Roberto Zurbano y el debate sobre el racismo en Cuba
Entrevistas a Tomás Fernández Robaina y Víctor Fowler Calzada
El debate sobre el racismo en Cuba se ha intensificado durante las últimas semanas a raíz de la publicación de un escrito de Roberto Zurbano en el New York Times el 23 de marzo de 2013. Zurbano, uno de los intelectuales y gestores claves del movimiento afrodescendiente en Cuba, critica abiertamente la discriminación racial, no ya tan solo como una consecuencia de la historia pre-revolucionaria, sino también como un correlato de la desigualdad económica intensificada por las nuevas políticas de mercado (y la industria turística) implementadas por el gobierno desde mediados de los años 90 y el llamado Periodo Especial.Se ha comprobado que el título bajo el que fue publicado el breve texto de Zurbano, “For Blacks, the Revolution Hasn´t Begun”, había sido tergivesado por la redacción del periódico. El título acordado por Zurbano y los editores del NYT era: “For Blacks the Revolution Hasn´t Ended”. El cambio del título esquematizó la lectura de los argumentos de Zurbano sobre la discriminación y borroreó los matices o sutilezas de su cuestionamiento. Bajo el titular impuesto por los redactores del periódico, el escrito ha dado la impresión, sobre todo en Cuba, de que se trataba de una negación tajante por parte de Zurbano de los cambios en las dinámicas raciales efectuados durante el proceso revolucionario.
La Jiribilla, revista digital cubana, publicó enseguida un contundente dossier de 11 trabajos en respuesta a la inesperada publicación del texto de Zurbano en el NYT. El dossier es un amplio registro de las tensiones irresueltas, los síntomas de los discursos sobre la cubanidad y la política suscitados por la cuestión racial. Estos discursos históricamente han tendido a negar el racismo en Cuba, o supeditan el «particularismo» de las posiciones políticas racializadas bajo las exigencias generales más apremiantes que ocupan el devenir de la «cubanidad» revolucionaria. En algunos casos, los retractores de Zurbano lo acusan de un particularismo racial ilusorio en un país encaminado a la superación «mulata» de las contradicciones entre blancos y negros.
De cualquier modo, a pesar de los múltiples equívocos que han rodeado el debate, el texto de Zurbano comprueba el surgimiento de un nuevo tipo de activismo político, ligado a las posiciones de grupos específicos en luchas que se suelen llamar «identitarias». Las voces de estos activistas -irreducibles a los gestos y soportes habituales de la disidencia reconocida- reinscriben incluso cierta noción de la militancia fuera del espacio de las instituciones estatales o del partido. Comprueban así las tensiones políticas (no exclusivamente identitarias) propias de una sociedad civil emergente, cuyos intereses múltiples por momentos suponen la necesidad de impugnar el estatismo histórico y la centralización de las políticas revolucionarias, incluso cuando no necesariamente se opongan a los contenidos básicos del proceso revolucionario. El activismo de Zurbano ha quedado atrapado en una especie de diferendo entre las exigencias contradictorias de por lo menos dos modos de autorización de estos nuevos discursos críticos. Para hacer resonar sus posiciones, Zurbano apostó a publicar su texto en el New York Times, lo que le dio inmediatamente una circulación masiva en la red internacional del internet, pero sometió así su escrito a las condiciones de un sentido global-mercantil de la esfera pública. En cambio, Casa de las Américas, donde Zurbano dirigía el importante Fondo Editorial, lo destituyó enseguida de su puesto en la dirección de la histórica institución cultural. Lo que a su vez lleva a Zurbano a reclamar (en su respuesta titulada «MAÑANA SERÁ TARDE: Escucho, aprendo y sigo en la pelea», publicado en Afrocuba el 15 de abril de 2013) el derecho a expresar opiniones que contradigan la línea oficial de la institución en la que trabajaba (a la que ahora sigue suscrito solo como investigador.) El debate nos presiona a repensar la mallas institucionales, las condiciones pragmáticas que sobredeterminan el disenso y su necesidad de legitimación. A continuación, siguen entrevistas sobre el debate a dos intelectuales cubanos, Víctor Fowler Calzada y Tomás Fernández Robaina. Sus más recientes poemarios son El maquinista de Auschwitz (Ediciones Unión, 2005). y la La obligación de expresar (Editorial Letras Cubanas, 2008). Entre sus libros de ensayos se distingue Historias del cuerpo (Editorial Letras Cubanas, 2001). Ha sido galardonado con premios nacionales de poesía y ensayo. Tomás Fernández Robaina es autor del libro clásico, El negro en Cuba (1902-1985), entre muchas otras contribuciones fundamentales al estudio de la cultura afrocubana. Ambos han sido figuras de relieve y proyección en múltiples discusiones sobre la diferencia racial y la discriminación en la historia nacional y en la actualidad durante más de tres décadas. Hice las entrevistas en La Habana para los lectores de 80grados el 15 de abril del 2013.
Tomás Fernández Robaina
J. R.: Durante las últimas dos semanas se ha discutido mucho en La Habana el texto que publicó Roberto Zurbano en el New York Times. ¿Cuál fue tu primera impresión al leer el escrito de Zurbano?
T. F.: Yo he sido un privilegiado porque leí el texto tal como él lo escribió en español. Tuve acceso a la primera versión en inglés y realmente no le encontré nada provocativo, aunque el título de la primera versión, “For Blacks in Cuba, the Revolution Isn´t Over” no era el título con el que salió posteriormente. Cuando leí el texto en español, lo leí en Cuba porque él lo escribió estando ya en Cuba, vi que era un texto polémico. Todo lo que se escribe en Cuba sobre el problema racial tiene que ser polémico porque siempre va a haber gente con puntos de vista diferentes a los que uno tiene. Yo en ningún momento vi que fuera un texto que estuviera escrito agrediendo o atacando a la Revolución Cubana, porque en primer lugar conozco muy bien a Roberto Zurbano y sé que es incapaz de escribir nada en contra de la Revolución. Lo que él hizo fue una aproximación, un análisis de lo que todos nosotros hemos estado históricamente comentando.
J.R.: ¿Cuáles son los puntos claves de ese análisis?
T. F.: Para mí el problema que más ha llamado la atención y provocado las divergencias es la interrogante que Zurbano hace de qué es lo que pasará cuando Raúl Castro deje el poder en 2018. Él plantea que para esa fecha espera que la Revolución haya ganado mucha más experiencia y que la población afrodescendiente esté preparada para enfrentar los retos que obviamente surgirán en ese momento.
J. R.: Permíteme precisar este punto, pues ha habido muchas distorsiones del contenido de este punto en la discusión. ¿Zurbano ha dicho que el problema racial solo se puede resolver después del fin del periodo de gobierno de Raúl Castro?
T. F.: No, Zurbano plantea cuestiones que no son planteamientos nuevos. Ahora mismo acabo de leer un texto donde, en el evento de la Feria del Libro de este año, Desiderio Navarro y Omar Valiño se excusaron de asistir a un panel, donde el que asistió fue Zurbano. Zurbano fue muy crítico, muy analítico, y el que escribió el texto dice que esa fue la antesala para que Zurbano empezara a ser observado como alguien que estaba planteando cosas que a lo mejor algunas personas que tienen nivel de decisión no entendían o no estaban muy de acuerdo con él.
J. R.: ¿Te parece que la intervención de Zurbano en la Feria del Libro y su texto para The New York Times de algún modo son efecto de las discusiones que tuvieron lugar el año anterior alrededor del centenario de los Independientes de Color?
T. F.: El centenario de los Independientes de Color en el 2012 para mí fue un año de mucho optimismo, de mucho debate. Obviamente, todo lo que está ocurriendo es resultado de una concatenación de sucesos, de análisis, de planteamientos, de propuestas formuladas por todos lo que antes que nosotros lucharon contra la discriminación económica y social del negro. Los que hoy estamos en este debate, lo hacemos enriquecidos con las experiencias adquiridas durante el periodo revolucionario, convencidos de que la batalla contra el racismo, como las que libramos en contra de todos los prejuicios, parte de la política general de cambio que se lleva a cabo en nuestro país, y que como dijera nuestro Presidente el Comandante Raúl Castro, tenemos que oír todas las opiniones, todas las críticas aunque haya algunas que no nos gusten.
J. R.: En el libro de Zuleica Romay Guerra sobre la discriminación racial, Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad (2012) se habla sobre un tabú racial en los discursos políticos cubanos. ¿Cómo explicas el tabú?
T. F.: Opino que ahora, con todos estos pleitos y discusiones, ya no se puede hablar de un tabú racial, pero antes no se hablaba, porque se suponía que hablar del problema racial era crear el problema. Este era uno de los esquemas con los cuales nosotros fuimos criados, cuando uno planteaba algo de problemática racial decían que eso era ir contra el pensamiento martiano y te ponían la etiqueta de conflictivo.
J. R.: La ideología martiana sobre la raza supone que la cubanidad supera la contradicción racial. La cultura pasa a ser un plano de resolución de la desigualdad y antagonismo racial.
T. F.: Ese es un criterio martiano que fue elaborado en el siglo xix. Él no le prestó atención a las diferencias de las clases sociales. Es un pensamiento muy romántico, hermoso, que pudiera servir de estímulo a los románticos para pensar que eso se puede hacer a partir puramente de ese pensamiento, pero la sociedad no se rige por ideas sino por hechos materiales.
J. R.: En varios lugares, incluso en su crítica al texto de Zurbano, Guillermo Rodríguez Rivera habla del mestizaje como un modo inherente de la cubanidad a superar el conflicto racial.
T. F.: Eso es falso completamente. No sé si él habrá leído a Juan Marinello, quien dijo hace muchos años que el problema racial en Cuba se solucionaría cuando ya no hubiera blancos ni negros, cuando todos fuéramos mestizos o mulatos, como si realmente toda la población cubana fuera parte de ese proceso. Marinello se refería a un proceso físico más que a un proceso cultural, porque yo sí te puedo decir que blancos y negros podemos llegar a un mestizaje cultural extraordinario, pero ya a un mestizaje físico me parece que tardaría mucho, aunque soy de los que pienso que el mundo tiende a la unión de todas las personas que tienen diferentes colores, pero ese proceso es un largo camino, en el cual van a haber muchos negros y mulatos y pienso que habrá siempre algunos que no llegarán a esa fusión. Ahí viene el problema de que científicamente las razas no existen, pero como construcción social sí existen.
J. R.: Hay una dimensión económica del racismo que aparece como uno de los temas en las discusiones actuales.
T. F.: Yo te diría que el principio fundamental del racismo es lo económico, por una razón muy sencilla. Cuando el negro asimilado adquiere la misma cultura, la misma forma de escribir, de pensar, de hablar, de analizar los problemas que el blanco, aparece en el espacio ya no solamente cultural sino también económico, y el blanco ve un competidor. Ahí es donde viene la marginalidad. En la etapa esclava no se puede hablar de discriminación porque el esclavo tenía su lugar y nunca hubiera podido competir con el blanco, pero ya cuando el negro libre llega a tener nivel, llega a tener educación, cultura, ya la cosa es diferente, y por lo tanto el blanco lo margina del poder económico, limita sus posibilidades. Esto sucedió en todos los países donde había población afrodescendiente, es una historia que se repite en muchos casos.
J. R.: Por otro lado, para muchos es innegable que la Revolución ha tenido históricamente logros contundentes en la educación, en la incorporación de los negros al Estado, en el apoyo de las poblaciones negras y mulatas.
T. F.: Eso no puede verse como una verdad absoluta. Cuando en 1985 Fidel llamó a la representatividad de las mujeres, los jóvenes y los negros en los diferentes niveles de la administración pública del Partido y del Gobierno, significaba que los negros no estaban ahí representados de manera notable. Está demostrando que algo pasó a partir del triunfo de la Revolución. Fidel Castro ya había hecho un primer llamado en el año 59 cuando llama a luchar contra la discriminación racial, pero si en el año 85 pide nuevamente esta representatividad, es obvio que algo faltaba, que no todos los presupuestos teóricos y prácticos que se habían deseado fueron cumplidos a cabalidad.
J. R.: ¿Consideras que hay algo constructivo en este debate surgido a raíz de las palabras de Zurbano aparecidas en The New York Times?
T. F.: Yo recuerdo que Juan Gualberto Gómez en una ocasión quemó mucha documentación y cuando le preguntaron por qué hacía esto, dijo que esas cartas revelaban cosas que cambiarían la imagen de muchos de nuestros patriotas. Cuando leí esa entrevista me influyó muchísimo porque lamentablemente entre nosotros en este debate están ocurriendo cosas que ya no son un problema de cartas, sino de acciones a la luz diaria; eso realmente es un poco descarnado. En otras etapas tal vez había más hipocresía. Yo siempre me pregunto qué pasaría si ahora The New York Times traduce al inglés el artículo de Nicolás Guillén, «El blanco, he ahí el problema», ¿qué pasaría? ¿Irían a la tumba de Nicolás Guillén a hacerle un acto de repudio? Me parece muy conveniente y oportuno el debate que se ha desarrollado, pero me parece injusto que Zurbano sea visto como una persona que está totalmente fuera de la Revolución; eso me molesta porque la crítica de Zurbano, como las críticas nuestras, todas son dentro del sistema, dentro de la Revolución, porque lo que queremos es mejorar nuestra sociedad. Hay muchas cosas que tenemos que resolver que no son menos importantes que la problemática racial, pero no se pueden resolver los otros problemas sociales mientras haya una desigualdad económica como la que estamos padeciendo en estos momentos; por lo tanto, no podremos luchar ni avanzar objetivamente mientras persista esa desigualdad económica. Eso no quiere decir que no podamos ir abonando el terreno para que cuando ese momento llegue las cosas sean más factibles.
Víctor Fowler Calzada
J. R.: ¿Cuál fue tu primera impresión cuando leíste el texto de Roberto Zurbano en The New York Times sobre el racismo en Cuba?
V. F.: Lo primero a decir es que hay que tener un dominio sobrehumano del lenguaje, y de las ideas, para en sólo 1, 200 palabras cumplir todas las expectativas que alrededor de un texto como este se multiplican. Mi primera impresión fue compleja, hecha de percepciones y valoraciones encontradas que puedo intentar explicar desglosándolas: me alegró mucho que Zurbano hubiese tenido la oportunidad de dirigirse a la audiencia del que tal vez sea el periódico más famoso del mundo y admiré su valentía al no presentar una Cuba de fácil consumo. Lo mismo experimenté ante su honestidad y compromiso con los sectores que, como si fuese algo normal, suelen ser quienes siempre reciben los golpes más duros en los períodos de crisis. A la misma vez, sin embargo, me dio la impresión de que el texto se entretenía en cosas que no eran realmente importantes, que le faltaba un reconocimiento más alegre de las que habían sido las conquistas de los negros en el período de la Revolución, y en tercer lugar, sentí que le faltaba una expresión más clara de la posición de los negros cubanos como un sector que se ha mantenido en una posición de resistencia “dura” frente a todo tipo de designio colonizador que ha recibido el país: el núcleo de la Revolución cubana.
J. R.: La Jiribilla enseguida publicó un dossier en contra de Zurbano. ¿Por qué el volumen y la intensidad de la reacción? Hace unos días publicaste en La Jiribilla un texto muy notable sobre toda la situación, ¿puedes resumir el argumento principal?
V. F.: Tiene que ver con los problemas que toca el texto de Zurbano y lo que pasó con el texto, las respuestas tan agrias y duras que fueron erigidas en contra de lo dicho por Zurbano. El artículo aparece en The New York Times, un órgano donde no es común que se publiquen lecturas que contengan una mirada crítica hacia la Cuba contemporánea; escrito además por un cubano que vive en la Isla y que participa en sus procesos sociales. En el momento de su publicación sucedió algo que trastornó cualquier posibilidad de leer el texto sin implicaciones emocionales previas y es que el titulista del New York Times le cambió el título de manera que trastocaba la interpretación del texto en su conjunto. El artículo original se titulaba «Para los negros en Cuba la Revolución no ha terminado aún», después, de modo sorpresivo salió publicado bajo el rótulo «Para los negros en Cuba la Revolución no ha comenzado aún», y es aquí donde se centra una cantidad significativa de esas respuestas hacia el texto de Zurbano que comienzan cuestionando el título, pero comienzan cuestionando un título que no pertenece a Zurbano. Lo curioso es que a ninguna persona se le ha ocurrido pensar por qué motivo The New York Times se ve obligado a cambiar el título para publicar el artículo; hace todas las negociaciones posibles con Zurbano y cuando llega al final, el artículo de Zurbano con el título original es todavía tan propio del espacio de la Revolución que no lo pueden publicar; o sea, para poderlo publicar tienen que cambiar el título, tienen que hacer que el título diga lo contrario.
J. R.: Hay una dimensión de la discusión sobre la raza que tiene que ver con la desigualdad económica, aunque es innegable que la Revolución produjo mecanismos de integración racial. Entonces, ¿cuál te parece que sea el núcleo económico del problema?
V. F.: Los problemas son varios, el primero es que la Revolución produjo mecanismos de integración racial, pero ni siquiera ese impulso democratizador enorme que es la Revolución puede superar realidades tan duras como el hecho de que las mejores viviendas estén en manos de personas de la raza blanca. La Revolución tampoco puede cambiar el hecho de que el grupo racial que menos propiedad privada tiene sobre la tierra en Cuba son los negros porque nunca, en ningún momento de la República, superaron más del 12% de los dueños de tierra; tampoco puede superar la realidad de que cuando se hunde el modelo socialista una parte significativa de la economía cubana, más de mil millones de dólares todos los años, entra al país en concepto de remesas que vienen de una emigración que más del 85% es blanca y es de suponer que cuando lleguen a Cuba vayan a manos de sus familiares. Tampoco se puede superar el hecho, se pudiera superar, pero aquí es donde entra a jugar la cultura y la burocracia su papel, de que cuando se produce el proceso de reestructuración de la economía la mayor parte de los puestos de dirección en los espacios de la nueva economía son ocupados por blancos. Hay muchas realidades diversas que nos hablan de que si bien la política del Estado no promueve que esas cosas sucedan así, hay determinados escenarios que, por esas historias distintas que tienen, sencillamente suceden. Aquí es, donde a mi juicio, viene el proceso de intentar darles a esos condicionantes de desigualdad respuestas creativas, pero las respuestas creativas florecen cuando hablas de lo que pasa, no puedes conseguirlo si no hablas de eso y si no entiendes lo que está pasando.
J. R.: Hay un tercer elemento polémico en la discusión sobre Zurbano que tiene que ver con el año 2018 y la anticipación de un relevo del poder de Raúl Castro.
V. F.: Sí, hay otro problema al final del texto del NYT con la fecha que es donde se hace verdaderamente dura la alusión a la Revolución, estos han sido los dos grandes polos de las reacciones adversas al texto de Zurbano: el título y el 2018, porque el 2018 es la fecha en la cual el presidente Raúl Castro anunció que deja el poder. El problema en el argumento de Zurbano está en que inmediatamente después de mencionar esta fecha, dice que ojalá para entonces el antirracismo sea más fuerte y tenga un espacio legal más estructurado.
J. R.: Eso en algunos textos de La Jiribilla se leyó como el requisito de la lucha contra el racismo. Pero él no dice exactamente eso.
V. F.: No, eso está claro en el texto: ojalá que los luchadores sean más fuertes para seguir luchando en su causa y, sobre todo, que creo que es la parte más importante, que tengan mayor espacio legal, y ahí es donde a mi juicio está el problema real, porque es un problema que trasciende la cuestión de racismo. Los cubanos no estamos preparados para entender, incluso yo diría que llevamos cincuenta años tratando de no entender el papel que cumple la ley. No nos está pasando solo con la cuestión racial, aquí hay una discusión sobre todo dentro de los grupos que están empezando a surgir y se están empezando a hacer preguntas sobre cómo tratar las problemáticas de raza. Hay mucha duda porque hay modelos distintos. Nosotros llevamos no menos de veinte años hablando del problema de la no-presencia de negros en la televisión cubana, eso está presente en todos los congresos de la UNEAC, se han hecho reuniones con la dirección de la televisión y no se ha tomado una medida para cambiar eso, porque la manera de abordar los problemas en Cuba parte de una plataforma política y no de una plataforma legal. Tal vez los cubanos necesitemos aprender que los derechos no solo se realizan cuando tiene lugar un juicio y entonces somos juzgados según un patrón de igualdad, sino que hay otro modo de dar cumplimiento al derecho en algo que me atrevo a llamar “presencia y representación” (o sea, el poder “estar ahí”, por ejemplo, de manera significativa y proporcional entre los mejores empleos o posiciones de autoridad)..
J. R.: ¿Cuál es el tabú del racismo del que habla Zuleica Romay en su reciente libro sobre la discriminación racial y la política contemporánea?
V. F.: Tiene que haber otras estructuras, quizá una mezcla del discurso, el activismo de la sociedad civil y el imperio de la ley por encima de todo; eso se está cocinando en un gran caldero y no solo -que es la parte más problemática- para la cuestión racial, sino también en el terreno de la homofobia, en el terreno de la ausencia de derechos de la mujer y los niños frente a cuestiones de violencia. En el fondo lo que estamos lentamente aprendiendo es que hemos construido un mundo atrasado, el mundo del presente entiende la ciudadanía de una manera más fina y cariñosa que como la entendemos nosotros, y entiende sobre todo la protección a la ciudadanía.
J. R.: En tu texto sobre Zurbano insistes en el carácter revolucionario de la crítica, en la necesidad de la crítica -incluso del Estado- como una condición de un sujeto revolucionario.
V. F.: Lo creo profundamente, creo que es la única manera de construir un espacio saludable dentro de una Revolución. El proceso de construcción de un mundo nuevo mediante la justicia revolucionaria es un proceso muy duro, donde existe el peligro inmenso de secuestrar la idea de justicia de la posesión de la gran masa y convertirla en asunto de una pequeña elite endiosada en sí misma de modo que incluso casi deje de tener sentido la idea de lo que la justicia pueda ser. Creo que lo único que existe frente a eso es correr el riesgo de la circulación cada vez más libre y más científica. Creo firmemente que ninguna zona del Estado debe estar fuera de la crítica, al menos en el campo de lo posible.
J. R.: ¿Hay algún efecto constructivo o creativo en todo esto?
V. F.: Ojalá que de aquí salga algo creativo. Algo creativo sería si hubiera algún tipo de instancia en la cual alguien encontrara la manera inteligente de incorporar a otros sujetos a ese diálogo y que se hicieran propuestas concretas. Primero habría que encontrar un espacio donde se pueda tener ese diálogo; segundo, algo que a mí me parece muy importante, poner reglas sobre las cuales se pueda tener el diálogo, y tercero, identificar cuáles son los problemas. Yo creo que esas serían las ganancias constructivas de este intercambio si se propiciara un espacio para el diálogo.