Geografías de la memoria
Costa Brava
Mi calle de casas blancas
no es el sueño de nadie.
Sus techos de terracota
no son los de Cadaqués.
Como todas las ciudades fabulosas,
a mi calle la corta
en su centro un río
por el que navegan todos
los barcos de papel del mundo
y alcanzan el río más amplio
de la calle Central
y se pierden en los desagües
hasta llegar al Caribe,
que es el mar más azul.
Mi calle de casas blancas
no es el recuerdo de nadie.
Solo para mí es memoria.
El árbol
Del almendro que conocimos
queda un soplo de resplandor.
Perdura la caricia del espacio
bajo su inmensa sombra.
Avecindado al recinto
donde reposan
los héroes de esta tierra,
en mi memoria el árbol
emerge de la ruina
con sus extremidades imponentes
a consagrar el dominio
de la serenidad,
del consuelo.
Ojo de agua
Al bajar la pendiente
que acaba en el río,
lo verán resplandecer.
El ojo de agua sostiene
el cálculo de una grieta.
Mar nuestro
Cuesta imaginarlo,
pero detrás de esa polvareda
en la piedra caliza
está el mar de tenue cadencia
esculpiendo la faz de los acantilados.
No afloja ni lleva prisa
en la tarea de definir formas
inalcanzables a la contemplación.
A no ser que, al cerrar los ojos,
despertemos a su lenguaje de niebla.
De Los planetas interiores (inédito)