Contra la banalidad y superficialidad: determinantes sociales de la salud
*Este texto es una versión ampliada de las palabras introductorias presentadas en la actividad de relanzamiento del foro de tertulias Café Salvador Allende.
Agradezco la invitación a hablar sobre las motivaciones para fundar el Café Allende, pero como no estamos ante un tribunal del imperio y lo que nos anima es el espíritu de tertulia y camaradería propio de un café, me tomaré algo más de los cinco minutos sugeridos. Comienzo por reconocer a quienes fueron entusiastas copartícipes de este proyecto, las estudiantes Ilia Torres y Gloria Nazario y la profesora Lily Santiago. A esta última le debo la observación de que al grupo de profesores desarrolladores de la teoría crítica de la Escuela de Fráncfort se les apodaba como “el Café Marx”. En el contexto de una deuda ilegítima e impagable y del estrepitoso fracaso económico, fiscal y político del modelo de desarrollo socioeconómico de Puerto Rico, pensé en el Café Allende como un foro de economía política de la salud, disciplina marginada en el Programa Doctoral en Determinantes Sociales de la Salud.
Para aquel entonces tenía la impresión de que la popularización del término determinantes sociales de la salud conllevaría su banalización, así como ha ocurrido con los términos “cambio de paradigma”, “construcción social” o, más recientemente, “interseccionalidad”. No me preocupaba que un público lego imitara o repitiera dicho término. Lo que me preocupaba era la posible superficialidad entre el estudiantado doctoral que tenía a mi cargo, a quienes exigiría los estándares típicos de un programa doctoral. Temía que sus trabajos fueran aceptables para ciertas audiencias, pero que carecieran de la profundidad, la coherencia y la fortaleza que la teoría social y la economía política ofrecen. Así surgió el Café Allende, como un foro de intelectualidad para contrarrestar la superficialidad.
También pensé que el Café Allende motivaría al estudiantado doctoral a ser más riguroso y aplicado. Me preocupaba que se contentara con leer el resumen de 30 páginas del informe oficial de la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud de la Organización Mundial de la Salud, en lugar de examinar el informe completo de 250 páginas. Siempre he tenido la curiosidad de auscultar entre el estudiantado quiénes conocen que uno de los capítulos de dicho informe defiende que en ocasiones se condone parte de la deuda de los países y que las prácticas y condiciones de cualquier endeudamiento sean absolutamente transparentes. La Comisión de Determinantes Sociales de la Salud prácticamente justificó una auditoría independiente de nuestra deuda, la cual el gobernador actual, quien habla de determinantes sociales de la salud, se ha negado a realizar y ahora recurre a un subterfugio para disimular.
La superficialidad intelectual no es un asunto meramente individual, nadie debe cargar con culpa — o por lo menos, no todavía— pues está condicionada por factores institucionales. Aquí presento tres factores que se observan claramente en la Escuela de Salud Pública de nuestro Recinto de Ciencias Médicas.
- La superficialidad de los enfoques ateóricos y ahistóricos. El modelo multicausal ignora y desprecia las causas históricas y estructurales de nuestros males. La multicausalidad se resiste a observar un cuadro completo; preocupada por las causas inmediatas es ajena a una perspectiva macroanalítica que valora “las causas de las causas”.
- La superficialidad de la obsesión con la cuantificación. Añadir una variable social a un modelo estadístico no brega. La evidencia científica no es el único asunto, ni siquiera el más importante, para decidir un curso de acción. Observen a Estados Unidos, el país que más investigaciones científicas y cuantitativas produce en el mundo, demostró no saber cómo enfrentar la pandemia covid-19 en su territorio.
- La superficialidad del insularismo académico. No salir de las disciplinas de salud pública o no salir del cuarto piso que alberga la Escuela de Salud Pública, puede ser perjudicial para la salud. Mientras fui profesor, motivé al estudiantado doctoral a tomar cursos graduados fuera de nuestro recinto. Quienes lo hicieron, estuvieron encantados con su decisión. ¿Y qué decir de explorar y utilizar las tradiciones intelectuales latinoamericanas? Seamos honestos, la medicina social latinoamericana supera las limitaciones teóricas de la salud pública made in U.S.A..
En resumen, Café Allende para combatir la banalidad y la superficialidad en un ambiente de convivialidad. En realidad, no sé si alcanzó su objetivo.
Aprovecho la oportunidad para hacer una observación, ahora que he notado en el estudiantado el uso de “todos, todas y todes”. Apoyo la práctica de usar un lenguaje inclusivo por género, pero hago la advertencia de caer en la trampa de la diversidad, como le llama escritor español Daniel Bernabé (2018). Presento como ejemplo las decisiones de política pública consideradas por el Partido Demócrata de EEUU. El presidente Biden nombró a Rachel Levine, una pediatra trans, para ocupar la silla de la subsecretaría de Salud. Levine expresó que reconoce su rol en educar contra el miedo que conduce al coraje que a su vez conduce al odio contra la diversidad de identidades de género. Palabras geniales y necesarias. Sin embargo, no la he escuchado hacer declaraciones igual de valientes contra un sistema de salud que mantiene a 30 millones de sus conciudadanos sin un seguro de salud (Finegold, Conmy, Chu, Bosworth & Sommers, 2021). No hay duda de que el reconocimiento de la diversidad es necesario, pero logra muy poco si a la misma vez no está acompañado con políticas de redistribución que aspiran a disminuir la desigualdad económica (Fraser, Dahl, Stoltz & Willig, 2004). Es necesario educar a adolescentes sobre su identidad de género, pero esta tarea se queda incompleta si hay 320,000 menores (5.7% de la población de menores) que no tienen un seguro que les garantice obtener servicios de salud física y mental (Alker & Corcoran, 2020).
¿Pero por qué el nombre de Salvador Allende para nuestras tertulias tipo café? Desde una perspectiva de economía política hay que trazar el origen de nuestra actual crisis de salud al golpe de estado que derrocó al gobierno del presidente Allende y cobró su vida. Aquel evento histórico fue la antesala para el primer experimento en formar un Estado neoliberal diseñado en EEUU con el asesoramiento económico de profesores de la Universidad de Chicago, los Chicago Boys (Harvey, 2005). Veinte años después Puerto Rico copió la fórmula de los Chicago Boys y privatizó sus hospitales públicos, lo cual creó por primera vez en nuestra historia moderna un grupo de personas sin acceso a servicios de salud. Las sucesivas administraciones del bipartidismo gubernamental no han hecho nada para poner alguna cortapisa a la desgracia de tener más de 200,000 personas en Puerto Rico, el 6.9% de nuestra población (DataUSA, 2021), sin seguro de salud y por lo tanto privadas de acceso oportuno y continuo al cuidado médico y a los tratamientos y medicamentos necesarios.
Esa unión indisoluble entre teoría y práctica, entre acción y reflexión, esa praxis de Salvador Allende debe nutrir un enfoque profundo de determinantes sociales de la salud. En realidad, no nos faltan modelos a seguir cuando reconocemos la praxis de Monseñor Óscar Romero en San Salvador, de las hermanas Mirabal en Santo Domingo, de Malcom X en Nueva York, de Ángel Rodríguez Cristóbal en Vieques y de Don Pedro Albizu Campos, todos asesinados por la voluntad o con la complicidad del gobierno de Estados Unidos. En homenaje y gratitud a Salvador Allende, debemos recordar las palabras finales de La pasión según Antígona Pérez, escrita en el turbulento año de 1968 (Sánchez, 1968). Seamos conscientes de que por décadas los puertorriqueños nunca hemos dejado de ser el coro de Antígona Pérez y con ella afirmamos que
“las ideas no sucumben a una balacera
ni retroceden desorientadas por el fuego de un cañón amaestrado.
Ni recortan su existencia porque un tirano inútil decrete pomposamente su desaparición.”
Referencias
Alker J & Corcoran A. (2020). Children’s Uninsured Rate Rises by Largest Annual Jump in More Than a Decade. Georgetown University Health Policy Institute. Disponible en: https://ccf.georgetown.edu/wp-content/uploads/2020/10/ACS-Uninsured-Kids-2020_10-06-edit-3.pdf
Avilés LA. (2019). Quinientas veinticinco palabras para la Jueza Swain. Revista 80 Grados. Disponible en: https://www.80grados.net/quinientas-veinticinco-palabras-para-la-jueza-swain/
Bernabe D. (2018). La trampa de la diversidad. Madrid: Ediciones Akal.
Data USA. (2021). Puerto Rico: Health. Disponible en: https://datausa.io/profile/geo/puerto-rico/#health.
Finegold K, Conmy A, Chu RC, Bosworth A & Sommers BD. (2021). Trends in the U.S Uninsured Population, 2010-2020. Department of Health and Human Services, Assistant Secretary for Planning and Evaluation. Disponible en: https://aspe.hhs.gov/system/files/pdf/265041/trends-in-the-us-uninsured.pdf
Fraser N, Dahl HM, Stoltz P & Willig R. (2004). Recognition, redistribution and representation in capitalist global society: an Interview with Nancy Fraser. Acta Sociologica, 47(4):374-382.
Harvey D. (2005). A Brief History of Neoliberalism. Oxford: Oxford University Press.
Sánchez LR. (1968). La pasión según Antígona Pérez. Disponible en: http://smjegupr.net/wp-content/uploads/2012/07/La-pasión-según-Ant%C3%ADgona-Pérez.pdf