El boicot ha sido una oportunidad para ver que a veces podemos caminar juntos y juntas y lograr cambios. Que a veces podemos poner al lado algunas de nuestras diferencias y solidarizarnos alrededor de un evento específico.
El boicot ha sido una oportunidad para ver que a veces podemos caminar juntos y juntas y lograr cambios. Que a veces podemos poner al lado algunas de nuestras diferencias y solidarizarnos alrededor de un evento específico.
No seamos ingenuos, no tapemos las marcas con las mangas largas, los chancros con el maquillaje. Necesitamos a La Comay y a Abbasi para que nos sigan recordando que se nos ha escapado la humanidad.
Ni se ha ido de las manos ni se ha convertido en «censura». Es un boicot que ha tenido éxito. ¿Cúanto? Muchísimo más que ningún otro que recuerde el país.
De momento una cosa sencilla como un boicot se convirtió en un maremágnum. Como los espaguetis que vienen derechitos y juntitos en el empaque y cuando salen de la olla son un enredo, la vorágine nos tragó de nuevo.
Tirar de la facebooqueta no gana guerras si al otro lado, desde otras sillas, otros están «dando candela». Y en las librerías hay libros. Y está la calle vacía.
Cuando pase el furor, los anunciantes y las agencias de publicidad, ¿volverán a sucumbir a los ratings, a esos que producimos nosotros mismos divirtiéndonos con la venganza?
Una mueñeca, fenómeno mediático por las grandes audiencias que convoca, reta los supuestos del peridosimo tradicional… ¿se trata de una nueva prensa?
Muchos casos de violencia machista que se desatan en el País logran resolverse mediante la intervención prejuicida de algunos seudo periodistas y conductores de programas de entretenimiento.