Lincoln
Siempre que voy a una nueva película de Stephen Spielberg sé que habré de toparme con uno de sus momentos sentimentales babosos que tienden a dañar la estética de los logros técnicos de este director taquillero. Por suerte, esta vez, eso ocurre en los primeros tres o cuatro minutos de la película. Después de esa introducción que me tuvo moviéndome en la butaca de una lado para otro, el guión (Tony Kushner) y la mano firme del director de Duel y Jaws, logran crear suspenso sobre algo que sabemos como va a concluir.
Quiero despachar primero el desacierto inicial que se comete, nada más ni nada menos, que con la oración de Gettysburg. Los que han leído a Garry Wills (o a H.L.Mencken) sabrán la importancia lingüística, literaria y social que supuso esa composición de doscientas setenta y dos palabras (me refiero a la versión que se considera la más exacta de las cinco que existen). En la película, que trata del esfuerzo del gran presidente de enmendar la constitución para eliminar la esclavitud de los Estados Unidos, han pasado tres años desde la batalla de Gettysburg, y la recitación del texto se lo dividen dos soldados blancos y dos soldados negros, que se la hacen a Lincoln. Desafortunadamente, esa forma de presentar la oración, le quita a ese gran logro literario su brillo. Además, comenzar una película sobre Lincoln diciéndonos al principio que negros y blancos son tan inteligentes unos como los otros, me pareció francamente tonto, pues eso lo sabemos de sobra.
Por suerte, rápidamente entramos en las maquinaciones entre republicanos (el de Lincoln, partido que murió hace mucho tiempo) y demócratas, y los juegos políticos a los que hubo de recurrir uno de los líderes de estado más honestos en la historia, para pasar su resolución.Todos estos detalles, extraídos del magnífico libro de Doris Kearns Goodwin, Team of Rivals: The political Genius of Abraham Lincoln, han sido minuciosamente estudiados, comprendidos y resumidos en el excelente guión de Kushner. Los personajes principales en la contienda partidista están representados por casi un regimiento de actores excepcionales que, evidentemente, se está gozando a plenitud su trabajo. Hay que mencionar a David Strathairn como el gran amigo y secretario de estado, William H. Seward, a Hal Holbrook como el influyente líder republicano Francis Preston Blair, quien trató de mediar la paz con los Confederados, James Spader (el que más se goza su papel) como el operativo republicano William L. Bilbo, un bandido con el corazón en su sitio y, en particular, a Tommy Lee Jones. Jones, representa a Thaddeus Stevens, líder en el Congreso de los republicanos radicales. Con una peluca insólita que parece que ha de tratar de huir en cualquier momento, y un rostro en el que alternan arrugas salvajes con algunas tiernas, su actuación sirve de contrapunto a la majestuosa interpretación de Daniel Day-Lewis.
Se han escrito tal vez cientos de artículos sobre los métodos que usa Day-Lewis para preparar sus actuaciones. Lo que es importante para ustedes y para mí es lo que finalmente vemos en la pantalla. Day-Lewis es sencillamente espectacular. En su libro Tried by War, James M. McPherson describe a Lincoln tan vívidamente que a uno le parece verlo. Ver a Day-Lewis, no es solo ver a Lincoln físicamente sino presenciar la reencarnación del carácter, la personalidad y las idiosincracias del Gran Emancipador que uno ha leído en textos como los ya citados. Ahí está el hombre torturado por la muerte de uno de sus hijos y el dolor que eso le ha causado a su esposa, el hablador de parábolas y anécdotas dotado de sabiduría y humor, el creyente en que todos los hombres (entiéndase la raza humana) merecen ser libres y tratados de la misma forma, el amigo de sus amigos, el contrincante benévolo, el Jefe en letras mayúsculas, cuando el momento lo requiere. En una gran escena, Lincoln hace el reclamo que es un hombre poderoso y que ha de conseguir lo que quiere. Day-Lewis se pone de pie al decir estas líneas de diálogo y es evidente que, al mismo tiempo que las dice, quiere que sepamos que usa ese poder solamente cuando es por el bienestar de otros.La sorpresa de la película, sin embargo, es Sally Fields. Perfectamente nombrada al papel gracias a sus características físicas, su Mary Todd es el motor que muchas veces hace caminar y pensar a su marido, es su defensora y su crítica. Sin menospreciar la valía verdadera de un personaje más grande que la vida y hacedor de la historia, lucha con él por sus decisiones personales y políticas con el ahínco de alguien que comprende que la vida es terrenal aún cuando se vive con un mito. Sus escenas son de una fuerza tal que comenzamos a añorar que alguien cuente la historia de una mujer que estuvo en el centro de la historia de los Estados Unidos, cerca de lo que tal vez sea la lumbre más poderosa que han tenido los derechos humanos. Su actuación en esta muy buena película no ha de pasar desapercibida.