Once Upon a Time in Hollywood
No concluyan que vamos a emprender un viaje nostálgico por la antigua programación de televisión, porque Tarantino nos tiene muchas sorpresas. Luego de colocarnos en una pantalla de TV de tubo, vamos a llegar al cuento que comienza: “Había una vez y dos son tres”(el equivalente del título), de la mano de uno de esos vaqueros, el actor Rick Dalton (Leonardo DiCaprio). Este percibe que su carrera como actor está por terminar ahora que su programa, Bounty Law, llegó a su fin. Está hablando de un futuro que no parece tener, pero en privado se queja de su infortunio a su doble y stuntman, Cliff Booth (Brad Pitt), quien es su mejor amigo. Además de sus otros deberes, Cliff es el chofer de Dalton y, cuando no lo está transportando de un sitio a otro, se pasea por Sunset Boulevard en un espectacular Cadillac de la época. Se encuentra varias veces con una muchachita que se llama a sí misma “Pussycat” (Margaret Qualey) y eventualmente la adolescente lo ha de conducir a una escena con un grupo de hippies que, en pleno día, Tarantino ha de ir afinando como una cuerda más tensa que la de un equilibrista, tensada por Hitchcock.
Al lado de la casa de Dalton en las colinas de Hollywood se ha mudado Sharon Tate (Margot Robbie) quien convive con su antiguo novio Jay Sebring (Emile Hirsch) y Roman Polanski (Rafał Zawierucha), el padre del hijo que lleva ahora en su abdomen. Es febrero de 1969 y sabemos, los que recordamos lo que sucedió en ese año, que es inevitable que Charles Manson (Damon Herriman) aparezca. Y así es. Pero es la magia del cine y de su imaginación lo que Tarantino nos tiene deparado.
Aunque se ha dicho que Dalton está basado en muchos actores que perdieron su carrera cuando en los sesenta sus estilos y las películas que hacían pasaron de moda, es imposible no asociarlo con Clint Eastwood. Dalton consigue ir a Italia a participar en espagueti westerns y trabajar con el muy real Sergio Corbucci, aunque no cabe duda de que es también una referencia a Sergio Leone. Sin embargo, es Corbucci quién más ha influenciado a Tarantino. A Django (1956) y a Il Grande Silenzio (The Great Silence,1968) de Corbucci, Tarantino homenajeó con Django Unchained (2012) y The Hateful Eight (2015).
Cliff es responsable por otros asuntos cómicos que incluyen un mano a mano con Bruce Lee (Mike Moh) con resultados inesperados; y uno con Bruce Dern, que interpreta a George Spahn, un hombre que alquilaba su rancho para hacer westerns, que es casi una fantasmagoría.
Hacen cameos Al Pacino (Marvin Schwarz, el agente de Dalton), Brenda Vaccaro, como la mujer de Schwarz, Damian Lewis como Steve McQueen, Kurt Russell como Randy, coordinador de los stuntman y el narrador de la película, y otros. Pero a quien recordarán de ahora en adelante es a la niña actriz Julia Butters, que interpreta a Trudi Fraser, una chica precoz como ella. Bella, segura de sí misma, capaz de cambiar de la ironía al cariño con la facilidad que uno asociaría con actrices más maduras, sus escenas con DiCaprio valen un tesoro. Al mismo tiempo, dan fe de la habilidad del actor quien, violando las leyes de W.C. Fields de nunca estar en escena con un niño o un perro, sale bastante airoso de los encuentros.
Si DiCaprio tiene logros en la cinta, así también los tiene Pitt, que logra balancear las inseguridades del personaje principal con su aplomo y valor. Él también ignora las leyes de Fields y comparte muchas de sus escenas con la perra pit bull Brandy, que es su mascota. La dama no perdona, y parece decir, “al infierno con Pitt, que me haga segundo”, y así es. El chiste de que la mascota sea “pit” es bastante obvio.
Juntos, Brandy, Cliff y Dalton cambian la historia y acercan el filme a su Inglorious Basterds (2009) en su visión mítica que es mejor de lo que es la realidad. Hay que recordar que en esa película, el primer capítulo se llama Once Upon a Time in France (“Había una vez y dos son tres”) y en él Tarantino le hizo al Tercer Reich lo que se merecía. En este Tarantino le hace a la ganga de Manson, lo que se le debió haber hecho. Es una comedia negra de altos valores, imposible de ignorar y hay que reconocer que su creador es un gran maestro del género y del cinema.