¿Levantarnos?
To be, or not to be -that is the question:
Whether ‘tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune.
Or to take arms against a sea of troubles
And by opposing end them.
-William Shakespeare
Queremos levantar a Puerto Rico, declaró el gobierno tras el Paso del Huracán María. Unidos por Puerto Rico, Puerto Rico se levanta.
Yo también pensaba que después del jamaqueón del huracán, el cual develó en toda su crudeza nuestra situación de pobreza estructural e impotencia colonial, nuestro único posible propósito colectivo tenía que ser levantarnos. ¡Puerto Rico se levanta! Pienso que a Betances no le hubiera parecido mejor consigna. Que el pueblo se levante, se alce. Como cuando nos preguntaba desde su exilio: ¿Qué hacen los puertorriqueños que no se rebelan? Es decir, levantarse, como cuando nos ponemos de pie luego de haber estado durmiendo. Levantarnos, como el paso lógico que sigue al despierta borinqueño que han dado la señal, despierta de ese sueño que es hora de luchar, de nuestra Lola Rodríguez. Levantarse de un salto, como quien responde al grito de Andrés Jiménez: ¡Coño, despierta Boricua, oye boricua y ven a buscarme a Lares!
¡Claro que necesitamos que Puerto Rico se levante! Pero, levantarse, levantarse, como en un levantamiento. Como en alzamiento popular contra un régimen establecido. Como en una sublevación de los oprimidos contra los opresores. Como el levántate, revuélvete, resiste, de De Diego, quien nos instruyó a que ante el iracundo empuje de la tormenta, no ha[y] que balar, como el cordero triste, sino rugir, como la fiera ruge. Levantarnos como una manifestación de la nación organizada al rescate de su dignidad, según predicó Albizu. Como en el levántate y mírate las manos, para crecer estréchala a tu hermano, de Víctor Jara, porque hoy es el tiempo que puede ser mañana. Levantarnos, y dibujar en nuestras calles miles de escenas similares a la del mural, Levantamiento, de Diego Rivera, donde retrata a una valiente madre, crío en mano, enfrentando a la milicia junto con decenas de otros pobres. Levantarse, para denunciar y enfrentar con determinación y valentía el abuso, desprecio y atropello de la injusticia colonial capitalista. Levantarse, como en Lares y Jayuya. Como una Intifada, como el alzamiento de Bois Caïman, la batalla de Carabobo, la Protesta de Baraguá o la toma de San Cristobal de las Casas. O, por lo menos rabiar indignados, como los de Occupy Wall Street o el M-15 de la Puerta del Sol. ¡Unidos por Puerto Rico, Puerto Rico se levanta! Sí, finalmente levantarnos con el firme propósito de forjar un país a hechura propia, construido desde, por y para la gloria de todas las manos que trabajan, como el que vislumbró Corretjer.
¡Puñeta! Levantarnos, como hicieron los firmantes de The Unanimous Declaration of the Thirteen United States of America, luego conocida como la Declaración de Independencia de Estados Unidos, cuyo célebre texto lee: We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness. — That to secure these rights, Governments are instituted among Men, deriving their just powers from the consent of the governed, — That whenever any Form of Government becomes destructive of these ends, it is the Right of the People to alter or to abolish it, and to institute new Government, laying its foundation on such principles and organizing its powers in such form, as to them shall seem most likely to effect their Safety and Happiness. …[W]hen a long train of abuses and usurpations, pursuing invariably the same Object evinces a design to reduce them under absolute Despotism, it is their right, it is their duty, to throw off such Government, and to provide new Guards for their future security. — Such has been the patient sufferance of these Colonies; and such is now the necessity which constrains them to alter their former Systems of Government.
Pero, no. No era a ese levantarnos al que nos estaban convocando. Era a otro levantamiento. Al levantamiento por el que siguen esperando las aves de rapiña que nos han sobrevolado durante los últimos tiempos, pendientes al cobro en sangre y dolor humano de una deuda pública cuestionable e impagable, adquirida por ellos a precios irrisorios. Al levantamiento que mantiene a la gusanada saprofita de políticos coloniales del patio, siempre al asqueante servicio de los intereses del capital extranjero y de sus propios voraces bolsillos. Al esperado levantamiento del fin de nuestra nacionalidad, para representar así el último acto de la tragicomedia asimilista de los Guaynabo y Maricao Cities. Al que se produce por la inmovilidad de un país que tolera con resignación el empobrecimiento de sus trabajadores, el sometimiento de sus mujeres, la ignorancia, emigración y desempleo de sus jóvenes, el abandono de sus viejos y ahora también, el encarcelamiento de sus niños. Al levantamiento producto de la impiedad criminal de un imperio con ínfulas divinas, que ensañado contra la plegaria de Palés al Dios de los cielos para que evite que se muera todo el rebaño tedioso de estas vidas en este pueblo viejo donde no ocurre nada, [donde] todo esto se muere, se cae, se desmorona, a fuerza de ser cómodo y de estar a sus anchas; procura con sus leyes coloniales que al fin este pobre pueblo se muera de nada. Al levantamiento que presupone la continuación del gobierno del no ser, por el no ser y para el no ser. En fin, al levantamiento del cadáver de Puerto Rico.
¿Cuál de esos dos levantamientos será nuestro destino cuando al fin despertemos de nuestro andar sonámbulo? ¿El de la lucha por la vida o el del sometimiento al imperio de la muerte? Pregúntenle a Hamlet.