El café-teatro La Guitarra, Coto Laurel (Ponce)

¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
A brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores.
Dejemos al menos cantos.
(Nezahualcóyotl, 1402-1472)
Neftin González y Georgie Garayúa ayudaron a conseguir las patentes municipales, permisos para vender bebidas alcohólicas y la licencia para operar un café-teatro. También hicieron el letrero con el nombre del local y un dibujo de una guitarra. Fue Neftin González, un destacado cantautor, quien propuso que se hiciera allí un café-teatro. El licenciado José Enrique Ayoroa Santaliz ayudó a conseguir los permisos para operar el café-teatro.
Neftin González tenía su renombre como cantautor. Lo vi al menos dos veces en televisión, tal vez por el canal 2, cantando su música mientras se acompañaba con su guitarra. Cuenta Rafa Viera que Neftin era miembro del grupo musical Golden Five. Añade Rafa que Neftin heredó de su mamá lo de cantar y componer. En ese tiempo, la década de 1970, González vivía en la avenida Betances, en el casco urbano de Ponce. Fue Neftin quien instaló el sistema de luces con palos en forma de cruz. Controlaban las intensidades de las luces con el aparato que denominan dimmer (atenuador). El sistema de sonido era fiel y excelente. La tarima fue construida por Rafael Rivera (Rafa Bolo), hijo del ebanista Juan Rivera, ambos residentes en Coto Laurel. Otras personas del barrio ayudaban con las promociones de los eventos a ser presentados. Entre ellos estaban Rafael Rivera, Efraín Roche y Edgardo Vázquez.
En el local de La Guitarra tenían sillas y mesas alquiladas. Llegaron a admitir trescientas personas. Porque el costo de la entrada era de un dólar, el negocio se mantenía con las ventas de la taberna. El lema de sus dueños era que todo cliente se sintiera como en su casa. La existencia del café-teatro fue breve aunque de muy feliz recordación para los artistas que tuvieron y disfrutaron ese foro. Los que fuimos como clientes también recordamos con nostalgia a esa institución que debió durar más tiempo. Es una pena que su existencia fuese tan efímera y que esté tan poco documentada.
El local no siempre fue un café-teatro ni se le conoció primero como La Guitarra. Originalmente fue fundado como el Colmado La República por Julio Viera Espada, padre de Julito y Rafa, c. 1968. Como colmado tenía un área de madera. Más adelante fue que Viera Espada amplió el local con un espacio en cemento. Esa área fue la que aprovecharon como café-teatro. Ya desde tiempos previos al café-teatro, se hacían bohemias allí. Algunas veces atendían al público siete días en semana. Mi primo Orlando Zayas Rodríguez, guitarrista, cantante y declamador, amenizaba esas bohemias frecuentemente. Incluso, se presentó allí con su grupo Gwendolyn, antes de ser el café teatro. En esos eventos participaron Rafa Viera, mi primo Pedro “Pellito” Rodríguez Rodríguez (cantaba muy bien), Samuel Rodríguez Torres (mi tío abuelo) y Julito Viera (un declamador más que admirable) .

El Grupo Gwendolyn, c. 1973. El guitarrista (hoy un formidable tresista) Orlando Zayas Rodríguez está al centro vestido de blanco. La cantante Isabel también aparece en la fotografía.
Los artistas que se presentaron en La Guitarra fueron coordinados por Neftin González durante una primera etapa. Más adelante esa labor fue de Wally Medina quien trabajaba como payaso y era empleado del gobierno municipal de Ponce.
El Café-teatro La Guitarra inició operaciones con un recital poético del siempre bien recordado locutor y declamador David Ortiz Angleró. Alberto Carrión se presentó allí en tres ocasiones, una de las cuales tuve el gusto de presenciar. Carrión se acompañaba con su guitarra. Fue una ocasión mágica e inolvidable. Se cuenta que fue en La Guitarra donde estrenó su gran éxito Amanecer borincano.
Una gran variedad de artistas compartió sus presentaciones con el público de La Guitarra. Entre otros, el dúo de Silverio y Roxanna, Roy Brown como solista y el grupo Taller Guardarraya, cuyos integrantes eran estudiantes de la Universidad Interamericana en San Germán. Esta agrupación interpretaba poesía coreada. Varios de sus integrantes también tocaban y cantaban canciones de Silvio Rodríguez y de Pablo Milanés. Guardarraya anunciaba sus eventos con pasquines y altavoces. En La Guitarra también se dirigió al público el gran poeta y líder socialista Juan Antonio Corretjer, declamó poesía el actor Miguel Ángel Suárez y se presentó el oboista y saxofonista Miguel Rivera Rentas con su conjunto de jazz. Antonio Cabán Vale “El Topo” cantó su música durante una velada. En esa ocasión interpretó Verde luz y Antonia, entre otros de sus éxitos.
El plano del local era sencillo. La entrada estaba ubicada hacia el parque de béisbol. En el frente del café-teatro había una puerta a la derecha y otra a la izquierda. Los clientes entraban por la puerta izquierda y pasaban entre balaústres y por el frente del bar hacia el área de las mesas con sillas. El bar estaba a la izquierda dentro del local. Se formaban tres hileras de mesas con sillas, a la derecha, a la izquierda y en el centro. Al fondo a la izquierda estaban los baños. Rafa Viera usaba las cáscaras de los frutos del árbol denominado anacahuita como ceniceros rústicos.
La tarima estaba en el fondo al medio entre dos ventanas. El lugar tenía aire acondicionado con una temperatura muy agradable, que propiciaba la asistencia del público a un local que por la naturaleza de las presentaciones, tenía que ser completamente cerrado. Allí también vendían emparedados de carrucho y de jamón y queso, entre otros alimentos que ofrecían a la clientela. Había una mesa de billar que cambiaban de lugar según la necesidad del momento. El café-teatro tenía ventanas y cuatro puertas. Había dos puertas y una ventana al lado derecho del edificio. En el exterior derecho había un banco largo que usaban para recibir clientes y amistades por el día.
Después de muchos años ese café-teatro se convirtió en leyenda. Felipe “La Voz” Rodríguez llegó a mencionar su intención de presentarse en La Guitarra. Esa idea no se realizó. Hay quien cuenta que Danny Rivera y Lucesita Benítez llegaron a presentarse allí. No creo que sea correcto pero sí arroja luz sobre la manera en que se construyen leyendas.
Sí recuerdo que algunos vecinos se quejaban del ruido que hacían algunos clientes en los exteriores del café-teatro. Otros protestaban por los muchos automóviles estacionados. Tal vez algunos carros estuvieron mal aparcados. No dudo que varios de los quejosos se habían acostumbrado demasiado a sus vidas aburridas y rutinarias. Veían y sentían que el bullicio que se formaba por la llegada de clientes desde otros barrios y otros municipios era algo desordenado y perturbador. Les dañaba sus rutinas y tedios. Me parece que los que tenían automóviles buscaban dónde ir para sus actividades, divertimientos y distracciones. Los que no teníamos carro “nos comíamos un cable” por el aburrimiento. La Guitarra fue una manera en que unos comerciantes del propio barrio Coto Laurel pudieran ganarse el sustento honradamente a la vez que daban un servicio por un precio muy módico. Proveyeron entretenimiento en un buen ambiente social y cultural. Suplieron un foro importante para los artistas. Crearon un lugar que generaba ingresos a músicos y teatristas.
Yo era muy joven cuando operaba el Café-teatro La Guitarra; tenía apenas dieciocho o diecinueve años de edad. Si hubiese sido más maduro hubiese buscado participar más de los eventos que se hacían allí. Debí acudir con los parientes a participar de las bohemias aunque fuera con un bongó, maracas, güiro o marímbola. Soy músico de trombón; no me parece que el trombón pegara bien con esos eventos. Recuerdo que cuando cerró La Guitarra pensé que tal vez era un cierre temporal o provisional. Pasó el tiempo y paulatinamente me daba cuenta de que el cierre fue permanente. Yo pensaba que la empresa subsistiría. Antes de cerrar sus puertas definitivamente ya se comentaba del prestigio de un gran café-teatro muy importante e influyente para los artistas y demás ciudadanos del Área Sur. Ese prestigio se convirtió en la leyenda. Julito Viera, uno de los fundadores y un declamador formidable particularmente de la poesía jocosa de Fortunato Vizcarrondo, murió en el 2017 a los setenta y cuatro años de edad. Hasta la estructura que le servía de sede al café-teatro fue demolida hace varios años. El abogado y cronista de la música Pedro Malavet Vega comentó en su libro Del bolero a la Nueva Canción (la música popular en Puerto Rico de los años ´50 al presente) sobre actividades musicales en el Café-teatro La Guitarra. (p. 132 y 134). Su fuente fue el semanario Claridad. Mencionó la presentación de Roy Brown y la del Taller Guardarraya, ambas en 1974. El licenciado Malavet Vega publicó su libro trece años después del cierre del café-teatro. Dejó plasmado en su escrito algo de la intensa actividad musical en el siempre bien recordado Café-Teatro La Guitarra.
Inicié este escrito con versos del rey-poeta Nezahualcóyotl de Texcoco en el México pre-cortesiano. Esos versos estaban originalmente en náhuatl y fueron traducidos al castellano. Considero adecuado terminar con otros versos del mismo bardo. En La Guitarra alternaban la música y la poesía. La poesía era también cantada allí. Un buen declamador puede despertar emociones fuertes con estas estrofas poéticas citadas.
Nadie en jade,
nadie en oro se convertirá:
En la tierra quedará guardado.
Todos nos iremos
allá, de igual modo.
Nadie quedará,
conjuntamente habrá que perecer,
Nosotros iremos así a su casa.
Como una pintura
Nos iremos borrando.
Como una flor
nos iremos secando
aquí sobre la tierra.

El cursor señala la ubicación aproximada del Café-teatro La Guitarra en el barrio Coto Laurel de Ponce. (Foto: Google Maps)

Parte de un plano del barrio Coto Laurel. Con el lápiz señalo la ubicación del Café-teatro La Guitarra. El cuadro negro justo a la izquierda de la punta del lápiz representa al local del café-teatro. Los otros cuadros negros al lado norte de esa manzana eran los negocios de los hermanos Luis Ramón y Samuel Rodríguez Torres. Este plano es de 1970-1985.
Créditos
Gracias a José Rafael Viera por su testimonio sobre ese período tan fascinante. Gracias a mis primos Orlando y Ramón Zayas Rodríguez por otras informaciones importantes y por la fotografía suministrada del Grupo Gwendolyn. Gracias a Google Maps por la fotografía aérea del sector descrito y señalado.
El plano de Coto Laurel 1970-1985 fue recuperado el 5 de junio de 2021: ngmdb.usgs.gov/img4/ht_icons/overlay/PR/PR_Ponce_362200_geo.jpg
Gracias al licenciado Malavet Vega:
Pedro Malavet Vega, Del bolero a la Nueva Canción (la música popular en Puerto Rico: de los años ´50 al presente), Ponce: el autor, 1988, p. 132, 134.