Reflexiones sobre El Cartel del Papel
El estilo ágil de la autora estimula a una lectura continua que puede tomar entre diez y doce horas. Mantiene un ritmo y curiosidad que hace de su lectura un deleite que no queremos dejar. Nos lleva a sentir con la protagonista múltiples emociones, que van desde la curiosidad típica del reportero, la rebeldía de quien sabe que hay que cambiar el mundo, pasando por los temores de quien siente amenazados a los suyos, hasta la sensualidad de una mujer enamorada.
Su capacidad narrativa nos permite construir detalles en la imaginación, como si se tratara de un guion cinematográfico. Enredamos con nuestros propios recuerdos las descripciones de cada personaje y lugar, percibiendo desde la intensidad y color de la luz, hasta el olor de cada espacio, transportándonos a cada escenario para hacernos sentir que desde cierta distancia prudente, observamos la acción, sea la íntima o la pública.
Sin entrar en detalles de la trama, para no arruinar su lectura, pero a su vez para provocar el recuerdo de los que ya la han leído, menciono algunas piezas de este mosaico que por ratos es armónico y en otros, caótico, tal y como es nuestra sociedad. La novela tiene intriga y sexo, dos claves fundamentales para el éxito. Pero no las trata de manera trillada, sino que va tejiéndolo en la trama usando como tamiz la agradable personalidad de esta joven y apasionada profesional, nacida en cuna de periodistas y fraguada en la estimulante vida sanjuanera.
Para los que conocemos a Wilda desde hace muchas lunas, vemos en la historia mucho de su experiencia y espacios. Más, de forma cuidadosa, los entremezcla para no delatarse ni delatar a otros, sino dejar la curiosidad a flor de piel y estimular inquietantes inferencias, que a veces tememos convertir en declaraciones objetivas. Nos presenta un Puerto Rico actual, el que amamos y el que tememos.
Las cuidadosas descripciones, complementadas con mapas para aquel extranjero que no nos conozca, se impregnan de tal forma en la memoria que luego de leer la historia, comenzamos a recordar los sucesos y personajes como si los hubiéramos conocido en la realidad. Creo que ese estilo de mezclar lo cotidiano y real con su fantasía, funciona a la perfección. Ya me he visto pasando por ciertos lugares, como la autopista, el Capitolio, la Corte Federal, la Placita de Santurce o Kasalta y pensando que los sucesos que en la novela se relatan, más que literatura, fueron noticias que en realidad viví. Wilda rebusca en nuestra memoria colectiva, la revuelca y nos propone nuevas madejas que quedan grabadas en la mente y retumban en la conciencia.
La lealtad y el amor son protagonistas; con los amigos, entre padres e hijos, entre amantes, con la profesión, la lealtad hacia uno mismo y el amor propio, a la Patria, y a la Verdad. El sensual capítulo 35, que nos ruboriza por sentirnos entrometidos en un momento tan privado e íntimo, trata el acto sexual como si fuera una danza exótica y sutil que nos estremece.
El periodismo también es protagonista; esa vocación, más que profesión, que se aprende en la calle y que depende de la intuición. Describe modernas salas de redacción que me parece haber visitado. Describe editores y redactores que me parece haber conocido. Pero sobre todo, la autora nos muestra las consecuencias de cuando el trabajo se hace con honradez y respeto por la verdad, y destila el temor del rumbo que esta profesión va tomando en un escenario dominado por el criterio comercial, los riesgos personales, la mediocridad y las agendas políticas. Ser periodista no es un trabajo de horario definido, es un estilo de vida. Eso queda claro.
El Cartel del Papel nos presenta una trama actual, con personajes imaginarios muy creíbles y con circunstancias sociales muy reales. No describiré a ninguno en particular, pues corresponde a cada lector ir conociéndolos al ritmo propio. Cada personaje es presentado con su particular complejidad psicológica que lo balancea entre polos éticos opuestos, presentando en la gran mayoría de ellos un trasfondo personal que nos permite entender su actual comportamiento, aunque no lo aprobemos.
Aunque podemos identificar buenos y malos como en cualquier historia de intrigas, cada cual tiene múltiples dimensiones, sus ángeles y demonios que se van intercambiando según va corriendo la historia. Aun aquellos más antipáticos, son presentados de forma multidimensional, llenándonos de curiosidad sobre las verdaderas historias detrás de los villanos reales que vemos en las noticias a diario y que ellos nos recuerdan.
La autora parece advertirnos lo impropio que resultan los juicios a priori, que no siempre las etiquetas que le ponemos a la gente representan la realidad; que no todos los políticos o empresarios o abogados y fiscales, o agentes federales o médicos o periodistas son igual de hijos de puta. El ser humano es diverso, multidimensional y evoluciona.
El valor de la familia, como base socializante y como núcleo de amor y provocación de creatividad, está presente en toda la historia. Cuenta las angustias y temores de los padres que vemos despegar del nido a los hijos, esos mismos a quienes desde pequeños les enseñamos a ser libres, pero luego morimos cuando ejercen su libertad. El valor de la amistad, de la incondicional que perdura, va descubriéndose con varios personajes y en diversas dimensiones según corre la novela.
El respeto por el trabajo, el que sea, y las consecuencias de cuando ese respeto se pierde, y cómo eso nos lleva a la decadencia, personal y social, también es fundamental para este cuento. La inocencia y la ingenuidad, son otras dos características que están presentes. La primera, en los días de playa cuando los del caserío jugaban sin prejuicios con los del barrio de caché. La segunda, la de la esposa que confía en su hermoso marido, o del pueblo que confía en sus círculos de poder.
Aun cuando hay varios momentos que nos duelen (y nos duelen porque son tan creíbles y parecidos a la realidad), la novela tiene un toque de optimismo y confianza en el espíritu humano. No se trata de una simplificación de que ganen los buenos o los malos. Todos ganan y todos pierden algo en esta historia, pero sobre todo, crecen. Se van enredando unas y otras vidas demostrando lo frágiles que podemos ser si no comprendemos la solidaridad. La visión espirita, tanto en lo ético, como en lo causal y trascendental, dando algunas claves para comprender mejor los sucesos. Este es un tema del cual hemos dialogado muchas veces, que inquieta y aquieta a la autora, y que aporta un importante giro en esta historia.
El Cartel del Papel, sin ser real, nos abre los ojos a la realidad social que vivimos y nos permite atisbar dimensiones incomprendidas para muchos. Entra en la mente del villano, en el corazón de la madre, en la memoria del amigo fiel, en la conciencia del profesional decadente, en la cama de dos mujeres enamoradas, en el espíritu de una mujer valiente. Entra en el escándalo social, en la noticia superficial, en la angustia del periodista responsable, en el dilema ético del profesional, en los temores del político corrupto, en la habilidad del genio torcido, en el crimen sin resolver.
El Cartel del Papel es la historia de nuestros tiempos, donde las influencias se venden y se compran sin escrúpulos, y donde la falta de obediencia se paga con sangre. Pero también es la historia de gente amorosa, capaz, comprometida, solidaria y arriesgada que está dispuesta a todo, a no rendirse, porque cree que podemos tener un país mejor.
Vivien E. Mattei Colón
26 de octubre de 2013