«Un imperativo ético al que no podemos renunciar»
1.
Si hablamos del control y poder en la Universidad de Puerto Rico tenemos que poner en primer lugar el que ocurre día a día, institucional y administrativamente a través de la “ficción de la autonomía” que realizan la intervención de los partidos políticos cada cuatro años y que ahora lo ejerce el poder de excepción de la Junta de Control Fiscal, donde la ley, las regulaciones y diálogos quedan suspendidos bajo el poder arbitrario del número.
2. El identificar a los enemigos y traidores internos, cada parte de por sí claramente ideologizada, u oponer lo nostálgico frente a lo actual, representa un escollo que debemos superar, para mirar formas alternas de afrontar los recortes que pretende imponer la Junta.
3. Por otra parte, pensar en tiempos de paz, poshistóricos, pospolíticos posideológicos, de ausencia de ira e indignación y dedicarnos a arreglar la casa, cortar la “yerba mala” y contemplar la obra hecha, se estrella frente a los números innombrabes impuestos por alcanzar. Números imposibles, escandalosos y obsenos, producidos por prácticas especulativas usureras, subterfugios contables y hasta delictivos. De ahí vienen no solo los $450 millones de recortes impuestos a la UPR y de los millones que tendrán que pagar el resto de la sociedad, sino los $300 millones que le pagamos a la Junta y los más de $50 mil mensuales que cobrará su Directora Ejecutiva. Esta fiesta de millones a nombre del nuevo dios que es la deuda, a cuyo designio nos debemos someter, es un acto de violencia y dolor al que la palabra no puede renunciar a denunciar.
4. Las políticas de recortes y ajustes, le han llamado de “shok”, por el trauma que imponen y que los acreedores de la deuda exigen, las hemos visto operar en otras partes del mundo. Son medidas de autodestrucción y violencia sobre la vida de las poblaciones que cargan con el peso, el pago, empobreciéndolas, mientras que intereses particulares consiguen altos beneficios de estas crisis fiscales que la deuda impone de manera global, con bancarrotas y ajustes incluidos a los países intervenidos.
5. Frente a ese umbral, podemos declarar la impotencia del pensamiento y la acción, la resignación y hasta la normalización de la agresión. Sin embargo, ese límite no es compatible con la responsabilidad que acompaña la cátedra. En ella opera un imperativo ético al que no podemos renunciar, ese que no acepta límites ni hace componendas con una “racionalidad económica”, que pretende hacer de la violencia contra la vida algo normal.
REFERENCIAS
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Muñiz Varela, Miriam, Adiós a la economía, San Juan, Ediciones Callejón, 2013.