De la crueldad contra animales
A principios de 1902 se aprobó un proyecto legislativo para prohibir la crueldad contra animales en la Isla. La cobertura del The New York Times atribuyó esta iniciativa al “sentimiento humanitario de los americanos”. Según reseña, ésta ley se tramitó por la presión de americanos residentes en la isla que se quejaban del maltrato generalizado a los animales: “Desde un punto de vista humanitario, el puertorriqueño es esencialmente cruel. Las consideraciones para los animales parecen estar más allá de su comprensión.” Aunque esta acusación resulte hiriente al sentimiento nacional, para nuestra vergüenza colectiva, la historia parece darle la razón…
El artículo lo dramatiza: un cerdo arrastrado vivo por la calle, atado y con la cabeza bocabajo, golpeándose la nariz constantemente, “y los chillidos de dolor parecían deleitar a la muchedumbre omnipresente”; Asimismo, “ver a un perro herido es un placer para el puertorriqueño promedio”; y cuando un caballo, azotado y atormentado inmisericordemente, cae por la fatiga, el “espectador nativo” se mofa…
La Ley convirtió la práctica de la crueldad contra animales en crimen, objeto de intervención policial y de severas penalidades contra todo el que maliciosa y cruelmente matase, estropease ó hiriese algún animal; lo golpease, torturase o lastimase -incluyendo, además, la prohibición de peleas de gallos, de perros, corridas de toros, etc.-
Iniciado el siglo XXI, aunque la crueldad contra animales no-humanos permanece proscrita y penada por Ley, ésta contradice sus principios y permite macabras excepciones. Así, en nombre de un concepto falseado e idealizado de la Ciencia, propicia y condona la crueldad de matadores y torturadores. Las experimentaciones invasivas y matanzas de primates rhesus y patas, de iguanas verdes y guaraguaos, lo evidencia.
La marcada ingenuidad del cuerpo legislativo puertorriqueño está enraizada en una brutal ignorancia sobre cuestiones científicas complejas. La deficiencia en estas áreas del saber y la pereza intelectual de los hacedores de leyes los lleva a creer por fe las razones de presumidos “expertos” o “profesionales”; y la suerte de los animales es rendida a intereses personales o corporativos, disimulados u ocultos tras una imagen adulterada de la Ciencia.
Así, la Ley prohíbe que “cualquier persona” torture o maltrate cruelmente a cualquier animal, o le cause daño o sufrimiento innecesario; pero ignora sus propios fundamentos cuando se trata de “experimentos con animales vivos”. La Ley cree que existen “causas razonables” o “necesidades” para “envenenar” o administrar “agentes infecciosos”, aunque ocasionen “daño corporal grave”, sufrimiento o muerte al animal, víctima de torturas experimentales.
El problema político de fondo, al margen de la ética contra la crueldad, es que la autoridad investida por Ley para regular y fiscalizar las experimentaciones con animales vivos, es la misma que las financia y las realiza. Tal sucede con el Caribbean Primate Research Center (CPRC), adscrito a la Universidad de Puerto Rico y financiado por corporaciones biomédicas estadounidenses. Las experimentaciones invasivas con primates son de dudoso valor científico, pero representan un negocio lucrativo para quien es, a la vez, juez y parte en el juicio de su propio haber…
Irónicamente, en Puerto Rico, “cualquier persona” que cause daño corporal o sufrimiento a un animal, incurre en delito grave y será penada por Ley; con excepción de las autorizadas por ésta para hacerlo. Encabezan la lista: cazadores por placer; matadores del DRNA y torturadores del CPRC-UPR.
Si es verdad que la Ley representa la voluntad del Pueblo, no cabe duda, entonces, que “el puertorriqueño es esencialmente cruel”. Las experimentaciones invasivas en laboratorios biomédicos y las matanzas contra las nuevas especies nativas, ejecutadas por agencias de gobierno y celebradas por la prensa del país, refuerzan el infamante argumento. La carga del reproche moral pesa sobre la vergüenza compartida, y todavía más cuando la Ley, prejuiciada e indolente, reivindica como derecho la crueldad contra animales…