Distopía: Puerto Rico 2024, sátira de un futuro imposible
¡Hoy, 12 de septiembre de 2024 y a ocho años en los que el túnel al final de la luz se hiciera, por momentos, más ancho y profundo que el de Maunabo, conviene repasar cómo las acciones de la Junta de Control Fiscal arrancaron a Puerto Rico del barranco enlodado por donde solo se iba, como en el infierno, hacia abajo.
La primicia de que ya estábamos en franca recuperación ocurrió en agosto del 2020 cuando el gobierno central pudo retornar a los mercados de capital con una emisión de bonos. Aunque tal emisión fue solo por dos mil pesos, reducidos a mil luego de pagar los cargos cobrados por los consultores financieros, y a un interés de trescientos cincuenta (350) por ciento; y cuyo único propósito era tener un efectivo en la bóveda de Hacienda, que no veía billetes desde agosto del 2017, cuando el gobierno concluyó que no quedaban pesetas ni pesos en ninguna de las gavetas de sus agencias y la Junta, en su carta circular número tres mil, impuso la economía del trueque; a pesar de todo esto, fue un gran paso de avance que demostró que los inversionistas volvían a confiar en nuestra solvencia financiera.
Como bien dijera la Junta, el trueque y los vales fueron “turning points” hacia el desarrollo sustentable que hoy ya está en camino. La Junta exigió que los pensionados ofrecieran servicios esenciales so pena de sufrir reducciones en sus pensiones. En pago, estos comenzaron a recibir vales para comer en Pollo Tropical, lo cual mejoró la nutrición isleña pero llevó a la bancarrota a todos los Burger Kings del país.
Si bien estas medidas económicas, unidas a un IVU de 38 porciento y a la venta de todas las corporaciones públicas cuadraron, con golpes de martillo, el presupuesto local, las mismas hubiesen sido insuficientes si la Junta no hubiese alterado de manera radical la estructura administrativa de los municipios, completamente inconmovible desde los tiempos de Juana la Loca. Fue un golpe magistral, en el 2018, unificar a Bayamón, Quebradillas y Guaynabo bajo una sola alcaldía; y hacer lo mismo con Caguas, Cayey, Cidra y Comerío. Las Toas y las Vegas desparecieron en el nuevo municipio TV (T por Toa y V por Vega). Utuado, Lares, Moca y Jayuya fueron borrados por falta de población, pero eso ya eso es otra historia. Gurabo, Juncos, Las Piedras y Humacao quedaron bajo la jurisdicción de Palmas del Mar, que a su vez fue vendida a inversionistas chinos.
Es cierto que la reforma administrativa, como era de esperar, desencadenó una guerra civil entre Bayamón y Quebradillas, con Guaynabo de árbitro; y otra, más fiera, entre Cayey y Cidra con Caguas de mediador. De nuevo, esa es otra historia.
La privatización causó un revuelo en Washington cuando, después de varias llamadas de Ivanka Trump, en el 2018 la AEE fue vendida a Rex Tillerson a precios de quemazón, quién a su vez se la “donó” a su antigua corporación ExxonMobil.
Por fortuna, nada de esto afectó de manera considerable al comercio en Plaza Las Américas, Pero la intervención de la Junta fue clave para tal logro. La Junta le exigió a sus empleados en el gobierno local que le quitaran los subsidios a la familia Fonalledas a menos que esta expandiera, de manera novel, sus ofrecimientos en Plaza. Poner la tienda Me Salvé frente a Banana Republic garantizó un flujo imparable de window shoppers. Y con Pepe Ganga frente a Hugo Boss, Plaza mostró que no habría discriminación contra gustos proletarios. Hubo, ciertamente, mucha extrañeza cuando también aparecieron carritos de hot dogs por los pasillos frente a Brooks Brothers, pero es que ya nadie podía pagar los precios de los comederos en la azotea.
El Plan Tennessee o la estadidad en las escalinatas
La economía hizo un amago de despunte en el verano del 2017 por acciones netamente del PNP y su inteligencia colectiva. Pero pronto quedó demostrada la sabiduría de la Junta. En repaso de aquel verano candente, después del plebiscito celebrado en junio del 2017 y con una aburrida participación de menos del 50 por ciento de los electores, el gobierno se comprometió a una “campaña de heroísmo y dignidad” hacia el logro de la anexión. Inspirándose en el Plan Tennessee, el PNP nombró siete representantes y dos senadores para tomar posesión de sus escaños en el congreso federal. Ya no recuerdo los nombres de los siete escogidos para la Cámara con la excepción de Jennifer González, Edwin Mundo y Leo Díaz. Pedro Rosselló y El Guitarreño irían de “senadores.” Los augurios no fueron propicios desde el comienzo. Tres de los representantes se negaron a viajar a Washington cuando descubrieron que tendrían que costearse el pasaje y la estadía. La Junta le impuso varias tranquillas al presupuesto que sometió Ricky y no había dinero para el Plan Tennessee. Así que la delegación estuvo manca desde el principio.
El intenso dramatismo más que compensó por la falta de fondos. La delegación de Puerto Rico anunció que tomarían sus puestos el 4 de julio del 2017, fecha preñada de profundo simbolismo en contra del colonialismo. El destino y el cambio climático también habían escogido esa fecha, aunque por otras razones. Con una temperatura de 97 grados y un índice de humedad de 110, fue uno de los 4 de julio más opresivos en la historia del orbe terráqueo.
Los cuatro representantes y los dos senadores del “estado” de Puerto Rico llamaron a una conferencia en las escalinatas del capitolio antes de comenzar el ascenso hacia lo que denominaron “our legitimate seats.” Con la excepción de Comedy Central y Samantha Bee, nadie cubrió el evento. Como se trataba de algo heroico, no se amilanaron y comenzaron el ascenso hacia unas pobres barricadas atendidas por dos policías, en mood talibanesco en vista de que fueron obligados a rendir servicio bajo aquel calor volcánico por las ocurrencias del Plan Tennessee.
Los representantes varones iban engabanados menos El Guitarreño que, siendo más inteligente, fue en guayabera. Ante la barricada y los dos policías, ambos al punto del desmayo, lo que ya para ese momento en la tarde se estaba autodenominando “the heroic delegation,” entregó una declaración que uno de los guardias no disimuló en hacerla un bollito antes de echarla a su bolsillo, todo sin emitir palabra o expresar algún gesto que demostrara que estaba vivo y que no era un robot administrado desde el Pentágono.
A los diez minutos bajo el sol, Pedro Roselló llamó a un Uber y desapareció. El Guitarreño ya se había desembarazado de su guayabera y camisilla y se había tomado un selfie “espechugao” en las escalinatas. A los quince minutos, Edwin Mundo comenzó a cantar “Verde Luz” en inglés antes de desmayarse. Ya Leo Díaz estaba AWOL. Otro de los “representantes” y cuyo nombre hoy se me escapa, sufrió un trastorno nervioso con resultados no loables. Se quitó toda su ropa y comenzó a correr esnú por la plazoleta, con las manos en alto y como si fuera un Hare Krishna tocando una pandereta imaginaria. No se detuvo hasta que llegó a la famosa fuente donde fue arrestado por “disorderly conduct.” Solo Jennifer se mantuvo firme.
El gobierno logró una foto de esos primeros minutos cuando la delegación estaba intacta frente a las barricadas y comenzó a venderlas para recaudar fondos pro estadidad. La Junta incautó las fotos y embargó los 75 pesos que ya habían logrado. La Junta alegó que ese dinero se necesitaba para pagar la deuda.
A esa gesta, cuya duración fue de menos de 25 minutos, la prensa local la llamó la “Estadidad en las escalinatas.” Pero la publicidad lograda a través de los comediantes norteamericanos nocturnos hizo que el turismo aumentara para finales de julio y agosto del 2017.
La humillación anexionista en las escalinatas fue descrita por el liderato del PPD como “muestra de la vitalidad del ELA” en Washington.
Por supuesto, aunque se logró un auge turístico por breves semanas, tal despunte económico se esfumó sin mayores consecuencias.
Control emigratorio
La única crítica que merece la gestión de la Junta fue su tardanza en no ver lo obvio y esperar hasta septiembre del 2021 para restringir la emigración hemorrágica y decretar que, desde ese momento, solo saldrían del país 20 personas al año, y solo entre las edades de 82 años en adelante. Como todos sabemos, ya para ese entonces quedaban en el país los presos, los encamados esperando a que funcionarios del PNP y del PPD los visitaran para emitir sus votos, y una camada de viejitos, todos ya debidamente ubicados en sus respectivas egidas. Con la excepción de San Juan, el gran total de la población era de trescientos mil habitantes.
La cancelación de las elecciones del 2020 y sus consabidos gastos fue aplaudida por todos menos los encamados que se quedaron sin sus visitas cuadrienales.
Siempre existirá la sospecha de si la tardanza en exigir una cuota migratoria fue parte del plan de recuperación que la Junta tenía para la isla desde el principio. Lo cierto es que, desde el 2020, y con tan escasa población en edades productivas, la Junta agilizó todos los permisos para la construcción de égidas y casinos. El país hoy tiene vastos espacios yermos donde los emprendedores ven futuros campos de golf. Los acreedores han aceptado esos parajes como pago por sus bonos. Lo que fue la Milla de Oro es hoy un corredor de casinos a quienes algunos malintencionados llaman el “Fulgencio Batista Boulevar”. Pero es también un bólido de crecimiento económico donde el trueque en especie no es necesario.
San Juan, con sus tres mil habitantes, es hoy la ciudad de más población y también la única floreciente, pero aquí el ingenio nacional mostró su independencia frente a la Junta. Desde que la alcaldesa decidió, en 2018, que las fiestas de la SanSe serían mensuales, y que las mismas estarían sincronizadas con la llegada de cruceros a la bahía, la economía capitalina no ha mermado.
Yo, Casimiro Oquendo, escribo este recuento desde algún lugar en El Morro, donde he sido destacado por la Resistencia como uno de los amanuenses oficiales de este pasado reciente, y desde donde ya avisto las barcazas de la diáspora que se acercan para unirse al contingente de agricultoras y agricultores que hoy bajan de Utuado.
Porque, para terminar, el Puerto Rico aquí descrito ha sido el de las estadísticas oficiales y que, por consiguiente, entraba en el radar de los banqueros y sus cálculos. El otro Puerto Rico, uno esparcido de manera casi invisible por montañas y lugares ya no visitados por la oficialidad, una isla demarcada por una multiplicación de Casas Pueblos, echó su suerte en otras formas de vida. Y no ha dejado de palpitar.