Actualidad de Pedro Albizu Campos
El tribunal supremo de Puerto Rico no es propiamente hablando un tribunal supremo, porque hay varios tribunales imperiales por encima de él. Sobre el Tribunal federal en Puerto Rico afirma Albizu: “Es una audiencia territorial norteamericana impuesta a nuestro país por el poder que detenta soberanía”. (Albizu, 1975, I: 107) Si utilizáramos la expresión de Michel Foucault, ‘microfísica del poder’, habría que agregar que ese poder del tribunal federal en Puerto Rico se ha extendido cada vez; llega hasta los vasos capilares de la vida civil puertorriqueña.
Del mismo modo juzga Albizu la legislatura. Escribe: “Como la legislatura colonial es una comedia, hasta ahora aceptada”. (2007: 59) Y agrega: “Es peligroso mantener una comedia dando oportunidad a actores serios a convertirla en tragedia”. (59) Igualmente, opina Albizu que “no existe ningún poder legislativo en Puerto Rico. Esta verdad puede comprobarla por cualquier estudiante del reglamento militar con que se pretende regir el país, denominado Carta Orgánica, impuesto a nuestra nacionalidad por el Congreso de Estados Unidos”. (En la Antología de Maldonado Denis, 1984: 72) Albizu considera que “El sistema político administrativo existe para afianzar la hegemonía de la colonia yanqui entre nosotros y de los intereses que representa”. (Albizu, 2007: 81)
Para Albizu, Puerto Rico no es un Estado. En los documentos oficiales se habla del Pueblo de Puerto Rico. Albizu comenta: “Este ente denominado Pueblo de Puerto Rico es una corporación yanqui establecida para demoler a la nación puertorriqueña. En nombre del sagrado nombre de Puerto Rico”. (1984: 144) El llamado Estado Libre Asociado es una farsa. Este supuesto Estado no puede establecer tratados internacionales con ningún otro Estado del mundo. Ni siquiera, agrega Albizu, el Estado Libre Asociado puede concertar tratados comerciales con otros países. En cambio, este poder de concertar tratados comerciales estaba incluido en la Carta Autonómica que España había concedido a Puerto Rico y Cuba. “El imperialismo norteamericano somete a Puerto Rico a un régimen de estrangulación económica”. (Isabel Gutiérrez del Arroyo, 2000: 22)
En el nivel económico, Puerto Rico no tiene ninguna autonomía. Escribe Albizu: “El monopolio del poder político es para establecer el monopolio del poder económico”. (72) Y agrega: “No existe la autonomía donde el poder imperial mantiene forzosamente el cabotaje libre, entre él y las naciones sometidas a su voluntad por la fuerza, como es el caso de Puerto Rico”. (197) Y explica más en detalle: “Con el cabotaje libre, y un arancel que excluye toda competencia extranjera, queda nuestra riqueza agraria, industrial y comercial a merced del poder económico más fuerte del mundo”. (224) En efecto: “El poder arancelario regula los intereses más vitales de la nacionalidad”. (232) Es así puesto: “Los americanos controlan el comercio exterior y la vida económica interna del país. Todos sabemos que ellos son guerreros económicos, verdaderos explotadores de otros pueblos. Para ellos la explotación es una ciencia dirigida con frialdad y previsión”. (11) Y concluye: “Puerto Rico ha sido reducido a un feudo de las corporaciones”. (11) Los intereses económicos compraron tierras a precios irrisorios y arruinan la agricultura. “Arruinada la agricultura quedamos a merced del mercado yanqui”. (105) Señala Albizu que los bancos estadounidenses practicaron la usura en Puerto Rico en las primeras décadas de la invasión y que ello demostraba la falta de buena intención para rehabilitar económicamente al país. Es lo mismo que estamos viendo en la actualidad. Se ha señalado por algunos analistas políticos y económicos que una buena parte de la deuda pública de Puerto Rico está basada en intereses onerosos, es decir, usureros. “El nuevo nacionalismo será verdadero. Velará por el bienestar económico de las clases trabajadoras, retrotraerá las tierras a manos puertorriqueñas, no permitirá la imposición de una cultura exótica, no cesará su esfuerzo hasta reivindicar la dignidad patria”. (Citado en Ferrer Canales, 1991: 152)
Para Albizu la educación puertorriqueña es profundamente colonial. Se ha instrumentado la educación como poder del invasor imperial. “La educación no puede ser un instrumento de dominación”. (Albizu, 1975, I: 179) Y luego agrega: “la agresión más grave que se ha perpetrado contra la nacionalidad puertorriqueña ha sido la creación de esta tiranía sistemática perpetrada contra el intelecto nativo”. (I, 179) No puede aceptarse que ningún otro pueblo sea el árbitro de la educación puertorriqueña. Hay que interrogar al sistema educativo colonial. “Al sistema educativo hay que formularle unas cuantas preguntas vitales. ¿De qué somos ciudadanos? ¿Para qué educamos la niñez puertorriqueña? Para que sean hombres de conciencia libres o esclavos coloniales. No basta sembrar escuelas por doquier. La escuela lo mismo puede servir para construir que para destruir”. (I, 179) Asimismo: “La educación debe formar hombres informados de un sentido patriótico y no siervos de un régimen imperante”. (I, 179) La educación no puede ser monárquica, sino republicana. “La educación en las repúblicas se inspira en los principios republicanos. […] En Puerto Rico la educación no está inspirada en principios definidos ni tiene una orientación determinada porque no existe el Estado, que es el factor determinante y orientador del sistema educativo”. (I, 187) La educación en la colonia desconoce y reprime el estudio de los héroes patrios. Educa a la juventud para el sometimiento al imperio, y rechaza los valores puertorriqueños; los hombres y mujeres que lucharon por la dignidad de la patria. Nada se enseña de Hostos, Betances, Lola Rodríguez de Tió; y al presente hay que agregar que nada se sabe en las escuelas de la gesta patriótica de Pedro Albizu Campos. “Los valores patrióticos están condicionados en función de la posteridad”; (I, 187) Es necesario afirmar los valores pretéritos en función de un futuro patrio. “Los pueblos que no conocen a sus progenitores son pueblos sepultos, son pueblos muertos”. (En Gutiérrez del Arroyo, 2000: 80) Comenta Albizu: “El invasor llegó al punto que no necesitaba justificarse él. Ya habían surgido nativos a sueldo para hacerlo. Así tenemos “pedagogos” en el Departamento de Instrucción sancionando las barbaridades que hemos señalado”. (1984: 97) Sobre este aspecto de la educación comenta Isabel Gutiérrez del Arroyo que la perspectiva de Albizu es “precisamente lo opuesto a la filosofía del sistema imperante de instrucción pública que, cuando menos, ignoraba u obscurecía lo autóctono puertorriqueño para exaltar la superioridad de la cultura, la historia y estilo de vida norteamericano”. (2000: 99)
Una realidad siempre actual es el racismo. En Estados Unidos aun dentro de un gobierno presidido por un presidente negro, han sido asesinadas por policías blancos un número de personas de color negro. En los Estados Unidos, afirma Albizu, se da absoluta prioridad a la raza sajona; los anglosajones exterminaron la raza indígena, es decir, a los pueblos originarios a los cuales los anglosajones arrebataron su territorio. Son los mismos que nada quieren saber de la raza latina y la discriminación con el negro se mantiene. Decía José Ferrer Canales que el racismo se mantiene a flor de piel en Puerto Rico. Las enseñanzas de Pedro Albizu Campos contra todo tipo de discriminación y, sobre todo, el de la raza, mantienen, pues, plena vigencia. Pensaba que la raza no es cuestión biológica, sino cultural. “Para nosotros la raza nada tiene que ver con la biología. Ni tez lunada, ni cabello hervido, no oblicuidad del ojo. Raza es una perpetuidad de virtudes y de instituciones características. Nos distinguimos por nuestra cultura, por nuestro valor, por nuestra hidalguía, por nuestro sentido católico de la civilización”. (II: 118)
Albizu habla de la triple composición racial del puertorriqueño: negro, indio y blanco. Y de las tres se sentía orgulloso. Formamos parte de la unidad humana integrada por diferentes razas. “?Que existe en Puerto Rico sangre africana? Yo también la llevo en las venas y la llevo con el supremo orgullo de la dignidad humana. Aquí tenemos además sangre india y por eso me siento perfectamente americano, americano autóctono, en la verdadera acepción de la palabra”. (Albizu, 1991: 43) Pero como don Pedro era de padre vizcaíno pues también aprecia la raza hispánica. Y denuncia cualquier política contra la hispanidad. “A la raza madre de nuestra cultura, la española se le han cerrado las puertas”. (I, 247) Nosotros tenemos que reunirnos, agruparnos. Esta unidad nos lleva a asociarnos con los pueblos de latinoamericanos y con España. “Llevar a la práctica la unidad inmediata con el iberoamericanismo”. (I, 53)
El filósofo mexicano José Vasconcelos expresó en el prólogo a su libro Indología que había aprendido en unas pocas horas con Pedro Albizu Campos mucho más que lo que había aprendido en muchos años con otros. Vasconcelos defendió la idea de la raza cósmica atendiendo a la variada composición racial de nuestros pueblos latinoamericanos. Y esa es también la idea de Albizu Campos. Vasconcelos expresó lo siguiente: “Vive como santo y como nada se puede decir de su conducta, no faltó quien dijese, pero fíjese que es mulato”. (Citado en Cristina Meneses, 2008: 48) Acerca del Iberoamericanismo abunda Albizu cuando comenta: “Nuestra causa (la independencia) es causa continental. Los pensadores iberoamericanos ven claro el problema conjunto de la América Ibérica frente al imperialismo yanqui. Puerto Rico y las otras Antillas constituyen el campo de batalla entre el imperialismo yanqui y el iberoamericanismo, la solidaridad iberoamericana exige que cese toda injerencia yanqui en este archipiélago para restaurar el equilibrio continental, y asegurar la independencia de todas las naciones colombianas. Dentro de esta suprema necesidad es imprescindible nuestra independencia”. (Citado en Ferrer Canales, 1991: 152) Y Juan Marinello escribe: “Albizu Campos. Como Martí, ‘vivió en el monstruo y le conoció las entrañas’ y poseyó como Martí, la honda de David para alcanzarle la frente codiciosa, culpable, violenta”. (Marinello, 1991: 114)
El análisis de la relación imperio/colonia es uno de las dimensiones más importantes de Albizu y mantiene plena vigencia. “Para mantener la colonia económica se requiere el coloniaje político en cualesquiera de sus formas; ya sea la anexión por la fuerza o el protectorado”. Albizu rechazó cualquier reformismo, éste solo tiende a una reorganización económica bajo la dominación imperial. “Albizu no aspiraba a reorganizar sino a abolir la dominación imperial”. (Taller de formación política, 1991: 46) Albizu expone con claridad el fin económico del imperialismo y la necesidad de la lucha política para lograr dicho fin. “Todo imperio fundado en la fuerza como única justificación tiene que caer en absurdos que le cuestan finalmente la propia existencia”. (I, 145) De acuerdo a Albizu, la concesión de la ciudadanía que hacen los imperios es para silenciar la oposición o por lo menos para atomizar su resistencia. Lo cual no quita que para algunos resulte atractiva dicha ciudadanía. Hostos hablaba de una epidemia anexionista que se estaba desencadenando en Puerto Rico.
Albizu se pregunta: ¿Qué hacer? “Continúa la indefensión total de Puerto Rico, frente a Estados Unidos, pero esa indefensión existe porque la voluntad portorriqueña no se ha manifestado en contra de un modo decisivo”. (Albizu, 2007: 84-85) No hay que esperar la redención de parte de los Estados Unidos. “El congreso americano y Mr. Roosevelt tienen en mente exclusivamente los intereses de su patria y si para ese fin necesitan succionar nuestra última gota de sangre, lo harán, si nosotros no nos aprestamos a defendernos inmediatamente contra la explotación in crescendo”. (110) Para Albizu la solución anexionista no es válida. “La anexión, que es la anulación de la personalidad de una nación, no es defendible, en ningún terreno. […] Cuando de la personalidad de una nación se trata, habrá quien con ella quiera traficar, pero, si cuenta con alguna solvencia mental, se abstendrá de dar explicaciones para no cometer un dislate que condena su propio decoro”. (120)
No hay que confundir cierta tolerancia con la verdadera libertad. “La tolerancia emana de la discreción imperial; la libertad se funda en el derecho. Existe un derecho solo cuando el que lo tiene, cuenta con poder final para hacerlo efectivo”. (126) Y recalca: “Un pueblo tiene derecho cuando puede ejercerlo sin trabas de ninguna clase; cuando la sanción última de sus actos está en sus propias manos”. (124) Hay una disyuntiva que no admite reformismos. “El dilema es claro: la vida o la muerte. Con los yanquis o con los puertorriqueños. Alea jacta est. La nación puertorriqueña exige su redención inmediata y se dispone a combatir el régimen de frente. Nadie aspire a dirigir sus destinos que no esté dispuesto a cumplir con su deber de sacrificio por la causa de la independencia patria”. (236) La liberación solo se puede plantear desde el nacionalismo. “El nacionalismo ha mantenido puro el ideal de la independencia. No permitirá mixtificaciones del mismo”. (237) Estadolibrismo y anexionismo son falsas soluciones. “Para los que quieran de verdad la independencia de Puerto Rico hay un sitio amoroso para ellos. Vengan a ocupar su lugar en las filas del patriotismo verdadero”. (237) Albizu considera que el procedimiento adecuado para la solución es la convención constituyente. “La convención Constituyente es la medida salvadora contra la guerra civil y contra la imposición de la esclavitud política y económica de la patria”. (334) La solución debe llegar de nosotros mismos. “Nada más ilusorio que someter a la voluntad de un mandatario extranjero nada menos que la rehabilitación de toda una nación”. (113) Este es un pensamiento que debería servir de guía en la actual situación ante la ley promesa. “Solo la República nuestra puede sentir las necesidades patrias, y remediarlas con el interés superior de hacerse digna de ocupar puesto de avanzada en la civilización contemporánea”. (226)
En Puerto Rico los partidos políticos polemizan a diario sobre las actividades políticas en la vida nacional, lo cual es normal, pero al mismo tiempo polemizan a diario sobre la existencia misma de la nación, lo cual no ocurre en ninguna otra nación. “En nuestro país no hay consenso respecto a la base de su vida como entidad política, y de ahí que consumimos nuestro mayor esfuerzo en lo que llamamos política”. (1923-1936, I, 18) En todas las naciones hay consenso con respecto a su organización política. Aquí los partidos políticos discuten desde la base la organización política. El desacuerdo va hasta la raíz. Pero sea como fuere, es indiscutible nuestro derecho a tener un gobierno responsable solo a nosotros”. (I, 16) Tenemos que ir a las raíces del problema y para ello es necesario el consenso. “Para establecer una patria se requiere consenso soberano”. (I, 18)
Actualidad de Albizu es también su defensa de los derechos de la mujer. La mujer no es recluida en sus oficios domésticos, sino que se la integra en las luchas sociales. “La mujer puertorriqueña tiene en sus manos el poder de realizar una labor cívica”. (I: 82) Obreros y obreras están sometidos a la explotación del capital invasor. El imperio ejerce su dominación también contra la mujer. Por eso es necesario apoyar la lucha libertaria de la mujer. “Saludemos a la mujer libertadora. La patria quiere sumarse inmediatamente a su fuerza”. (I: 97) Y la mujer ha de sumarse a la lucha nacional, ella es “matriz de nacionalidad”.
Albizu habla de los cuatro postulados del nacionalismo puertorriqueño: independencia de la patria, formación de una confederación antillana, unión iberoamericana y hegemonía de los pueblos de la América ibérica. (Cfr. Ribes Tovar, 1975: 157) “El nacionalismo es la única salvación porque hace renacer en cada uno de nosotros la conciencia de hombre libre para quien la dignidad humana no tiene precio, y quien no puede concebir por qué no tenga derecho a regir los destinos de sus hijos o de su patria”. (En Gutiérrez, 2000: 99) Nacionalismo es ponerse en pie para rescatar la soberanía y orientarse hacia los valores superiores del espíritu. “El nacionalismo es para Albizu un magisterio moral. Hay que despertar las conciencias adormecidas de su estado de ‘tremenda inconsciencia’. Urge presentar la tragedia colonial en su descarnada realidad”. (Gutiérrez del Arroyo, 2000: 11) Hablando de Gandhi escribe Albizu: “El Mahatma nos enseñó que el Poder está dentro de nosotros. Y que la libertad debe estar primero en el alma y será invencible, se impondrá sobre todos los despotismos”. (Citado en Ferrer Canales, 1991: 162)
Permítaseme concluir con las palabras de César Andreu Iglesias: “Albizu fue la conciencia de Puerto Rico. Lo fue para los que lo siguieron. Lo fue todavía más para muchos de los que lo negaron. En las hondas crisis una conciencia sola puede salvar a un pueblo. A los puertorriqueños nos tocó la suerte de haber contado con Albizu. ¿Qué hubiera sido de nosotros de no haberlo tenido?”. (2005: 127)
* Conferencia inaugural de la Segunda Jornada Pedro Albizu Campos, que reunió estudiosos de todo Puerto Rico, celebrada en el Colegio Universitario de Humacao del 27 al 28 de octubre de 2016.
Bibliografía.
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