La troupe Samsonite de Francisco Font Acevedo y la dignidad de las pequeñas voces del mundo
La troupe Samsonite de Francisco Font Acevedo, novela publicada por la editorial Folium, seduce por su manera de entregar a lectoras y lectores una representación muy innovadora del complejo mundo del circo. Como se sabe, se trata de un espacio que trabajaron con excelencia en nuestro teatro y desde otros ángulos, Quíntuples de Luis Rafael Sánchez y El gran circo eucraniano de Myrna Casas.
En La belleza bruta, libro fundamental de la narrativa del Caribe en el nuevo siglo, Font Acevedo produjo una representación compleja de espacios urbanos y figuras que se desplazan de un cuento o relato a otro. Allí, el trabajo esmerado a partir de la palabra, sin concesiones de ninguna índole, nos dio acceso a unas primeras personas narrativas que, sin afán de reflejar de manera directa la diversidad social, reconfiguran elementos de esta sociedad tardomoderna o de la modernidad líquida, como la denominó el sociólogo Zygmunt Bauman, en la cual la tecnología, las desigualdades y la violencia atraviesan buena parte del tejido social.
En años recientes y en distintos países de América Latina, se han ido publicando narraciones breves sobre la intimidad, tanto en lo que se refiere a las tramas como en la proximidad o cercanía que se crea entre quienes narran y quienes leen. Podría decirse que en ellas se narra a la cara. Es el caso de Pájaros en la boca de la argentina Samantha Schweblin, de Mi libro enterrado del mexicano-argentino Mauro Libertella y de Simone del puertorriqueño Eduardo Lalo. A este conjunto se pueden integrar La belleza bruta, El killer de Josué Montijo, así como la novela autoficcional Formas de volver a casa del chileno Alejandro Zambra y el excelente libro de cuentos La noche caníbal del mexicano Luis Jorge Boone. Pienso igualmente en la obra de dos valiosas escritoras cubanas contemporáneas: Anna Lidia Vega Serova, autora de Estirpe de papel, y Darza Novak, quien publicó la novela Making of. En fecha muy reciente, se advierte también en dos libros puertorriqueños: Shadowplay de Juanluís Ramos y Comida de peces de Manolo Núñez Negrón. Este grupo de narraciones a partir del cual reflexiono se compone de textos de ficción o, en algunos casos, de autoficción, categoría que abarca y conjuga elementos autobiográficos con otros puramente imaginados: su mezcla hace inútil o innecesario deslindar los componentes autobiográficos de los ficcionales.
En La troupe Samsonite hay un deseo sostenido de transitar por espacios de representación no muy frecuentados en nuestra narrativa: los márgenes o los terrenos baldíos de las urbanizaciones, los espacios rurales y los pueblos del oeste. Frente a la casa o la ciudad moderna que privilegió la literatura de la segunda mitad del siglo XX en Puerto Rico, en algunos casos para convertirlas en alegorías nacionales, La troupe Samsonite, desde la clave que nos brinda el autor en la solapa del libro, se desplaza por los espacios de la precariedad contemporánea. Y lo hace conjugando la doble acepción del término “precario”: lo que tiene poca estabilidad y lo que no posee recursos suficientes. Los desplazamientos y las carencias, las mudanzas y la pobreza de los personajes van a alternar de manera continua en esta novela. Sin embargo, lejos de ser una narración documental de corte realista sobre las consecuencias de las desigualdades y la segregación de la sociedad contemporánea, esta novela se convierte en un hermoso homenaje a los artistas del margen que se desempeñan en un circo pobre. Se trata de artistas que bregan a la vez que crean, que resuelven al tiempo que imaginan.
La reflexión que hizo Diana Bellessi, una excelente poeta argentina, sobre el lugar de la poesía en la era neoliberal puede relacionarse con esta novela. Bellessi es autora, además, de un excelente libro de ensayos sobre poesía titulado La pequeña voz del mundo. Recuerdo las valiosas observaciones de esta poeta de origen campesino. Según Bellesi, si la lógica del mercado neoliberal se desarrolla buscando la utilidad, la tarea de esa pequeña y resistente voz del mundo actual que es la poesía, debe ser otra.
Las tareas de esta voz: permanecer atenta a lo inútil, a lo que se desecha, porque allí, detalle ínfimo, se alza para ella lo que ella siente epifanía. Las tareas de esta voz: deshacer las cristalizaciones discursivas de lo útil y tejer una red de cedazo fino capaz de capturar las astillas de aquello que se revela. Atención y artesanía. Las tareas de esta voz: desatarse de lo aprendido que debe previamente aprenderse, y disminuir así los ecos de las voces altas para dejar oír la pequeña voz del mundo (Bellessi, La pequeña voz del mundo, 10).
Francisco Font Acevedo ha tejido magistralmente una novela en la cual la atención y la artesanía son fundamentales. En ella, se produce un rescate no populista del arte popular y de la diversión de los sectores populares que, a lo largo de la historia del circo, han encontrado en ese espacio una fuente de creatividad e imaginación. Quien lee esta novela se topa con voces que pertenecen a la troupe de un circo, voces en primera persona que no se identifican de entrada y que van combinándose y alternando con una serie de trucos que sugieren y propician una clara intimidad entre quien narra y quien lee. La novela no se limita a recrear o representar el espacio de un circo. Va más allá y traslada, a la propia escritura novelística, varios de los procedimientos del ilusionismo y la magia precisamente para dignificar y rendirles homenaje a esas prácticas que son parte integral del mundo de circo. La rápida y vertiginosa sucesión de voces con las que se inicia y se desarrolla esta novela es muy parecida a los trucos de magia que consisten en hacer aparecer o desaparecer objetos entre las manos. De manera muy semejante a los desplazamientos que realiza quien practica el ilusionismo ante el público de los circos de esta novela, La troupe Samsonite se enmarca en dos sucesos de carácter mágico: en la apertura, el niño Mirko, que tiene unos nueve a diez años y que intenta llegar a la escuela, se desliza desde la niñez hasta la edad adulta. En el cierre de la novela, coinciden causalidades y temporalidades muy distintas. Se recuerdan aquí unas palabras de Jorge Luis Borges en su ensayo “El arte narrativo y la magia”: cuando afirma que la magia es la coronación o pesadilla de lo causal, no su contradicción.
En la modernidad líquida en la que vivimos, en la cual, según Paula Sibilia, antropóloga social y estudiosa de las comunicaciones, la intimidad se ha convertido en espectáculo, los desplazamientos a menudo no rebasan la pantalla de una computadora o de un teléfono inteligente. Navegar, viajar y aislarse se han convertido en prácticas que coinciden en nuestros días. Esta novela sugiere una defensa de otras prácticas de un pasado relativamente cercano, una dignificación de otros recorridos y desplazamientos más complejos que los que se limitan a la mera navegación cibernética que menudo se acerca a un acto solitario. Me refiero a los desplazamientos del arte popular en el seno del cual nace y crece, en este caso, la escritura literaria. Uno de los persoanjes principales de esta troupe, Mirko, se constituye como escritor en ese espacio móvil y precario que es un circo pobre.
Defensa y dignificación de las prácticas artísticas populares, La troupe Samsonite es, de igual modo, una autoficción muy sugerente. Mirko, niño que se convierte en adolescente y más tarde en adulto joven en el transcurso de la novela, puede muy bien verse como una autofiguración o autorrepresentación de Francisco Font Acevedo. Esto es así con tal de que no se olvide que en el concepto de autoficción se unen y se enredan elementos vividos y otros puramente imaginados o ficcionales: tratar de desenredarlos es tarea innecesaria y reductora. Gran parte de la magia de la autoficción tiene que ver con ese entretejimiento de lo vivido y lo imaginado, de lo histórico y lo posible. Jorge Luis Borges y Manuel Ramos Otero, dos grandes narradores que de cierto modo vagan por las páginas de esta novela, ya nos dieron autoficciones de gran valor. Vuelvo a ese margen del libro que es la solapa: allí se destaca como parte de los afectos cotidianos del autor un cargado maletín Samsonite. Ese objeto es fundamental en la novela. Construido por lo general para albergar documentos relacionados con el mundo empresarial de lo útil, lo exacto y lo que idealmente desemboca en un rendimiento, en La troupe Samsonite se transforma en el espacio en el cual van a crecer y desarrollarse las capacidades creativas e imaginativas del personaje de Mirko, sus procesos de ficcionalización. Son varios los rasgos que comparten el autor y el personaje: ambos nacen en la década del setenta, recordada en la novela por el paso del huracán David, y ambos poseen la pasión por la lectura y la imaginación.
Son muchos los aciertos en el campo de la ejecución narrativa en La troupe Samsonite. Muchos de ellos tienen que ver con el trabajo de transformación ideológica de las construcciones o entendidos sociales y culturales, ya bien sea a partir de un proceso consciente del autor o mediante su propio trabajo con la lengua. La buena escritura literaria es una especie de inconsciente creativo que va mucho más allá de las intenciones de su autor o autora. En primer lugar, hay que destacar que esta novela tiene uno de los cierres o finales mejor logrados y resueltos que se han dado en la narrativa latinoamericana de los últimos años. Por otro lado, la novela se enfrenta a una tradición literaria que transforma y a la cual moviliza. La metáfora de la familia o el querer ver la nación como familia metafórica que recorre los discursos políticos y literarios desde el siglo XIX en Puerto Rico se encuentra aquí con una mutación considerable: del mismo modo en que se mudan continuamente los integrantes de la troupe, se altera la visión heteronormativa y tradicional de la familia. El texto silencia o escamotea—y de ahí su trabajo ideológico—los orígenes familiares de los personajes a la vez que se plantea la posibilidad de que existan grupos sociales y afectivos como la troupe de artistas que trasciendan la familia tradicional. El personaje complejo y a la vez terrible de Gradva es la directora de la troupe. No se trata de una madre figurada ni de una figura alegórica. Las voces femeninas están muy presentes en esta novela y su universo narrativo no se concibe sin esa pluralidad femenina: Gradva, Tanya, Xenia, Dally son algunas de ellas. La figura paterna tradicional está ausente en esta novela. Nunca sabemos quiénes son los padres de los niños, adolescentes y jóvenes adultos que se destacan en esta narración: Mirko, Tanya y Xenia. El único padre que tiene Mirko como escritor es, curiosamente, Narcisse, Narciso o Ciso, un artista homosexual del circo que le obsequia el maletín Samsonite y quien también le transmite el ejercicio de la imaginación.
Apropiándonos de las palabras que incluye Francisco Font Acevedo en la solapa de su libro, se puede afirmar que, pese a la precariedad de nuestro país, quienes leemos La troupe Samsonite vivimos agradecidas y agradecidos de esta novela verdaderamente valiosa.