Amor de tercera generación por la música cubana

Real Project
Haber tenido la oportunidad de conocer Cuba en un ámbito amplio me produjo, por expresarlo de alguna forma, el sentir de mirarnos en un espejo como si se tratara de un universo alterno. La idea de ‘qué tienes tú que no tengo yo’ originado en gran parte a las diferencias políticas, forma sin duda un contraste muy complejo. Esto no es extraño siendo nuestras expresiones culturales tan parecidas y compartiendo historias tan conectadas e íntimas. En este escrito pretendo resaltar algunas impresiones y opiniones que con el tiempo me he formado en el marco cultural de la música cubana.
De donde viene mi afán, banda sonora infancia
Crecí en un barrio de Cidra en los años ‘90. Allí, donde y cuando el merengue era el rey junto con los baladistas del momento. Mientras este era el fonograma casi obligado en la isla, la banda sonora de mi niñez estuvo compuesta por Los Papines , Celeste Mendoza, Los Van Van, Irakere, Cachao , Frank Emilio Flynn, Emiliano Salvador, Sintesis , NG La Banda, y otros menos conocidos, pero de gran valor como Arte Mixto. Encima de esto, papi acostumbraba a rumbear en la casa con familiares y amigos. Que estos ritmos se mezclaran con los sonidos tranquilos de un campo en Cidra fue sin duda ¡una rareza! Chivo que Rompe Tambo’ en versión de Bola de Nieve, también La Protesta de los Chivos de NG La Banda, son de los primeros temas musicales de los que mi memoria tiene constancia y moldearon mi imaginario de niña. En casa la musicalidad y el ritmo fueron más importantes que el lirismo. Voces y letras como las de Silvio Rodríguez me fueron presentadas a través de grupos como Afrocuba, en obras maestras como Causas y Azares.
Yo, la menor de tres hermanos, llego a Cidra en la barriga de mami. Parte de mi familia paterna había emigrado de la ciudad al campo a finales de los ‘80. De allá, del área metropolitana vengo arrastrando mi predisposición a un oído cubaniao’. Tengo la convicción de que de haber pertenecido a una familia netamente cidreña no hubiera sonado en la pequeña fiesta familiar de mis 15 años, por predilección mía, el disco de Síntesis, Habana a Flor de Piel, causando las miradas extrañas de los más jóvenes. Asimismo, tengo la certeza de que no estaría hoy escribiendo sobre “mi relación” con la música cubana sin estos antecedentes. Papi, músico, la piedra angular de esta relación y mi conector directo con esta música, vivió su juventud rumbeando desde El Embalse San José en Río Piedras hasta los bosques de pino que una vez hubo en las playas de Carolina. Eran aquellas las décadas de la gran fiebre de la música cubana en Puerto Rico, cuando el LP Patato y Totico (1967), fuera la escuela para los nuevos rumberos de la isla. Por la parte materna las influencias también vienen arrastradas desde la metrópolis, en este caso de Nueva York. Abuela emigra comenzando la década de los ‘50 a Nueva York, donde nace mami, y fue allá donde abuela se relaciona con cubanos de la ciudad, iniciándose en la religión yoruba (Santería) y bailando de lo bonito en lugares tan míticos como el Palladium. No es hasta los ‘90 que abuela regresa a PR para estar cerca de mami. Es con ellas que de niña frecuento tambores de santo y güiros, encontrándome con la potencia y ancestralidad de los tambores batá y los cantos yorubas. Fue este el maridaje perfecto causante de este amor de tercera generación que siento por la música de la isla hermana, pero que de igual forma anteceden a papi o abuela, y que viene de una larga historia de influencias e intercambios musicales entre ambas islas. Siendo hoy el Repartero o Ragamorfa la más reciente expresión de estas influencias. Este nuevo movimiento de música urbana cubana es lo que algunos denominan ‘el hijo del reguetón y la timba cubana’.
En el escrito del profesor Elmer González, “Cuba y Puerto Rico Son”, hay dos datos que en mayor medida explican la relación musical entre las islasLa importancia de Cuba como puerto internacional estratégico para los intereses españoles le permitió importar y exportar influencias musicales. Esto fue medular para convertirla en la isla caribeña principal en la creación de ritmos populares. (2) La llegada de la radio en 1922. La programación de las emisoras cubanas era en gran parte presentaciones en vivo de agrupaciones musicales con ritmos como el bolero, la guaracha, el son y el danzón. Esos programas podían escucharse en Puerto Rico, por lo que la radio cubana fue una referencia para algunos músicos boricuas en formación.
Por mucho tiempo ritmos cubanos marcaron la tradición de lo bailable en Puerto Rico e Hispanoamérica. Luego, las diferencias políticas entre nuestras islas, sumada a la más tardía desaparición de la industria del disco, contribuyen a la merma del auge de la música cubana en nuestra isla. Aquella de la que fueron producto la salsa, las rumbas de esquina y grupos puertorriqueños como Batacumbele, e incluso hoy grupos como Pirulo y la Tribu. En lo que respecta a mí, en el declive de este auge recibí casi la “última agüita”. Recuerdo las visitas frecuentes a tiendas de discos como Casa de los Tapes, el rato se extendía pues papi pedía que le abrieran los discos para escucharlos allí y saber si se los llevaba. Permanecen también momentos como el concierto de Los Van Van en el Arena Pier 10. Yo preadolescente con mi cara de palo permanecí la mayoría del concierto sentada y supuestamente aburrida. Quería ser como las demás familias, que escuchaban merengue boricua, mientras que nosotros escuchábamos esa música tan negra. Y aunque no necesariamente así lo verbalizaba o contextualizaba, así lo sentía. En el acervo musical cubano, los ritmos, géneros y estilos son amplísimos, rock, trova, rap, música clásica, etc. Sin embargo, la defensa de la identidad y la afrodescendencia en la música popular cubana, a la que yo estaba expuesta en esos momentos, eran tratadas de formas en las que no tenía referentes en la música propia de mi país. Pero volviendo al concierto… no solo era posiblemente la única niña de la sala, sino que además el humano supuestamente más desdichado de allí, hasta que empezaron a tocar “El Negro está cocinando” cantada por Pedrito Calvo. Caí parada, levanté los brazos, bailé y canté con la desinhibición que pocas veces he tenido en la vida. Amaba esa canción, aún la amo, aunque es de adulta que puedo entender toda la picardía y doble sentido de su letra.
Encuentro con la vanguardia de su música
En 2018 por fin llego a la Habana, donde fui buscando inundarme los oídos de lo que ha sido la más grande aportación de la tierra del Beny al mundo, su música. Llegué con la confianza de quien se siente en casa, y es que ya la había caminado en sus canciones. Me habían dicho que no aguantaba más, de los Pepes y los Joseses que alquilan sus Chevroleses, de las mulatas que hacen a algunos montarse en el avión cada 2 o 3 semanas, la especulación de precios, el malecón, San Lázaro, 23 y los solares. Una de las funciones históricas de la música en general, ha sido servir de crónica, aunque no es menos cierto que temas como el amor, el despecho y la gozadera han permanecido como temas casi monolíticos en las narrativas. En este caso, el sentido de crónica como valor en la música cubana me había provisto un marco bastante veraz de vivencias cotidianas, mentalidades, personalidades y circunstancias del país en determinado momento. Aunque no dejé de sentir fascinación al llegar por primera vez, tampoco dejó de sorprenderme y superar mis expectativas. Aún todavía es el lugar al que siempre quiero volver. Me maravilló la magnitud de sus estructuras, edificios, columnas, portales y ventanas, los ademanes y astucia de su gente. No en balde le han escrito y dedicado tantas canciones.
Claro que durante esas primeras visitas el objetivo principal era ver a las más afamadas orquestas de la música popular actual: Habana D’ Primera, Alain Pérez y Osain del Monte. Pero no pude evitar sentirme estupefacta. Solo puedo describir como magia la energía que se produce, que es recíproca entre los músicos y el responsivo y crítico público cubano. Rompí el mito de que las grabaciones se escuchan mejor que en vivo, no con esta gente. Es exuberante como el sonido acapara cada rincón del espacio; música de alto nivel en descarga intensa de sabrosura caribeña y mientras más muchedumbre más calienta la cosa.
Mientras caminas, conoces y vas descifrando cosas como el sistema de transportación, te das cuenta de que la accesibilidad y la abundancia de la música en el entorno es proporcional a la cantidad de músicos en Cuba, no solo en la Habana. ¿Cómo la mayor de las Antillas produce tanto músico profesional didacta y autodidacta? El Estado continúa educando de manera gratuita cada año centenares de músicos y aún así continúa siendo rentable en una isla que sufre tantas dificultades económicas. Independientemente de que se alcancen niveles de fama dentro o fuera de la isla, para la inmensa mayoría la música será su única profesión. Esto atestigua que “el bizcocho” en los espacios de arte, culturales y de entretenimiento justamente remunerados no tiene porqué ser pequeño y escaso. Entonces, vale la pena mirar hacia el modelo de gestión cultural cubana.
Evolución
Estos viajes han sido la corroboración de toda la alta estima musical que he tenido siempre a la isla hermana. Sobre todo, han sido la oportunidad de encontrar la generación de vanguardia que, si bien son el presente, están muy educados e influenciados por su historia musical y mantienen la autenticidad rítmica caribeña de los tambores. Cuando anteriormente mencioné recibir la “última agüita” en el declive, me refiero a la música cubana que recibimos o se difunde en PR, porque Cuba sigue siendo la «Isla de la Música’, con reconocimiento internacional de ello. El país sigue educando y produciendo músicos con proyectos de calidad suprema, de las corrientes más actuales y contemporáneas. En parte adjudico esa vigencia –que considero de las mejores cualidades de la música cubana– a la búsqueda de originalidad y defensa de un sonido propio por sus músicos, grupos y orquestas.
Por ejemplo, en la timba de los ‘90 me fue común escuchar en las narrativas cancioneras el discurso de la originalidad, ‘el sello’, “si te encuentras a uno como yo empújalo que es de cartón”. Con la cantidad de orquestas que surgieron para la época, dentro de este ritmo y que aún continúan surgiendo, cada una tiene y defiende su propia sonoridad. Es la búsqueda de esa originalidad en la sonoridad la que ha provocado la evolución constante histórica de su música. Del danzón al mambo, del mambo al chachachá, el jazz afrocubano, el songo y así una larga cadena de estilos y ritmos entrelazados que producen algo nuevo. Lo que sería la antítesis de esos puritanismos que descartan toda innovación, porque “se hace así” o “así se toca”. ¡Ojo!, esto sin confundir aspectos técnicos de una mala ejecución musical. Este discurso y cualidad perdura en las generaciones más jóvenes de músicos que no solo hacen timba, si no que se extiende dentro del conjunto de los valores de la música cubana. Otro factor importante para esa evolución ha sido la preservación, difusión y promoción con educación de su historia musical y las tradiciones afrodescendientes, haciendo posible la mezcla de estas con otros géneros, como el rock, rap, incluso hoy con música electrónica. En nuestro caso, aunque hay mayor auge de estas búsquedas y terreno fértil para promoverlas, en el marco más amplio de lo que es nuestro ecosistema musical, aún nos encontramos tratando de salvar estas herencias.
Rive DJ Jigüe (Tumba Francesa)
Osain del Monte + Marruecos Fusiones que trascienden horizontes.
Playlist Evolución y Contemporaneidad
Intercambios, crear puentes y estrechar relaciones
Siendo Cuba la potencia musical que es, estando tan relacionados nuestros lenguajes culturales y musicales ¿cómo es que en los últimos años no hemos desarrollado relaciones de intercambio más evidentes, de mayor alcance y más significativas? ¿Cuáles son los referentes de nuestros músicos en desarrollo y activos con producciones y proyectos propios? ¿Se nutren algunos de estos de la mayor de las Antillas? No obstante, en esta ocasión defendería intercambios y puentes basados en la honestidad y en el respeto, que honren en vez de apropiarse. Y no pretendo pisar callos con esto, pero es que hemos tomado mucho de la música cubana. Siendo la salsa parte íntegra de nuestra identidad, a muchos les cuesta hoy aceptar –quizás por no tener el contexto histórico– que la salsa es hija directa del son y la música cubana. Puede que la salsa sea una evolución o interpretación urbana del son que se desarrolló en la caldera multicultural que fue Nueva York, siendo los músicos puertorriqueños quienes dieron visibilidad internacional al género. (Recomiendo el libro Los Rostros de la Salsa de Leonardo Padura.) ¿Cuántos números pensamos nuestros y son del amplio repertorio cubano (para los escépticos) de Arsenio Rodriguez, Ignacio Piñeiro, Felix Chappottin? por mencionar algunos. Recientemente encontré en un disco de Roberto Roena y su Apollo Sound, tres composiciones del recién fenecido, Adalberto Álvarez, uno de los soneros cubanos más grabados por orquestas puertorriqueñas y aquí apenas hemos escuchado su nombre. Hace falta claridad al respecto de parte de los hacedores de música. También hace falta un cambio en el enfoque y la manera en que tratamos la música. Hay una diferencia entre versionar un tema dándole nueva identidad, vs. hacer un cover o casi réplica realizando pequeños cambios en los arreglos. En este ámbito de los puentes culturales cimentados en honestidad y respeto, entiendo muy conveniente para la evolución, mejora y desarrollo cultural de nuestro ecosistema musical que volvamos a poner foco en Cuba. Apuesto a nuevas colaboraciones con las que nos podamos identificar los jóvenes.
A la Verita Tuya, Eduardo Cabra & La Dame Blanche Ejemplo de colaboraciones de hoy.
Deculturación del boricua y necesidad de conectar con nuestras identidades caribeñas, afro…
Son años de coloniaje los que nos han despojado de nuestra historia y símbolos, un proceso de deculturación cuya consecuencia ha sido el saqueo de nuestras riquezas naturales y materiales. El valor del patrimonio radica en que sea reconocido por los miembros de la sociedad donde está inserto. Son muy importantes los esfuerzos para estrechar relaciones con nuestras hermanas del Caribe, las Antillas y Latinoamérica. Porque es lo que somos; isleños, antillanos, caribeños y latinoamericanos, ese es nuestro lenguaje. En la medida que desarrollemos orgullo real por nuestras raíces y sus condiciones será más difícil que nos despojen de nuestra identidad. El que podamos crear relaciones que nos permitan el aprovechamiento de la escuela musical cubana, refiriéndome a la composición, ejecución, acercamiento e investigación de la música, será sin duda de gran beneficio para el desarrollo del ecosistema musical puertorriqueño. La calidad del entorno musical puertorriqueño actual y su industria necesita crecer y desarrollarse, tener otras influencias que salgan de lo mainstream y lo anglosajón. Es necesario exponernos a otros escenarios y opciones, a otras realidades. Estoy segura de que somos mucho más que esa versión afrolatina, o más bien, latino-light que al capitalismo se le ha hecho fácil consumir.