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Inicio » 80grados+ Política Puerto Rico UPR

La universidad y sus desconciertos (primera parte)

Roberto Alejandro RiveraRoberto Alejandro Rivera Publicado: 2 de junio de 2017



foto por Pablo Pantoja

La injusticia contra el estudiantado: En un país, el nuestro, donde predomina la sublimidad del presente y éste definido por un mensaje de texto o una llamada al celular; es decir, un presente trashumante que se cuenta más en segundos que en horas –oda al tapón que tan certeramente impone la conciencia del transcurrir lento–; en este país donde la estrategia, si alguna, de amansadas mayorías es la estrategia del shopper: se ven los descuentos, se recortan los cupones, y se sale de compra hasta que llegue el próximo; en este laberinto donde una elite tuvo como “visión” la parálisis y se las arregló para no hacer nada durante la década en que se evaporaba, año tras año, la sección 936; …

en esta isla, donde todos los recursos del gobierno no han logrado arrancarle UNA concesión a la junta sátrapa; y, finalmente, en una universidad donde apenas hace dos años, sus dos principales dirigentes –el presidente y el rector del recinto mayor– tuvieron que abandonar sus puestos seguidos por las sombras turbias de becas presidenciales, y solo dos profesores, repito, DOS profesores manifestaron en escritos públicos sus respectivos análisis, que fueron seguidos por el silencio de los mortuorios; …

en este país y en esta universidad, de pronto, se espera que los estudiantes sean estrategas napoleónicos: que sepan negociar, que anticipen todas las consecuencias de sus acciones, que sean linces cuando lidien con adultos ya adulterados por los amaños de su generación.

Y a pesar de todas las deficiencias, tan inexorables en todo proceso de lucha y quizás más en los estudiantiles, la huelga ha tenido logros significativos. El lenguaje en apoyo a la auditoría de la deuda y a la reforma universitaria unido al rechazo a los recortes presupuestarios y a la privatización de recintos no debe desmerecerse. La ausencia de una matrícula ajustada a los ingresos como bandera justiciera es una seria limitación que debe abordarse en otra sección.

La unicidad del momento universitario: La crisis universitaria tiene una peculiaridad frente a todas las anteriores. Es la primera vez que los centros de poder están fragmentados y sus voces se expresan en direcciones conflictivas. En otros momentos, tanto la Fortaleza como la administración universitaria compartían una misma visión. Hoy vemos la Junta de Control Fiscal, el poder principal en el país, dictando pautas presupuestarias; luego expresando que la responsabilidad de los recortes recae sobre el gobierno; una rama ejecutiva que tiene sobradas razones para no forzar la apertura de los centros de estudio; y una jueza que impone tal apertura por los medios que sean.

¿Qué puede explicar la invocación de la “autonomía universitaria” por parte del Ejecutivo como justificación para no actuar? Creo que hay varias razones. La primera es que el plebiscito abortivo y su plan Tennessee no son compatibles con imágenes de violencia en ninguna universidad. Al gobierno le gustaría proyectar una imagen de relativa estabilidad dentro de la debacle económica, ya muy conocida en Washington. Y con la policía bajo un monitor federal por violación de derechos civiles es obvio que existen unas limitaciones, aunque las mismas pueden derrumbarse de maneras inesperadas. La fuerza represiva del estado sigue intacta. La segunda razón puede encontrarse en la ley Promesa. Esta ley autoriza a la junta a utilizar todos los recursos del estado en caso de huelgas que amenacen servicios esenciales. Aunque la JCF no ve a la educación superior como un servicio esencial, si disturbios en centros docentes crean un ambiente de inestabilidad que amenace “contagiar” otros sectores, la JCF podría enviar de paseo a las ramas ejecutivas y legislativas e imponer el “orden” que deseen. Hacer reclamos de estadidad con un país regido por cuerpos castrenses movilizados por un organismo extra-constitucional no luciría nada lisonjero para las fantasías anexionistas.

La tercera razón se delineó en un informe del 2011 y que hoy forma parte de posibles planes para la institución universitaria. Dicho informe, “Cambio de Rumbo para dar Pertinencia a la Educación Superior en el Siglo 21,” visualiza de forma transparente una universidad totalmente adherida a los criterios del neoliberalismo. Espero abordar los argumentos del informe en otro escrito. Por el momento, importan mucho los tres escenarios anticipados por los redactores y que muy bien podrían estar rigiendo ahora mismo la política hacia la universidad. Cito verbatim los primeros dos:

“El primer escenario futuro que se consideró fue no hacer nada (“Business as Usual”), en espera de que los problemas de la desestabilización de la gobernanza, las dificultades financieras, pérdida del estudiantado de alto nivel académico y fuga de talento de sus mejores profesores de alguna manera se auto corrigiesen y la Institución recuperase su vitalidad y prestigio.”

“El segundo escenario futuro que se consideró fue que la alta gerencia permitiese un gradual descenso de la Institución hacia la Irrelevancia y Descomposición: hasta que su función como centro de actividad cultural, educación humanista, investigación científica y desarrollo tecnológico se desplazase hacia el sector privado e instituciones del exterior utilizando a plenitud la tecnología de la educación a distancia, capturaran el espacio que dejó vacante la universidad del Estado.”

“El tercer escenario que se consideró fue dar un Golpe de Timón para encauzar la Institución, su gerencia, finanzas y gobernanza para igualar y competir a la altura de las mejores universidades del Siglo 21.”

“El Comité optó por acoger “El Golpe de Timón” como el escenario sobre el que basa sus recomendaciones.” (Todos los énfasis pertenecen al texto original).

Es muy posible que la administración, en conocimiento de tal informe, esté actuando a la luz de los primeros dos escenarios. Es decir, su aparente indiferencia es realmente una intervención muy bien pensada. El único problema es que mantener recintos cerrados, especialmente el principal, no abona nada a la idea de que el gobierno está en control de la “gobernanza” del país.

Quizás la explicación es más pedestre: el gobierno no sabe qué hacer en lo inmediato y ha decidido apostar al desgaste que es el sino de toda huelga.

La mezquindad de la presidencia y la Junta de Gobierno: La huelga estudiantil sistémica se aprobó el 5 de abril no sin antes estar precedida por paros. Ni la Dra. Nivia Fernández, ni la Junta de Gobierno, ni la JCF mostraron interés alguno en negociar. El hecho mondo y lirondo es que la presidenta, con su adamadura y su trauma, apoyó el desmantelamiento de la universidad pública y en las postrimerías de su mal paso buscó obstinadamente la intervención policiaca.

Los barruntos de la obstinación ya se sentían desde finales de abril en la ya famosa reunión interrumpida.  Sobre este suceso, en una noticia publicada en El Nuevo Día el pasado 28 de abril bajo la firma de Keyla López Alicea, se informó que los estudiantes esperaron tres horas mientras la Junta de Gobierno deliberaba sobre el plan fiscal. Agrega:

“Antes de entrar al recinto a la fuerza, los estudiantes intentaron negociar para que representantes del comité negociador pudieran dialogar con la Junta de Gobierno. Uno de los representantes estudiantiles ante el cuerpo rector, Gilberto Domínguez, presentó una moción para permitir la entrada de los jóvenes, pero no fue aprobada.”

Ese es el trasfondo que explicó la rabia de estudiantes a quienes de seguro no se les consideró aptos para discutir el presupuesto. Pero las imágenes de este trasfondo, con la petulancia y ceguera de los juntados, no existen. Lo que existe es un record fílmico de las consecuencias, en parte gracias a la “transparencia” de los millenials imposibilitados de hacer nada sin celebrarse en cámara. De inmediato surgieron las voces bien intencionadas llamando a la “sobriedad,” la “cordura,” a “evitar que las aguas se salieran de cauce,” etc. Falta que hayan pedido que los estudiantes se hubiesen dirigido a los juntados en el tono y estilo de una conversación de mesa en Downton Abbey.

Una vez confrontados por la indignación que la misma junta provocó, la presidenta tensó sus mandíbulas como la enfermera en “One Flew Over the Cuckoo’s Nest”, entró en trance y se puso de pie en posición de loto, todo al mismo tiempo. Esa es la misma funcionaria que, en el uso cabal de sus facultades, también estuvo dispuesta a considerar un recorte de 512 millones al presupuesto de la institución que intentaba dirigir.  Vio su interinato como una entrevista de trabajo donde lo único que importaba era mostrar cuán útil podía serle al gobierno.

Y, en semanas recientes, el hecho diáfano es que mientras los estudiantes se esmeraban en hablar de “negociación,” Nivia y compañía insistían en hablar de “diálogos.” La distinción no era inocente.

Cuando la coronela esquivó las suplicas de la presidenta, ésta se fue a las páginas amarillas a buscar guardias privados.  Según notas periodísticas, hasta altas horas de la noche antes de la vista de desacato, la presidenta estuvo considerando planes de apertura que, sin duda, hubiesen requerido la presencia de las armas. De ella haber usado google hubiese entrado las categorías “universidad”, “ocupación policiaca,” y el internet le hubiese brindado al menos un marco visual de las humaredas y el peligro de sangre que tales términos albergan cuando, por la alquimia del estado, quedan mezclados. No es hasta que faltan pocos días para cumplir con una orden judicial que imponía la apertura del recinto so pena de encarcelamiento que la junta, el 20 de mayo, llega a unos “pre-acuerdos” con los estudiantes. El mismo término “pre-acuerdo” acarrea la consecuencia lógica de que estarían sujetos a revisión. Pero la impulsividad prevaleció y los estudiantes de varios recintos crearon la narrativa de un rechazo tajante, cuando en los hechos solo deseaban clarificaciones.

Algunos han querido ver flexibilidad en los administradores. Lo que hubo fue prisa para evitar un desacato y el interés de una persona en mantenerse en un puesto para la que el destino y el PNP la preparó mal.

Tres de los acuerdos incluyen el verbo “solicitar” o “expresar” como el principio rector. ¿Cómo es posible que la Junta de Gobierno haya mostrado tanta mezquindad y pequeñez y se tardara semanas en acceder a tal lenguaje? ¿Cómo es posible que se acuse a los estudiantes de inflexibilidad cuando los administradores mostraron su indisposición a negociar de buena fe? Ya fuera de la junta, uno de sus miembros declaró a la prensa que no estaba en las manos de dicho cuerpo nada relacionado con los recortes. ¿De veras? ¿Y por qué no se propuso que todos los sectores universitarios formaran un frente unido para combatir los recortes?  Se pudo y se puede, por ejemplo, llevar un caso al tribunal federal argumentando que los recortes laceran de manera irremediable la calidad de la educación universitaria. Tanta incompetencia en el mismo lugar es más lúgubre que esa imagen donde coinciden un rubio trucutrú y la mantilla de Melania en la audiencia con el Santo Padre.

Continuará….

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Autonomía universitariahuelga estudiantil 2017Junta de Control FiscalJunta de Gobierno UPR


Roberto Alejandro Rivera
Autores

Roberto Alejandro Rivera

Destacado líder estudiantil de la histórica huelga universitaria de 1981. Profesor de teoría política en la Universidad de Massachusetts, Amherst. Se especializa en filosofía griega y contemporánea, y en pensamiento político norteamericano. Tiene un bachillerato en economía de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Fue presidente del Consejo General de Estudiantes de dicho recinto y miembro del liderato estudiantil durante la huelga de 1981. Forma parte de la Junta Editorial de la revista digital Categoría Cinco."

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