Las cenizas de carbón y el oficio de los inconformes
Comentario, de la libreta del periodista
El periodismo de investigación revela asuntos de interés que han sido ocultados de manera deliberada, por alguien en una posición de poder, o de manera accidental, detrás de una masa caótica de datos y circunstancias que dificultan la comprensión, según lo define la entidad sin fines de lucro ProPublica. Es una actividad que requiere el uso de fuentes y documentos públicos, secretos o desconocidos.Tras las manifestaciones y decenas de arrestos en Peñuelas que buscan impedir la entrada de camiones colmados de cenizas de carbón al vertedero manejado por EC Waste, vale la pena hacer un intento por abstraerse de lo emocional, si cabe, y resaltar algunos aprendizajes que nos trae la serie investigativa del periodista Omar Alfonso, Bomba de tiempo: las cenizas de carbón, la cual ha tenido un impacto insospechado.
Primero, una premisa importante que toca reafirmar: el periodismo investigativo parte del compromiso social y de una convicción clara y abierta de que se debe y se puede cambiar la realidad, para que sea mejor para los ciudadanos. A la vez, ese periodismo comprometido con los derechos humanos no puede renunciar a sus principios éticos a costa del activismo o el proselitismo. Cuando se hace periodismo documentado y con rigor, la maestra que quiere educar a sus estudiantes, el legislador que procura cambios de política pública o el activista que busca organizar a su comunidad, se encargan de encontrarle cauce a la información. Así ha ocurrido en casos como Flint, Michigan y así ha pasado con esta serie.
Fueron cientos, miles de documentos, fotos, archivos, demandas, estudios científicos, recortes de prensa, en fin, todo tipo de materiales los que tuvo que estudiar Omar Alfonso de La Perla del Sur para poder realizar su trabajo. La investigación que originalmente debía estar lista en tres meses, pasó a un plazo de seis, y luego ocho, y luego a diez. Un mes transcurrió desde que se solicitó la entrevista con AES, para luego esperar respuestas, dar mucho seguimiento, obtener confirmación, y al final un silencio absoluto de la empresa. No quisieron dar entrevista para la serie investigativa, pero sí dieron entrevistas de relaciones públicas a algunos medios y enviaron comunicados con información cuestionable solo a ciertos medios.
El trabajo investigativo no tiene fecha límite, por eso muchos medios comerciales no lo quieren hacer. A veces es incosteable; depende de muchas horas de trabajo voluntario y requiere seguimiento. Es imprevisible. Tiene que ser justo y escrupuloso, sensible a las víctimas, cuando las haya, y firme con los delincuentes, cuando los haya. No se puede limitar a ‘este dijo esto’ y ‘aquella dijo lo otro’. Tiene que adjudicar, interpretar, analizar.
Mientras la información no sea completa y coherente, no podemos publicar. Mientras la historia no tenga documentos que apoyen o contradigan lo que dicen los entrevistados, no podemos publicar, aunque le convenga a una fuente o a una causa. Lo que dicen las fuentes no se puede publicar sin ser verificado o contrastado. La versión oficial de la historia, el periodista investigativo la tiene que cuestionar siempre. Y a veces, también tenemos que hacer una distinción entre la versión oficialista y la versión oficial, venga de quien venga.
Es compleja la tarea de hacer periodismo investigativo, a veces es ingrata y otras veces se torna peligrosa.
Otra lección: cuando un grupo de personas, una comunidad, está organizada, documentada, ha cultivado una trayectoria de trabajo coherente y seria, se hace más fácil el trabajo investigativo, porque aportan pistas, documentos, fotos, testimonios. Claro, luego toca al periodista corroborar. En ese sentido, tenemos necesariamente que reconocer a los grupos comunitarios del área sur de Puerto Rico que han estado luchando y denunciando la situación de las cenizas por tantos años, sin cansarse, o cansados, pero alerta. Sus denuncias se han ido confirmando una tras otra.
En Arroyo Barril, República Dominicana, apenas había organización comunitaria. Cuando tratamos de ayudar a Omar Alfonso y al fotógrafo Gary Gutiérrez a armar el viaje y establecer contactos allá, se nos hizo muy difícil encontrar a las personas clave en la comunidad a pesar de tener a alguien sobre el terreno. También había miedo a hablar y limitaciones que planteaba el caso legal. Casi fueron golpes de suerte los que nos llevaron a conseguir los testimonios del médico del pueblo, las mujeres que habían perdido su criatura, la gente que atestiguaba las enfermedades de la piel y respiratorias, o los que contaban del daño a la agricultura del lugar. Digo casi porque el trabajo de campo de Omar Alfonso fue persistente, y por eso llegaron a donde tenían que llegar y corroboraron cada una de las versiones que obtuvieron con varias fuentes.
Los periodistas que trascienden en su oficio, para bien y para mal, son personas inconformes. Se niegan a aceptar la realidad tal cual se les presenta y pretenden exponer situaciones para así reformar, denunciar, o en algunos casos, hacer ver mejores formas de hacer las cosas.
Consolidados, en una colaboración sin precedentes de más de 20 medios de comunicación de Puerto Rico y extranjeros que divulgaron la serie, se puede estimar que fue leída o escuchada por varios cientos de miles de personas. ¿Cuándo lo hubiéramos pensado? Esto fue posible por el trabajo en equipo en el que colaboraron también Gary Gutiérrez, Laura Moscoso, Jason Rodríguez y Alberto Bartolomei.
No podemos subestimar el efecto de crear redes. Dan resultado.
El trabajo de Omar Alfonso se convierte sin quererlo en un homenaje a la gente de Arroyo Barril que fue abusada por una empresa; que nunca fue atendida responsablemente por su gobierno y fue ignorada por la mayoría de los medios de comunicación de su país. Con este trabajo se les hace visibles.
También, como vimos con las movilizaciones y arrestos, el trabajo informativo del periodista resulta ser pieza clave a la hora de que la gente tome decisiones, asuma posiciones informadas y actúe.
En Puerto Rico, está por calibrarse todavía el impacto que tendrá la investigación periodística, pues no se detiene el trabajo de seguimiento a este caso, que es sin duda uno de injusticia ambiental.
Para nuestra vergüenza, el problema de las cenizas de carbón parece andar en busca de víctimas que reclamen la acción de los funcionarios federales y puertorriqueños, cuando ya sea tarde.
Sí. Los periodistas tenemos que ser inconformes. No nos queda de otra.
* Este comentario fue publicado originalmente por el Centro de Periodismo Investigativo.