Un Príncipe de Asturias para el Lorca de Montreal
Pocos días después de celebrarle a Bob Dylan sus 70 años nos llega otra grata noticia sobre –quien junto a Dylan es quizás el cantautor anglosajón más influyente de la música contemporánea– el canadiense Leonard Cohen, ganador este año del prestigioso premio Príncipe de Asturias de literatura en España.
Noticia grata y justo reconocimiento para la que ha sido –y sigue siendo– una vital voz en las letras mundiales de las pasadas cinco décadas. Cierto es que ante la conciencia colectiva Cohen es ante nada un cantautor cuyas letras forman parte de la mejor poesía escrita en lengua inglesa en la segunda mitad del siglo 20, pero lo cierto es que el «Lorca de Montreal» –como le llama uno de sus admiradores más fervientes, Joaquín Sabina– también tiene a su haber una abultada carrera literaria que incluyen varios libros de poesía: Let Us Compare Mythologies (1956), The Spice-Box of Earth (1961), Flowers for Hitler (1964), Parasites of Heaven (1966), The Energy of Slaves (1972), Book of Mercy (1984) y Book of Longing (2006) y 2 novelas: The Favourite Game (1963) y Beautiful Losers (1966) considerada por muchos como una de las mejores novelas de habla inglesa de los años 60.
Nacido en 1934 en Montreal en el seno de una familia judía de descendencia polaca y lituana. El padre de Cohen era un conocido negociante, dueño de una famosa tienda de ropa en Montreal, este muere cuando Cohen tiene nueve años dejándole a su hijo una cómoda herencia, razón que le permitió al joven Leonard viajar y perseguir sus ambiciones literarias. Aunque, como muchos jóvenes escritores, fue la música su primer amor en la adolescencia.
A los 22 años y sin haber completado la universidad publica su primer libro: Let Us Compare Mythologies, Cohen fue rápidamente escalando en el mundo literario canadiense como una de las mejores voces literarias de su generación. A comienzos de los años 60 buscando nuevas experiencias -y musas- vivió en la isla del archipiélago griego Hydra y en Cuba para recalar, como muchos, en Nueva York.
Allí Cohen volvería a su primer amor: la música –curiosamente para la misma época otra mujer canadiense también escalaba rápidamente en los círculos de la música «folk» niuyorquina: Joni Mitchell, décadas después Mitchell y Cohen forman junto a Bob Dylan la santísima trinidad de los mejores y más influyentes cantautores anglosajones de la música contemporanea- y grabaría su primer disco Songs of Leonard Cohen que en su momento fue visto como un proyecto «vanidoso» de un autor reconocido queriendo ser músico. Lo cierto es que el contenido del disco hablaba por si mismo con temas de la envergadura de So Long, Marianne o Sisters of Mercy. Cohen era quizás lo opuesto a un buen cantante, pero ya Dylan había establecido la regla: «no importa como cantes, importa lo que cantes». La calidad poética que Cohen había sabido transportar magistralmente del papel al vinilo, juntado con la interpretación de la ya inmortal canción Suzanne por la interprete «folk» más conocida de la época Judy Collins, lanzaron a Cohen al ruedo musical como un cantautor serio y verdadero.
Le seguirían Songs from a Room en 1969 que incluye la famosísima Bird on a Wire y las joyas A Bunch of Lonesome Heroes, Story of Isaac, The Old Revolution y Tonight Will be Fine entre otras. En 1971 vendría la obra maestra Songs of Love and Hate una visceral y desesperada colección de canciones que giran en torno a esos dos conceptos tan centrales en la obra de Cohen, aquí se encuentran la nota de suicidio Dress Rehearsal Rag, el triángulo amoroso en forma de carta Famous Blue Raincoat, la reivindicación de Joan of Arc y esa declaración directa de que Love Calls You by Your Name, entre otras, un disco difícil y duro, pero por eso mismo, inolvidable.
New Skin for the Old Ceremony de 1974 incluye la muy conocida Chelsea Hotel # 2 escrita sobre un «one night stand» con Janis Joplin en el famoso hotel niuyorquino. En este disco empiezan a aparecer con más prominencia en el trabajo de Cohen las referencias religiosas y los planteamientos de espiritualidad en canciones como Who By Fire también la producción resulta en un disco más melódico y musical que los anteriores con arreglos mejor elaborados, empiezan a asomar también con más prominencia temas más allá de las relaciones interpersonales, la soledad y el desahogo y así tenemos temas como Field Comander Cohen o There is a War en que la desesperación personal y el comentario social se entremezclan. Tres décadas después Joaquín Sabina versionaria en español There is a War como Pie de Guerra en su Alivio de Luto.
Death of a Ladies Man el disco más problemático de su carrera le seguiría en 1977, producido por el excéntrico y legendario Phil Spector su producción exagerada y temperamento mercurial contrastarían con la forma relajada e íntima de trabajar de Cohen. En 1979 Recent Songs aparece devolviéndonos a un Cohen más familiar y acústico de nuevo con canciones tan maravillosas como The Guests o The Traitor.
Cohen no se quedaría atrás en los tiempos y en los años 80 abrazaría la tecnología sintetizada en sus álbumes desde ese entonces. Una combinación hipnótica de teclados, voces femeninas –siempre presentes desde el primer disco pero ahora más que nunca indispensables para apoyar el bajo registro de Cohen– y un Cohen más misterioso y grave en su registro serían el sonido que dominaría sus próximos discos: «Various Positions» de 1985 con la famosa Dance me to the End of Love y la emblemática Hallelujah –una de las canciones más grabadas de todos los tiempos, dato que no deja de sorprender a su propio autor que no la considera una de sus mejores canciones: estamos de acuerdo con él– su segunda obra maestra I’m Your Man, disco en que sus nueve temas resultan emblemáticos de alguna manera: la apocalíptica First we Take Manhattan, su adaptación del Pequeño Vals Vienés de Federico García Lorca –su poeta favorito, por el cual nombró Lorca a su hija– en Take This Waltz su mesiánica reflexión del advenimiento del virus del SIDA en Everybody Knows, su declaración de amor polimorfa I’m Your Man y su declaración de principios en torno a su propio arte en la magnífica Tower of Song. I’m Your Man es uno de los discos más celebrados de los 80, con justa razón.
En 1992 Cohen lanza su trabajo más furioso y comprometido socialmente The Future, en donde el toreador enface su poesía en contra el caos humano y la desmoralización que ve a su alrededor, The Future la canción titular del disco es una épica de seisminutos en donde declara «i’ve seen the future baby: it it’s murder» condenando la violencia a su alrededor. Sin embargo la obra maestra del disco está apropiadamente titulada: Anthem un verdadero himno en donde Cohen declara que, si por un lado el universo está condenado a repetir sus errores y desgracias: «the wars, they will be fought again, the holy dove she will be caught agrian, and bought and sold and bought again… the dove is never free», por el otro es en la misma imperfección humana en que se encontrará la salvación personal y colectiva: «ring the bells that still can ring, forget your perfect offerings, there is a crack, a crack in everything, that’s how the light gets in».
Por el resto de la década Cohen estuvo silencioso. Un agotamiento personal combinado por una necesidad de restablecer conexión con la filosofía budista que lleva practicando por más de tres décadas lo llevaron a recluirse en el centro budista Zen de Mount Baldy en Los Angeles en el cual viviría de 1993 a 1999 y donde fue ordenado monje budista.
En el 2001 sorprendió al mundo con su décimo álbum titulado simplemente Ten New Songs coescrito, coproducido y cointerpretado con Sharon Robinson, una de sus vocalistas y principales colaboradoras desde los 80. Aquí Cohen vuelve a la temática más familiar en su trabajo de la soledad, la dificultad del amor y las relaciones humanas y sus contradicciones. Su voz más grave y baja que nunca y su perspectiva de vida alimentada por todas las décadas vividas hacen de Ten New Songs una especie de continuación de Songs of Love and Hate con el Cohen de tres décadas después. Aquí aparece otra obra maestra A Thousand Kisses Deep sin duda una de las mejores canciones de años recientes.
Su último trabajo discográfico hasta la fecha Dear Heather fue uno menor. Cohen, que nos tiene acostumbrados a canciones maduras y discos elaborados, hizo un disco conscientemente pequeño con canciones tan emotivas como On That Day o tan «cohenianas» como Because Of pero sin la consistencia de sus discos clásicos. Los registros de su reciente gira mundial «Live in London» y «Songs from the Road» son mucho más afortunados en devolvernos al Cohen que todos esperamos ansiosamente con cada nueva entrega. El propio autor ha confirmado que se encuentra trabajando en un disco de canciones inéditas que espera vea la luz antes de que termine el 2011.
La poesía de Cohen no se destaca por ser una particularmente rebuscada u oscura, más bien lo contrario. Es directa, es muy cuidada líricamente sin perder su cualidad visceral, es juguetona cuando tiene que serlo, cálida cuando tiene que serlo, solemne cuando tiene que serlo. Si la obra de Cohen no ha resultado tan prolífica como la de Dylan u otros trovadores más que gana en su cuidado tratamiento poético. Cohen es de esos autores que da placer escuchar, leer, saborear. Ha explicado en muchas entrevistas que su método de trabajo es uno meticuloso a veces esperando años a que un poema o una canción maduren antes de darlos por terminados. Nunca ha sido un artista de vender masivamente pero es más que nada un «artista de artistas» influenciando a varias generaciones de cantautores y autores -Joaquín Sabina, Serrat, Luis Eduardo Aute, U2, REM, Tori Amos, Nick Cave, Kevin Johansen, Enrique Bumbury, Rufus Wainwright, Lou Reed, John Cale, Sting, The Pixies entre otros muchos han declarado a Cohen como influencia primaria en sus carreras musicales.
Soy de los que pienso que la mejor poesía debe de escucharse así como de leerse, este máximo galardón literario a ese universo poético sincero, directo y desgarrado que Leonard Cohen nos ha legado por décadas lo reconfirma. ¡Felicidades maestro!
Anthem
Famous Blue Raincot
First we take Manhattan