Translúcido
La luz que pueden emanar los lucíos suele ser efímera, fosforito que se apaga a la primera brisa tropical. Pero desde afuera también se les impone una necesidad artificial de transparencia, de apego a ideas e ideales «convenientes». Todo se convierte entonces en un intento de desambiguación que se centra alterar apariencias, planchar dobleces, dominar acentos, perfeccionar idiomas. En suma, ser como los otros quieren que tú seas (con perdón de Julia). Ser como tú no puedes ser. En estos días, de nuevo, a James Tuller Cintrón y a Alejandro García Padilla se les pide que sean lo que no son, que demuestren una definición de pureza que es a la vez cambiante e inadecuada, que es fabulosa para titulares pero insípida e ilusa.
Aquí un blast from the past: Era 1999 y Vieques ardía y el gobierno de Puerto Rico y los medios de comunicación peleaban batallas legales y los anclas de televisión iban a marchas partidistas y las crisis eran múltiples, algunas más visibles que otras. El entonces gobernador, Pedro Rosselló, estaba de invitado a una entrevista en CNN, y conocido como era por sus deslices verbales, sus gallitos, sus pausas en español, se esperaba alguna versión de esa persona, en inglés.
Pero en inglés, durante toda la entrevista, Rosselló was a flawless son of a beach-filled island: La voz sin pausa, el aura intacta. Guapo y abusador. Su lengua fluía. Era otro: No había tensión en lengua ni garganta. Smooth operator para consumo internacional. Otro Pedro. Irreconocible. Para solo volver a ser el conocido tan pronto cambió de idioma y regresó a su realidad. En su reino, no había transparencia. El ni translúcido era. El país andaba traspuesto, traspapelado.
Just sayin’: Mejor operar con flaquezas a flor de piel que con escudos pegados con Krazy Glue.