Más allá del desencanto neoliberal, hacia un futuro posible
Esta tarea evidentemente no es fácil. El presente político-económico se ha empeñado en atrofiar nuestras capacidades que nos permitirían pensar fuera de los marcos conceptuales constituidos por el capital. Es decir, la enajenación a la que nos somete el capital incide en nuestra capacidad para imaginar la vida fuera de éste. Por ejemplo, si hacemos el ejercicio de imaginar un futuro distinto sin el mercado y sin la estructura corporativa que define nuestra cotidianidad, inmediatamente nos percatamos que nuestra imaginación gira –en la mayoría de los casos– hacia pesadillas distópicas.
Lo que somos hoy ha sido definido por la economía de mercado y por el capitalismo colonial. Cuando decimos que lo que somos es constituido y definido por la economía de mercado, no me refiero únicamente a lo que consumimos y deseamos, sino que ontológicamente hemos sido definidos por la racionalidad capitalista. Desde la comprensión más íntima de nuestro ser, pasando por lo que estudiamos y lo que queremos ser en el “futuro” (si es que hay), todo pasa por una serie de dispositivos ontológicos constituidos a través de las lógicas corporativas y por un entramado discursivo-empresarial del que difícilmente nos podemos deshacer.
En este panorama confuso y desalentador es donde hace aparición el texto de Ricardo Fuentes. El libro nos brinda una serie de ideas y mecanismos para pensar y, sobre todo, para comenzar a aceptar que, contrario al mantra neoliberal, sí hay alternativas. Fuentes propone tres preguntas fundamentales: 1) ¿Por qué debemos dejar atrás el capitalismo (yo añado el capitalismo-colonial)?; 2) ¿A dónde (es decir, hacia qué tipo de sistema político-económico) queremos ir?; 3) ¿Cómo podemos llegar allí?
Fuentes trabaja las últimas dos de las preguntas descritas, puesto que se entiende que quien lee el texto se encuentra, de un modo u otro, convencido de que el capitalismo no funciona. Estoy seguro que muchos/as puertorriqueños/as hoy están convencidos de que algo anda mal. Sobre todo, luego del desastre en el que estamos sumidos desde el paso del huracán María. Valdría la pena discutir la intrínseca relación entre el capitalismo colonial, la criminalidad corporativa y la situación generada luego del paso de María, empero, por razones de espacio, me centraré en discutir algunos aspectos fundamentales del texto Economía anticapitalista y poscapitalista.
Para empezar, es importante recalcar la claridad conceptual del libro. El autor, que bien sabe que en nuestro país los debates sobre la economía se fundamentan en la falsa conciencia, comienza definiendo qué es el capitalismo. Para Fuentes el capitalismo es: “por un lado, un sistema propenso a las crisis que va a generar de forma continua el desempleo, la pobreza y la desigualdad; y, por el otro, un sistema indomable y siempre en expansión que amenaza nuestro medio ambiente de manera que, literalmente, pone en peligro nuestra supervivencia como especie. Por lo tanto, transcender el capitalismo es, a la vez, una urgencia moral y existencial”. (Fuentes, 2017:10)
Esto último lo vemos con mayor claridad en el Puerto Rico post-María. No solo la devastación generada por María está directamente conectada al capitalismo extractivista que ha puesto en juego el medio ambiente, sino que también, la ineficacia de las corporaciones quedó constatada. Es decir, la privatización y el mercado no fueron, y no son, la solución, sino que justamente son los causantes de los problemas que enfrentamos.
Nos dice el autor que hay quienes consideran que el capitalismo es domable, regulable o incluso que podemos hacer que beneficie a la mayoría. Los que así piensan viven engañados o reproducen los intereses de las clases dominantes. Sin embargo, Fuentes señala que muchos de los que así piensan defienden la tesis del sistema socialdemocratico nórdico. En lo personal, las referencias al sistema nórdico en los debates políticos locales, siempre me suenan a colonialidad y a encubrimiento de los años de esclavitud y colonialismo que generaron las riquezas que hoy les permite a estos países ser el referente mundial del estado de bienestar. No nos olvidemos que esos estados de bienestar europeos están construidos sobre los cadáveres africanos, indígenas, caribeños y latinoamericanos.
Para ser claros, el capitalismo –al igual que otros proyectos de la modernidad europea– debe ser abandonado. Porque, como bien lo señala Fuentes, este opera a través de la violencia. Para analizar la propuesta del autor, me centraré en discutir tres aspectos: 1) El lugar dónde nos propone el autor que lleguemos; 2) los métodos de cómo llegar allí; 3) algunas preguntas para iniciar un diálogo.
¿A dónde queremos ir? A una sociedad Postcapitalista
El libro, como bien plantea el autor, no tiene la intención de formular un esquema prefabricado de la sociedad futura. Tampoco desea sustituir el capitalismo neoliberal por el capitalismo socialdemócrata, sino que aspira a abandonar el capitalismo. Para ello, Fuentes señala que: “podemos llamar a lo que viene después del capitalismo con cualquier nombre de nuestra preferencia. Sin embargo, tiene que ser un sistema con un conjunto de características que deberían ayudarnos a vislumbrar que en realidad estamos moviéndonos hacia algo: 1) No es una nueva forma de capitalismo y; 2) es superior históricamente”. (Fuentes, 2017:11)
Es importante recalcar que las formas de poscapitalismo más importantes y aquellas defendidas por el autor son: en primer lugar, la planificación participativa de la economía y una economía de mercado regulado de empresas no-capitalistas y; en segundo lugar, el comunismo. Fuentes define el comunismo como sigue: “una forma económica, en la cual los recursos económicos que utilizamos para producir bienes y servicios (los medios de producción) pertenecen a la sociedad en su conjunto; la riqueza producida por las clases trabajadoras no es apropiada por otra clase (no hay explotación) y las decisiones relacionadas con la distribución de estas riquezas a través de toda la sociedad incluye la participación democrática de la ciudadanía. Se puede resumir brevemente como una economía de planificación democrática”. (Fuentes, 2017: 19)
Ahora bien, al comunismo no se llega de la noche a la mañana, sino que requiere un proceso, el cual ha sido pensado de diversas formas. Como resultado hoy en día, los economistas que apoyan el socialismo están divididos entre: el socialismo de mercado y los que apoyan la planificación democrática participativa. Lamentablemente ambos modelos han abandonado las etapas del comunismo, previamente propuestas por Marx y rescatadas por Fuertes de la siguiente forma –dos fases importantes–: 1) la fase superior o el comunismo y; 2) la primera fase o el socialismo. A su vez el socialismo se divide en: socialismo temprano y socialismo maduro. Finalmente, dentro del socialismo temprano encontramos: el socialismo estatista, la economía de mercado cooperativa y el socialismo viable. Mientras que en el socialismo maduro encontramos el socialismo participativo.
Miremos algunas definiciones comenzando, claro está, con el socialismo temprano. Fuentes señala que una economía de mercado cooperativista se refiere a un sistema en el que cooperativas privadas, autogestionadas y propiedad de los trabajadores son la unidad económica básica. El autor entiende que esta etapa sería parecida a la economía como la conocemos, empero, todas las empresas en las que trabajamos o vamos a comprar serían cooperativas de trabajo asociado o corporaciones propiedad de trabajadores/as. (Fuentes, 20017:22) Este tipo de empresas y de organización del capital, es en cierta medida la que encontramos en las experiencias cooperativas del Grupo Mondragón. Si bien es cierto que esta experiencia cooperativa tiene sus limitaciones, podemos argumentar que este tipo de organización y distribución del capital se acerca más a una organización más justa, y por ende, menos criminogénica. En cuanto al socialismo participativo, argumenta Fuentes (2017:23) que “es un sistema en el que el estado y la sociedad civil desempeñan conjuntamente un papel directo en la organización y la producción de la actividad económica y en donde la sociedad civil juega un papel más directo dentro de la economía respecto al socialismo estatista”.
Habiendo establecido las definiciones y dadas las condiciones particulares que nos enfrentamos en la mayoría de nuestros países en la actualidad: ¿qué tipo de socialismo temprano podría ser estratégico? Dos aspectos deben tenerse en cuenta: 1) la viabilidad política y 2) la viabilidad técnica. Fuentes argumenta que aunque podría ser técnicamente viable derrocar de inmediato el capitalismo y en su lugar ir directo a experimentar con la planificación participativa, puede que no sea políticamente viable. Probablemente, sería más fácil no solo para construir, sino también para convencer a nuestros vecinos y compañeros de trabajo, si nuestro objetivo inicial es una economía de mercado regulado de empresas no-capitalistas. Y continúa el autor señalando que; “con el tiempo, cuando ese socialismo temprano se ha desarrollado sobre sus propias bases, puede haber condiciones para tomar más pasos, y cambios más profundos, hacia el socialismo maduro y la planificación participativa de toda la economía”. (Fuentes, 2017:26)
La pregunta que aparece de inmediato puede ser formulada de la siguiente forma: ¿cómo este momento constituyente definido por María puede constituirse en un proceso de transformación social hacia el postcapitalismo?
¿Cómo llegar a la sociedad poscapitalista?
Para llegar al poscapitalismo, Fuentes propone «las estrategias combinadas críticas». Veamos en qué consiste:
Hay tres estrategias comunes propuestas para lograr la transformación socioeconómica: 1) la estrategia socialista ortodoxa que consiste en tomar el gobierno (a la fuerza o vía elecciones) para romper con lo existente de forma rápida y abrupta y construir rápidamente la nueva sociedad; 2) la estrategia anarquista o socialista utópica, y que consiste en ignorar el gobierno y lograr cambios, poco a poco, al construir alternativas fuera de la política tradicional; 3) la estrategia socialdemócrata o socialista reformista, que plantea lograr cambios, poco a poco, utilizando o colaborando con el gobierno.
Para el autor, ninguna de las estrategias es sencilla y tampoco garantiza el éxito. Todo lo contrario, Fuentes entiende que uno de los problemas que demuestran estas estrategias es que en su aplicación pueden devolvernos al capitalismo en lugar de ayudarnos a avanzar hacia el poscapitalismo. Por ello, Fuentes entiende que se debería poder combinar diferentes elementos de estas estrategias.
En el texto, el autor analiza individualmente cada una de las estrategias. En lo personal, me parece relevante el debate con respecto a las estrategias anarquistas o de las autonomías. Esto es: construir alternativas al margen del gobierno. Esta consiste en diversas prácticas intersticiales que producen espacios y grietas en las estructuras sociales. Algunos ejemplos son: cooperativas de trabajo y consumo, fideicomisos de tierras controlados por la comunidad, estrategias basadas en Internet que subvierten la propiedad intelectual capitalista o proyectos de software y tecnología de código abierto.
En el contexto post-María me parece que muchas de las prácticas que Harvey define como estrategia termita pueden ser encontradas en Puerto Rico. Es decir, en Puerto Rico pueden observarse numerosos esfuerzos de autogestión, organización de comedores sociales, desarrollo de cooperativas de consumo, etc. Sin embargo, hay espacio para más, me parece que hay espacios y quiebras suficientes en el sistema para comenzar a construir un futuro postcapitalista desde las ruinas que dejaron la irresponsabilidad del Gobierno de Puerto Rico y las corporaciones.
Preguntas para destruir el desencanto neoliberal y construir un futuro poscapitalista
Con todo lo establecido hasta este punto, se me ocurren cuatro preguntas que podemos formular para iniciar un diálogo que propenda a un futuro posible. La primera pregunta que planteo es: ¿Qué hacemos con el capital ficticio y/o con el capitalismo financiero (inmaterial y/o ficticio)? ¿Cómo podemos abandonar o transformar esta parte del capitalismo que ha centrado la economía actual y, para el cual, parece no haber soluciones fáciles? De modo que me pregunto, ¿cómo podemos irrumpir, transformar y abandonar el capital financiero y cómo podemos abolir la violencia del capitalismo financiero?
La segunda pregunta que me hago de la mano de lo anterior: ¿Cómo abolimos la deuda cómo forma de explotación. No me refiero solamente a la deuda pública, sino que también a la deuda que se genera a raíz de la comodificación y el consumo, tanto del consumo individual de bienes materiales e inmateriales (la educación, por ejemplo) como del consumo colectivo.
En tercer lugar, me pregunto, ¿qué hacemos con el derecho y con las ontologías políticas que este produce? Por ejemplo, está claro que debemos abolir las corporaciones, dada su naturaleza criminogénica, pero, ¿qué hacemos con las cooperativas? ¿Cómo definimos la responsabilidad en el caso de personas jurídicas no-capitalistas? Es decir, cómo reinventamos el derecho para que no nos trunque la posibilidad de un futuro sin dominación y/o el futuro posible.
Finalmente me pregunto cómo en el momento actual, la era post-María, donde el capitalismo y las corporaciones han mostrado su cara más violenta, criminal y donde se ha normalizado el social murder al decir Engels, podemos iniciar un proceso de planificación democrática y participativa de la economía y establecer un mercado regulado de empresas no-capitalistas. Es decir, ¿cómo construimos una economía para la vida y abandonamos la economía capitalista-colonial?
* El libro fue publicado por Editora Educación Emergente en 2017. Este comentario fue leído en la presentación del libro en la UPR-Mayagüez el martes 19 de diciembre de 2017. Publicado originalmente en el blog La Pupila.