De la inmortal importancia de un libro humilde y mal editado
Recuerdo su hablar educado e inteligente sin rebuscamientos de vocabularios intelectuales. Quería comunicar la importancia de un tema para él conocido y para muchxs aburrido o irrelevante con un resignado compromiso de maestro de escuela secundaria pero con una convicción asegurada en su mente. Se sentía cumplidor de una convicción de abuelo: hay cosas de gran valor que se nos pueden perder pues la actual generación no le concede importancia. Tenía en la mano un libro de tapa roja y foto borrosa que había publicado años antes en una edición de autor sin fecha ni editorial pero con el orgullo de no haber fallado a una gente.
Don Félix Echevarría Alvarado investigó escribió publicó un libro titulado La plena: Origen, Sentido y Desarrollo en el Folklore Puertorriqueño. Lo distribuyó como mejor pudo y ahora quería actualizarlo mediante la inclusión de los exponentes de la nueva generación plenera a quienes no conocía pero había oído nombrar. Por eso había llegado esa tarde a indagar sobre Los Pleneros de la 23 Abajo. Se limitó a tomar breves notas sin entrar en detalles y sin afán investigativo: parecía más interesado en compilar una lista de agrupaciones de un tiempo que ya le resultaba extraño y del cual se sentía excluido y desinformado. Su conversación respiraba más paciencia que entusiasmo y al terminar me regaló un ejemplar de su libro con una dedicatoria de esforzada caligrafía: A Ramón López miembro de los pleneros de la Parada 23, que es una de las personas que ayundan a difundir el folklore de la Patria (sic).
El primer vistazo al libro de Don Félix no me provocó mucho interés. El autor dedicó casi una tercera parte del contenido a comentar sobre distintos aspectos de los estudios folclóricos en desordenada desvinculación con el tema de la plena y redactados en una anticuada actitud pedagógica escolar que provocaba en mí la lectura superficial y condescendiente de un antropólogo de fin de siglo aunque ya desertor de la cátedra universitaria.
Sin embargo yo mismo estaba inmerso en la investigación sobre la plena y aunque me consideraba un lector atento al tema no podía ignorar que Don Félix había puesto en mis manos el único libro dedicado a la música que me apasionaba. Entonces retomé el humilde libro que nadie nombraba y en la página 68 encontré el comienzo de un trabajo etnográfico sin ínfulas universitarias de inmenso valor incalculable y pionera aportación imperecedera. Cuando publiqué mi propio libro sobre la plena más de dos décadas después lo dediqué a la memoria de Don Félix Echevarría Alvarado.
Muy pocas personas sabían de la existencia del libro y menos personas lo habían leído. Sin embargo Don Félix había establecido un precedente indispensable para los subsiguientes estudios pleneros: revisó la literatura disponible en su tiempo sobre la plena se entregó a una minuciosa investigación de campo centrada en las oralidades de los últimos sobrevivientes de los pleneros pioneros de principios del siglo 20 impuso un método riguroso de investigación de oralidades detalló los orígenes de la plena con tanta responsabilidad que nadie después de él ha intentado re-investigar el asunto.
Su libro se extravió en algunas bibliotecas de difícil acceso y en manos de pocos lectores que lo han conservado. Hoy se ha generalizado su categórica y evidenciada conclusión de que la plena no nació en el barrio San Antón como todavía mucha gente cree sino en la Joya del Castillo un pequeño arrabal que estuvo localizado en el barrio Quinto de Ponce. Don Félix no pudo contestar todas las preguntas que quiso dilucidar pero su trabajo no ha sido superado por posteriores investigaciones. Su libro aparece citado en las bibliografías académicas como indispensable referencia de paso pero nadie ha publicado una documentada valoración de su obra que todavía es el fundamento de los estudios pleneros.
Por el contrario lo que sí ha sucedido con el libro de Don Félix es que diversos autores de privilegiadas posiciones universitarias han tergiversado la integridad del humilde investigador y han validado sus ignorantes deformaciones sobre el origen de la plena utilizando el libro como la fuente primaria con que la pretenden justificar sus descuidadas pero soberbias tergiversaciones.
En lo que sigue me circunscribo a la comunidad Joya del Castillo y los pleneros que habitaban o transitaban su territorio. Expondré la arbitraria reinvención de la comunidad por parte de algunos letrados. Finalizaré con una valoración histórica de la Joya del Castillo apoyada en la conjunción del legado de Don Félix con los documentos primarios de censos y registros gubernamentales que ha localizado Rossana Duchesne y con mi pertenencia biográfica-etnográfica a la vida arrabalera y plenera que puedo añadir a la historia sin completar por eso una memoria que todavía abunda en desgarramientos ausencias imaginaciones.
Cuando Don Félix hizo su investigación en los años 70 y 80 recogió testimonios sobre una comunidad desaparecida que él mismo conoció en su juventud y sus ancianos informantes conocieron desde su infancia. Su mesurada y responsable descripción de la Joya del Castillo se concentró en los asuntos pertinentes a la plena que quedaban vivos en la oralidad de los sobrevivientes siempre sujeta a las individualidades de los recuerdos pero también balanceada con un definido método de corroboraciones cuidadosas. Nada de eso evitó que algunos echaran mano al libro que –al carecer de información suficiente para una ficha bibliográfica de segura localización e identificación y al permanecer cada vez más oculto con el paso del tiempo- es muy difícil de rastrear para lxs lectorxs.
La consecuencia que aquí nos importa es que algunos letrados escribieron sobre la plena en accesibles y prestigiosas publicaciones de rebuscada escritura culta y transformaron la Joya del Castillo –un lugar que no conocieron donde se originó una música que no conocen- en un lugar inventado según sus inteligentes fantasías literarias o eruditas. Lo más sorprendente es cómo se ha reproducido esa falaz imaginación hasta convertirse en “dato” embustero y ambientación ficticia.
Esta es la palabra de Don Félix Echevarría Alavarado: “La auténtica Joya del Castillo de comienzos de siglo era un reducido arrabal situado entre las calles Sol, Castillo y Virtud, colindando por el lado oeste con la escuela Pujals. La entrada principal a esta pequeña comunidad era por la calle Virtud entre Castillo y Sol. Había, además, un estrecho callejón que facilitaba acceso peatonal desde la calle Sol hasta la Joya. Este callejón corría a lo largo del patio de la citada escuela.
Al entrar por la calle Virtud, la primera casa que se encontraba era la de Timoteo, músico diestro en el arte de tocar la bomba y la plena. Después seguían en orden la de Carmen Avilés, la de Enriqueta Mangual Capó, la tienda de don Pepe Irizarry y la casa de Don Miguel Archeval. Un poco más hacia el interior se encontraba el hogar de una dama conocida por ‘Cachi’, el de Wilson, un mecánico dental. En el centro de la Joya se desplazaba un ranchón dividido en cubículos que consistentemente eran ocupados de noche por diversas ‘parejas’ de inquilinos.
En total, este arrabal lo componían entre quince o veinte casitas… estarían inconclusos estos comentarios si faltáramos en satisfacer la natural curiosidad de los lectores en cuanto al tipo de vivencias que predominaba en la Joya. Integraban esta comunidad gentes sencillas, laboriosas, hospitalarias y llenas de alegría que generalmente acompaña la conformidad con el destino y el deseo de escapar de las estrecheces a que les limitaba la pobreza. Pero no podría ocultarse el hecho de que, en la Joya, abundaban las mujeres ‘de vida alegre’, algunas de ellas visitantes ocasionales.
Es preciso reconocer también que, en la Joya del Castillo de aquel tiempo, era inseguro aventurarse por el dédalo de callejones en horas de la noche. En aquel ambiente todo lo que se oía no era música… Y, desde luego, bastante de lo que se oía y se hacía habría de aparecer en las primeras plenas que constituían el repertorio que deleitaba a la concurrencia que solía aventurarse por las callejuelas del pintoresco arrabal de la Joya. Aclaremos aquí que, tal como sucede en sitios análogos, también vivían allí personas de moral probada.
La localización de la Joya del Castillo es tan exacta como puede ofrecerla un hombre que la conoció: calles callejón escuela. Don Félix nos ofrece entonces una caminata parcial por la Joya que –más que una enumeración- es una constatación de la diversidad comunitaria. En la primera casa vive Timoteo Suri. Hoy sabemos que perdió a su padre en 1903 y aparece en 1910 viviendo en la Joya con su madre y su padrastro Sotero Miranda –mucho mayor que su madre- que trabaja como peón en una casa particular. Su madre Anastasia Jacoba trabaja en su casa y sus hijos llevan el apellido materno. El menor es Casimiro y podría ser fruto de la relación con Sotero pues tiene apenas 2 años. Timoteo tiene 9 Ramón tiene 11 Leonor tiene 13 y Marina tiene 15. Las dos hermanas ya son sirvientas en casas particulares. Todxs son negrxs. Este censo fue tomado en abril y por alguna razón que ignoro la familia es censada de nuevo en mayo. Ahora Sotero no está y Anastasia parece como jefa del hogar. Algunos datos difieren del anterior censo del mismo año: Ramón aparece de 14 años y ya es labrador de finca de caña Leonor ya no trabaja y Timoteo tiene 11 años en vez de 9. Casimiro aparece ahora como Primitivo. Uno de los vecinos de esta familia es Alfredo Rosaly un vendedor ambulante de frutas a quien conoceremos mejor luego como acordeonista del grupo plenero de Bumbún. El 1917 Timoteo es agricultor y se registra en el servivio militar con el apellido paterno Suri. El 1920 Su hermana Marina está divorciada tiene cuatro hijos y vive en la casa de al lado. Anastasia es costurera y Sotero vive en la casa. Timoteo permanece en la casa con su hermano paterno Primitivo. Timoteo murió a los 34 años fue labrador en finca de caña y siempre vivió en la Joya del Castillo. Las incongruencias de los censos –probablemente debidas a las equivocaciones de lxs enumeradorxs- no ocultan las tendencias inestables y matrifocales de las familias de las barriadas de Ponce.
Don Félix nombra las casas de Enriqueta y Cachi y la de Wilson un técnico dental. Luego incluye el prostíbulo como una presencia en la diversidad vecinal. El arrabal es pequeño: quince o veinte casitas. Sencillez laboriosidad hospitalidad alegría conformidad deseo de superación son atributos de la gente de la Joya a lo que se añade la prostitución como seña de pobreza y pugna moral. Echevarría apunta la inseguridad de la vida nocturna y la pluralidad de lo que se oía en la Joya como materias primas de las inspiraciones pleneras. Concluye su descripción con una referencia a la “moral probada” de otros vecinos: la Joya del Castillo incluye los extremos de la escuela y el burdel y las residencias de gentes de variadas opciones laborales y domésticas. El punto de encuentro de la comunidad era “la única tienda que había en el lugar y que perteneció por largo tiempo a don José (Pepe) Irizarry”. También había un colmado cercano a la barriada. La Joya del Castillo era a la vez residencia de pleneros residentes y punto de encuentro de pleneros visitantes.
En 1988 Juan Flores publicó un texto sobre la plena en la Revista Centro de Estudios Puertorriqueños Bulletin editada en Nueva York. Flores acredita a Echevarría como su fuente primaria y el artículo se compone en gran parte de traducciones de pasajes del libro de Don Félix y pocos comentarios adicionales de Flores. Estas adiciones incluyen comentarios aclaratorios o contextuales pero Flores se toma libertades que van de lo dudoso a lo falso. Lo que para Echevarría es controvertible –quién fundó el primer grupo plenero- Flores lo da como cierto: fue Bumbún. Pero Flores va más allá y procede a reiventar la Joya del Castillo que Echevarría describió tan detalladamente. Palabra de Juan Flores: “And la Joya del Castillo, Bumbún’s neighborhood in Ponce, is the recognized birthplace of the Puerto Rican plena. There in the small wooden houses, cafetines and supply stores is where the pleneros would gather…” La tienda y el colmado ahora son cafetines y supply stores. El pequeño arrabal de 15 o 20 casas crece por obra y gracia de Juan Flores y es el vecindario de Bumbún: un plenero que nunca vivió allí aunque residió en muchos vecindarios de Ponce especialmente San Antón y Barrio Playa y frecuentaba la Joya para compartir con sus colegas pleneros.
La localización precisa de la Joya del Castillo en el Barrio Quinto provista por Echevarría es ignorada y tergiversada por Flores: “The regal name, by the way, should fool no one; hardly a ‘jewel of the castle’ La Joya del Castillo is actually an euphemism, in the true plena spirit, for ‘la hoya’ del Castillo: it was ‘the hole’ occupying the ravine beneath the mansión fortress of the famous rum-baron Serrallés”. Flores traslada la barriada plenera al extremo opuesto de la ciudad de Ponce en la falda del cerro El Vigía. Reinterpreta su nombre “in the true plena spirit” y por arte de ¿magia? logra que la comunidad que dio origen a la plena exista a principios del siglo 20 en las márgenes de una quebrada cercana a un castillo que se construyó ¡en la década de los años 30! Flores quien arma su texto traducido mediante cortes de tijera al texto original de Don Félix Echevarría Alvarado no advierte que la pionera barriada plenera derivaba su nombre de la calle Castillo que la incluía. Este autor transforma la diversa población de la Joya en una selectiva mayoría que forma la base de la música plenera: “those living hand-to-mouth on earnings from a range of other sources –from odd jobs, street vending and ocassional or seasonal work to ragpicking, hustling and prostitution” y se abstiene de detallar la variada composición laboral artesanal y obrera de la barriada.
Ya me hace falta refrescarme la garganta y la mano con un traguito de plena. Coro: Oigo el estribillo/ Joya del Castillo/ allí Berto Sánchez/ entona el galillo./ Cuando Berto sale/ del cañaveral/ el cuerpo le duele/ y se siente mal.// Berto tiene fiebre/ con hambre y dolor/ que dios me lo libre/ de un daño peor.// Él llega a su casa/ al atardecer/ y a veces se acuesta/ sin poder comer.// Cuando tiene suerte/ y puede pegar/ la paga no alcanza/ para adelantar.// Ya empezó la huelga/ y hay que decidir/ a ver si el salario/ por fin va a subir.
En 1989 Edgardo Rodríguez Juliá hereda el embuste y le añade agilidad literaria. No hay que sorprenderse pues en su libro El entierro de Cortijo de 1983 catalogó como plenas las composiciones “Quítate de la vía Perico”-guaracha- y “Maquinolandera” –bomba- además de analizar las transformaciones generacionales de la plena a partir de este torpe enredo musical.
Esta es la palabra de Rodríguez: “El nombre de esta barriada, como el de La Perla en San Juan, refleja la socarrona ironía de sus habitantes. La joya en realidad era el hoyo, hoya o rejoya al pie del Castillo de la familia Serrallés, uno de los grandes terratenientes centralistas en el litoral de Ponce. Podemos imaginarnos el ambiente de este arrabal hoy desaparecido: vida dura, prostitución, violencia, el lugar tenía fama pendenciera y maleva. En el centro del arrabal se encontraba un legendario prostíbulo en forma de ranchón. Estaba dividido en cubículos. Podemos imaginarnos el ir y venir de las parejas, las luces esporádicas, alguna que otra gritería seguida de bofetadas, los murmullos, llantos o gemidos, un sonoro falansterio que hubiese enternecido al mismo Fourier. La Joya del Castillo era también sitio a donde acudían miembros de otros sectores sociales en busca de ese oscuro placer que resulta cuando lo atrevido se acentúa con el peligro”.
Además de repetir la inventada localización de Flores aquí se trata de destacar la oposición cerro-hoyo como verticalidad geográfica de la lucha de clases: la plena surge de los de abajo. Si Flores simplifica la diversidad laboral para describir el ambiente plenero Rodríguez ni siquiera se percata de que se trata de una comunidad de gente trabajadora: el “ambiente” se reduce a vida dura prostitución violencia hostilidad maldad. El autor convierte al prostíbulo en centro “legendario” de la barriada que es un “falansterio”. Consulto el Diccionario Vox: “En el furierismo, alojamiento de una falange”. “Furierismo: Utopía social de Fourier que, basándose en la atracción ejercida entre los hombres por las pasiones, aspira a una organización armónica de la sociedad, resultante de la combinación de las mismas libremente satisfechas. El núcleo social de este sistema es la falangue, conjunto de individuos que, reunidos de acuerdo con sus inclinaciones, habitan un falansterio”. Tras la ubicación de la Joya del Castillo en una geografía temporal imposible se le reduce a una degradada y morbosa vivencia pasional.
Rodríguez detalla su imaginación dañina: gritería bofetadas murmullos llantos gemidos atrevimientos peligros. Son los sonidos de la depravación moral. El autor no imagina canciones de amor llantos de infantes golpes de herramientas conversaciones amistosas enamoramientos secretos olores de comidas risas regocijadas.
Sobre Joselino Bumbún Oppenheimer hereda un embuste – “En la Joya del Castillo también vivió el primer gran plenero, Bumbún Oppenheimer…” – y luego inventa otro: “Siempre usaba el apellido materno quizás porque aquel apellido heredado de algún hacendado de origen alemán debió sonarle exótico, de cachet, a un nieto de esclavos. El uso de apellidos de amos esclavistas fue algo impuesto por éstos y no una elección individual cachendosa. Los apellidos maternos identificaban a gran parte de la población barrial de entonces debido a la fragilidad familiar en que con mucha frecuencia los hombres-esposos-padres permanecían pocos años con sus parejas y las mujeres-esposas-madres se encargaban de la estabilidad de la familia mientras se envolvían en monogamias sucesivas con marcada preferencia por el concubinato. Pleneros famosos como los Hermanos-Aranzamendi Alfredo-Rosaly Esteban-Sabater Jacinto-Salomón llevaron apellidos maternos al igual que muchos otros pleneros y personas en general. La comunidad barrial plenera era marcadamente matrifocal. Los desaciertos de Rodríguez son parte de su irresponsable y desinformada fantasía sobre la Joya del Castillo: “… jolgorio de burdeles, callejones oscuros, vida licenciosa proletaria y lugar sin límites para aventureros y bohemios de todas clases”. La inflada pluralización de una barriada de quince o veinte casas convertida en “lugar sin límites” reproduce la despectiva y prepotente visión que los blancos de la época tenían y predicaban sobre las poblaciones barriales de Ponce: en la mentalidad de los poderosos todas las mujeres pobres trabajadoras –especialmente las negras- eran prostitutas y todos los hombres pobres trabajadores eran criminales. Lo que Rodríguez aporta es su atrayente curiosidad morbosa mediante la cual “podemos imaginar” lo que él no conoce y de paso rebajar la seriedad honesta de Don Félix Echevarría Alvarado.
Ya necesito otra plena. Coro: Las putas y las honradas/ aquí las tratan igual/ arrestadas las obligan/ al examen vaginal.// Carmen trabaja en la calle/ y el abuso es general/ y la policía la obliga/ al examen vaginal.// La mujer que va a la plena/ sufre examen vaginal/ la acusan de prostituta/ con una falsa moral.// En cuartel de policía/ delante del personal/ la obligan a descubrirse/ pal examen vaginal.// Exámenes vaginales/ ya los deben acabar/ no se trata de animales/ es una falsa moral.// Ya es hora que se termine/ con este abuso brutal/ o que le hagan a los hombres/ un examen genital.
No pretendo idealizar las comunidades pleneras como remansos de musicalizado sosiego hospitalario. Estos vecindarios vivieron miseria enfermedad violencia muerte abuso protesta racismo explotación criminalización en el mayor grado de potencia opresiva de su tiempo. Sus transgresiones contestatarias fueron atrevidas alborotosas y muchas veces hostiles. Pero estas reacciones de los sectores desposeídos eran incapaces de sostener comunidades articuladas en resistencia. Para eso era indispensable el predominio de la exigencia de solidaridad el compartido sentido de dignidad el reconocimiento de los deberes de vecindad. También era vital mantener una imaginación de futuro en hermosura como la que está pintada en la maraca de Alberto Galarza que incluyo aquí y que contrasta tanto con las dos fotos de 1907 y 1913. Toda la investigación disponible sobre la vida comunitaria de las barriadas ponceñas destaca la generalizada disposición a la caridad socorro ayuda respaldo pertenencia que compartía la gente más despreciada de la ciudad. Y esto fue más determinante en el desarrollo de la plena que los enfrentamientos destructivos. La plena no fue el soundtrack de la degeneración moral. Fue el punto de encuentro de la totalidad vivencial barrial y sobretodo fue una diversión que aseguraba el predominio de la alegría como recurso de supervivencia y socialización. El bembeteo musicalizado dio cabida a todo lo que era necesario comunicar y no por falta de periódicos –había más periódicos que ahora y los analfabetos se enteraban del contenido de la prensa gracias a sus vecinos alfabetizados- sino porque la plena no se reducía a la comunicación verbal –como hacen lxs académicxs que limitan sus análisis a las letras de las plenas- sino que incluía envíos y recibos de mensajes corporales auditivos bailables organizativos eróticos que aseguraban su totalidad expresiva. El hecho de ser protagonizada por un cantor panderetero en posición alzada y vertical de cadencioso disfrute ya era una respuesta cargada de significados para una gente que sufría extenuantes jornadas de trabajo con los cuerpos doblados y las bocas reguladas.
Todavía en 2005 José Amador de Jesús –con la ventaja de la investigación histórica reciente pero sosteniendo su argumentación en la relevancia del trabajo de Don Félix Echevarría Alvarado- perpetúa lo que ya es sencillamente una necedad irresponsable que combina las distorsiones de Flores y Rodríguez con tanta fidelidad que me pregunto si esto es el plagio de la mentira: “It is easy to imagine the nightime atmosphere of La Joya del Castillo during the period when the plena emerged. Even the name of this neighborhood reflects the inhabitant’s cunning sense of irony. La Joya (the gem) was in reality no more than an arrabal located at the botton, or hoyo, of the castle belonging to the Serrallés, one of Ponce’s famous rum-producing families. The visitor who entered from Virtue Street would encounter only two commercial establishments: Pepe Ortiz’s small market and, in the center, a legendary brothel (ranchón) divided into cubicles. Coexisting with twenty other working-class family houses loosely arranged in gridiron pattern, both establishments might have provided space for contention and open conflict. As the night unraveled, we can imagine strolling couples wandering through La Joya’s scattered lights, occasional screaming followed by violence, and a chorus of voices following the beatings of the panderos. It was a site where other social groups went looking for the obscure pleasure produced when the morbid desires are accentuated by danger, where close proximity of different social classes could lead to powerful alliances as well as fierce disputes”.
El lector ya no me necesita para refutar esta caricatura de estilo cut and paste. Yo sólo me pregunto ¿quién carajo era Pepe Ortiz?
En los censos y registros gubernamentales de la época podemos localizar algunos pleneros pioneros de aquel tiempo. La tarea es por demás dificultosa porque Echevarría recogió nombres correctos nombres equivocados apodos recordados confusiones envejecidas pero de todas maneras es admirable la especificidad que se sobrepone a estas limitaciones y rescata la memoria de gente de la cual nadie escribió como gestores culturales de importancia. Por otro lado lxs enumeradorxs de los censos nos legaron la más exasperante variedad de errores de manera que el nombre de una persona aparece parcialmente alterado o completamente cambiado según lo que se anotó en las entrevistas de censos y registros. Entonces hay que buscar las más variadas posibilidades de nombres y apellidos alterados y cotejar si deletreados de manera desigual tienen los mismos parientes vecindarios edades empleos trayectorias. Con todo siempre queda margen para la duda de si lo que creemos reconocer como una persona buscada son dos personas distintas o si dos personas denominadas diferentes son una persona que buscamos. Se añade además la dificultad de descifrar la enorme diversidad de caligrafías en documentos manuscritos. Con todo hemos podido identificar con seguridad los datos disponibles sobre pleneros importantes los Hermanos-Aranzamendi Alfredo-Rosaly Pablo-Roque Esteban-Sabater Jacinto-Salomón Toribio-Laporte Timoteo-Suri Vidal-Vargas. Sobretodo pudimos seguir cuatro generaciones de la familia Oppenheimer y nos sentimos premiados con la detallada trayectoria de Bumbún que hemos podido esclarecer.
Termino con una referencia sobre Bumbún tomada del libro de Echevarría porque ejemplifica la realidad comunitaria que los tres autores discutidos arriba no pudieron captar: que la plena fue ante todo una diversión compartida que articuló la dedicación de músicos obreros de las comunidades de Ponce en encuentros festivos que confirman la solidaridad andariega y aglutinadora que dio consistencia y resistencia a los vecindarios más abusados por los poderes coloniales de su tiempo.
“Unos alegan que Bumbún tocaba para todos los conjuntos y otros que todos los participantes de los conjuntos tocaban para Bumbún. Hay consenso en que la mayoría de ellos en alguna ocasión interpretó para Bumbún… Sin embargo, siendo un formidable imán musical fueron pocos los buenos acordeonistas, pandereteros, guitarristas o güiristas de su tiempo que no lo acompañaron. Todos ellos sentían que, tocar en la agrupación de Bumbún, significaba un privilegio equivalente a graduarse como pleneros”.
Estos pleneros pioneros cruzaban los linderos de sus comunidades y las enlazaban en gestiones de amistosa musicalidad divertida y la Joya del Castillo fue su principal punto de encuentro. La pequeña plataforma de madera colocada frente al negocio de don José (Pepe) Irizarry donde se agrupaban los pleneros para amenizar las alegrías desahogos apasionamientos generosidades peligros de la barriada fue más trascendental y definitoria que el prostíbulo tan destacado por los letrados de la ignorancia.
Coro: Qué pasará aquí dentro/ en esta vecindad/ se vive en la miseria/ y la intranquilidad.// Si consigo una pega/ me tengo que joder/ y si no la consigo/ no sé qué voy a hacer.// Aquí la gente es buena/ y sabe compartir/ pero en esta pobreza/ no sé qué va a venir.// Hay quien no tiene nada/ y pide caridad/ qué pasará mi hermano/ con tanta enfermedad.// Yo no sé cuánto dure/ la penuria es sufrir/ y ya ni el alimento/ lo puedo conseguir.// Hasta cuándo se aguanta/ la mala situación/ y yo con esta plena/ pido una solución.