Una vida maravillosa
¿Cómo hablar en un mismo escrito sobre el fraude en las primarias y el despelote causado en la iupi por el “receso administrativo” decretado por su presidente? Y discúlpenme la palabra “despelote”, pero no encuentro otra que describa mejor lo que imagino va a ocurrir en un Recinto abierto tres días con clases y con un personal mínimo de mantenimiento. Nada más pensar en los baños me quita las ganas de cumplir mi responsabilidad como docente y reunir mis clases de lunes y miércoles. Lo curioso es que cuando se publique este escrito, todo ese caos ya habrá pasado, la universidad estará cerrada y cuando abra el lunes siguiente todo será como si nada hubiera pasado.
Sí, confieso que me gusta recrearme pensando en hecatombes que confirmen mi opinión sobre las torpezas administrativas. Pero no todo es producto de mi fantasía. El presidente de la UPR decretó una disminución de tareas administrativas para los días de semana santa, al momento de negarse extender el día libre (con cargo a vacaciones) que el gobernador decretó para los empleados de gobierno el viernes 23 de marzo. Lo que pasa es que nunca he logrado aceptar del todo la inigualable capacidad gubernamental de improvisar con el calendario. ¿A qué obedece que de repente, durante la penúltima semana de marzo, el presidente se dé cuenta de que puede dar una semana libre a los empleados para que la puedan disfrutar en familia? ¿Por qué no pensó en eso cuando se diseñó y se aprobó el calendario que su decreto enmienda? Además, y lo que considero más grave aún, ¿acaso este señor no sabe que la familia puertorriqueña vive a dos aguas? Que todos tenemos familiares inmediatos (herman@s, hij@s, madres o padres) que viven al otro lado del Atlántico. Si hubiera un interés genuino este receso hubiera figurado para todo el mundo desde que se aprobó el calendario académico del semestre. De ese modo, el deseo de disfrutar con la familia hubiese tenido más posibilidades de realizarse. Improvisar cambios así, a nombre de la familia puertorriqueña, me parece un acto evidente de que no se cree en lo que se afirma
A este extraña, pero ya familiar dificultad de atenerse a una decisión, se le suma la arbitrariedad con la que los profesores se adhieren al mismo calendario durante este periodo. Se asume que habrá mucho ausentismo estudiantil, por lo que algunos profesores suspenden sus clases, lo que ejerce una presión sobre los demás profesores, pues el supuesto ausentismo tiene una razón para comprobarse y para aumentarse, ya que los estudiantes desisten de venir a la universidad a tomar solo una o dos clases. Si a esto añadimos el temor de que los baños o no estén abiertos o estén sucios, a uno se le va quitando el deseo de mantener el calendario de su clase y aumentan las posibilidades de que se una al corillo que no reunirá sus clases.
No es que la desorientación y la inefectividad sean la norma en la UPR, aunque a veces parece que son las reinantes. Si hablo sobre la consistente inconsistencia de aferrarse a las decisiones, es porque evidencia la discrepancia entre el discurso de austeridad y de eficiencia —que pregonan los administradores y el gobernador— y la capacidad de ajustar el sistema operacional a dicho discurso. Lo que quiero apuntar es cómo maravillosamente se acoplan dos culturas bajo el manto de la oficialidad: oficialmente será media semana de clases (lunes, martes y miércoles), por lo que el calendario académico no se afectará, aunque cada profesor y cada estudiante hará sus arreglos en cuanto al calendario y el material de cada clase.
Es una manera maravillosa de vivir una ficción; perdón, debo decir varias ficciones. En “Las eras imaginarias”, José Lezama Lima expresaba su deseo por rescatar la poesía originaria, que para él era aquella capaz de inventar mitos, es decir, dioses en los cuales la gente creyera como verdades profundas y ancestrales. Los hoy retractores de la poesía, no obstante, inconscientemente parecen recuperar esa capacidad creadora de la palabra al imponer una ficción como consecuencia de su decreto. No es original, no es nuevo, recordemos que el Dictador, en su Otoño, fue capaz de desaparecer el mar con el mero ejercicio de su pluma. Contrario al efecto del discurso performativo del gobernador, al declarar el 23 de marzo como día oficial” para los empleados públicos, el alcance de la carta del presidente de la Universidad es mayor, pues logra crear una ficción como hecho real. Repito, no una, sino varias ficciones: 1) la de que el calendario académico no se ve afectado por su decreto y las clases transcurrirán con normalidad; 2) la de que los empleados no-docentes se acogerán a la licencia ordinaria, lo que significa un ahorro presupuestario para la institución; 3) la de promover las relaciones familiares de todos los empleados universitarios. Es como si ampliara la capacidad performativa del lenguaje que identificara J. L. Austin en How to do Thinks with Words (1962) y con un enunciado performativo no solo se ejerce la capacidad de crear un hecho –como el consentimiento matrimonial o la declaración de culpabilidad– sino de inventar o crear un acontecimiento: que las actividades académicas en el Recinto de Río Piedras no se verán afectadas porque el presidente decretó una disminución de tareas administrativas del lunes 2 al miércoles 4 de abril. Oficialmente, los documentos más confiables para un historiador –los documentos oficiales de la institución– así lo establecerán; yo apuesto a que ustedes, que me leerán a una semana de haber puesto el punto final a mi escrito, tendrán una opinión muy diferente.
¿Y esto qué tiene que ver con las primarias? Aquí me adentro en la otra dificultad de mi escrito. A fin de cuentas, lo que pasa dentro de la UPR parece importarle muy poco al país, a menos que sea una huelga. En cambio, las primarias levantan un interés más generalizado, pues afectan a la población. En este caso más aún, pues las acusaciones de fraudes en las primarias de los dos principales partidos políticos debe consternarnos a tod@s. ¿Qué certifica un secretario de la Comisión Estatal de Elecciones cuando firma un acta de un centro de votación? ¿la expresión del voto ciudadano o la manipulación de las papeletas? ¿la democracia amparada por sus mecanismos o definida por sus grietas y fisuras? Es común que los perdedores no acepten sus derrotas y hagan acusaciones, pero esta ocasión no parece que sean denuncias sin fundamentos: un matrimonio penepé es capaz de representar electores de dos distritos electorales diferentes, por ejemplo. Este alegado fraude electoral nos coloca en una situación de mayor desconfianza, pues sufrimos de profunda crisis económica y social en la que nadie cree que “alguien podrá ayudarnos”. Y se trata de una elección que además de ser al mismo tiempo un plebiscito, tendrá la participación del número mayor de partidos inscritos en décadas; o sea una en la cual el reclamo de confianza en el sistema electoral vendrá de una gama más amplia de sectores políticos. ¿Cómo confiar el conteo de los votos de un/a candidat@ del MUS, el PPT o el PPP, o incluso el PIP, en un colegio electoral sin ningún/a funcionari@ de dichos partidos? ¿Habrá manera de medir el alcance del esfuerzo que realizarán l@s partidari@s de dichas organizaciones? Yo sospecho, que muchos de ellos saben que no; no por otra cosa se han lanzado al ruedo electoral. Me imagino que su titánico y humilde esfuerzo se conformará con calibrar los logros que sus limitados recursos alcance a cuantificar, más allá de la especulación acerca de cuántos votos habrán perdido en manos de los funcionarios de los otros partidos. Pero ¿es a esta clase de conformismo al que nos invitan en su encomiable búsqueda de alternativas para el país?
Mirado sarcásticamente, el fraude en las primarias pudiera producir cierto consuelo: todavía quedan millone$ por administrar en la colonia a pesar de la crisis. Si no es para disfrutar del botín, ¿por qué otra razón un candidato hace fraude para derrotar a otro de su mismo partido?
Maravillado de que la ficción confirma nuevamente los temores de la invasión de Tlön –puesto que el mundo ya es Tlön–, me resisto a dedicarme a oscuras traducciones de textos aun más oscuros, como el narrador del cuento de Borges. En un acto de jaibería nacional, me propongo a disfrutar las cortas y desarticuladas vacaciones que me propone el presidente; lo que no podré disfrutar sin duda, será que el fraude sea la norma en las elecciones de noviembre.