¿Madam Speaker?
Energizada tras su reelección el pasado 5 de noviembre en la ciudad de Nueva York, la concejal por el distrito 8, Melissa Mark-Viverito, no está en las de celebrar. Su meta, por el momento, es el mallete del speakership, la presidencia del consejo de la ciudad de Nueva York; lo que la haría, llegado el 2014, la segunda persona más poderosa en el gobierno de la ciudad; lo que la haría, llegado el 2021, seria candidata para la alcaldía, puesto que dice –entre carcajadas de incredulidad ante la pregunta– no le interesa.
Su compinche-luego-archienemiga, la que casi fue alcaldesa, Christine Quinn, abandonará la presidencia del consejo en absoluta humillación: se suponía que barriera el piso con todos sus oponentes mientras trotaba tranquilein hasta la alcaldía; pero eso no sucedió. Y Mark-Viverito tuvo algo que ver con lo ocurrido.
En una movida tan temeraria como visionaria, Mark-Viverito apostó contra Quinn-la-favorita, y apoyó a quien ahora es el alcalde electo, el entonces casi totalmente desconocido, Bill DeBlasio. Fue una de las primeras personas de peso en apoyar a DeBlasio. Hasta principios de Otoño la apuesta electoral de Melissa parecía un monumental desatino, pues todo marchaba de maravillas para Quinn. Pero resulta que, en una sacada del buche para las epopeyas, DeBlasio desbancó a Quinn en la primaria Demócrata en la mismísima primera vuelta. O sea, que Melissa Mark-Viverito está casi en las papas: posible presidenta del consejo y acreedora del próximo alcalde. Lo que le queda es el detallito de convencer y persuadir, torcer brazos y negociar, para que sus pares en el consejo la elijan de presidenta.
«Casualmente» el distrito 8 (una mitad queda en el Sur del Bronx y la otra en El Barrio, en East Harlem) fue radicalmente redibujado unos pocos meses antes de las elecciones bajo la presión de Christine Quinn, quien, se dijo, quería evitar que Mark-Viverito ocupara la silla que dejaría vacante una vez ella (Quinn) fuera alcaldesa. Pero Quinn perdió (aunque va de camino a pudrirse en dinero en la industria privada), mientras que con todo y redistricting Melissa barrió en El Barrio y el Sur del Bronx. La verdad es que no tuvo oposición de cuidado, y la que hubo se distinguió por su patética ineptitud.
Lo debí haber dicho de entrada, pero -para el récord- yo conozco a Mark-Viverito por su generosa cooperación de años con «El Punto en la Montaña», un programa que a pesar de tener fondos muy limitados, hoy lleva más de 5 años dedicándose a reducir la incidencia del VIH y de la Hepatitis C entre usuari@s de drogas intravenosas en la isla, y gracias a mi activismo ambiental en el Sur del Bronx. Nuestra relación raya en lo amistoso, pero –que se sepa–, a veces hemos estado al punto de garata, sobre todo por diferendos tácticos sobre nuestras posiciones y timing sobre la praxis política.
Melissa tiene un temperamento vivaz y enérgico; a veces puede ser impaciente, especialmente para la hipocresía, la imbecibilidad y la lentitud (sus ojos como que se desentienden y desenfocan cuando se enfrenta a estas situaciones); su amigo, Gustavo Rivera, Senador del estado de Nueva York, imagina que estas características (lo directa que es, lo impaciente que puede parecer) han creado resentimiento y temor entre algunos de sus compañeros y compañeras en el consejo, los mismos que tienen que votar por ella para la presidencia. Otro grupo a convencer son las rancias maquinarias demócratas en los cinco condados de la ciudad, para quienes Mark-Viverito no es solo demasiado vocal, sino independiente e impredecible. Es entendible: políticos de carrera acostumbrados a las negociaciones interminables tras puertas cerradas, duchos en el lleva y trae diplomático que esconde agendas mezquinas y personales, temen la personalidad «al punto» y de cierta manera ideológica de Mark-Viverito.
También está esa situación de que casi ningún miembro del establishment nuyorrican apoyó a DeBlasio; o sea, que DeBlasio no les debe nada, mientras le debe casi la vida a Mark-Viverito. No es evidente que le quieran dar más poder a quien ya poder tiene. La decisión se supone se tome antes de las Navidades.
El senador Rivera ve las cosas desde un ángulo más sencillo y apolítico; entiende a Mark-Viverito como un ser «pasional» y «sin pelos en la lengua». Y eso, dice Rivera, no debe ser entendido como una incapacidad de Mark-Viverito para negociar o ser inclusiva. Aunque ciertamente puede ser incómodo.
Precisamente, eso de la inclusividad está al centro de las esperanzas de todos aquellos y aquellas que creen en y apoyan a Melissa en su campaña por la presidencia del consejo. A todas luces el récord de Melissa es destacado por sus luchas de inclusión y protección de minorías desaventajadas en el fuero político neoyorquino y de los Estados Unidos. Melissa, por ejemplo, tiene licencia en la ciudad para oficiar bodas de matrimonios civiles, pero ha insistido en casar exclusivamente parejas gays (su última boda fue la del boxeador Orlando «el Fenómeno» Cruz). Mark-Viverito también se ha destacado por sus luchas por los derechos de los inmigrantes sin documentos; ayudó junto al Senador Rivera a los trabajadores indocumentados de un car-wash en el Sur del Bronx a organizarse para mejorar sus condiciones de trabajo.
Angelo Falcón, profesor de Columbia University, veterano de luchas políticas en la ciudad y fundador del National Institute for Latino Policy, ve en Melissa «una persona que conoce su comunidad», pero que «no está enfocada en los latinos solamente» y entiende que «en una ciudad donde ningún grupo forma una mayoría absoluta es importante hacer conecciones y alianzas con otros grupos», como los Afro-Americanos, los asiáticos y los blancos. Melissa tiene precisamente esa «visión de movimiento», según Falcón. Además, Mark-Viverito representa, según él, «una oportunidad para darle unidad y coherencia» a los grupos latinos y progresistas que «aunque tienen los números, no han convertido esos números en poder y cambio». Y, por otro lado, dijo Falcón que tiene la ventaja de que «su política es similar a la de DeBlasio», el alcalde electo.
Con una mujer boricua «sin pelos en la lengua» hacia la presidencia del consejo, los ataques no se han hecho esperar en la prensa amarillosa de los principales periódicos de la ciudad. Imagínese usted; están histéricos. Tanto el New York Post como el New York Daily News han tenido un field day en sus irracionales ataques contra Mark-Viverito. Esto, de paso, es el mejor barómetro de quién tiene las de ganar en la contienda por la presidencia del consejo. Mucho han dicho estos medios de por qué Mark-Viverito no debería ser presidenta: su «amistad» con Evo Morales y Hugo Chávez (y por asociación, con los misóginos Ayatolas de Irán y Bashar al-Assad, el carnicero de Damasco), que no se pone de pie durante y que se niega a recitar el Pledge of Allegiance, sus batallas por Vieques, su apoyo incondicional a la liberación de los presos políticos puertorriqueños –que acá son «terroristas»–, etc. Pero nada se ha hablado sobre los contrincantes de Mark-Viverito para el puesto. También se ha visto el sin-sentido de leer en el New York Post, propiedad del multi-billonario Rupert Murdoch, críticas sobre cómo el Mark-Viverito haber crecido en una familia adinerada la descalifica para el puesto y pone en cuestión la sinceridad de sus posturas progresistas a favor de los trabajadores y minorías en la ciudad.
Angelo Falcón entiende que Mark-Viverito tiene mucho que explicar; sobre todo por sus posturas más controvertibles, como la excarcelación de los presos políticos; no porque Mark-Viverito haya errado moral, ideológica o políticamente, sino porque «los americanos no entienden la historia en general, no tienen memoria, no entienden por qué uno apoyaría a ese tipo de persona».
Hija de una madre feminista (asociada a la revista El Tacón de la Chancleta) y de un veterano de la ocupación americana de Japón tras la Segunda Guerra Mundial, que luego se hizo oftalmólogo en España, miembro fundador del Hospital San Pablo en Puerto Rico y que –nos recuerda la prensa en Nueva York– tenía su propio avión privado, Melissa Mark-Viverito nació y se crió en Guaynabo, Puerto Rico. Su madre nació en el mismo año, 1947, en que su papá entró al ejército a los 18 años. Su padre, nos cuenta Melissa, atendía pacientes necesitados sin cobrarles porque «era socialista de pensamiento». Gracias a la relación tan estrecha de sus padres con la ciudad de Nueva York (aunque puertorriqueños, ambos nacieron y se criaron en la ciudad), y a pesar de ella haberse criado en la isla, en Puerto Rico le decían ‘la gringuita’. Nada, parte de las vicisitudes normales de los que tienen el alma dividida entre la isla y la ciudad de Nueva York. Que somos de los dos sitios y nos acusan de ser de ninguno.
Cursó estudios de bachillerato en Columbia University y de maestría en Baruch College, en el sistema público del City University of New York. Fue en esos años en Columbia que le nació la inquietud por la vida política en la ciudad y la curiosidad por el servicio público. Trabajó bajo Denis Rivera en la poderosa unión 1199, fue periodista radial, y formó parte del Community Board en El Barrio, donde aún reside. En el 2003 perdió en su primer intento por ser electa al consejo de la ciudad. La historia casi no fue diferente cuando compitió por un puesto nuevamente en el 2005. Esa elección la ganó por 16 votos.
Desde ese momento Mark-Viverito ha vivido de manera muy pública toda la trama existencial y política de aquellas y aquellos que viven en la diáspora. Dice tener clara la importancia de «no perder los valores que me hacen quien soy», pero ha sido acusada de ser una «blanquita», «riquita» y outsider. Estos ataques la han perseguido desde el principio de su carrera y nacen en su mayoría en el meollo de un viejo grupo de viejos mandamases y caciques puertorriqueños (en Puerto Rico les llamarían colmillús) aglutinados sobre todo en El Barrio y el Sur del Bronx. Sus movidas en El Barrio por negociar soluciones balanceadas al desarrollo y sus malestares le han ganado el mote de «vendida»; sus deseos de energizar instituciones culturales rancias y paralizadas le han valido la crítica de que prefiere trabajar con grupos «de afuera» de la comunidad a trabajar con los nativos. La realidad es mucho más compleja; siempre lo es.
Estos ataques, admite Mark-Viverito, «son un reto constante». Pero está dispuesta a enfrentarlos porque la vida política efectiva requiere «la negociación, la colaboración y la toma de decisiones con las cuales a veces no se está absolutamente cómoda». Sin embargo, de la misma manera, reconoce que estas críticas la han ayudado a «mantenerse centrada, a buscar y aceptar consejos y a mantenerse en la línea». Ve estas críticas «como oportunidades de crecimiento». Pero al final, dice sentirse tranquila porque siente que ha hecho «el trabajo de base y cuando eso se hace la gente misma te protege, sobre todo porque tienen la experiencia de bregar contigo».
La pregunta necesaria es: ¿por qué y para qué quiere ser Melissa Mark-Viverito presidenta del consejo de la ciudad de Nueva York? La respuesta general la tiene a flor de piel: porque «el sistema capitalista es un sistema en esteroides con muy pocos mecanismos de responsabilidad y transparencia». No tendrán razón, le pregunto, las críticas del sistema que señalan que estas características no son accidentales, sino endémicas al mismo… «No», me dice. «Se puede lograr un sistema más responsable, humano y de igualdad de oportunidades dentro del mismo sistema». Ella, además, entiende a la ciudad de Nueva York como un potencial ejemplo para el resto de los Estados Unidos.
Así como la lucha contra la práctica policiaca inconstitucional, por discriminatoria y racistoide, del stop and frisk, ha llamado la atención sobre este tipo de prácticas discriminatorias en todos los Estados Unidos, las luchas en la ciudad por hacer del sistema económico uno más justo pueden tener repercusiones más allá de las fronteras de la misma. La idea es «un modelo económico que beneficie a la gente pobre y trabajadora».
Este proyecto económico se concretiza en la lucha por crear viviendas accesibles para las clases trabajadoras y la clase media en una de las ciudades más caras del mundo, la creación de empleos, el aumento en las ayudas sociales y económicas, y los fondos a uso discrecional. Dada su base de apoyo en el sector laboral, sin duda alguna Mark-Viverito jugaría un rol importante en ayudar a DeBlasio a negociar nuevos contratos con los fuertes sindicatos de la ciudad. También podría jugar un rol central en las reformas a la escuelas públicas de la ciudad.
En el aspecto cultural Mark-Viverito va a sus raíces, sobretodo en su búsqueda por re-energizar ese «puente cultural» histórico que por décadas ha atado a la ciudad de Nueva York con Puerto Rico. Mark-Viverito entiende la cultura como un potencial «motor económico». Este pasado mes de septiembre apoyó el evento Los Muros Hablan NYC, donde un grupo de muralistas de la isla e internacionales viajaron a la ciudad para dejar su arte en gigantescas paredes por El Barrio y el Sur del Bronx. De paso, fue acusada por una de sus contrincantes en la primaria demócrata por supuestamente haber comisionado uno de los murales como un trabajo de «vodú» en su contra. Santeria o vodú, desde su inmensa ignorancia, era lo mismo para la doña que la acusó de bruja, one of those weird things black and brown people do.
El otro gran asunto que supondría una presidencia de Mark-Viverito sería una reforma profunda de la distribución de poder entre la rama ejecutiva (alcaldía) y legislativa (el consejo), las maneras de cómo el consejo toma decisiones, y abrir este proceso a más participación pública, tanto de los residentes ciudadanos, como de los residentes sin documentos. Ese motif de la igualdad enlaza, dice ella, sus luchas pro-derechos de los inmigrantes con sus luchas contra la discriminación por razones de con quién uno decide acostarse.
Son muchos planes, y poco tiempo. Mark-Viverito tiene solo cuatro años para adelantar su agenda, pues no puede correr para la reelección en el próximo cuatrienio. Quiere y tiene que entrar caliente al ring (hit the ground running, como dicen en el difícil), por eso en estos momentos no celebra su contundente victoria en las elecciones recientes: prepara su equipo de trabajo, vende y negocia su agenda política, y compite y cabildea por la presidencia del consejo, todo a la misma vez.
¿Y después de estos cuatros años, qué? Falcón, el director del National Institute for Latino Policy, ve dos opciones: los puestos a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos ocupados actualmente por Charles Rangel y José Serrano. Melissa descarta ambas, sobre todo porque entiende, como entendemos todos los que observamos la cancha, que ambos congresistas no están en ánimos de retiro. Gustavo Rivera, el Senador del Estado de Nueva York, dice que «no tiene idea» de los planes de Melissa, pero se ríe perversamente y no suelta prenda.
Me aventuro a preguntarle directamente a Melissa sobre sus ambiciones desde otro ángulo, que para mi sorpresa, trae un peje gordo noticioso: ¿Y Puerto Rico? -«Con la experiencia y capacidad que tengo y la que ganaría como presidenta del consejo, si yo puedo regresar y ayudar, me gustaría después de los cuatro años». Al parecer ha contemplado regresar. Como muchos de los que estamos por acá en NY; pero ella lo ha pensado en serio y se nota en su rostro.
Entre las contribuciones que dice podría hacer a la vida política de la isla, donde Mark-Viverito cuenta con una red de apoyo político y financiero, está la búsqueda de apoyo federal en la crisis financiera que atraviesa el país; ya sea por medio de la asignación de fondos federales (sobre lo que ya tiene experiencia y ganaría más de ser electa presidenta del consejo), ya sea por medio de negociar unas pausas y respiros, negociaciones financieras, a las que los estados de a verduras (the fifty stars) tienen acceso, y a la que los estados de embuste (el ELA) no. Podría incluso adentrarse en ese issue desde la misma presidencia de la consejo de la ciudad.
La apertura existe, por estrecho que sea el camino. En los últimos años Melissa ha forjado una relación cercana con la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz; amistad que comenzó tras el interés de esta última en la iniciativa de Mark-Viverito sobre los llamados presupuestos participativos, una iniciativa donde la comunidad vota, escoge y le asigna prioridades a diferentes proyectos nacidos en la misma comunidad para adjudicarles fondos para su implementación local. Melissa hizo campaña por Yulín contra Santini; Yulín hizo campaña por Melissa en estas últimas elecciones. Melissa y Yulín quieren hacer de San Juan y Nueva York ciudades hermanas como parte de ese proyecto de puente cultural.
Le pregunto a Melissa si dada su amistad con Yulín, y dada su participación en las luchas de Vieques, la equidad en Puerto Rico y la excarcelación de los presos políticos, si sería justo identificarla con el ala progresista y soberanista del Partido Popular Democrático. «Sí», me contesta cautelosa y firme, como alejándose de los largos puñales que destejen y desangran a la pava. Definitivamente se siente extranjera respecto al estadismo republicano, contratista-desarrollista guaynabicho y conservador de Fortuño. Aquí en Nueva York, como allá en la isla, su preocupación es principalmente la política progresista.
Eso, entendamos, puede significar cosas bien distintas aquí y allá. Lo importante es no perder de vista a Mark-Viverito en el radar. Porque valdría la pena observar una progresista en semejante posición de poder, y porque podría suceder que en tan solo cuatro años, de Madam Speaker, la veamos en pasquines y posters, o en medio de una alborotosa caravana tumbacocos, en una calle o barriada cerca de usted.
*Libertad Guerra colaboró en la entrevista realizada a Melissa Mark-Viverito para esta columna.