Las jerarquías de la ausencia
If people become what they think they are, what they think they are is exceedingly important.
-Linda Marie Fedigan
Those who are willing to be vulnerable move among mysteries.
-Theodore Roethke
I. La batalla se libra en las jerarquías de la ausencia, casi como antes. Aún peor y más intensa. De la posibilidad de turbulencia, asedio y persecución se escribe todos los días en las redes enredadas de la confusión. Los periódicos amplifican los ruidos de una «fuga». Quizás, habría que dar hacia atrás, recordar, retrotraerse a décadas idas, a los momentos en los que el encuentro de los aquís y los allás trazaron la obscena (in)transparencia que regula y trastoca el libre movimiento.
Cuando llegaban los primos de los niuyores en los 60 y 70 -blandiendo acentos, gesticulando con otra cierta desconcertante autoridad, caminando con la prisa que provocan el frío y las calles congestionadas de una ciudad ciudad- se tramitaba el puente aún recién construido de los regresos emocionales. En cada familia había primos, y cada familia resolvía sus diferencias en algún momento, de alguna forma, o con alguna epifanía. Se erigían y se destruían paradigmas raciales y culturales. En este caso, fue Raquel, prima sonora, blanca como la blancura, con un acento afroamericano como el que más, sus movimientos que prefiguraban los bailes de Jenny from the Bronx, y la furia vital con la que disfrutaba el ritmo funk con su break beat de «Soul Makossa», saxofoneado por el camerunés Manu Dibango, haciéndole entender a todos que ella sí que sabía cantarla («Mama ko mama sa maka makoosa Mama ko mama sa maka makoosa»), que quizás todos los que la habían hecho un éxito en WBMJ en 1972 vivían el simulacro del tatareo aspiracional con el que compensaban su no saber y excusaban su no estar. No lo decía, pero los jovencitos que la veían sabían que era así.
La canción, el baile, la modulación de cuerpo y voces: un ser, un cómo ser, un querer ser siendo. Un cuerpo encantado con sí mismo. De los primos con acento se exprimía esa diferencia que luego menguaba con el paso de las horas, los juegos que todos jugamos y las no tan tenues ternuras de la sangre. El lugar de procedencia coloraba algunos días, pero la sangre primaba. Y el entendimiento: entender que, fueran familia o no, y aunque paridos en otro lado, pertenecían exactamente a donde querían pertenecer.
El por qué algunos en la isla todavía no lo entienden es enigma fatal. Quizás, sólo quizás, es que se transparenta que el ir y venir ha sido, es y será un manual que había que leer hace tiempo y que le duele a muchos. El tránsito simpre ha sido la internalización de instrucciones, la realidad desglosada en algunas neuronas que no le han hecho caso al subtítulo de su intolerancia. Ya lo tienen adentro pero no lo saben: How to live with your colonizer for the rest of your life.
Ahora es al que aquí nace y se va al que se le adscribe la traición del que se fuga en puntillas a las tres de la manana, sin hacer ruido, cerrando la puerta con cautela.El rencor se enzana en su contra. La facilidad con que se toca o trastoca al Otro –la facilidad con la que se quiere eliminar la posibilidad de felicidad del que se va– recorre sin pausa el diáogo nacional facebookiano. Desmontar razones y desempacar objetivos por el «abandono» a la isla: ese sí que ahora es el deporte nacional, preferido por los que cuentan con el ocio necesario para 18 hoyos de golf, pero optan por una temporadita frente a su compu, tecleando, apuntando al corazón del que ha comprado un pasaje porque su cuerpo lo pide, y elimiándolo, como en un video game, aplastando corazones, pulverizando almas, como en un Grand Theft Soul.
Es tan difícil entender, para algunos, que una partida no tenga que ser una pérdida de jucio, ni una fuga siniestra, ni un characer flaw. Hay, sin embargo, un vicio virtual desmedido: Marcar una línea entre los «bellos» que se quedan – enmarcados en purezas desmedidas – y las «bestias» que se van, polutos por ser fieles a sus emociones, convicciones y visiones. Descalificar es el juego peligroso con el que ha comenzado la guerra civil de los idos y los quedados. El rastro de una insatisfacción con la decisión de quedarse es lo que reflejan los que critican, amordazan, raptan para sus columnas y chistes a los que se van. El odio siempre está en busca de un objetivo, casi como el amor. Aún peor y más intenso.
II. La fantasía de la fuga persiste y pervive en los partidarios del quedarse, y es corrborable y tangible en la intangibilidad de Facebook, aunque el sueño de la ida se mantenga geográficamente anclado, y sea función del éter y de la luz y de la página que permite cambiar tus preferencias al toque de una pantalla. Ahí están los destinos mentales de los que se toman el tiempo para soñar despiertos hacia bien lejos, de los seres que quieren ser en los lugares en los que lo serían. Aparecen Rabat, Casablanca, Amsterdam, Barcelona, Estambul, la Divinópolis brasileña: todas escogidas en la fantasía líquida de los perfiles que son sólo wish lists, como hometown de los friends que se tienen en la gran casa de todos de FB. No basta Cayey, no basta San Juan, no basta Guaynabo City. Hay una pulsión de expulsión. Facebook magnifica los dobleces del asunto. Estás escribiendo en Las Marías pero te sueñas en Orlando. Resides en la Guaynabísima pero, for fun, just or kicks, (really?) colocas en tu perfil que vives en, say, Londres esta semana, y la siguiente en Washington, D.C.
III. Los eclipses del deseo intrigan, pero conservan detrás de lo que pasa lo que ocultan. La epidermis siempre engaña. Para Baudrillard, somos un experimento que se concede diariamente, una humanidad rodeada de políticos que, en sus palabras, seducen, nos embrujan con sus símbolos, y luego expertamente revierten sus juegos hasta que todo sólo juego es. No hay redención posible. Dice que, conejillos de indias al fin, los seres humanos «alegremente apuestan con el destino de su especie al igual que hacen con todas las otras».
Pero es aún más esa histeresis de la política de la que Baudrillard comenta: «La política nunca acabará de desaparecer – y tampoco permitirá que otra cosa tome su lugar». Simulación constante, entonces. Adicción perpetua. Lo local frente a lo global el perpetua oposición, al parecer. Y la economía de la ausencia es titular de periódicos, grito de radio: A menos seres menos recaudos. Y se establece la «fuga» como desastre económico, y se manufactura el resentimiento. En la isla de los supuestos perfectos anfitriones, se quiere acumular hasta estallar. Y los pasajes que se compran afectan la economía futura.
IV. Ahora resulta que los hijos y las hijas del ombligo – aunque no quieran – para hablar de la isla tienen que conformarse con la inmovilidad, anquilosarse, quedarse. En algún lugar se ha redactado otro Manual del Buen Puertorriqueño. No pueden rebasar las costas, tienen que vivir ajustados a las inflexibles reglas de la burundanga nacional, atrapados en las garras Univisionescas, vibrando con «Mira quién baila» los domingos y votando por Johnny Lozada, riéndose de la Vampi, contando las incidencias del último asesinato, contemplando a Cacho y a Casellas en sus aventuras legales, tomándole la temperatura a las febriles cifras de desempleo, velando los hoyos en las carreteras. Aderezado, eso sí, con la posibilidad de impermeabilizarse abrigándose con 300 canales de cable, y no existir en momento alguno dentro de la realidad circundante, aunque se esté geográficamente en ella. Escoge: Te quedas y juegas el juego o, si te vas, ni chistar, baby, cierra la boca. Esa receta recetada por mandarines que se han convertido en lo que creen que son. Quieren parecer vulnerables y comprensibles, pero el único misterio del universo al parecer se encuentra dentro de las costas. Afuera de ese parámetro no hay mucho, excepto el silencio al que se le quiere condenar al que se fue. Y se reinventa el país como un Hoarder Island sin fantasías. Y que no se vaya nadie
V. En las jerarquías de la ausenciarriqueña, el que no está aquí, el que se fue que ahora es Otro, se encuentra siempre al tope de la lista o, casi siempre, al final. Él área gris donde se contemplan y confunden y conversan todos los que se quedan no le es permitida, y cualquier intento de hablar desde otro punto es anulado porque, please, ya no estás a mi lado corazón, ni en el corazón tampoco. Desprecio y envidia combinados. A los que van y vienen, vulnerables al misterio de la vida, les tocaría bailar el equivalente de «Soul Mak0ssa» con gente que opera desde la ansiedad de la insuficiencia. Y hay, tiene que haber, un glitch que ponga en jaque su sistema operativo.