Snowden: Nos espían
W. (sí, sobre Bush 43) fue la última película política de Oliver Stone. La crítica fue ambigua porque hay ambivalencia sobre algunas de las decisiones de Bush, y porque el filme no es más contundente en mostrar todo lo mal que este hizo. Después de todo, la guerra de Irak, que es uno de los desastres más grandes del nuevo siglo y que se fraguó sobre una mentira, ayudó a desestabilizar el Medio Oriente con las consecuencias que sufrimos ahora, y casi tiene en ruinas a los EE.UU. Si juntamos eso a la debacle económica de 2008, W. Bush es uno de los peores, sino el peor presidente de los últimos tres cuartos de siglo.
Ahora llega esta película estupenda que nos muestra otro legado de la nefasta presidencia bushista: las violaciones de la constitución y la vigilancia ilegal de los ciudadanos. A estas alturas me imagino que todos habrán escuchado el nombre de este joven que es hoy día el centro de controversias intensas debido a lo que hizo. Recordarán además, que “The Fifth Estate” (2013), que reseñé en estas páginas, representó pobremente la historia de Julian Assange, quien se convirtió en un personaje mundial con su “WikiLeaks”. El filme no fue efectivo porque el guión estuvo sobrecargado de información innecesaria en vez de concentrarse en los giros cinemáticos propios para un thriller.
Hay que entender que Snowden estaba en el sitio que se almacenaban los datos de NSA (National Security Administration): en otras palabras tomó la información directamente de los archivos, mientras que Assange distribuye información obtenida por otros, aunque entre los conocedores se le considera un “hacker” excepcional. La diferencia es importante porque Assange reclama que es, y muchos lo consideran, un periodista. El sujeto de nuestra película es considerado por muchos un espía.
Edward Joseph Snowden (Joseph Gordon-Levitt), quien fue miembro de la CIA por un tiempo y estuvo bajo contrato con la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), descubrió una serie de programas de vigilancia global que el gobierno de los EE.UU. manejaba en conjunto con gobiernos europeos y con la cooperación de compañías de telecomunicación. El impacto de sus revelaciones fue demostrar que el gobierno estaba actuando de forma ilegal, de modo que afectaba el balance que debe de haber entre la privacidad y la seguridad del país. Por eso, en vez de espía, muchos consideran a Snowden un divulgador (“whistleblower”).
En junio de 2013, el presidente Obama hacía escasamente seis meses que había tomado juramento, Snowden reveló la extensión de espionaje y monitoreo de los teléfonos de personas privadas que habían surgido después del ataque a las torres gemelas. Usando una serie de sistemas (siendo Trailblazer uno que causó mucho revuelo), el gobierno espiaba a los ciudadanos, violando la ley impunemente. Cuando alguien delató el problema, fue acusado de espionaje, pero los casos se cayeron.
La película nos va familiarizando con la personalidad de Snowden y las circunstancias que lo llevaron a concluir que los derechos humanos de los ciudadanos se estaban violando más allá de toda justificación. En la primera mitad del filme nos percatamos de la intensidad de sus creencias, y en su sentido de responsabilidad y de deuda con su país. Por lo que dice, es conservador, pero el pobre está (¿estaba?) convencido por los escritos de la pseudofilosofa Ayn Rand. Por suerte, vemos que eso no le impide sentirse moralmente comprometido por las violaciones de derechos humanos que se cometieron con intervenciones de las líneas telefónicas entre 2006 y 2009. Además, el gobierno podía ver y monitorear las movidas de personas que no tenían motivo de sospecha. Muchas fueron chantajeadas y amenazadas para que delataran a otros, incluyendo miembros de su familia. Son estas y muchas otras cosas que lo encaminan a obtener la información y divulgarla.
Evito dar muchos detalles de la trama ya que la historia trata de cómo Snowden logra contactar a periodistas (en vez de a los periódicos), para que revelen la interferencia ilegal del gobierno. Lo que sucede, lo cuenta el magnífico guión de Kieran Fitzgerald y Oliver Stone, que hace el thriller uno placentero e informativo.
Stone y su camarógrafo Anthony Dod Mantle, quien estuvo a cargo de “Rush” (2013) y “In the Heart of the Sea”(2015), y obtuvo un Oscar por la cinematografía de “Slumdog Millionaire” (2008), han obtenido una serie de imágenes que acentuaron el significado de varias escenas, e incrementaron el pulso del suspenso. La escena en la que Corbin O’Brien (Rhys Ifans), el jefe de Snowden, le habla por “facetime”, nos recuerda que “Big Brother” hace rato que está sobre nosotros sin que nos demos cuenta. En otra escena, un “chip” que contiene los secretos que ha de divulgar, se cae al piso, pero la cámara intensifica el suspenso al seguir su lente posado en las nucas de los dos personajes que están cerca de Snowden, y no estamos seguros si el pie que está sobre el dispositivo es del bueno o el “malo”.
Jospeph Gordon-Levitt es un actor carismático que tiene la facilidad de hacernos creer en el personaje que representa y nos convence que su decisión moral es la correcta. Sus escenas con el magnífico Ifans, que podía ser más siniestro que Alan Rickman (RIP) cuando quería, son para erizarle los vellos del cuello a cualquiera. No dudo que comenzaremos a ver a Ifans con frecuencia. Me complació sobremanera ver a Nicolas Cage en gran forma en el papel de un genio programador llamado Hank Forrester, que se amiga con Snowden. En todas estas escenas, Gordon-Levitt brilla como el nuevo actor a quien habrá que observar de ahora en adelante, y que muestra que su logro en “Don Jon” (2013) no fue una chamba.
A propósito del gran Rickman, cuya última película fue “Eye in the Sky” (reseñada aquí el 1 de abril de 2016), en la que se debate la moral de usar drones para asesinar terroristas, en esta el horror de esos métodos está también a primera vista, con pietaje documental de esos ataques.
La película entra en un resumen de quienes sabían de la existencia de los programas de espionaje de otros países y de individuos. En diciembre de 2013 un juez federal declaró que los programas eran tan masivos que de seguro violaban la Constitución. Pero, como se imaginan, otras opiniones difirieron de esta. El director de Inteligencia Nacional de EE.UU., quien sirvió a los dos Bush y a Obama, está acusado de haberle mentido al Congreso sobre la intensidad y enormidad del programa. La controversia de si Snowden es un espía traidor o un revelador y sostenedor de los derechos humanos continúa. La política lo ha convertido en un balón retórico que define si los candidatos a la presidencia están a favor o en contra del terrorismo, que puede estar o no controlado por mecanismos que violan los derechos fundamentales en una democracia.
La cinta no resuelve eso, pues no es su propósito. Esta nos hace pensar y considerar las cosas que no le podemos permitir a nuestros gobiernos. La única manera de hacerlo es votando inteligentemente.
(Un chiste inevitable: Uno de los programas electrónicos era capaz de apagar toda la luz de un país, y se lo hicieron a Siria. La mitad de los que llenaban el teatro dijeron que eso fue lo que pasó aquí. ¡Vaya a ver!)