7 Days in Entebbe
Compañeros ideológicos del grupo del PLO, el Frente Popular para la Liberación de Palestina (PFLP), y del grupo Baader-Meinhof, las Celdas Revolucionarias alemanas, dos terroristas de cada grupo, secuestraron en tierra griega, a fines de junio de 1976, un avión de Air France (vuelo 139) que iba de Tel Aviv a Paris vía Atenas, y lo condujeron a Entebbe en Uganda. Tenían la colaboración implícita del dictador de Uganda, Idi Amin Dada (Nonso Anozie) quien trató de jugar con la situación para obtener ventaja política internacional.
La historia que presenta este filme dirigido por José Padilha, cuya fama proviene de la excelente serie de Netflix “Narcos”, es parte de una filmografía bastante extensa sobre el suceso que, para mí, y aunque la historia fue tergiversada para acomodar a un personaje ficticio, alcanzó su mejor narración con “The Last King of Scotland” (2006), que, si no la han visto, deben hacerlo. La película se ciñe bastante a lo que sucedió y presenta las paranoias políticas entre Yitzhak Rabin (Lior Ashkenazi) y Shimon Perez (Eddie Marsan) quienes respectivamente eran al momento el primer ministro y el ministro de defensa de Israel. El guión de Gregory Burke, quien es dramaturgo, no aclara para la audiencia ni profundiza en las posiciones políticas o ideológicas entre los dos ejecutivos, pero, de hecho, tal vez no vengan al caso. Burke, desafortunadamente, enfoca muchas de sus escenas como si fueran para el teatro, y Padilha las filma como si fueran para televisión: o intensas o prolongadas. No tiene, por eso, la urgencia que uno asocia con un filme que pertenece al género de “rescate” y “venganza”, y difunde los sentimientos de los personajes a un encasillado emocional que evita que nos acerquemos a los rehenes o a los secuestradores de forma neutral.
Los palestinos perpetradores del secuestro están en escena, pero solo sabemos que son miembros de PFLP y que quieren que como recompensa por no hacerle daño a los rehenes se libere a compañeros terroristas en distintos países. La minimización de los palestinos puede que responda a los problemas políticos y de relaciones públicas ante el conflicto que aún no cesa entre israelís y palestinos. Cabe la posibilidad de que la prensa en aquel momento no quiso darle “publicidad” a los palestinos y no hay suficiente información.
Los dos alemanes, que también quieren la liberación de sus compañeros, están mejor desarrollados ya que sus personajes Brigitte Kuhlmann (Rosamund Pike) y Wilfred Böse (Daniel Brühl) son parte de la historia europea del terrorismo. Además, mientras la película transcurre en el aeropuerto de Entebbe, la historia es vista a través de los dos alemanes. Para ellos existía un gran problema: eran alemanes quienes tenían en sus manos las vidas de más de 80 judíos, entre ellos una sobreviviente del Holocausto. Sabían que si algo les sucedía a los rehenes judíos, la opinión mundial estaría en su contra y los podían tildar de nazis, que era precisamente parte de lo que batallaban. Era el argumento central para las acciones terroristas del grupo Baader-Meinhof, de quienes eran aliados ideológicos: que Alemania volvía a la extrema derecha y que el antisemitismo regresaría. El conflicto está desarrollado con eficacia, pero con cierto sentimentalismo que hace dudar de su veracidad.
Sabemos todos que en una cinta “basada en situaciones verídicas” la mayoría de los diálogos son inventados. La película alcanza buen nivel en las escenas en que vemos la planificación del ataque que rescató a los rehenes en Uganda. En esas confrontaciones entre políticos, la pluma de Burke es más ágil y es obvio que se siente más cómodo con los personajes y con las situaciones.
Hay que distinguir la participación de la compañía de baile Batsheba que a través del filme vemos interpretando “Echad Mi Yodea”, una canción tradicional hebrea (originaria del siglo XVI y que se canta en “Passover”) con alusiones a “levantarse y luchar” y a “seguir corriendo” (en el sentido de hacer camino) y que quiere decir “quién supiese y entendiese” o “quién sabe”. Percatados como estamos de la lucha prolongada y sin tregua entre árabes y judíos, me pareció la gran metáfora del filme.
Por eso, y para recordar un suceso que ocupó la atención mediática por un buen tiempo, el filme se puede ver. Pero le falta el impulso que agarra al espectador y que no sucede hasta muy tarde. Lo que sí es que se puede apreciar la angustia de a quienes les toca la mala suerte de ser usados como carnadas de grupos ideológicos intransigentes.