Qué poéticas armar
A propósito de Poéticas que armar
Recién leía una entrevista de un joven escritor puertorriqueño radicado en Estados Unidos, quien, a propósito del quehacer literario en Puerto Rico post-María, opina: “No creo que la prioridad sea, ahora mismo, darse a la literatura si esto difiere de darse a la vida.”[1] Su cita me refiere a una de Audre Lorde—según recordada por la filósofa afro-feminista Kristie Dotson—donde habla de la necesidad de la poesía para la sobrevivencia. En lo que se refiere a la sobrevivencia en Puerto Rico post-María, mientras el gobierno suma nuestros muertos a 64, los medios reportan más de mil muertes a causa del desastre acontecido el pasado 20 de septiembre.[2]
Lorde hace una distinción entre la poesía y la filosofía, la cual, según ella es incapaz de atender asuntos de vida o muerte, toda vez que la sobrevivencia no es un problema teórico. Dotson, en su lectura de la poeta, asegura, sin embargo, que: “Lorde does not reject philosophical theorizing or the production of ideas. Rather, such theorizing alone cannot constitute one’s sole form of epistemic engagement without resulting in agential inertia.”[3] Si leo la cita del joven escritor desde Dotson y Lorde, ‘darse a la vida’ mediante la literatura significa escribir desde, y a propósito de, un lugar donde el gobierno se empeña en subestimar el número de muertos entre quienes los sobrevivimos. Continúa el joven escritor: “Ya con el tiempo veremos las escrituras que decidan aproximarse al huracán.”[4]
Esto, quizás, es fácil de decir desde otro lugar, donde el huracán y el país que quedó tras su paso se presentan como un problema más bien teórico. El problema poético, en cambio. Y con poético, quiero decir cercano: Es que no hay tiempo. O, más bien, que gran parte de la experiencia de habitar este lugar hoy día, desde la literatura, es que nunca hay tanto tiempo para escribir como para partir. O, dicho de otro modo, que siempre es tiempo de partir. El problema de la sobrevivencia entonces es que ocurre fuera de tiempo. O que no encuentra el tiempo para ocurrir, de ahí que los muertos siempre sean más.
Partir del país, primero, se presenta como una cuestión teórica. Luego, con el paso del tiempo—estoy hablando de días, de semanas a lo más—se torna en una cuestión en extremo cercana, cuya inmediatez evade cualquier intento de análisis sosegado. Y uno recurre a la hipérbole: Es que no hay tiempo. O a la metáfora. Dice Dotson sobre las metáforas: “There have been and there will continue to be attempts to create metaphors for experiences of oppression where singular analytics fail.”[5] El huracán en Puerto Rico es una experiencia de opresión social, política. Por eso no hay tal cosa como “escrituras que decidan aproximarse al huracán.” Decidir presupone que existe/existía la posibilidad de evitar el fenómeno socio-político que enmarca el antes y después de María. Quiero decir, que no hay cómo alejarse del desastre. Al menos no por medio de la escritura. Que la escritura—la propia—es siempre la que la vida nos da, con más o menos tiempo para dedicarle, según lo permitan las cifras extra-oficiales de mortalidad en el país.
No es casualidad, pues, que Áurea María Sotomayor, en su libro Poéticas que armar: Modos poéticos de replicar al presente en la cultura puertorriqueña contemporánea (Editora Educación Emergente, 2017), equipare la lectura con la investigación forense: “Al leer un texto, el que sea, mi primer gesto es buscar el cuerpo. Trato de identificar el sitio desde donde se escribe, las circunstancias inmediatas que lo motivan, el tono que lo sostiene…” (15). Y así, encontramos en este libro el cuerpo réquetetongoneado de Palés; el cuerpo incomprendido—por ‘faccioso’ y ‘propagandista’ y femenino—de Julia de Burgos; el cuerpo-objeto de culto de Pepe Liboy; el cuerpo desaparecido de Mara Negrón; los cuerpos zombis de John Torres; el cuerpo sobre-protegido (y con escolta) de quien escribe. Y así. Se me quedan otros, por supuesto, como si se tratara de muertos por contar. Pero, lo que intento hacer aquí no es tanto un análisis sosegado de un libro sobre poesía puertorriqueña, sino—de la mano de su autora—armar una poética, en este tiempo fuera del tiempo de partir de aquí. Escribe Áurea: “las poéticas son senderos, resistencias que armar mediante la escritura, el movimiento, la demencia, el habitar consciente de nuestro lugar en el mundo…” (14).
De la definición que ofrece la autora me gusta la cercanía de la demencia y el habitar consciente. Como cuando, ante lo inverosímil, uno replica “hay que estar loco para,” por ejemplo, empeñarse en buscar el tiempo para hacer otra cosa que no sea partir de aquí. Como, por ejemplo, escribir, en la inmediatez absoluta del huracán, cuando solo hay metáforas al alcance y, en lugar de teorizar, uno busca el cuerpo en el texto—el que sea. Como, por ejemplo, este grafiti que apareció en un muro a orillas del expreso Las Américas a los pocos días de María: “Descubrí que detrás de los árboles vive mucha gente.” Y uno asiente con la cabeza al leer. Uno, al decir de Áurea, “asienta su cabeza en el sentir” (16). Uno siente que los cuerpos a los que apunta ese texto particular conforman una verdad que se sostiene—y que nos sostiene—ante la serie de malos cálculos y malos tratos del gobierno. Escribe Sotomayor: “…hacer poesía significa ser intérprete de mi sentir como si fuera mi sentir el de todos los humanos” (17). Más tarde añade: “La escritura es eso: el espacio de en medio” (76). El que antes ocupaban los árboles. Y que hoy nos permite un espacio para encontrarnos cuerpo a cuerpo.
Para el filósofo francés Alain Badiou, la filosofía es una tarea nocturna, aquello que ocurre al final de una jornada de “experimentos creativos” en las ciencias, en la política, en las artes y en el amor.[6] Estas son, según Badiou, las condiciones de la filosofía. Es a partir de un texto—del que sea—, entonces, que podemos pensar. O, mejor dicho, que retomamos la tarea de inaugurar nuevas formas de pensar y pensarnos. Vista así, la filosofía muy bien puede abordar asuntos de vida o muerte, siempre y cuando no se convierta—nos recuerda Dotson—en nuestra única forma de abordar al mundo. Ahora bien, ¿es un grafiti—es este grafiti—un acto nocturno o un experimento creativo que en efecto cambia las condiciones en que nos podemos pensar luego del huracán?
Sotomayor parecería ofrecer una respuesta: “Bailar y pensar es poetizar, que es criticar. No son dos sombreros, sino una cabeza, no son dos partes sino un solo cuerpo” (16). Más tarde añade: “…todo poeta es un animal acorralado que se las ingenia para inventar su sorpresa” (182). La sorpresa, quizás, de lograr sintetizar día y noche en un mismo acto. Es decir, que escribir sobre un muro es pensar en el lugar que ocupan los muros ahora que apenas hay árboles alrededor y podemos ver mejor las estructuras y los objetos que nos separan. El muro se convierte en un lugar del afecto, donde la voz poética se instala en el presente eterno de ese momento en que cada cual mira-lee. Y claro, como bien nos recuerda la autora, “[q]uien no quiera continuar leyendo, puede irse” (200). Pero, cuando se trata de un texto tan breve, plasmado en una pared a orillas de la autopista, el que se va, ya leyó. Hasta que vuelva a pasar. Y vuelva, sin necesariamente quererlo, a leer.
Intento precisar la palabra para lo que me provoca leer y releer este texto cotidianamente en los días, semanas y meses luego del huracán. Se me ocurre confort. El nombre del buque hospital de la fuerza naval de los Estados Unidos, que según algunos, la población local sub-aprovechó durante los días, semanas y meses que estuvo atracado en el muelle de San Juan. El nombre del barco con equipo médico que, según otros, resultó poco accesible debido a la falta de protocolos claros, consistentes entre el gobierno local y el staff del barco.[7] Confort, la palabra que describe como una población sujeta a clínicas, hospitales, y centros de tratamiento cerrados por la falta de energía eléctrica; a carreteras y puentes derrumbados entre las casas donde la gente padece y los lugares especializados a donde suponen acudir para asistencia, no pudo beneficiarse de los servicios médicos gratuitos ofrecidos en un gran barco atracado en San Juan, al tiempo en que moría más y más gente. ¿Será esta la palabra? Confort. O, acaso, será este el término que mejor describe la renuencia gubernamental a no contar nuestros muertos adecuadamente.
No sé si es esto lo que leo en el grafiti o si este es solo el contexto para el acto de lectura. Pregunta Sotomayor: “¿Qué leer en un poema? ¿Qué decir de la voz que lo sostiene? ¿Cómo abordar los temas en que incide?” (89). Y más tarde, “¿Qué se entiende por una poesía que se entiende?” (130). Yo, que viajo por ese cantito de autopista casi todos los días, podría decir que el grafiti incide en casi todos mis temas; que esta relectura tiene un efecto en mí que no alcanzo a nombrar adecuadamente, pero la puedo describir: hay que estar loco para seguir insistiendo en nuestra convivencia aquí como un ¡descubrimiento!, y no como una condición a diagnosticar. Quiero decir, que mediante la lectura, el grafiti me contagia con su locura. Me hace sentir que, en efecto, lo primero que vi cuando asomé la cabeza luego del huracán fue gente. Aunque no fuera cierto. Escribe Kate Briggs: “I would say that this is what reading offers us: occasions for inappropriate, improbable identification. For powerful reality-suspending identification with a character, a writer, an idea, an experience, a fantasy.”[8] ¿Cómo decir que un grafiti me sostiene? ¿Cómo abundar en los temas en los que me incita a incidir? ¿Qué se entiende por un texto—el que sea, dónde sea—que me entiende?
Intento armar una poética. Quiero decir, una demencia que me permita habitar de forma consciente este lugar en el mundo, ahora que mi residencia extendida aquí parecería ser purita fantasía. Regreso pues al joven escritor en el exterior: “No creo que la prioridad sea, ahora mismo, darse a la literatura si esto difiere de darse a la vida. Ya con el tiempo veremos las escrituras que decidan aproximarse al huracán.” Y replico: ¿Acaso darse a la vida—aquí, ahora—no será lo mismo que darse contra un muro? La literatura, me parece, es lo que nos sostiene antes y después del golpe. No sé si se entiende. Quiero decir, que la proximidad al huracán en Puerto Rico no es una decisión, es una condición de la vida—aquí, ahora—según nos ha sido dada. Parte de esa condición es sentir que nuestros días en el país están contados, aun cuando nuestros muertos no salgan a contarse. Otra parte es que hay más muros que árboles. Y mucha menos gente, aun cuando uno siempre tiene a alguien al frente y a alguien más detrás. O un montón de gente en el medio, en el lugar de la escritura. Y lo cierto es que muchas veces uno lo que quiere es correr de la gente, trepar el árbol más cercano, evitarlo todo, para, al decir de Gallego, “convertirnos en cantos de aves vivas surcando la galaxia del caribe.”[9]
Esto no es un análisis sosegado. Estoy apuntando a esa síntesis de eventos y sentimientos que dice Áurea que toma lugar en el espacio de un poema. Un poema es como un muro donde aparece la palabra galaxia o la palabra caribe o la palabra gente, y uno, al leer, se aferra a ella como a la loca idea de insistir en que tu papá o tu abuela o tu hija o tu primo murió como resultado del huracán—aun cuando nadie más cuente la historia de su muerte en este contexto—, que es como decir que su vida se convirtió en el canto de las aves que respiraban sobre las ramas de un árbol que ya no está.
No sé si se entiende. Pero tampoco tengo el tiempo para explicarlo.
[1] Glenda Galán (2017). “Sergio Gutierrez Negrón: Me gusta pensar la literature puertorriquena como un horizonte.” Dominicana en Miami, http://dominicanaenmiami.com/?p=19333
[2] Frances Robles et al. (2017). “Official Toll in Puerto Rico: 64. Actual Deaths May Be 1,052.” The New York Times, https://www.nytimes.com/interactive/2017/12/08/us/puerto-rico-hurricane-maria-death-toll.html
[3] Kristie Dotson (2014). “Black Feminist Me: Answering the Question ‘Who Do I Think I Am’”, Diogenes 59 (3-4), 89.
[4] Galán, supra.
[5] Kristie Dotson (2013). “Knowing in Space: Three Lessons from Black Women’s Social Theory,” labrys, études feministes, (enero-junio), 2.
[6] Alain Badiou (2012). Philosophy for Militants. Verso, 4.
[7] Jennifer A. Marcial Ocasio, “Limitado acceso al barco hispotal USNS Comfort continua siendo bajo referidos de Centro Médico,” http://www.orlandosentinel.com/elsentinel/os-es-acceso-barco-hospital-usns-comfort-referidos-centro-medico-puerto-rico-20171013-story.html
[8] Kate Briggs (2017). This Little Art, Fitzcarraldo Editions, 171.
[9] Cultura Profética (feat. Gallego) (2001). “La otra galaxia,” Cultura en vivo. https://www.youtube.com/watch?v=1hqupqNR62o