Referendo 2012: el regreso de la multitud
Publicado: 20 de agosto de 2012
Durante su intervención en la cobertura del “Referéndum 2012” de El Nuevo Día y Primera Hora, Héctor Luis Acevedo comentaba que por primera vez el pueblo sigue una «opción» sin un «líder» claro ni una «organización» fija. A él le respondo: la huelga estudiantil 2010-11. Es el ejemplo más reciente que se asemeja a la operación de este referendo: una red de grupos, alianzas, cuerpos y voluntades definiendo un proyecto común de la multitud, de lo plural sin converger en un «Uno».
Lloverán, seguramente, los elogios excesivos a las redes sociales. El Partido Independentista Puertorriqueño se auto-elogiará como únicos responsables del triunfo. Y las interpelaciones al “pueblo” inundarán las ondas radiales, las primeras planas y demás medios de masa.
Primero, las redes sociales no son otra cosa que una herramienta, un medio. Aunque bien podría argumentar que no hay espacio de nuestras vidas que no esté mediado por la tecnología (la programación para ser más específico), lo que quisiera subrayar es la importancia de las redes sociales como instrumento que expande, legitima y resiste los medios de masa tradicionales como radio, televisión y periódicos, entre otros. Mas, las redes sociales sin la movilización creativa de cuerpos –en performances de teatro invisible, apariciones letradas, repartición de boletines informativos, visitas a comunidades, caravanas y otro tipo de actividades– no llegarían muy lejos.
La propaganda realizada por los dos “NO” fue diversa y lo que la destacó fue el trabajo voluntario que la generó. Contó con la intervención de figuras anónimas que produjeron material gráfico (como demuestra la proliferación de memes), así como con coaliciones formales que crearon contenido más complejo como vídeos (otro, otro más) y pautas radiales. A esto se le sumaron tweets, notas y status updates que en conjunto conformaron un difuso contrapúblico a la hegemonía discursiva de la propaganda del PNP. El debate y el intercambio de argumentos fue continuo y persistente, se configuraban, pues, en ejercicios diarios y recurrentes.
Lo político se tornó en terreno vital o lo vital se tornó político. La vida era el campo de batalla en el que se pensó, se debatió y se agitaron nuestros cuerpos cuales tropos encarnados de la dignidad.
En fin, el material difundido por Internet fue impresionante. Son las redes sociales, después de todo, nuestros espacios existenciales predilectos (por ahora). Allí interactuamos de “tú” a “tú” en una comunidad de avatares que nos permiten mantenernos conectados de formas insospechadas e incluso espeluznantes. Pero, es la tensa horizontalidad de las redes sociales la que informa nuestras formas de operar fuera de ellas. Si bien reconozco que éstas también tienen su matiz de verticalidad, las maneras en que se divulga la información y se produce/comparte contenido se encuentran indudablemente perforadas por la descentralización.
Por eso, la exclamación celebratoria del PIP resulta de muy mal sabor. En un esfuerzo por legitimar su exigua y dilapidada importancia electoral, los funcionarios de este partido han ignorado y menospreciado las incontables horas de trabajo voluntario y anónimo que coincidieron en este proceso, así como la labor de nuevos partidos políticos (PPT y MUS). El eco solitario de sus aplausos no hace más que subrayar el caudillismo político al que hoy se atizó.
Ahora bien, el triunfo en esta batalla se lo lleva la multitud por su esparcida red de flujos informativos, y por su operación fragmentada y descentralizada, aunque muchas veces concertada. Su escurridiza y diferenciada existencia permitió que el contenido que producía se esparciera a paso acelerado en una diversidad de espacios. Desde nociones étnicas, generacionales, de clase y de raza hasta argumentos fundamentados en teorías de liberalismo clásico, por sólo mencionar algunos ejemplos, la propaganda y los postulados por el “NO” recogieron un vasto espectro de perspectivas que potenciaron su amplia recepción en el electorado. No fue el cúmulo de experiencias comunes sino la comunalidad de un (posible) proyecto político lo que abrió el camino para el desenlace.
No me tome como ingenuo celebrador. El triunfo electoral debe contextualizarse al considerar la cantidad de electores, el margen de victoria y los “limitados” elementos de debate.
Empero, lo que pretendo es atender y reconocer un fenómeno de marcada y arriesgada efectividad táctica: la combinación de las redes sociales con la movilización de cuerpos. El país ha tenido dos recientes experimentos de democratización por la multitud: las huelgas estudiantiles y este referendo para enmendar la constitución. Ambos sugieren fascinantes rutas para la concertación, para una especie de vitalidad que renueve los espacios de lo político en un país estremecido y atravesado por el miedo.
Publicado originalmente en Multitud Enredada.
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