¿Paso histórico o fracaso épico? (parte 2)
Una lectura crítica del acuerdo de cambio climático de París
Soluciones falsas
El Acuerdo de París no solo carece de compromisos reales sino que establece el “mercado de carbono” como la herramienta principal para reducir emisiones. Por un lado, el Acuerdo propone crear un “mercado de emisiones” a nivel internacional, expandiendo el sistema ya establecido en el Protocolo de Kioto. En este esquema,se establece un mercado en donde se le otorgan, de forma gratuita, una cantidad de permisos (créditos) de contaminación a las empresas (en el caso de mercados a nivel nacional o sub-nacional) o a países (en el caso de un mercado internacional). Estos créditos pueden ser subastados o –como en la mayoría de los sistemas que operan en la actualidad– otorgados de forma gratuita. La cantidad de créditos otorgados es proporcional al nivel de emisiones actual de cada entidad, o en otras palabras, más créditos al que más contamina. Las empresas (o países o grupos de países) pueden entonces comprar y vender créditos de carbono para cumplir con sus compromisos de reducción de emisiones.
Por otro lado, el Acuerdo de París expande los denominados “carbon offsets” establecidos en el Mecanismo de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kioto. Por medio de estos offsets una empresa (o país) puede ‘reducir’ emisiones, no reduciéndolas en términos físicos, sino invirtiendo dinero en proyectos que presumiblemente reduzcan emisiones en otra parte, tales como proyectos de energía renovable, de captura de emisiones de metano de vertederos, o de cambio de tecnología de control de emisiones en fábricas. Hasta ahora, la mayoría de estos proyectos conllevaban inversión por parte de países ricos en tecnologías que redujeran emisiones (principalmente en proyectos de energía renovable) en países menos ricos. El Acuerdo de París añade otros offsets: aquellos por concepto de conservación de bosques, basados en la idea de que, dado que los bosques capturan carbono por medio de fotosíntesis, pagar para conservar un pedazo de bosque equivale a una reducción de emisiones.
Los problemas con este tipo de mecanismos de mercado son cada vez más visibles.1 Son esquemas que están diseñados por y para las corporaciones y sus políticos aliados, no por líderes ambientales o científicos preocupados con el cambio climático. Los mercados de carbono tienen muchos paralelos con los mercados financieros de commodities y padecen sus mismos males.2 Los actores principales de estos mercados son los mismos especuladores de Wall Street: los hedge funds, las empresas de private equity, y los grandes bancos como Goldman Sachs, JP Morgan Chase, Barclays y Bank of America. El objetivo primordial no es reducir la dependencia de combustibles fósiles sino desarrollar mercados funcionales, ahorros en costos, y nuevas oportunidades de negocios. Los mercados de carbono crean, de hecho, incentivos contra la inversión en cambios estructurales necesarios para un futuro sin combustibles fósiles, ya que las empresas contaminantes suelen invertir en reducir emisiones en otras partes en vez de en reducir su dependencia a estos combustibles. Son además una forma de subsidio a los combustibles fósiles: en vez de pagar impuestos por su contaminación, las empresas reciben créditos gratuitos de contaminación sobre los que luego hacen ganancias. El dinero generado es entonces utilizado en gran parte para incrementar las inversiones en combustibles fósiles, no en medidas de eficiencia energética o energías renovables.3 Por otro lado, al igual que en los mercados financieros, los mercados de carbono han estado repletos de problemas de cuantificación, verificación, y contabilidad,4 y de escándalos de fraude y corrupción.5
No debería sorprendernos entonces que los mercados de carbono no han sido nada efectivos en reducir emisiones a nivel global en los 10 años que llevan operando bajo el Protocolo de Kioto. El mercado de carbono de la Unión Europea, el principal sistema de este tipo en el mundo, también ha sido un fracaso.6 Luego de pocos años de operación, en 2007 este mercado colapsó porque se habían repartido demasiados créditos de emisiones, en parte porque distintas corporaciones fabricaron sus historiales de emisiones para recibir más créditos de los que les correspondían. Posteriormente, cuando el gobierno Europeo intentó reducir los créditos disponibles,las empresas comenzaron a utilizar offsets de proyectos fuera de la Unión Europea como mecanismo para adquirir más créditos. La gran mayoría (75%) de estos offsets han sido en proyectos industriales de gas (de nilón y de refrigeración), de dudosa significancia para la reducción de emisiones. Finalmente, la actual crisis económica ha dejado a muchas empresas con un exceso de créditos de emisiones –generando otro colapso del mercado– ya que cuando se estableció el sistema la economía estaba mucho mejor y las proyecciones de emisiones eran mucho mayores. La energía renovable, por su parte, no se ha beneficiado en nada de este sistema. Los esquemas de Nueva Zelandia y Australia también han fracasado en reducir las emisiones de gases invernadero.
Pero además del asunto de su efectividad, los mercados de carbono son sumamente injustos, porque facilitan que los países y entidades más ricas –los que más han contribuido al problema de cambio climático– puedan continuar con altos niveles de uso de combustibles fósiles mientras se traspasa la responsabilidad de mitigación a los países más pobres. Por su parte, las empresas más contaminantes continuarán su expansión en los países y comunidades más pobres.7 En el caso de los offsets por concepto de conservación de bosques, también han desplazado o marginado a pueblos indígenas y campesinos que habitan esos bosques –pueblos cuyos derechos fueron eliminado del texto final del Acuerdo de París gracias a la presión de varios países y corporaciones.
Es por estas y otras razones que algunos comentaristas comparan la idea de los offsets con las indulgencias que vendía la Iglesia Católica en Europa hacia el siglo 16 para ‘perdonar’ los pecados;8 y una nueva forma de colonialismo: el “colonialismo del carbono”.9 Otros han planteado que los mercados de carbono son esencialmente “estrategias de dilatación” que bloquean otras estrategias más efectivas.10 Lamentablemente, estas falsas soluciones han sido promovidas no solo por gobiernos y sus aliados corporativos, sino por ciertos sectores del ambientalismo (como por ej. World Wildlife Fund, The Nature Conservancy y el Environmental Defense Fund), que han sido capturados por el sentido común neoliberal y por las empresas de combustibles fósiles que los financian.11 Podría decirse incluso que estas organizaciones ambientales –en profunda negación sobre la necesidad de soluciones distintas– han hecho más daño a atender el problema del cambio climático que quienes niegan la existencia del mismo.12
Conclusión: Hacia una respuesta realista
La celebración del Acuerdo no es solo irreal y fraudulenta, también es una pésima contribución a la estrategia política necesaria para atender el problema del cambio climático por varias razones. Primero, porque aplaudir y repetir alabanzas sobre un supuesto logro histórico contribuye a legitimar gobiernos que nada o poco han hecho, y poco harán, por atender el cambio climático (y hablamos aquí de las grandes potenciales globales con el poder y responsabilidad de tomar acción), y que tienen poca o ninguna legitimidad democrática. Es reírle las gracias a impostores. Es prestarse para una evidente farsa. Esto abona al clima de impunidad política que se vive en todo el mundo: de ignorar reclamos ciudadanos, de continuar legislando para las corporaciones y los ricos, de continuar arrastrando los pies con el cambio climático.
En segundo lugar, celebrar el Acuerdo de París también arriesga crear una nueva ola de expectativas falsas –y por tanto, de apatía– en la ciudadanía. Habrá que ver cuántos ya se han desconectado del asunto pensando que ‘el problema ya está resuelto’, que ‘ya el gobierno está tomando acción (y por tanto, ya no hay que presionar)’, o, volviendo a la comentarista de Facebook, que ‘ya estamos más seguros’. La prensa también se desconectó: París acabó y ya nada se escucha del cambio climático. Habrá que ver si se harán reportajes sobre el seguimiento al Acuerdo y a su implementación. La desmovilización ciudadana que puede causar este falso sentido de seguridad es muy problemático ya que es precisamente esa movilización lo que se necesita para lograr cambios transformadores en las políticas nacionales e internacionales.
Tercero, el Acuerdo despolitiza totalmente el asunto del cambio climático: se promueve la idea de que por medio de negociaciones desde las altas esferas del poder establecido (un poder ilegítimo, anti-democrático) es posible encontrar soluciones de forma harmoniosa y consensuada (sin confrontaciones mayores) en donde ‘todos ganan’. Es la idea de cambiar todo para no cambiar nada: con unas reformas cosméticas y un poco de dinero, los gobiernos poderosos del mundo resolverán el asunto por iniciativa propia, cual dictaduras ilustradas, con soluciones mágicas (¡emisiones negativas! ¡crecimiento económico verde!).13 Este falso consenso nos lleva a obviar las soluciones reales, que implican cambios radicales en nuestras sociedades, comenzando por retar el dogma del crecimiento económico infinito.14 Como observa Kevin Anderson, reducir las emisiones globales de gases invernadero para evitar un calentamiento de 2°C permanece una meta viable, pero requiere de un acercamiento alternativo que implica:
… profound political, economic and social questions. Questions that undermine a decade of mathematically nebulous green-growth and win–win rhetoric, and questions that the politicians have decided cannot be asked… In true Orwellian style, the political and economic dogma that has come to pervade all facets of society must not be questioned. For many years, green-growth oratory has quashed any voice with the audacity to suggest that the carbon budgets associated with 2°C cannot be reconciled with the mantra of economic growth.15
Por último, los aplausos a estos héroes falsos acallan e invisibilizan a los verdaderos héroes (y sus soluciones reales), que están en el movimiento global de justicia climática: las comunidades que luchan por una moratoria a la extracción de combustibles fósiles, en los frentes de batalla contra proyectos de extracción de estos combustibles, que luchan contra acuerdos comerciales que abren vía a la destrucción social y ambiental, contra la agro-industria y por una agricultura ecológica, por defender los bosques, por visibilizar el cambio climático en la palestra. La cobertura de la Cumbre de París por parte de la prensa reflejó precisamente esa invisibilización, enfocándose principalmente en los líderes de gobiernos y sus grandes discursos más que en los asuntos medulares y en las propuestas alternativas de la sociedad civil.16
El clima no puede ser negociado. Los gobiernos que dominan la política global (junto a sus amigos corporativos) no son nuestros compañeros en esta lucha. El verdadero legado de la Cumbre de París fue dejar en evidencia esas diferencias irreconciliables, y la incapacidad del régimen actual para solucionar el problema, aunque también nos mostró la creciente fortaleza de un movimiento global que sí propone atender de forma comprensiva el problema del cambio climático. En este nuevo año, rechacemos los aplausos vacíos por acciones concretas que contribuyan a fortalecer ese movimiento. Seamos realistas, hagamos…lo necesario. Se nos va la vida en ello.
- Véanse: Böhm, S. y Dabhi, S., eds (2009) Upsetting the Offset: The Political Economy of Carbon Markets, May Fly Books; Gilbertson, T. y Reyes, O. (2009) “Carbon Trading How it works and why it fails”, Critical Currents Num. 7, Dag Hammarskjöld Foundation, Uppsala; Klein, N. (2014) This Changes Everything: Capitalism against the Climate, Simon & Schuster, Cap. 2; Lohman, L. (2005) “Marketing and Making Carbon Dumps: Commodification, Calculation and Counterfactuals in Climate Change Mitigation”, Science as Culture, 14(3), 203–235; Pearse, R., y Böhm, S. (2014). “Ten reasons why carbon markets will not bring about radical emissions reduction.” Carbon Management, en prensa, 1-13; Spash, C. (2010) “The Brave New World of Carbon Trading.” New Political Economy, 15(2), 169-195. [↩]
- Lohman, L. (2009) “When Markets Are Poison: Learning about Climate Policy from the Financial Crisis”, Corner House Briefing 40 [↩]
- Lohman (2009), op cit. [↩]
- Lohman (2009), op cit; Lohman, L. (2001) “Democracy or Carbocracy? Intellectual Corruption and the Future of the Climate Debate, Corner House Briefing 24 (véase el Apéndice: Why Kyoto-Style Accounting Systems Fail); Gilbertson y Reyes (2009), op cit. [↩]
- Bachram, H. (2004), “Climate Fraud and Carbon Colonialism: The New Trade in Greenhouse Gases” Capitalism, Nature, Socialism, 15(4), 1-16; Klein (2014), op. cit.; Lohman, L. “Regulation as Corruption in the Carbon Offset Markets”; Pearse y Böhm (2014), op cit.; Spash (2010) op cit. [↩]
- Bell, G. y Joseph, S. (2014) “Industrial Emissions Abatement: Untangling the Impact of the EU ETS and the Economic Crisis” Working Paper 2014/22 1/23, Institut de Recerca en Economia Aplicada Regional i Pública, Universidad de Barcelona; Corporate Europe Observatory et al. (2014) EU ETS myth busting: Why it can’t be reformed and shouldn’t be replicated; Laing, T., Sato, M., Grubb, M. y Comberti, C. (2013) “Assessing the effectiveness of the EU Emissions Trading Scheme”, Working Paper 126, Centre for Climate Change Economics and Policy, London School of Economics; Lohman (2009), op cit.; Pearse y Böhm (2014), op cit. [↩]
- “The hidden costs of carbon commodification: emissions trading, political legitimacy and procedural justice,” Democratization, 19(5), 932-950. [↩]
- Goodin, R. E. (1994) “Selling environmental indulgences”, Kyklos, 47 (4), 573-596; Monbiot, G. (2006) “Selling indulgences”, The Guardian, 18 octubre. [↩]
- Bachram (2004), op cit.; page (2012), op cit. [↩]
- Pearse y Böhm (2014), op cit.; Böhm, S. (2015). “How emissions trading at Paris climate talks has set us up for failure” The Conversation, diciembre 14. [↩]
- Véase Klein (2014), op cit,, Cap. 6 [↩]
- Mark, J. (2013) Naomi Klein: ‘Big green groups are more damaging than climate deniers’. The Guardian, 10 de septiembre. [↩]
- Sobre el mito del “crecimiento verde” como solución al cambio climático, véase: Antal, M. y Van Den Bergh, J. (2015) “Green growth and climate change: conceptual and empirical considerations.” Climate Policy, en prensa. [↩]
- Swyngedouw, E. (2013). “The non-political politics of climate change.” ACME: An International E-Journal for Critical Geographies, 12(1), 1-8. [↩]
- Anderson (2015), op cit. Véase además Anderson, K., y Bows, A. (2012). “A new paradigm for climate change.” Nature Climate Change, 2(9), 639-640. [↩]
- Gurwitt, S. y Roberts, T. (2015) “The Paris climate talks according to U.S. print media: Plenty of heat, but not so much light” Planet Policy (blog), Washington, DC: Brookings. [↩]