Sospechas
Entonces, ¿qué sospecha alguien sobre sí mismo cuando se sienta a ver SuperXclusivo? ¿Habrá alguna secreta realidad que se esconde en la persona que sube sus pies en la mesa y luego se ha encantado y sorprendido con las conversaciones que el poder tiene con la imagen? Es el acceso. Es el exceso. Es la cómplice del día, el renacer de Minga y Petraca con sus revistas faranduleras, y con deseos de venganza. No hay casualidad frente a La Comay. Es la autodefinición. Es el peligro, y su normalización. Es lo que hay. Es con quien se sienta el poder.
Creer a estas alturas en la consensualidad instantánea de un «pueblo» es preocupante. Delirante, quizás. Me parece que la exitosa movilizacion que ha logrado el retiro de los anunciantes de SuperXclusivo -combatiendo su dudosa factura para debilitar su altísima facturación- proviene de unos lados, y la audiencia del programa de otros, y sólo hay algunos puntos de convergencia. Preocupa y siempre debe preocupar el uso de «pueblo» como palabra totalizadora y representativa de emociones o acciones de un colectivo dentro del colectivo mayor. Aquí, de hecho, hay una audiencia que se mantiene ahí, esperando, viendo lo que pasa de aquí en adelante, pero a la que no le molestaría que el programa siguiera. De hecho, que desea que siga. Es la realidad. Al igual que lo es el trashy tone del programa, que es guilty pleasure de muchos.
¿Pero qué es real en el ejercicio de este derecho? Tiran de la facebooqueta, y así -de nuevo- todo el mundo siente que un solo like suyo bastará para sanarse, y defender a la Isla de sus maleficios. No es así. Cancelar «La Comay» no equivale a un Puerto Rico feliz, como el simple meme define en su simple simpleza de un TV [signo de resta] La Comay = a un smiling face en medio del mapa de la Isla. Cancelar lo que sea no puede provocar sonrisas. La pregunta sería, al margen del contenido del SuperX, por qué se alza ese dúo dinámico de Kobbo y Héctor a esa hora como portaestandarte de todas las ansiedades e insaciabilidades de cientos de miles. Para la audiencia, SuperX es el suero que alimenta los vacíos, un poderoso pegamento que se rozó contra las pieles de los televidentes. Hook de hooks. Es que no apagan la caja a las 6 de la tarde, no cambian el canal, no tienen Cable TV, no leen un libro. La Comay no es ni síntoma ni enfermedad, es explication du texte.
La vieja ecuación de que los medios se alimentan de los miedos sigue viva. Lo que hay es que quitarle el boycott a la noche, a la temprana inmersión en la seguridad de un sofá liviano y al puente habitual de ir de la hora de noticias a la hora de las noticias con pique del comaidismo a lo que venga después hasta las zzzs del sueno. El ají existe en otras partes, pero hay que pararse, buscarlo. La pereza es ingrata. Desde la pantalla, los espejismos vienen condimentados. Y así es que es. Protegerse no es claudicar a los espacios ni a las emociones. Desde el control room de un canal no se manejan los controles remotos. Esos están en las manos que se dejan. Y ahora, memes. So we are all armchair activists now? Hardly. ¿Desde una silla, cambiar el mundo? Tough. Aunque el arma sea poderosa y de alguna difusión. Tirar de la facebooqueta no gana guerras si al otro lado, desde otras sillas, otros están «dando candela». Y en las librerías hay libros. Y está la calle vacía.