Los Testigos de Jehová y los profesores de blanco
A los de negro.
«Pongámosle estructura a esta orgía,
camaradas;
tengamos ley y orden,
seamos razonables y sigamos
los cánones de ley parlamentaria.
Es más, yo les presento
moción para votar por la inmediata
inhabilitación de lo real.»
—Noel Luna, Manifiesto de la coalición de palomitas por el progreso de la normalidad radical
Los Testigos de Jehová
Una vez, por ejemplo, llegaron los Testigos de Jehová con su revista, cuya portada era el pie forzado para comenzar la discusión. La portada leía: “¿Cree usted en el Diablo?” Y fue con esa pregunta que me interpelaron. Repóngase rápido, querido lector, de la estupefacción ante el conocimiento de que hay gente en el siglo XXI que, sin cinismo y honestamente, cree en el Diablo, así con mayúscula. Repóngase, porque este escrito no es sobre los Testigos de Jehová, sino sobre “los de blanco”.
Evidentemente, respondí que “no”, que no creía en el Diablo. A lo que ellos —siguiendo su guion y con un gesto de: “¡Já, lo cogimos!”— respondieron: “¿Y cómo se explica usted que las cosas estén tan malas?” Y aquí fue cuando se les desarmó el muñequito, puesto que su guion depende de la premisa de que a todo el que se le pregunte, venga de donde venga, crea en lo que crea, coincidirá en que “las cosas están malas”. Les contesté: “No creo que las cosas estén tan malas.” “Creo que no ha habido mejor momento en la historia para ser mujer, homosexual, transexual, negro en los Estados Unidos, etc.” Y así continué diciéndoles todos los avances democráticos que habíamos logrado como humanidad, aun a pesar de que la gran mayoría de la población mundial no disfruta de ellos y solo sirven como ideales en el horizonte político de todo ser humano sobre la faz de la Tierra.
Al no coincidir con sus premisas, y al ellos no tener una posición racional propia (solo tienen una opinión dogmática colectiva) y reflexionada sobre los temas que traje sobre la mesa, poco pudieron hacer, se les cae el argumento. Esto no evita, sin embargo, que sigamos conversando, pero recibir embate tras embate a sus posturas oscurantistas, contradictorias y en muchas ocasiones falsas, hace que se cansen rápido y que el “jefe” los llame para que se vayan, argumentando “que tienen que continuar, que no se pueden quedar, que tienen otros compromisos.” Esto ha sido así, siempre. Nunca he sido yo el que termina la conversación, sino ellos los que se cansan y se van. Y ahí está el problema del que quiero hablar. No soy yo, sino ellos, los que se quitan y se retiran.
Claro, usted podría decir: “¡Pero es que ellos no tenían nada que buscar, no te iban a convencer, pues ¿para qué van a perder el tiempo?!” ¡Ah, pero ahí está el quid de la cuestión! Como les digo siempre que se quieren ir: “Compañeros, no fui yo quien fue a su casa a pedir hablar con ustedes: fueron ustedes los que vinieron a la mía. Háganme el favor y extiéndanme la cortesía de escuchar mis argumentos, que yo muy pacientemente salí a atenderlos y he escuchado los suyos.”
Así mismo, esta semana, luego de mes y medio de huelga, ha llegado un grupo de profesores vestidos de blanco a los portones de la iupi diciendo: “Buenos días, ¿nos podría dar un minuto de su tiempo para dialogar?” Y, como los Testigos de Jehová, pasada una semana, han mostrado poco aguante para el debate, no parecen tener una posición política colectiva clara y parecen estar guiados a actuar por miedos y prejuicios colectivos.
La ornitología de los portones: ¿palomas, buitres, o avestruces?
“Pobre tonto, ingenuo charlatán
Que fui paloma por querer ser gavilán”
—José José, Gavilán o paloma
Como todos sabrán ya a estas alturas, en la mañana del pasado lunes, 15 de mayo, se convocaron frente a los portones del recinto riopedrense de la UPR, por primera vez desde que comenzó la huelga hace ya más de 50 días, un grupo de profesores que quieren la Universidad “abierta”. La convocatoria pedía que los que asistieran se vistieran de blanco para simbolizar —supongo— pureza, “paz” (en contraste —sospecho— con las capuchas negras del 1ro de mayo). No lo sé a ciencia cierta, pero al parecer, la lectura más común fue que el blanco simbolizaba la “paz”, y, ya que el símbolo internacional de la paz es una paloma, los epítetos ornitológicos no se hicieron esperar: “las palomitas (de la paz)” (Noel Luna); “los palomos” (Alvin Couto); “los de Piovannetti” (autor desconocido); entre otros.
Estas palomas de la paz llegaron el lunes y su discurso era que querían una universidad abierta, porque solo con la universidad abierta podían hacer su trabajo docente, podían usar sus salones, anfiteatros y salas de conferencia para buscar junto a “toda” la comunidad universitaria, soluciones para enfrentar los graves problemas que amenazan a la universidad, para desde adentro detener los recortes. Argumentan que el cerrar la universidad es exactamente lo que quiere el enemigo, que al cerrar los portones debilitamos la institución, porque no podemos hacer nada fuera de los portones, porque no podemos reunir los cuerpos y foros donde se toman decisiones. Que hemos perdido la elegibilidad para las becas estudiantiles, que perderemos la acreditación de la Middle States. En fin, el planteamiento inicial fue que estábamos todos de acuerdo con la defensa de la UPR ante las medidas de austeridad, los recortes propuestos; todos de acuerdo con que tenemos un enemigo común: la Junta de Control Fiscal y el Estado. Que la única diferencia era que difieren políticamente en las tácticas y estrategias y en particular, en el recurso de la huelga como mecanismo político de presión.
Dejemos a un lado el hecho de que la mayoría de estos argumentos han sido una y otra vez atendidos y desmontados por los estudiantes y por varios profesores frente a cámara, en la prensa y en las redes sociales; y que el issue de las tácticas y estrategias no es nuevo, sino que forma parte de las discusiones constantes de todos los involucrados en el conflicto desde su comienzo. El hecho es que ese era su discurso, pero, avanzada la semana, hemos visto que muy rápidamente se les van cayendo las plumas blancas y es otra ave la que asoma su cabeza: parecían buitres, aves carroñeras que, envalentonadas por la orden judicial del mandamus que requería, so pena de desacato, a las autoridades universitarias abrir el recinto, y oliéndose el fin de la huelga, circulaban los portones para estar primeros en fila y servirse las sobras de lo que quede de Universidad luego de los recortes. Querían estar allí en cámara diciendo: “¡Yo quería trabajar y no me dejaron!” “Yo soy de los buenos, de los sumisos.” “Sabemos que los recortes son inevitables; somos realistas, la iupi tiene que contribuir al pago de la deuda.” Cada cual defendiendo su rancho, su grant, sus nichos, sus observatorios: su privilegio.
Mi problema principal con los de blanco no consiste en que diferimos política, táctica y estratégicamente. Mi problema principal con ellos es que pretendan llegar a los portones a imponer paternalista y arrogantemente a los estudiantes las condiciones en que se ha de hablar, dialogar y negociar, luego de 48 días de proceso huelgario en los que brillaron por su ausencia. Como ejemplo de esta actitud prepotente, no olvidemos esa ya célebre —por megalómana— cita de Emilio Pantojas frente a los portones: “Entre los de blanco están las mentes más privilegiadas de la UPR.” Implicando que los estudiantes y demás profesores que —de acuerdo o no con la huelga— hemos estado allí trabajando desde el día uno, somos intelectuales de segunda, o las ligas menores de la universidad.
El colmo fue cuando los de blanco llegaron a los portones en la mañana del miércoles, 17 de mayo y le dieron un ultimátum (un pequeño mandamus en blanc) a los estudiantes de 15 minutos (ojo, recuerde el lector que ya habían transcurrido 50 días de huelga para entonces, y en la novena entrada es que llega esta gente). Aun así, los estudiantes portavoces, a quienes hubo que ir a buscar “with the clock ticking”, llegaron a los portones a dialogar. Pero allí no había nadie, pues los en blanc se habían retirado a los 10 minutos. Solo quedó allí Pantojas para decir que ya era tarde, que les dieron —magnánimamente— 15 minutos y no llegaron.
Como a los Testigos de Jehová, a los colegas de blanco tenemos que decirles: Fueron USTEDES los que llegaron tarde a los portones; son ustedes los que piden ser incluidos en los procesos de negociación; son ustedes los que hoy se quejan frente a cámara por no haber sido incluidos ni llamados a la conversación. Por lo tanto, son ustedes los que se tienen que vestir de paciencia, son ustedes los que se tienen que acomodar a los procesos que se han ido formando por más de mes y medio con mucho sudor, investigación, rigor, organización política y buena voluntad; son ustedes los que tienen que estar dispuestos a ceder para demostrar, para ganarse la confianza de aquellos de nosotros que llevamos —cada cual desde sus espacios diversos de agencia y posicionamiento político— trabajando sin parar, buscando soluciones a la hecatombe que se avecina para la UPR y el País.
Cuando piden “dialogar”, y la oración siguiente empieza, se desarrolla y termina con “yo, yo, yo…”, se les ve la costura. Entiéndanme bien; mi problema con los de blanco no es que no estén a favor de la huelga, no es su posicionamiento político. Mi problema central con ellos es su hipocresía. Ese “doublespeak” con el cual dicen “diálogo” cuando quieren decir “imposición”; cuando dicen “debatir” cuando buscan “callar”; cuando dicen “paz” cuando se les ve entre los dientes gritando: “POLICÍA…MACANA…SANGRE.”
Esa supuesta voluntad de diálogo es buchipluma na’má’; han demostrado una y otra vez que es de la boca pa’ fuera. Pues cuando los estudiantes nos invitaron en nuestra asamblea del 28 de marzo al famoso foro multisectorial, los de blanco se negaron porque no se les dejaría entrar sus vehículos al recinto. No podían caminar para dialogar, y sin embargo, no tuvieron ningún problema estacionándose fuera del recinto esta semana pasada para protestar por una universidad abierta.
Es esta hipocresía la que me lleva a descartar que se trate de palomas o de buitres; la metáfora aviaria que mejor describe su estrategia política es la del avestruz. Pues parecería que, ante la ominosa amenaza contra su Universidad, su modo de vida y su privilegio, su respuesta colectiva es la negación total de la causa. Estos deciden, en medio de esta amenaza tan real como descomunal, hacer de su objetivo principal, del blanco de su «en-vestida» política, el abrir los portones: hacer del issue “abierta” o “cerrada” el punto medular de su “argumentación” y convertir a los estudiantes huelguistas en el enemigo principal. Esta estrategia revela que no están movidos principalmente por la paz de la paloma, ni por el interés personal del buitre, sino por el miedo paralizante del avestruz. Quieren entrar a su lugar de trabajo para esconder allí su cabeza, para hundir su intelectualidad en trabajos cotidianos de investigación políticamente neutrales y objetivos, en sus conferencias asépticas sobre “movimientos sociales” (siempre y cuando los ejemplos sean históricos, y si internacionales mejor, porque el presente local les aterra), sobre “violencia”, sobre “x o y”. Y mientras tanto, la Junta, como al avestruz desprevenido con su cabeza enterrada en el suelo, les comerá el cuerpo entero.
Es esa decisión política de escoger luchar contra los estudiantes antes que contra la Junta y sus medidas de austeridad, para mí la evidencia de que la emoción que los mueve es el miedo, el miedo a perderlo todo, el miedo a perder su salario, su trabajo, su plan de vida, su retiro, etc. Ese miedo, tenemos que entenderlo, ese miedo es real y no debe ser menospreciado. Pero sépanlo bien: ¡TODOS tenemos miedo! Todos estamos aterrorizados del futuro que se dibuja para todas las personas que habitan esta isla. Y es precisamente por lo real de este miedo que los estudiantes decidieron “cerrar” los portones para “abrir” la fibra misma del tiempo y sacar de entre sus sueños otro futuro posible. Pero para ello hay que hacer frente y detener el presente que nos quieren imponer.
Agradezcamos todos que no son ellos los únicos pájaros que habitan en nuestros portones. Por suerte, del otro lado de los portones, la universidad está repleta de unos pájaros majestuosos, valientes y luchadores: nuestrxs gallos y jerezanas, que trabajan noche y día para salvar el hueco donde ellos quieren hundir sus cabezas: la Universidad de Puerto Rico.
Por qué no confío en los blancos
“Tienen doble vida, son sicarios del mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.”
—Joan Manuel Serrat, Algo personal
Dicho esto, podría usted pensar que lo que debemos sentir por los de blanco no es coraje. Ese sería el caso si se tratase simplemente de profesores de a pie, de esos de segunda, que visten de blanco y marchan juntos por ingenuos, por estar aterrados por perder sus empleos y que —carentes de toda imaginación política— asumen la inevitabilidad de los designios y castigos del amo. Pero no, querido lector; se trata —si les hemos de tomar la palabra— de las mentes más privilegiadas la UPR y, tratándose del primer centro docente del País, tendremos que suponer que de la isla. A gente así de excelsa y brillante no le podemos tirar la toalla. Tenemos que suponer que TODOS sus movimientos estaban fríamente calculados.
Ellos son profesores brillantes, y por lo tanto, tienen pleno conocimiento de la semiótica, lo que quiere decir que saben lo que significa públicamente cuando se juntan frente a cámara en bloque, uniformados y haciendo frente político común con profesores como Garriga Picó, que le ha tirado el carro encima a estudiantes en los portones en huelgas pasadas y como Madeline Román, quien pidió públicamente que se derogara la política de sana convivencia abriendo así el camino discursivo para que se justifique meter la policía en el Recinto. Ellos tenían que saber —recuerden que son mentes privilegiadas— que les aplicaremos el «dime con quién andas y te diré quién eres». Una de dos: o no les importa que se les asocie a estas personas y sus posturas —en cuyo caso el silencio otorga; o no se les ocurrieron esas lecturas de complicidad —en cuyo caso son políticamente ingenuos y no los podemos tomar en serio. (Pero repito, se trata de la crème de la crème del profesorado, así que podemos descartar esta segunda opción). La única otra opción que se me ocurre es que sean tan pocos y tengan tan poca fuerza y agencia política que no les quedó otra que asumir el: «the enemy of my enemy is my friend!» Lo cual es irresponsable, políticamente hablando.
Lo que me hace pensar que hay gente “mala” entre ellos —y que me perdonen los que tengan mejores o buenas intenciones de entre los en blanc— es que ya en varias ocasiones les he visto con palabra u omisión, menospreciar, cuando no directamente caricaturizar, la lucha estudiantil y a sus activistas. No le perdono a Jorge Giovannetti, por ejemplo, que no haya intervenido, criticado o problematizado, cuando en el programa de Rubén Sánchez, el anfitrión ridiculizó a la huelga y a los huelguistas diciendo que eran unos pelús, revolucionarios de pacotilla que se emocionaron mucho leyendo El manifiesto comunista. Sin hablar de que El manifiesto comunista es una de las lecturas obligadas de la sociología y Marx uno de los “padres” de la disciplina; que un profesor de sociología escuche eso y DECIDA quedarse callado para no antagonizar a quien le está dando pauta…¡en un contexto en que tenemos estudiantes acusados con cargos graves en corte, arrestados del 1ro de mayo, demandas frívolas cuyo objetivo es suprimir la libertad de expresión e inhibir la participación ciudadana, habiéndose aprobado enmiendas al código PENAL que criminalizan de facto la protesta y un mandamus de la corte que amenaza con la intervención policial (estatal o privada) al recinto! ¡Ese silencio es sencillamente imperdonable!
Ese discurso reproduce la falacia de que la apariencia física de un individuo tiene algo que ver con la credibilidad o legitimidad de sus reclamos. Reproduce un aire macartista a priori contra el comunismo. Parte de la premisa de que esas posturas —las de defender al país de los recortes, exigir la auditoría de la deuda y proteger la educación pública— son posturas exclusivamente comunistas, y por tanto, solo a los comunistas les deben importar. Implica, por último, que de hecho TODOS los huelguistas son comunistas, revolucionarios, y para colmo, afirma que lo son mediocremente (v.g. “de pacotillas”).
Ante ese discurso, como mínimo, le exijo a la comunidad universitaria y a TODO el que haya estudiado en la UPR, pero SOBRE TODO a los profesores, que en una instancia como esa usted detenga a su interlocutor y le diga: “Espérese un momentito, que esos de quienes usted está hablando son estudiantes de mi Universidad, del mejor centro docente del País. Yo podré no estar de acuerdo con las estrategias por las que han optado, pero respeto y admiro que sean consecuentes con sus creencias y posicionamientos políticos. Usted podrá diferir de ellos, pero no puede negar que están haciendo lo que creen correcto en defensa de la educación pública, la salud, y el bienestar general de nuestro País. Por favor no vuelva a repetir esas sandeces frente mi!” Y si y mientras el interlocutor insista, debe uno posicionarse con y nunca contra los estudiantes.
Yo no sé ellos, tan obsesionados con reducir la Universidad a un lugar físico de trabajo que puede cerrarse —la Universidad no puede ser cerrada porque es una idea, y es por salvar esa idea que los estudiantes cierran los portones—, pero nuestra vocación de profesores no se limita al salón de clase, a las horas contacto y a las horas de oficina. Somos profesores de nuestros estudiantes las 24 horas del día y los 365 días del año. Somos sus profesores tanto para cuestiones académicas, como para asuntos personales y NUNCA dejan de ser nuestra responsabilidad. A todos nos ha pasado que algún estudiante se nos acerque con problemas personales pidiendo ayuda; y ante esa petición la respuesta nunca puede ser: “hablamos el lunes en mis horas de oficina.” ¿Por qué ha de ser distinto con la huelga? ¿Por qué no se sienten responsables de la salud y el bienestar físico de nuestros estudiantes? ¿Cómo pueden querer y pedir que entre la policía?
Dos de las estudiantes acusadas han sido mis estudiantes (una de ellas lo es actualmente) y no me perdonaría si por palabra u omisión yo contribuyese a reproducir el discurso que las pretende criminalizar, acallar y encerrar por defender el corazón mismo de este País que es la Universidad de Puerto Rico. “Los de blanco”, al asumir las posturas que asumen, terminan, a través de sus intervenciones en la prensa y la opinión pública, autorizando (en todo el sentido académico del término) al Estado para que irrumpa violentamente en nuestro Recinto y censure la única voz que colectiva y contundentemente le está haciendo frente a los atropellos propuestos. Un académico, un intelectual, un universitario, jamás se debe prestar para eso.
Si es cierto que ellos están de acuerdo con el resto de la comunidad universitaria en estar en contra de las medidas de austeridad, en contra de los recortes a la UPR, a favor de la auditoría de la deuda, del diálogo, la democracia y la paz y en contra de la intervención de la policía en el Recinto, entonces como requisito mínimo para tomarlos en serio como interlocutores y actores políticos en medio de este conflicto, debemos requerir de ellos que le dediquen a criticar los recortes, al Estado y a la JCF al menos la misma energía que le dedican a hablar contra la huelga, contra el movimiento estudiantil, contra el resto de la comunidad universitaria, que estamos trabajando incansablemente para proponer soluciones y crear resistencia a la debacle de nuestra Universidad y nuestro País.
Por ejemplo, ¿por qué no se visten de blanco y marchan frente al Capitolio y le exigen la auditoría de la deuda? ¿Por qué no le dan a la JCF un ultimátum de 15 minutos para que dialogue con ellos? ¿Por qué no se indignan también porque no los hayan invitado a discutir y negociar el plan fiscal?
A mis colegas de blanco
«Agárrense de las manos
Unos a otros conmigo
Agárrense de las manos
Si ya encontraron su amigo
Juntos podemos llegar
Donde jamás hemos ido
Juntos podemos llegar
Unan sus manos conmigo»
—José Luis Rodríguez “El Puma”, Agárrense de las manos
Hasta que no hagan este gesto mínimo, mis queridos colegas —y hay mucha gente de blanco a la que genuinamente quiero, admiro y respeto— no nos podemos sentar a dialogar. Admito y es evidente que en este texto no le he dedicado el tiempo a considerar sus argumentos en contra de la huelga y del cierre de los portones; pero es que hay cosas, usualmente de índole ético y político, que son condición de posibilidad para el diálogo y el intercambio racional. Soy perfectamente consciente de que este texto no constituye una refutación de sus argumentos, sino un posicionamiento ético político ante y contra su puesta en escena. Mientras, con sus gestos y palabras, se presten para reforzar el discurso economicista y neoliberal de la Junta, que quiere reducirlo todo a dólares y centavos ignorando el bienestar común; mientras apoyen directa o indirectamente al Estado en sus intentos de criminalizar la protesta y pretender acallar las voces tan necesarias de oposición; mientras usen su capacidad intelectual para amasar la opinión pública primordialmente contra los estudiantes y la huelga y no contra las medidas de austeridad y los recortes, no nos podemos sentar a dialogar con ustedes.
¿Que se puede estar en contra de la huelga y a favor de la UPR? ¡Pues claro que sí! En PAReS (Profesorxs Autoconvocadoxs en Resistencia Solidaria) hay muchos y muchas colegas que, a pesar de su rechazo a la huelga como estrategia, no han parado de trabajar ni un día por la Universidad en este proceso. Gente valiosísima, que jamás imaginé que participaría tan militantemente en procesos como estos y allí han estado día tras día, reunión tras reunión, marcha tras marcha, propuesta tras propuesta.
No solo sí se puede luchar por la Universidad sin estar de acuerdo con la huelga, sino que creo que es su deber hacerlo. Tenemos que admitir colectivamente que estas no son las circunstancias de siempre, que no se trata de los viejos debates “posmodernos vs APPU”, “¿huelga de estudiantes? ¿pero si no son empleados de la Universidad, la Universidad no es un fábrica?”, “los estudiantes nos están imponiendo la huelga; no nos consultaron; no son democráticos” y la larga lista de etcéteras que ustedes han presentado en las pasadas semanas. Esta circunstancia es única. Por primera vez en la historia de la UPR desde su fundación existe la posibilidad real de que la misma deje de existir. Ustedes saben que no han sido los estudiantes los que crearon estas circunstancias y, por lo tanto, no pueden seguir actuando y argumentando invirtiendo las causas y los efectos como lo han hecho. Esta lucha va a ser larga, larguísima, y los vamos a necesitar a todos. Tenemos que formar un frente común. Los invito a que, a pesar de las diferencias, nos unamos para luchar contra nuestro verdadero enemigo, que ese sí que ni se viste de blanco, ni cree en la paz.
Los invito a que reagrupen sus fuerzas y reconsideren sus estrategias, pues incluso los Testigos de Jehová, con quienes tengo diferencias irreconciliables, luego de nuestros encuentros antagónicos en los portones de mi casa, siempre regresan en la semana y me dejan cartas en la reja para retomar el diálogo. Si mi conversación con ellos lleva ya casi una década y no son de mi barrio, cuánto más no podemos lograr dialogando entre nosotros que vivimos en la misma casa.