Frida hoy, hoy desde Frida
Tal es el reconocimiento de Kahlo que ya casi ha eclipsado el de su marido, Diego Rivera, quien en su momento fue uno de los artistas más importantes del mundo: por ello los Rockefeller lo contrataron para que pintara un mural en su flamante Rockefeller Center en Nueva York y por ello mismo el Museo de Arte Moderno de esa ciudad le dedicó una de las primeras retrospectivas que hicieron en sus comienzos. Pero hoy Frida Kahlo reina casi más segura que su marido entonces.
Por ello, cualquier museo se enorgullecería de poder colgar en sus paredes un cuadro de Kahlo, quien produjo una obra relativamente escasa, lo que incrementa aun más el hoy astronómico precio de sus cuadros. El mero préstamo de uno de estos es un logro para cualquier institución. Actualmente el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago exhibe dos icónicas pinturas suyas, “La venadita”, de 1946, y “Árbol de la esperanza”, del mismo año. Dichos préstamos, proveniente de una o dos colecciones privadas de esta ciudad, llevaron a Julio Rodríguez Widholm, curador del museo, a organizar una exposición sobre el impacto de Kahlo en el arte de nuestros días: “Unbound: Contemporary Art After Frida Kahlo” (3 de mayo a 5 de octubre de 2014). La idea es magnífica pues viene a complementar y a superar la problemática exhibición mexicana de 1991 sobre el impacto de Kahlo como icono popular. Aquí, por el contrario, no se trata de ver a Kahlo como imagen que se repite en cuadros y en objetos de uso diario, sino verla como modelo estético en cuanto su obra abrió caminos que han tenido repercusión en nuestros días sin necesariamente calcar, reproducir o apropiarse de su emblemática figura. Esencialmente se intenta presentar en esta exposición el impacto de Kahlo en el ámbito del feminismo, el nacionalismo y el compromiso político en el arte de nuestros días.
El principio de esta exposición es loable, interesantísimo y, sobre todo, muy acertado y pertinente. Pero, a pesar de ello, la exposición es un experimento fallido por dos razones relacionadas. Primera, el organizador de la misma tenía acceso limitado a las posibles obras que pudieran servir para probar su punto. Se exhiben piezas de unos treinta artistas, pero la mayoría de estas vienen de la colección del museo mismo y esta no es tan amplia como para tener las muestras ejemplares para todos los puntos que se quieren probar. En cierta medida esta exposición sobre el impacto de Kahlo en el arte contemporáneo se convierte en una excusa para exhibir piezas de la colección del museo, algunas de las cuales son de gran interés, como, por ejemplo, las de Ana Mendieta, Lorna Simpson y Cindy Sherman. También se han conseguido algunos préstamos de interés, más allá de los dos cuadros de Kahlo que son la raíz y el centro de la exposición, como un deslumbrante autorretrato del mexicano Julio Galán y una pieza menor del también mexicano Gabriel Orozco. Pero para poder incluir tan variadas obras, que también incluye una del puertorriqueño Ángel Otero, el organizador de la exposición ha tenido que interpretar de forma muy laxa los principios estéticos que sirven de parámetros a la misma para así justificar la relación de los artistas relacionados con Kahlo. Hay que recordar que Rodríguez Widholm evade por completo obras que se basan en el método de la apropiación y, en cambio, busca otras donde se percibe el eco que la obra de la mexicana pudo tener en cuanto a la semejanza o repetición de principios estéticos. En otras palabras, se busca la afinidad con Kahlo, no la apropiación de su imagen ni la imitación directa de su obra. Pero estos principios estéticos que se hallan en la obra de Kahlo se han diluido al extremo de hacerlos tan flexible y amplios que casi cualquier obra cabría en la muestra y esto hace que uno se pregunte muy seriamente si los artistas incluidos pensaron en Kahlo al crear su obra o en cualquier otro momento. Más que la relación directa entre estos y Kahlo, lo que vemos es la mente del organizador en función: es él quien relaciona y conecta las dispares piezas expuestas con la coherente obra de la mexicana. Esta es la segunda y, quizás, la más grave falla de la exposición. Por ello, aunque los visitantes ven obras de interés y hasta de valor, la exposición como conjunto o como argumento coherente y convincente, resulta un fracaso o, al menos, un logro muy parcial.
¿Cómo se hubiera logrado una exposición de verdadero o, al menos, de más valor? La respuesta es fácil: con mayores recursos. Si el organizador hubiese tenido acceso a mayor número de obras de artistas que han sentido más directamente el impacto de Kahlo la muestra hubiera sido un éxito y hubiera servido para estudiar de manera mucho más efectiva este en el arte contemporáneo. Pero además, el organizador de la exposición pudo haber aceptado el principio de apropiación, principio que evade, en el fondo y más allá de sus criterios estéticos, porque en la colección del Museo de Arte Contemporáneo de Chicago, de la que esencialmente depende, no hay piezas que empleen como base la imagen de Kahlo. La inclusión de piezas, directamente relacionadas al icono popular de la pintora, hubiera enriquecido enormemente la muestra.
Para demostrar el impacto de Kahlo a través de la apropiación de su imagen el organizador de la exposición pudo valerse de la obra de múltiples artistas. Pienso, por ejemplo, en los performances de Pedro Lemebel y Francisco Casas, las Yeguas del Apocalipsis. Estos dos artistas chilenos adoptaron la imagen de Kahlo y la convirtieron en un medio para presentar las posibilidades de una estética gay latinoamericana, distinta a la estadounidense. Su empleo de Kahlo para este fin ha sido más directo y efectivo que el de Julio Galán.
Por otro lado, el japonés Yasumasa Morimura también se ha apropiado de la figura de Kahlo para ver con ojos orientales una obra occidental. Morimura ha hecho lo mismo con otros artistas icónicos del arte europeo, con Rembrandt, Van Gogh y Manet, por ejemplo. Al apropiarse críticamente de una imagen icónica occidental lo que hace Morimura es deconstruirla. Para demostrar este principio de deconstrucción de un icono occidental desde una perspectiva oriental ha usado los autorretratos de Kahlo como base para sus piezas irónicas, mordaces y críticas al menos en muchas ocasiones. Kahlo es uno de los temas favoritos del artista japonés. Esta apropiación de Morimura demuestra el impacto mundial de la pintora mexicana y, además, confirma cómo la apropiación no es por necesidad un juego banal ni un tributo pasivo, sino una forma crítica de acercarse al canon estético.
También se pudo exhibir en esta exposición fotos del argentino Marcos López quien ha empleado la imagen de “Las dos Fridas” para crear una obra donde el elemento surrealista de la obra maestra de la mexicana le sirve para darnos una visión cotidiana del surrealismo en el contexto algo pop que crea López en su obra en general. Su foto de dos hombres, enfermo y enfermero, recrea magistralmente la pieza de Kahlo y demuestra que no hay que diluir los principios estéticos de la artista mexicana para ver su impacto en el arte de nuestros días.
Pero el mejor ejemplo de la apropiación de la imagen y el significado de la obra de Kahlo se encuentra en la del mexicano Nahum Zenil quien se puede considerar su discípulo o heredero. Kahlo no solo aparece representada en su obra sino que Zenil aprende de ella cómo usar su propia vida directamente para crear una obra donde está Kahlo aunque no aparezca su figura. La obra de Zenil, como la de Kahlo es un ejemplo fiel y efectivo de autobiografismo. Los dos artistas usan sus marginalidad dentro del contexto social mexicano para crear una obra que puede leerse como una autobiografía que, como todo texto autobiográfico, se inventa una vida. Además, demuestra cómo los artistas homosexuales, mexicanos y latinoamericanos en general, se han apropiado de la imagen de Kahlo y la han convertido en un icono de su lucha personal y política. No fue por casualidad que Salvador Novo usó la imagen de “La venadita” para la portada del disco de su poemas leídos por él mismo. Pero nadie ha aprendido tanto de Kahlo como Zenil y, por ello, la ausencia de una pieza suya es la falla mayor en esta exposición.
Rodríguez Widholm evade el método de la apropiación de la imagen de Kahlo para poder incluir en la muestra las obras que tiene a mano, pero también porque parece creer que es un acercamiento demasiado fácil, trillado y hasta propenso a desembocar en lo kitsch. Eso es cierto en muchos casos, pero hay que recordar que este método, tan común y representativo de mucho del arte de nuestros días, especialmente en el que se puede calificar de posmoderno, hubiera servido también para demostrar el fuerte impacto de la obra de Kahlo en el arte de hoy. Sin olvidar que la apropiación de la imagen de esta pintora ha servido para producir piezas de poco valor estético, hay que recordar también que este no es el caso de Nahum Zenil, ni de Marcos López ni de las “Yeguas del Apocalipsis” ni de Yasumasa Morimura.
El fracaso de “Unbound: Contemporary Art After Frida Kahlo”, en el fondo, ejemplifica una de las crisis del mundo artístico de nuestro momento, pues hace muy evidente los malabares a los que muchos museos hoy tienen que recurrir para traer visitantes. (El título de la exposición me hizo ir de inmediato al museo y sé que no fui el único que mordió el anzuelo.) La crisis económica ha llevado a muchos museos a depender esencialmente de las obras de su colección y a evitar los préstamos que pueden ser muy costosos. El criterio de selección del organizador evade la inclusión de piezas que se basan en la apropiación, quizás por un intelectualismo que lo ciega o, al menos, que lo prejuicia contra obras que se valen de este método. Esta ausencia demuestra paradójicamente que la apropiación puede ser efectiva y es común y hasta típica de cierto arte de nuestros días. No podemos descartarla como forma válida de creación hoy. Pero también la exposición viene a demostrar la necesidad que todavía tenemos de explorar detenida y ampliamente el fascinante tema del impacto de Frida Kahlo en el arte de nuestros días. “Unbound” solo plantea de manera limitada el tema, un tema que en el futuro habrá que desarrollar con más detenimiento y rigor, pues Frida Kahlo está viva en el arte hoy.