El capitalismo salvaje y las luchas globales por la dignidad
Si bien los orígenes del capitalismo se remontan a las primeras formas de mercantilismo en la Edad Media, fue con la Revolución Industrial y su compleja organización de la producción, así como de la división del trabajo, que se estableció el predominio del modo de producción capitalista. El capitalismo inglés, europeo y norteamericano que se consolidó a partir de mediados del siglo XVIII transformó las relaciones entre los trabajadores y los poseedores del capital, generó estructuras jerarquizadas, estableció la competencia y la lucha por la productividad, instaló un sistema financiero, e impulsó que los Estados tomaran medidas para potenciar la generación permanente de más capital. La historia del capitalismo es la historia de la voracidad, de la avaricia y de la usura. Los dos siglos y medio que hemos vivido bajo esa visión normativa no han llevado a los seres humanos, en la mayoría de los países del mundo, a vivir en sociedades más solidarias, felices y equitativas. Todo lo contrario, hoy la polarización social y la concentración de la riqueza es mayor que hace dos siglos.
El sistema capitalista que domina el mundo y su capacidad para aprovecharse de las enormes diferencias que existen entre países, entre regiones y entre personas, ha llevado a que la humanidad haya aceptado niveles de injusticia y de desigualdad que racional y éticamente no deberían ser tolerados. Aun cuando hay mayor capacidad de informarse, movilizarse y protestar hoy, lo cierto es que en el mundo occidental la gente parece vivir despreocupadamente de las tragedias de hambre, enfermedades, y penurias que se viven todavía hoy en otras partes del mundo. Las diversas formas de desigualdad se han “naturalizado” y la captación de lo que sucede en el mundo sigue siendo fundamentalmente aldeana, aun cuando existe la Internet y nos sintamos parte de una sociedad globalizada. El capitalismo logró que cada cual atienda lo que sucede en su predio inmediato, pero que se despreocupe de lo que le sucede a “los demás”.
El siglo XXI se inició con grandes contradicciones y paradojas, marcadas con el signo de un capitalismo cada vez más voraz. Frente a ellas, en la últimas dos décadas, las respuestas de la gente de a pie han comenzado a ser cada vez más contundentes, esperanzadoras y fascinantes para analizar, porque lo que parece mover el reclamo ciudadano de cambio es la dignidad. Veamos algunas de las características sobresalientes del capitalismo hoy para luego abordar los movimientos genéricamente llamados de indignados en el mundo.
- Está ampliamente documentada la creciente concentración de ingresos y riqueza en una pequeña élite económica mundial. La riqueza global aumentó 68% entre 2003 y 2013 hasta alcanzar un nuevo máximo histórico de cerca de 241 trillones de dólares.1Pero la distribución de la misma es cada vez más desigual. Hoy, el 1% de la población mundial posee el 46% de la riqueza, mientras que el 50% de la población mundial debe conformarse con repartirse el 1% de la riqueza total. Cuando se examina la distribución regional encontramos que Norteamérica tiene una muy desproporcionada cantidad de adinerados en comparación con su proporción de población en el mundo: tiene cerca del 5% de población y acapara el 33% de la riqueza mundial.2 El mundo entero contribuye a que la riqueza se concentre en unos pocos estadounidenses.
- La generación de riqueza hoy tiene una fuerte impronta de especulación, más que de ser generada en función de inversiones productivas y de creación de empleos. Ello ha sido posible por la existencia de un voraz mercado financiero y por políticas que han privilegiado las exenciones contributivas a los ricos y a sus propiedades, así como a la transmisión de riqueza por vía de la herencia sin pago de impuestos. Seis de los diez estadounidenses más ricos hoy han heredado sus fortunas; no las han generado por vía del trabajo y la inversión.3 La lógica que más terreno ha ganado en el capitalismo hoy no es arriesgarse a montar empresas productivas de bienes y servicios, sino aventurarse a hacer las mayores ganancias a través de la especulación financiera.
- Por ende, el mercado financiero internacional se ha ido constituyendo como motor y pilar del capitalismo salvaje. La deuda es la base de todo el sistema y endeudarse es alentado cotidianamente en todas las esferas de la vida. Deuda privada de consumo, deuda hipotecaria, deuda pública, casas evaluadoras de riesgo, compra y venta de paquetes de deuda, han generado una cadena de esclavización de las mayorías mundiales, de la cual viven cómodamente las élites. La corrupción que permea todo el sistema financiero internacional ha sido develada por más de un alto funcionario de algunos organismos importantes. Por ejemplo, la ex Consejera Principal del Banco Mundial, Karen Hudes, expresó en una entrevista reciente que el sistema financiero mundial está dominado por un pequeño grupo corrupto, hambrientos de poder en torno a la Reserva Federal de EE. UU.4 El 1% de las empresas financieras, entre las cuales están Barclays Bank, JPMorgan, Moody’s, Chase & Co, y el Grupo Goldman Sachs, controla más del 40% de los negocios mundiales y pueden llevar países enteros a la ruina a través del mercado financiero y de las calificaciones de crédito. Lo que ha sucedido en España muestra claramente el entramado de estrategias del mercado financiero para primero hundir al país y luego financiar su recuperación, dejando en la quiebra a la expandida clase media y profundizando la crítica situación de los pobres. Según numerosos informes, las calificadores de riesgo y el Grupo Goldman Sachs, apoyados por las políticas instrumentadas por el derechista gobierno de Rajoy, son responsables claros de la debacle.5 La propuesta de salida a la crisis pasa por reducción del gasto fiscal, el abaratamiento del costo laboral, así como por la adquisición a precios de liquidación de bancos, hipotecas y propiedades españolas por parte de capitales extranjeros, especialmente de la élite estadounidense. Un claro proceso de desnacionalización se está instalando allí.
- La élite mundial no solo controla a estas mega-corporaciones. Según la exbancomunidalista, Karen Hudes, también domina a las organizaciones no electas que controlan las finanzas de casi todas las naciones sobre la faz de la tierra, como lo son el Banco Mundial, el FMI y los bancos centrales. Se ha buscado crear un sistema mundial de control financiero en manos privadas, que funciona con gran secretividad, capaz de dominar el sistema político de cada país y la economía del mundo en su conjunto.6 El punto focal de ese sistema es el Banco de Pagos Internacionales (Bank for International Settlements, BIS), ubicado en Basilea, Suiza. Este es un banco de propiedad y control privado, que asegura que se transfiera sistemáticamente la riqueza del mundo desde nuestras manos a las manos de la élite mundial.7 Según un reconocido analista “el BIS representa a casi todos los carteles internacionales bancarios que controlan la política monetaria de sus naciones para su propio beneficio”.8 Los banqueros dueños del BIS tienen completa inmunidad y poder absoluto y sin duda tienen un plan de largo plazo que les permitirá afianzarse en la cúspide de la élite mundial multimillonaria, sin importar lo que pase al resto de la población del planeta.
- En las últimas décadas se ha ido dando un proceso de consolidación oligopólica de los grandes medios masivos de comunicación, lo que dificulta el ejercicio de una prensa libre en la mayoría de los países y viola el derecho humano a información veraz. Hoy, seis corporaciones mediáticas gigantes controlan más del 90% de las noticias y el entretenimiento de la televisión en Estados Unidos. Y procesos similares se verifican también en México, Puerto Rico y en varios países de Europa. Al momento, hay un candente debate en varios países de América Latina que buscan evitar la formación de grandes bloques mono u oligopólicos, que suelen funcionar en estrecha relación con la élite financiera mundial y ejercen un poder cada vez mayor sobre los procesos político-electorales nacionales.
- En el ámbito de alimentación y productos de consumo cotidiano, el mundo ha sido secuestrado por diez gigantescas empresas que dominan el mercado mundial, y que no han estado sujetas a reglamentaciones estrictas que garanticen la calidad de su oferta para el bienestar de los consumidores. El incremento en enfermedades como el cáncer e irregularidades de la tiroides, ampliamente documentadas hoy en la literatura médica y científica, comienza a relacionarse con la ingesta de productos genéticamente modificados, con el uso de pesticidas, así como de fertilizantes en los productos que consumimos.
- Un elemento adicional que no debemos pasar por alto es la creciente vinculación del fundamentalismo cristiano con el capitalismo. Desde la década del setenta en Estados Unidos comenzó un movimiento muy sinérgico entre estas dos fuerzas. Para 1979 ya había coagulado como un movimiento con agenda política propia que se llamó “la mayoría moral”, encabezado por los evangelistas y fundamentalistas Jerry Falwell, Pat Robertson y James Robinson. En respuesta a esa iniciativa, el Partido Republicano incorporó a su programa todas las demandas de ese grupo, que poco después abrazó con fervor místico la candidatura de Ronald Reagan y lo llevó a derrotar a Carter en las elecciones de 1980.9 Desde entonces se difuminó la histórica separación de iglesia y Estado en casi todo el mundo, y con fuertes sumas de dinero pasadas desde los gobiernos a los grupos fundamentalistas, estos se han convertido en los máximos defensores de las violaciones a los derechos humanos fundamentales. El capitalismo salvaje compró la ética, la moral y financia grupos para detener el cuestionamiento que desde la sociedad en muchos países se viene haciendo de los resultados e impactos de las políticas que lo sostienen.
Las revueltas y protestas por la dignidad de las personas
Los resultados del capitalismo salvaje son claros y comenzaron a percibirse nítidamente en la vida cotidiana de millones de personas alrededor del mundo con la entrada del nuevo siglo –más desempleo porque las economías evolucionaban hacia ser fundamentalmente especulativas; más desigualdad social; e incremento en la incertidumbre, la corrupción y la desconfianza. Las siete características del actual capitalismo que hemos presentado están siendo fuertemente atacadas por organizaciones sociales, ciudadanos y ciudadanas, que han sido vapuleadas como consecuencia de las políticas que buscan sostener un orden económico excluyente, que violenta la esencia misma de la dignidad humana. Desde la entrada del Siglo XXI comenzaron a verificarse grandes movilizaciones en muchos países, donde se cuestionó la legitimidad y representatividad del poder político y el modelo capitalista salvaje. Las acciones de la sociedad civil organizada fueron progresivamente cobrando mayor visibilidad e importancia en la definición de nuevos proyectos de sociedad.
América Latina fue en un sentido precursora de la búsqueda de rutas alternativas. En la región la situación había llegado a un límite pues la década del noventa había instalado el neoliberalismo más burdo y el capitalismo más tóxico. Por ello, se comenzó a verificar una transformación importante en el terreno de la política, con formas muy diversas pero con un sello claramente de ruptura con el modelo que genera desigualdad, injusticia y es depredador de los recursos naturales. Cuba, Chile, Venezuela, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Brasil, República Dominicana, Nicaragua, El Salvador y Guatemala, son hoy países signados por el deseo de superar el modelo capitalista salvaje, aunque busque cada cual rutas distintas. Los nuevos procesos y liderazgos políticos que han surgido siguen presentando una oportunidad extraordinaria para reinventar la región y lo están haciendo. A los movimientos sociales tradicionales se han agregado nuevos y muy diversos movimientos de participación ciudadana, que incluyen a campesinos, movimientos indígenas, estudiantes, ambientalistas, mujeres, derechos humanos, que han dado un nuevo aire al debate sobre economía y desarrollo, el papel de los medios de comunicación y cómo debe conformarse el terreno de la política.
En otros lugares del mundo, la protesta social se ha instalado con fuerza cotidiana. En Europa, Grecia, España, Francia, Inglaterra, Italia, Alemania, Bélgica y Portugal han sido testigos de manifestaciones multitudinarias, que marcan un antes y un después para los gobiernos y la sociedad en general; otro tanto ha sucedido en buena parte del mundo árabe y africano, así como en Israel. Aun cuando las particularidades de cada caso apunten a diferencias importantes, entre cada una de estas formas de protesta parece haber mucho en común. Lo más importante, a mi juicio, es que todas reflejan disconformidad iracunda con el nuevo paradigma que se ha instalado en las últimas décadas, donde el mercado ha sustituido al Estado; el capital a la noción de desarrollo, y el consumidor al ciudadano. El resultado de todo ello es la pérdida de dignidad de las personas para sostener su propia reproducción a partir de su trabajo. Un reclamo básico pero fundamental. Dar resolución a estos conflictos no será fácil y mucho se juega en el cómo se hace.
¿Qué tienen en común estos movimientos que genéricamente denominaré de indignados, tomando prestado el nombre con que se autodenominan los españoles que protestan desde el 2011 en todo el territorio nacional?
La primera característica que aflora es que estos movimientos son espontáneos, masivos y extendidos. No fueron convocados por las tradicionales formas de la política partidista, ni por organizaciones sociales establecidas. Se autoconvocan a través de las redes sociales con un dinamismo hasta ahora nunca visto; afirman su autonomía y soberanía frente a todas las formas de organización social conocidas; aseguran que nadie impone y manda en el colectivo; no hay caudillos, ni quieren verse asociados a partidos políticos, iglesias u otras instituciones tradicionales. Son protestas contra un “sistema que ya no satisface necesidades y en cuyas reglas ya no creen”. Protestas firmes, nuevas, contra la desigualdad y el modelo económico social excluyente; protestas que asumen el “Basta ya!” como consigna de lucha y que traslucen ira, bronca y rebeldía, en reclamo de una dignidad personal que sienten lacerada por las actuales políticas. En casi todos los casos, se trata de protestas iniciadas e impulsadas por jóvenes que se sienten traicionados por “el sistema”, por sus gobiernos, sus mayores y por la sociedad en general. ¿Qué nos están queriendo decir?
Estas formas de protesta van más allá de responder a reflejos cuasi instintivos de supervivencia y se van convirtiendo en estuarios donde desembocan y confluyen ríos y arroyos de protesta sistémica que recorrieron largos caminos. Detrás de ellas hay mucha historia; en cada caso, los antecedentes y las condiciones que llevaron a que estos reclamos surgieran estaban a la vista de los formuladores de políticas públicas. ¿Por qué la sorpresa? Las investigaciones realizadas por científicos sociales y por muchos organismos del sistema de Naciones Unidas desde hace años apuntaban a que de no cambiar rumbo, el mundo habría de explotar porque los niveles de pobreza y desigualdad harían la convivencia imposible. ¿Por qué se sigue desconociendo el conocimiento generado; por qué no tomar nota de los indicadores que claramente marcaban las peligrosas tendencias; por qué no se reconoció que podía haber un límite a lo que los ciudadanos pueden tolerar?
Frente a la realidad que estamos viviendo y frente los posibles efectos perturbadores de la “normalidad” que hasta ahora hemos conocido, es necesario hacer un esfuerzo decidido, potente, para acercar investigadores, decisores políticos y líderes de organizaciones sociales en el proceso de diagnóstico y de generación de estrategias para atender los reclamos de dignidad que la gente sigue expresando en las calles, plazas y centros de muchos países. La monumental marcha que convergió en Madrid hace unos días, con gente que caminó una semana desde todos los rincones de España, debe proveer un alerta mundial de lo que se viene si no atajamos el salvajismo del mercado.
Los movimientos de indignados no germinaron en un vacío ni desaparecerán tan fácilmente. Todos tienen antecedentes en movimientos sociales diversos, como los anti-globalización, anti endeudamiento, en el feminismo, el ambientalismo y muchos otros que hace años vienen señalando las peligrosas tendencias del paradigma neoliberal que genera exclusión y vulnerabilidad social. Puerto Rico, ¿está escuchando?
- Credit Suisse Research Institute, Global Wealth Report 2013. Disponible aquí. [↩]
- Ibid. [↩]
- Krugman, Paul (23 marzo 2014) “Wealth Over Work”, New York Times, NYC. [↩]
- Snyder, Michael (8 octubre de 2013) “Una Elite Global gobierna el mundo entero”, entrevista en The New American. Disponible en: aquí. [↩]
- Ver, entre otros, el informe de Justo Marcelo (2013) para BBC Mundo, Las dudas sobre la recuperación económica de España, disponible aquí. [↩]
- LeBor, Adam (2013) The Tower of Basel: The Shadowy History of the Secret Bank that Runs the World. NY: Public Affairs, a member of the Perseus Books Group. [↩]
- Para un análisis minucioso de las estrategias de Banco de Pagos Internacionales, ver el artículo de Frank de Varona, “El banco de Pagos Internacionales y el nuevo orden mundial”, publicado el 29 de junio de 2013 en Libertad USA (Bear Witness en español). Disponible aquí. [↩]
- Ibid. [↩]
- Timeline: The Religious Right and The Republican Platform (2012) Disponible aquí. [↩]