Una, tres o cinco cosas a propósito de Puerto islas: crónicas, crisis, amor
1. Iba a decir que este libro es una defensa de quienes —en su voluntad de melodrama— se dejan afectar por casi cualquier evento o condición que incida de forma directa o indirecta en su cotidianidad. Iba a decir que este libro es un tratado teórico a propósito del potencial político de la showsera. De aquellas quienes se van over con el tema de la deuda o de la crisis o de un perrito muerto en la carretera o de un pollito rescatado en el vecindario o de un cantante muerto en el extranjero. Pero la postura que asume Beatriz Llenín Figueroa en Puerto islas: crónicas, crisis, amor (Editora Educación Emergente, 2018), no es defensiva. Tampoco es muy dada a la abstracción. Este libro entonces lee más bien como una carta de amor a quienes se acongojan y/o se agitan por todo, y como una declaración de guerra dirigida a quienes, incrédulos, les miran, les juzgan y pretenden corregirles: deja el show, no es para tanto. La autora aquí, de forma contundente y convincente, deja claro que sí, lo es: “¿Acaso no hay sobradas razones hoy para llorar (y para amar) con desafuero?”
2. El mensaje de la obra —si se me permite hablar a manera de contestación de prueba de comprobación de lectura— es que optar por que las cosas más pequeñas o más ajenas revuelquen tu corazón, provoquen pensamiento y te muevan a la acción, es un principio ético-político urgente en el Puerto Rico de hoy. Para Beatriz, desentenderse es de turistas y asesores, de cryptopoets e inversionistas. Desentenderse es de quienes capitalizan sobre el desastre y sobre tantas vidas destruidas. Desentenderse es de pésimos boleristas y peores activistas. Beatriz escribe: “Párese una donde se pare en Puerto Rico, las quejas no dan tregua. Pero, cuando alguien dice, toma mi mano y no pasarán, demasiadas huimos a la seguridad de quien vigila y analiza, falsa seguridad si alguna vez hubo alguna porque quien vigila hoy está siempre vigilada.”
3. El libro está compuesto de textos, en su mayoría, cortos/cortantes. Muchos asumen la forma de listas; inventarios de solidaridades, de sueños y/o de denuncias. La ventaja de una lista es que siempre da la impresión de ser un texto bajo revisión. O, mejor, de ser un texto de trabajo, abierto a otras manos de otra gente deseosa de sumarle cosas. Es entonces un texto en espera de un colectivo o de una comunidad que recoja tanto lo enumerado por la autora como el motivo que anima su inventario, y lo altere según sus necesidades particulares. Por aquí parte de una de las listas de Llenín Figueroa: “Otro es el arte que no se rinde al mercado./ Otro es el amor y las muchas formas que adopta./ Otro es el sueño y la imaginación./ Otro es la injustica./ Otro es la economía solidaria./ Otro es la naturaleza y sus ritmos.”
4. Bea es mi contemporánea. Esto, en el contexto de este libro, significa coincidir, no más. No implica entendimiento. De ahí que entre los contemporáneos de la autora figuren las estudiantes en huelga, un grupo de teatreros, su perro Andre, una reinita y un coquí en la manguera. Bea en estas páginas sospecha de la necesidad de entendernos como prueba de fuego o de umbral para una sociedad justa, equitativa. Y, por ende, se aferra al “derecho a la opacidad” que nos cobija a todos y todas. Entonces propone: “No hay que entender. Hay que abrazar… No hay que entender. Hay que abrirnos la piel y hacer entrar por la sangrante herida la idea, el símbolo, la narrativa, la melodía del pájaro, los ojos del perro, los colores de la selva, la supremacía del mar.”
5. Parte de mi show es que acostumbro a escribir trocitos de los textos que más me joden o me gustan o me marcan en mis tenis. Esta semana copié “autoboicot y generosidad” en una Converse bajita color vino. La frase es parte de la receta —como de molotov— que ofrece Bea en este libro contra los arranques y agresiones —en escala pequeña, cotidiana— del neoliberalismo. Me supone servir de recuerdo y de detente para cuando me sienta convocado a optar por mí a costa del bienestar otra. Así, se me ocurre, es cómo los buenos libros nos acompañan. Así es como la literatura puede cambiar tu vida. Pequeñamente. Cotidianamente. Una palabra o una frase o un trocito a la vez.