¿Literatura y redención?
En la cárcel no hay muchas oportunidades de redención, pero si optas por lograrla por tu propia cuenta, te ponen mil obstáculos. Aquí no te dan alas, y si naturalmente te crece un par, te cierran los cielos para impedirte volar.
-Antonino Geovanni, escritor confinado en PR
Redenção pela leitura o Redemption Through Reading es el nombre de un programa en las cárceles de Brasil donde le reducen la sentencia a los confinados por leer libros. El lector confinado le resta cuatro días a su sentencia por cada libro que lea. Las condiciones son que el texto sea de literatura, filosofía, ciencias o los clásicos y que al terminarlo, el lector redacte un ensayo, el cual será revisado por un panel entendido en el asunto para decidir si se le concede la bonificación o no. El confinado puede leer hasta doce libros para reducir su sentencia hasta un máximo de cuarenta y ocho días por año. Los responsables de implementar este programa en el sistema penitenciario brasileño parten de la creencia de que la literatura tiene un poder transformador, redentor; visión que se ha incorporado como parte de la política pública dirigida a lograr la rehabilitación social del confinado. Por lo tanto, esto se traduce en recursos asignados para convertir el espacio de la biblioteca de la institución en un centro de aprendizaje: se habilita con el equipo, los muebles e iluminación adecuadas, se ordena la compra de libros y la actualización de las colecciones, se contrata personal capacitado para manejar la biblioteca y el programa de lectura, pero sobre todo, la biblioteca se convierte en un lugar accesible para el confinado ya que se liberalizan las restricciones que suelen acompañar el acceso a la prestación de servicios en este lugar de la cárcel.
En fin, que de una manera creativa y atractiva para el participante confinado se estimula y se apuesta a la educación como uno de los ejes fundamentales en la misión rehabilitadora del sistema penitenciario. A su vez, con la bonificación se provee el que la lectura tenga consecuencias directas y palpables en el confinamiento del participante. Tal vez para muchos confinados la lectura sea un gusto adquirido y la reducción de sentencia o bonificación puede servir como un estímulo inicial para descubrir ese mundo. Con este programa, el confinado ‘compra tiempo’ en lugar de ‘matarlo’ y en el proceso, trabaja en su rehabilitación.1
El sistema de bonificación no es ajeno a nuestro ordenamiento. De hecho, nuestra legislación provee un sistema de rebaja de términos de sentencia por estudio y trabajo a toda persona sentenciada a cumplir término de reclusión en cualquier institución penal. Aunque el asunto tiene sus particularidades, en términos generales y para efectos de esta discusión, la manera en que funciona es que si un confinado estudia, trabaja o hace ambas actividades, se le bonificarán siete días al mes. Desde mi óptica, y en cuanto a lo académico se refiere, al confinado se le bonifica por asistir al área escolar. Lo que no equivale a decir que en nuestro sistema correccional la educación se establece como una prioridad en la rehabilitación social del confinado; aunque con la boca es un mamey. Esencialmente de lo que estamos hablando es de un trámite, no de Educación con mayúscula; si el confinado cumple con los requisitos, obtendrá un diploma de cuarto año y su bonificación. No obstante, pienso que la bonificación por estudios debería funcionar como un incentivo o aliciente, no como un objetivo o fin. Pero para eso hace falta mucho, pero mucho, corazón, además de chavos. El sistema tendría que reevaluar sus prioridades e inyectarle fe y recursos a la convicción de que el conocimiento transforma vidas y más que un gasto, es una inversión. Aquí las palabras de una persona privada de libertad que lleva muchos años en el sistema e ilustran el asunto:
El estudiar en la prisión no representa un incentivo para avanzar y crecer intelectualmente. Los estudios se ven afectados por la falta de personal oficial, pues si estos están siendo utilizados para algún registro o cualquier otra cosa en la institución, la escuela entonces queda rezagada. Otras veces no se cuenta con el personal para el área escolar por ser puestos de “difícil reclutamiento”. La educación en prisión es simplemente una de las únicas fuentes de bonificación, y se da el caso irónico de que algunos estudiantes prefieren fracasar, pues si obtuvieran el diploma de cuarto año sería muy difícil acomodarse en algún puesto de trabajo que te permita bonificar, pues no hay muchos, y ellos simplemente quieren salir de este agujero. En el área educativa solo se toma en cuenta la asistencia. Algunos maestros llegan aquí tal vez con los deseos genuinos de lograr grandes cambios, hasta que se topan con la triste realidad de que el sistema no les da las herramientas necesarias para lograrlos. El sistema educativo podría ser fundamental en la misión de erigir un puente que nos conecte con la rehabilitación verdadera, mas el sistema correccional no le otorga la seriedad ni la importancia necesaria.
Mi experiencia ofreciendo talleres de literatura y escritura en las instituciones penales avala el testimonio del confinado antes citado. Pero el lector no tiene que creernos, basta con echarle un vistazo al presupuesto del Departamento de Corrección en temas relacionados a la educación y los números hablarán por sí solos. Es obvio que en Puerto Rico la educación, particularmente la del confinado, no es una prioridad, ni se plantea seriamente como un elemento con potencial transformador. Si no están los recursos disponibles, es porque no es un interés a defender; así de sencillo. Esto a pesar de que numerosos estudios recientes destacan que la educación en el contexto carcelario, sobre todo a nivel superior, reduce los niveles de reincidencia y ayuda en el proceso de reinserción a la sociedad.2
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El término redimir, al que hace alusión el programa de lectura para los presos en Brasil, además de significar librar de una obligación o extinguirla, y para eso la bonificación, también significa poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia. Y la literatura bien puede servir de agente sanador en muchos casos de personas privadas de libertad. He sido testigo, gracias a la experiencia de enseñar en la cárcel, de conmovedoras historias de redención a través del contacto con los libros. Me gustaría compartir con los amigos lectores algunos de los resultados y reflexiones de esta experiencia educativa y de transformación. En asuntos relacionados a la salud mental de los participantes del taller Desde Adentro, la Dra. Amarilis Colón, psicóloga que colaboró con el taller en el Complejo Correccional de Guayama, observó entre los confinados beneficios tales como:
- La escritura y los ejercicios vinculados al currículo del Taller les permitió destapar asuntos que no reconocían como parte de sus recuerdos dolorosos.
- Han abierto la puerta del autoconocimiento.
- Han reconocido y manejado pérdidas en su camino.
- Han manejado y superado limitaciones como problemas de aprendizaje que el sistema educativo tradicional desatendió.
- Han desarrollado destrezas sociales, sensibilidad y empatía, así como la destreza de escuchar.
- Han vivido la experiencia de perdonar y sanar heridas emocionales.
- Han hablado de lo que no querían hablar.
- Han generado esperanza hacia el futuro.
También nos explica la Dra. Colón cómo los textos escritos por los participantes confinados se tornan documentos terapéuticos que incorporan nuevas perspectivas de la situación vivida, de manera que sus autores comprenden mejor su experiencia. Además, quienes utilizaron la escritura como una forma de manejar sus situaciones de vida tuvieron la oportunidad de depurar sus experiencias de la carga emocional y de externalizar el problema. Esto es sumamente liberador. Muchos de los escritores participantes sustituyeron la violencia material por la violencia simbolizada o verbalizada: agresiva pero menos letal, menos irreversible. Desde el punto de vista clínico, esta experiencia ha tenido un efecto en su proceso de sanación emocional, el mejoramiento de su autoestima y ha generado una suerte de apoderamiento personal brindándoles una nueva identidad: la de escritor o actor. También se vio un desarrollo de las destrezas de redacción y expresión oral. Estos aspectos les ayudarán en su eventual reintegración a la sociedad.
Junto al juicio profesional de la psicóloga, me parece pertinente escuchar en directo algunas de las voces de los participantes del taller ofrecido en una cárcel de máxima seguridad:
“Nunca imaginé que el mundo de la literatura fuera tan inmenso como el universo y que con la combinación del corazón y las palabras se pudiera llegar a horizontes desconocidos”. -Rafael
“La experiencia fue mucho más parecida a un autodescubrimiento que a un simple taller de literatura”. -Juan
“En un principio solo fue una oportunidad de salir a matar el ocio. Luego le agarré interés a lo que estábamos aprendiendo y a los lazos de amistad que fueron creciendo entre los compañeros… En este Taller he aprendido diferentes facetas de la escritura, aprendí que con estas herramientas me puedo liberar de mi entorno y canalizar todo tipo de sentimientos. Hasta aprendí a ser mejor persona. Para mí ha sido la experiencia más alentadora dentro de un lugar tan desalentador”. -Jimmy
“Llevo casi una década tras las rejas, tiempo en el que he tenido muchas malas experiencias, pero también algunas buenas. Haber participado de este Taller de literatura es el más grato ejercicio de aprendizaje. Aprendí muchísimo más de lo que aspiraba… crecí como ser humano, pero mejor aún, nací como actor. Yo no sé qué va a pasar mañana, solo sé que aquí se puede hacer algo más que comer y dormir. Experiencias como este Taller son las que nos recuerdan que aún vivimos y servimos para algo”. -Javier
Me parece que quedan claros varios puntos: la educación en prisión, para que sea transformadora, debe tener resonancia en la vida del estudiante confinado, debe ser pertinente en términos de esclarecer y validar sus experiencias. Además, ya lo dijeron Domitila Barrios y Rigoberta Menchú, hay que permitirles a los marginados hablar para que nazca la conciencia; conciencia y voz a través del lenguaje y la escritura. Lo reiteran los estudiosos de la materia, en la medida que desarrollamos destrezas de lenguaje, construimos destrezas de vida. ¿No tendrá esto algo que ver con la llamada rehabilitación? De ser así, ¿por qué no se valida e incorpora de manera uniforme por el sistema como un método efectivo para lograrla?
Las voces de los confinados lectores y escritores evidencian que la literatura ha funcionado como un caudal de palabras que les ha permitido encontrar una manera de repensar su vida, de clarificar pasados oscuros, de crearse una nueva identidad, de soñar un futuro de libertad. Les ha dado el instrumento para poder decirse buenos y poder pedir perdón. Para los creyentes, la Redención por antonomasia es la que Jesucristo hizo del género humano por medio de su pasión y muerte. Y en las prisiones, muchos encuentran el camino de su salvación gracias a la religión, no lo dudo. No obstante, la redención o la rehabilitación social de los confinados también debería poder expresarse en un lenguaje que no necesariamente responda a un credo religioso. En ese sentido, el discurso literario abre otra posibilidad. Esta idea, de la cual me hago eco, la explicó lúcidamente la profesora Rita Segato en un artículo imprescindible para los interesados en estos temas y a quien cito íntegramente porque su pensamiento no tiene desperdicio:
El derecho a la redención se vincula a los dos anteriores [el derecho al acceso a recursos expresivos y el derecho a la audibilidad], en el sentido de que le garantiza al preso la certeza de la posibilidad de acceso al bien mediante un vocabulario no religioso, es decir, no controlado por las religiones de superioridad moral, y lo habilita a pronunciarse frente a la sociedad “libre” como capaz de algún bien, a pesar de su pasado. El acceso a la redención solo tiene sentido si se aspira al perdón y se enuncia este deseo de forma convincente. Este último derecho es el que rompe con el circuito cerrado de la concepción econométrica de la pena, pues huye al control del equivalente universal abriendo una línea de fuga y transformación. Si la violencia es, en última instancia, resultado de una circularidad de la deuda social donde crimen y castigo se comportan como dones y contradones, alguien tiene que ser el primero en perdonar, rompiendo el circuito de la reproducción de la violencia.3
Entre tantas voces talentosas que he escuchado tras los barrotes, la de Antonino G. Sánchez Burgos sigue resonando en mi cabeza. El día que lo conocí en una jaula de máxima seguridad, sus versos me hicieron escupir de manera visceral la frase: ¡qué carajo tú haces aquí!… Ante la mirada atónita de los demás confinados y la seriedad de los guardias por mi atrevimiento, reinó el silencio. Después de algún tiempo, Antonino me hizo llegar estas palabras:
Según teorías científicas, el universo que hoy conocemos se formó de un gran cataclismo cósmico, un accidente bautizado con el nombre de Big Bang. Algo similar me sucedió cuando mi vida se hizo pedazos, sentí un gran estallido, vi mis estrellas convertirse en polvo, mis soles se hicieron cenizas. Fue entonces cuando hurgué bajo mis ruinas y accidentalmente me topé con las letras. Armas que me dieron un nuevo poder. No eran armas destructivas sino armas que comenzaron a forjar una nueva vida para mí. En medio de esta oscuridad descubrí que de las letras emana luz, que las letras destruyen muros y construyen nuevos universos. Las letras tienen el poder de salvar, de actuar como llaves y dar libertad. Tal vez las personas al ver mis letras puedan pensar, ‘oh qué bien, un preso que escribe’, pero no lo soy, soy un hombre libre que escribe desde prisión, desde este monasterio que me permitió descubrir quién soy. Descubrí que no todo está perdido cuando se tiene una voluntad indeclinable. No existen paredes que te detengan, ni barrotes que se mantengan cerrados. No existen metas que se resistan, solo se necesita voluntad, perseverancia y tiempo. No hay peor prisionero que aquel que siendo libre interrumpe el equilibrio de sus pensamientos con el estruendoso sonido de sus cadenas espirituales. Soy libre porque decidí serlo, soy libre porque las letras me mostraron el camino, en fin, soy libre porque libre nací.4
Literatura y redención. De lo cual doy fe, y para que conste, aquí va este escrito.5
- Para un estudio revelador sobre la situación de las bibliotecas en las cárceles de PR, véase Pérez Medina, Evelyn. (2004). “Las bibliotecas en las cárceles de Puerto Rico: ¿contribuyen a la rehabilitación del confinado?” Acceso: Revista Puertorriqueña de Bibliotecología y Documentación, año/vol. 6 Sociedad de Bibliotecarios de Puerto Rico, pp.65-78. [↩]
- http://www.rand.org/pubs/research_reports/RR266.html#key-findings; http://www.latimes.com/local/la-oe-davis-prison-education-20130916,0,3004424.story; http://www.huffingtonpost.com/aviva-tevah/reversing-the-schooltopri_b_3962334.html [↩]
- “El sistema penal como pedagogía de la irresponsabilidad» y el Proyecto “Habla Preso: el derecho humano a la palabra en la cárcel” de Rita Segato. Texto leído en el encuentro «Culture, Violence, Politics, and Representation in the Americas», 24-25 de marzo de 2012 en la University of Texas, Austin, School of Law, auspiciado por el Teresa Lozano Long Institute of Latin American Studies, la Organización Arte sin Fronteras y la UNESCO. [↩]
- Antonino Geovanni Sánchez Burgos, confinado en el Centro de Detención del Oeste en Mayagüez, PR., publicó su primer libro Genéstica en el 2012 con la Editorial Boreales. También participó en las siguientes Antologías: Fantasía Circense (2011); Desde Adentro, Editorial Isla Negra (2011); Antología de Poemas de Amor, Editorial Casa de los Poetas (2012); Piernas Cruzadas III (2012); entre otras. Actualmente trabaja en su próximo libro, Fauces. [↩]
- Para otra historia de redención gracias a la literatura, ver el cortometraje titulado Aníbal. Marel Malaret, Directora. [↩]