Néstor Kirchner: entre cálculos y sentimientos
En una reciente y rara visita a Buenos Aires, he vivido, intensamente y desde diferentes espacios, la vida política que se respira en esa ciudad. El pasado 21 de octubre se asesina a Mariano Ferreyra, un joven sindicalista, en un enfrentamiento que se viene dando entre visiones sindicales. El fin de la burocracia sindical se convierte en la bandera principal de lucha de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA) quien convocó en un acto masivo al pueblo con la idea de así expresarlo a través de un paro nacional. Las consignas afirmaban directamente que la Central General de Trabajadores (CGT) era la responsable de esta muerte. La CGT había contado y cuenta con el apoyo de la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández. Esto provocó que se pretendiera vincular, aunque indirectamente, al gobierno con el asesinato del joven Ferreyra.
Ante ese escenario, la opinión de líderes y personas que participan activamente con organizaciones de izquierda había sido de reclamos y exigencias directas al gobierno por diferencias sustanciales en la política oficial, particularmente por sus alianzas con sectores sindicales y la puesta en práctica de un sindicalismo burocrático y corrupto. En dirección distinta y de envergadura, un líder importante en el País, Fernando Pino Solanas, dirigente principal del Movimiento Proyecto Sur, había expresado, en diversas ocasiones, que “el kirchnerismo ocupaba el centro de sus críticas y la expresión del fracaso de este modelo se daba ante la desnacionalización de las tierras». El panorama político al parecer no ha podido consolidar un apoyo masivo y contundente de los sectores denominados históricamente radicales.
A una semana del asesinato narrado, murió Néstor Kirchner, ex presidente de Argentina. Kirchner fue electo de manera unánime como secretario general de la Unión de Naciones Suramericana (Unasur). Al frente del organismo jugó un rol importante en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia. Gobernó Argentina entre 2003 y 2007 y era considerado el político más poderoso del país. En el 2007, Kirchner decidió no postularse a la reelección, a pesar de gozar de gran popularidad, y apoyar la candidatura de su esposa. En ese año, la prensa argentina escribió que por la enfermedad no se había presentado nuevamente como candidato. Se preveía que participaría de nuevo por el oficialismo en las elecciones presidenciales del 2011 con buenas perspectivas de triunfo. Ni siquiera su condición cardiaca, que ameritó dos intervenciones este año, detuvo su empeño; se estima que ese mismo esfuerzo generó la complicación que provocó su deceso. Pocos se atreverían a desvincular las políticas de la actual Presidente de la influencia directa de su ex marido.
Ahora bien, para efectos del presente escrito quisiera plantear: ¿Qué vincula la muerte de Mariano Ferreyra y la de Néstor Kirchner? Y sobre todo: ¿Desde dónde se analiza la actual realidad Argentina? Entre la gran convulsión vivida, tuve de cerca a referentes políticos y sindicales que con mente fría calculaban cada conversación y análisis contemporáneo. La incertidumbre arropa. Una buena amiga, ante el sentimiento de pérdida del ex presidente, que se le dificultaba asumir, y caminando hacia la Plaza de Mayo, resumió cada análisis como el resultado de un País que se ha llenado de hombres y mujeres de estados y como tal no sienten, calculan.
A raíz de ese resumen, pude comprender el giro discursivo generado. Ahora la izquierda más radical, aquélla que golpeaba duramente las políticas del oficialismo, empieza a reconocer avances del Kirchnerismo. El recuerdo resulta selectivo por ser precisamente calculador y no sensible al entender que la muerte dibuja nuevos panoramas estratégicos. Dentro de la selectividad, se empiezan a desatar lenguas que reconocen a un ex Presidente que permitió el inicio de un debate en Argentina con la intención de combatir la aplicación de la propuesta de Estados Unidos sobre el Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA. De un Presidente que luego de que Argentina rompiera cualquier récord de presidentes, casi siete en seis meses, asumiera el cargo ante todo sentimiento nacional de incredulidad. Quien tuvo que maniobrar para recuperar un País que no era gobernable.
Ahora se recuerda cuando se bajó el cuadro del dictador Videla de la Casa Rosada, responsable directo de la desaparición de sobre 30 mil seres humanos. Ahora se recuerda a quien comenzó a disminuir un poco la brecha entre zona norte y zona sur de Buenos Aires. No estimo que cualquier acción del gobierno de Néstor y de Cristina amerite cerrar filas a toda costa. Mucho menos se pretende promover que se asuma el modelo Kirchnerista como una panacea. No es mi interés evaluar desempeños. Pero resultaba curioso escuchar como consigna principal del miércoles 27 de octubre, el día en que murió Néstor Kirchner, ante un escenario que tenía que superar las cien mil personas, de un pueblo convocado espontáneamente en la Plaza de Mayo, como coro sincronizado, “si éste no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?”.
El Kirchnerismo se ve como corriente sucesora del Peronismo y al parecer gozará de un recuerdo que quedará patente en la historia de ese País. Desde la distante cercanía que me permitió el proceso, pude palpar las grandes contradicciones de sectores calculadores que se desprenden de la construcción cotidiana de un País que así lo exige y meditan con precisión cada acción con interés de ver cómo posicionarse en el complejo espectro político. Ante la derecha, el discurso sobre los Kirchner se basa en resaltar logros, pero se modifica cuando ese discurso convive con sectores de la izquierda tradicional. En este sentido, todo análisis de oposición de izquierdas y derechas aparentaría besarse de manera muy reaccionaria. En la construcción de ese País y de cualquiera, como propuesta, estimo que ninguna política debe calcular, como fin exclusivo, si se desliga de los sentimientos como elemento básico de organización y desarrollo. Es esa la principal contradicción patentizada en los últimos sucesos en el cono sur. Una desarticulación de un discurso que no reconoce destinos y que calcular supera cualquier análisis que implique y se base en definir futuros. Si se pasara lista, los sentimientos de algunos sectores van quedando ausentes.
Rescato, como amarre final, la opinión clara, contundente y sentida ofrecida por una Argentina ante los actos fúnebres y de despedida a Néstor Kirchner:
“A toda esta clase media intelectual insatisfecha, constante en su lugar de crítica; a todos nosotros y nosotras, el pueblo nos dio una bofetada y tenemos el deber de asumirla, de reconocer errores y reencausar un rumbo”
“Porque el escenario político que se nos viene no está para tibiezas y tampoco para grandes ideas inalcanzables, tampoco está para purismos, no, este camino de rosas tiene muchas espinas, demasiadas; quizás ver tantas espinas llevó a que muchos no quisiéramos caminarlo, pero hoy la sociedad nos demostró que en lo que refiere a la construcción colectiva nacional tenemos dos caminos. Sí, se logró el objetivo de polarizar al país, pero hoy los caminos son: pueblo o anti pueblo. Y ante ese escenario tenemos dos opciones pueblo u ostracismo. Yo, desde donde pueda, voy a estar con el pueblo”.
El autor es profesor de la Facultad de Derecho, Eugenio María de Hostos