra historia -Don Pedro Albizu Campos- provocó la ira, protesta y rebelión de las inteligencias universitarias que utilizaron como medio ético de lucha la huelga.
En reacción a esa gran huelga, en ciernes del macartismo, ese garrote de la dictadura burocrática se hizo más brutal, y la administración burocrática expulsó a los líderes estudiantiles y profesorales. Luego en 1950 abolió los consejos estudiantiles creados desde 1941 (su primer presidente fue el eminente abogado Yamil Galib y vocal Don Ricardo Alegría), prohibió toda manifestación de expresión, vedadas las reuniones, manifestaciones y repartición de hojas sueltas. En fin, la instauración de una dictadura.
Y para remachar esa dictadura, se impuso la enseñanza militar mediante contratos entre el Departamento de Defensa Norteamericano y la burocracia universitaria. Se injertó el arte de disparar y matar como pretendida actividad universitaria y se le otorgó el rango académico a los maestros del crimen en el «arte» de las guerras de agresión, con derecho a permanencias, sueldos, licencias y grados a simples sargentos que enseñaban «yes ser» y «no sir».
Por eso la lucha contra el ROTC y el militarismo era en esencia una lucha de reforma y democratización universitaria, con el ingrediente de que a su vez era una lucha eminentemente antimilitarista y antiimperialista, que tomó prominencia con la guerra de agresión al pueblo de Vietnam y la secuela de profundas críticas y luchas que generó esa guerra salvaje.
Así de bajo, en una fosa, enterraron la verdadera vida y procesos universitarios
El terreno estaba fértil para la protesta y acción de las inteligencias más preclaras. Por eso comenzaron a surgir organizaciones estudiantiles: la FENEP desde 1932, la FUPI en 1956, los socialistas, las organizaciones profesorales y sindicales. Fruto de esas luchas se consiguieron pequeñas pero importantes conquistas en la década del sesenta. En pocos años hubo mártires y héroes que constan pintados al óleo por la querida y recién fenecida pintora Emely Vando. Ya en 1970 iban junto a los estudiantes los óleos de los héroes Hugo Margenat, Fefel Varona (mártir metrallado en Vietnam en 1967) y Antonia Martínez (asesinada el 4 de marzo de 1970) y les acompañaba el espíritu del taxista Adrián Rodríguez, asesinado por la policía en el motín de 1967 cerca del histórico museo donde se exhibe el Velorio de Oller.
Al cabo de más de una década de lucha se lograron restablecer los consejos estudiantiles por decreto de la burocracia, se autorizaron la realización de protestas y actividades, aunque restringidas, y la difusión de la prensa estudiantil. Se logró primero la modificación de requisito a voluntario en el servicio militar del ROTC. Conquista maniatada porque de los 130 créditos de graduación, 8 serían electivos del ROTC y el estudiante que los tomara solo tenía que aprobar 130 créditos, pero el que no tomara los ocho créditos electivos del ROTC tenía que tomar 138 créditos para graduarse. Realmente un timo. Luego, la aprobación de resolución por el Senado Académico, institución del profesorado, rechazando el ROTC como actividad universitaria; y más adelante, el referéndum estudiantil requiriendo la salida del ROTC, participación estudiantil y la permanencia o salida de Jaime Benítez. Se aprobaron en la afirmativa las primeras dos. Pero no fue suficiente y tuvo que llegar la gran confrontación del 11 de marzo de 1971, con un saldo de tres muertos (dos policías y un cadete del ROTC) para que se decidiera por la burocracia sacar la milicia de los predios del Recinto de Río Piedras. Eran pequeños pero importantes espacios democráticos conquistados.
Pero la esencia del problema perduraba en 1973 como perdura hoy en día. La Universidad de Puerto Rico tiene unos problemas permanentes todavía no resueltos. Esa es la génesis de las huelgas del 1973, 1981 y la más reciente de 2011.
Por eso la recordación de la Huelga de octubre de 1973 es muy pertinente en estos días. No se trata de una celebración nostálgica de exalumnos de clases graduandas para recordar protagonismos. La Huelga Universitaria de 1973 es importante estudiarla por las grandes lecciones que ella arroja para los universitarios de hoy. ¿Cómo era posible que los estudiantes universitarios, que al filo de 1972, de 26,000 alumnos, el 95% tuviera más de 18 años de edad, con derecho al voto ya garantizado en la Constitución, se les considerara incapaces e inmaduros para votar por los burócratas universitarios? ¿Cómo era posible que a todos los componentes de la comunidad universitaria se les garantizara la libertad de expresión y reunión en la Constitución y no tuvieran los mismos derechos en los centros universitarios, sobre todo en los recintos privados? La afrenta era evidente en 1973 y lo es todavía hoy en día.
Si un gran problema de democracia, si un estado de gran injusticia no se ha resuelto, se repetirán mil actos de desafío para eliminarlos por las inteligencias más preclaras y los sectores más afectados y me explico…
En Puerto Rico la reforma agraria se resolvió en los 1940 desde arriba. En muchos países hubo que resolver ese problema desde abajo. Las grandes revoluciones del siglo XX en esencia fueron revoluciones campesinas anti feudales o antioligárquicas: la mexicana de 1910, la rusa de 1917, la China de 1949, la cubana de 1956, la nicaragüense de 1979 y la salvadoreña inconclusa por el proceso negociador y pacto de paz.
En las que el problema se resolvió, las sociedades han pasado a concentrarse en la solución de otros grandes problemas. En las que no se ha resuelto como en El Salvador, todavía es estandarte en los programas de cambio.
En Puerto Rico no se ha resuelto el problema colonial. Por eso consume y consumirá grandes esfuerzos colectivos la resolución del status. Tampoco en Puerto Rico se ha resuelto el gran problema universitario: la ausencia de verdadera democracia y autonomía. Por eso la lucha para la solución de esos problemas ha consumido y consumirá grandes energías.
Los factores del fenómeno huelgario de 1973 fueron múltiples, tanto internacionales, nacionales y sobretodo universitarios. El detonante de la Huelga Universitaria de 1973 fue el asalto al poder del Partido Popular a la cúpula de dirección universitaria. Fulminantemente se despidió a los tristemente recordados Presidente Amador Cobas y rectores, entre ellos el de Río Piedras, Pedro José Rivera, a quien los estudiantes cariñosamente llamaban «Pica Piedra».
Nadie lloró la partida de Amador Cobas ni de Pedro José Rivera. Eran simples burócratas. Pero su destitución ejemplificaba, como ilustra hoy, que la universidad la gobiernan los dos partidos políticos que se turnan y reparten los guisos y prebendas cada 4 años. Se mantiene la dictadura de los partidos a través de su burocracia. Lo mismo de siempre.
La huelga se difundió como la espuma. Recuerdo que un simple boletín Información Estudiantil, que sugería a los estudiantes que pararan las clases y solicitaran a sus profesores cinco minutos para hablar sobre la situación universitaria, fue seguido por la formación de comités de huelga en salones, facultades, escuelas y recinto. Así se hizo y ese día se cerraron salones y se marchó al Teatro y se decretó una gran huelga. Pero se habían acumulado muchas fuerzas y factores para que se produjera esa masividad en este periodo de flujo.
Había una tradición de lucha larga y sostenida que había provocado la creación de organizaciones estudiantiles, profesorales y gremiales experimentadas. Había un desarrollo de movimientos, grupos, sindicatos, partidos, estudiantes de secundaria en el ámbito nacional, que le daban oxígeno y respaldo al movimiento universitario. Ya había un partido obrero (PSP) con cuadros sólidos y combativos, un Partido Independentista radicalizado y renovado, un movimiento obrero en crecimiento y unitario, un movimiento de estudiantes de secundaria organizado por la FEPI y la Juventud Independentista que le proporcionaba experiencia y renovación al liderato estudiantil universitario.
Desde 1968 se acabó la hegemonía del Partido Popular Democrático, que por 28 años había dominado la migaja colonial. En 1968 ganó las elecciones el partido anexionista PNP que inmediatamente comenzó, como comején maligno, a corroer las entrañas universitarias, hasta que dominó el Consejo regente e impuso a Amador Cobas y Pedro José Rivera a los puestos de máxima burocracia. En 1972 volvió al poder el PPD, con el primer cuatrienio del Gobernador Rafael Hernández Colón. Tomado el control del Consejo de Educación Superior por ese partido, procedieron a la destitución de la burocracia regente para imponer sus candidatos.
La educación universitaria se había expandido hacía años al sector privado con la Universidad Católica, la Universidad Interamericana y el Puerto Rico Junior College, embrión del emporio actual Ana G. Méndez.
La principal organización estudiantil universitaria hasta esa huelga, la de más larga duración y numerosa, era la FUPI, que mediante un proceso que culminó en su Congreso de 1972 había realizado desde hacía una década esfuerzos organizativos en diversos recintos públicos y privados. Como en los recintos privados la dictadura era más feroz, la organización estudiantil de vanguardia actuaba de manera clandestina y con la creación de frentes legalizados en la reglamentación universitaria. Había por tanto luchas y condiciones para una actividad que trascendía el Recinto de Río Piedras y el sector público de la educación superior.
En el ámbito universitario había organizaciones y luchas sindicales de los profesores, de los empleados exentos no docentes y de los trabajadores de mantenimiento. Al día siguiente del decreto de huelga estudiantil proclamaron la huelga los empleados exentos no docentes, y se unieron los profesores y trabajadores de mantenimiento. Ello creó un poderoso proceso huelgario obrero-estudiantil.
Como las organizaciones estudiantiles universitarias habían cultivado por muchos años la solidaridad con las luchas obreras, sus huelgas y las luchas de las comunidades pobres y rescatadores de terreno, los sectores obreros y comunitarios reciprocaban en el respaldo a la lucha estudiantil y sindical universitaria.
Los estudiantes articularon nuevas formas y medios de lucha. Las huelgas, las luchas cotidianas, son grandes escuelas. En ellas se formaron y nos formamos muchos cuadros, en la táctica y estrategia y sobretodo en la moral que lo permea todo.
Como los consejos estudiantiles estaban aislados unos de otros, se fortaleció un consejo nacional de estudiantes. Pero como los consejos eran estructuras representativas limitadas, se complementaron con los comités de huelgas a todos los niveles, facultades, escuelas, recintos, nacional, en los que cabían estudiantes de todas las ideologías y, por tanto, actuaban como gran frente pluralista y democrático. En los días de la huelga salió el primer ejemplar del periódico Poder Estudiantil.
La Huelga Universitaria duró cerca de tres semanas. Resultado de la misma, el Consejo de Educación Superior firmó un acuerdo con el liderato estudiantil que garantizaba participación estudiantil en la selección del Presidente, Rectores y Decanos. Ese acuerdo fue violado burdamente. Al tiempo impusieron como Presidente a Arturo Morales Carrión y en Río Piedras como Rector a Ismael Rodríguez Bou. No hubo participación universitaria real para su designación.
Aunque ya no tiene tanta importancia, es bueno precisar la utilización de conceptos como el reflujo. Ese adjetivo estuvo muy en boga en nuestro tiempo. Lo utilizaban grupos de amigos para describir el estado de sus organizaciones, recién formadas al calor del rompimiento del tercerismo con el PIP, la lucha universitaria y nacional. Todos ellos organizados como JIU, UJS fueron participantes activos del proceso huelgario. Se trae la palabra de los escritos de Lenin, que genialmente decía que los revolucionarios en los momentos de baja de la lucha social, en la marea baja, se debían concentrar en la educación, organización y en la formación de los cuadros para en los momentos álgidos de marejada social aprovecharlos al máximo para adelantar el programa de transformación social.
Lo cierto es que como resultado de la Huelga de Octubre de 1973 las organizaciones estudiantiles crecieron y se solidificaron y expandieron sus medios. Esa es una de las grandes lecciones. Los cuadros, de diversa índole, se forman en la lucha cotidiana, y en los procesos de huelgas el aprendizaje de los huelguistas crece exponencialmente. El periódico Poder Estudiantil, que de pequeño tamaño luego se convirtió a tabloide con 16 páginas, ya en 1975 circulaba cerca de 20 mil ejemplares que se vendían a 10 centavos. Se vendía en las escuelas secundarias por militantes a cargo de organizar a los estudiantes en sus centros de estudios. La FUPI estaba organizada en todos los Recintos y Colegios, públicos y privados incluyendo Artes Plásticas y el Conservatorio de Música. Y en Río Piedras estaba organizada en todas las facultades y escuelas graduadas. Tenía cerca de 500 militantes de carnet rojo y centenares de afiliados. Había consolidado dos grupos de teatro de guerrillas, uno en la facultad de Humanidades y otro en el Recinto de Cayey. Tenía un grupo musical, Guardarraya en el Recinto de Mayagüez.
A nivel nacional hubo una época de avance y solidez de las ideas progresistas y del partido obrero, tanto en territorio nacional como en los Estados Unidos, fortalecimiento del movimiento obrero y comunitario y un periódico como Claridad que llegó a circular diario.
Como resultado de ese auge, y para enfrentarlo, comenzó una política de represión más brutal. En las universidades, en el periodo después de la huelga de 1973 hasta 1975, se expulsaron por la nueva burocracia comandada por Arturo Morales Carrión e Ismael Rodríguez Bou a más de 200 líderes estudiantiles. En esa redada me fui yo y todo el grupo musical Guardarraya, pues irónicamente participábamos, el 15 de octubre de 1974, en el Recinto de Mayagüez en una actividad de recordación de la Huelga de 1973 en el Centro de Estudiantes que proscribieron. Expulsaron a centenares de profesores jóvenes y progresistas en todos los recintos y colegios.
Luego, en años subsiguientes, se produjeron los asesinatos de Chagui Mari Pesquera en 1976, hijo de Juan Mari Brás, Secretario General del PSP y su candidato a gobernador en esas elecciones; de Carlitos Muñiz Varela y los mártires de Maravilla, Carlos Soto y Arnaldo Darío Rosado. Pero esos procesos nacionales y la crisis subsiguiente, y la desaparición del partido obrero PSP y debilitamiento de las organizaciones de esa época es un proceso complejo que amerita profundo estudio y discusión y no es objeto de este escrito.
Lo cierto es que la Huelga Universitaria de octubre de 1973, su origen, causas y balance de resultados debe ser objeto de múltiples estudios y escritos que nos ayuden a precisar ese evento de tanta importancia. De esa manera las lecciones obtenidas de ese proceso serán de mucha utilidad a las generaciones del presente y del porvenir, que en resumidas cuentas es lo fundamental. Sobre todo, porque el problema universitario es uno no resuelto y serán muchas las luchas, incluidas las huelgas, que se avecinan hasta su resolución con la implantación de una verdadera autonomía y democracia universitaria.