Esas dos palabras retumbaron en su pecho, mientras un olor putrefacto penetraba por las rendijas de la ventana. Había empezado la segunda pandemia del siglo XXI.
Esas dos palabras retumbaron en su pecho, mientras un olor putrefacto penetraba por las rendijas de la ventana. Había empezado la segunda pandemia del siglo XXI.
Él escuchó mi último pensamiento antes de ser devorado por una Esperanza, que así nombró el Gobierno a la pandemia final. Cada vez somos menos. Tampoco escuchan nuestras voces interiores. Deambulamos sobre la piel de los muertos-vivientes.
miradas sin ojos sisean a mis pies
mientras el techo cruje fluidos
sudor tembloroso de lagartijos
son las ventanas por alcanzar
y existo desde mi muerte espejo
¿arribaremos? / desde nuestro lado / el nuestro, el único, / sin dejarnos morir / somos semillas, vida, fortaleza / para salir de las mazmorras / reescribir nuestra historia / reconstruirnos, trabajar, ser
Muchos años después, frente a la papeleta electoral, habrías de recordar aquella tarde remota en que tu conciencia te enseñó lo que era la dignidad y casi el valor. Así como los árboles mueren de pie, tu miedo le venció al coraje.
Un libro terrorífico, pero no fatalista, mientras no perdamos esa necesidad de sentir y entender a los humanos, y a otras posibilidades de vida, el lado luminoso de la salvación está entonces en la empatía y sus voces.
Seis microcrónicas de autoficción que revelan a modo maestro el asunto del género.
«Mar de huesos» de María Ostolaza invita a penetrar en sus tópicos principales desde el primer poema: el mar como la inmensidad de la existencia y el tiempo, la metaliteratura, el cuerpo mutilado cicatrizando poemas.
Los personajes de estos microrrelatos se encuentran, desparacen, crecen y cumplen sus acometidos.
Este libro de cuentos bien podría ser una historia de terror. Pero no lo es. Con Rotos repetimos el monstruo que fue el abandono y la apatía de los poderosos, las mentiras y el silencio.
Desgarrador microcuento en el que los personajes relatan, según su parecer, le sucedió a la víctima, Cristal, una niña quemada.
en el instante previo de emprender vuelo / y volar hacía el puente grito, puente lucha, / con la cabeza en alto, como se alza la paz, / rompes ese callejón de los tormentos / ella es una de tantas, lo sabes…, pero viva.
Un cuento de ficción apocalíptica dedicado a los sobrevivientes del huracán. «La invisibilidad de la muerte nos convierte en murmullos hasta olvidar nuestra propia voz. Somos el luto eterno de este huracán que no nos abandona.»
puentescapar / tras el candado / la tristeza es verso / ceniza fuego vientre / recordando gota a gota / hasta nacer yo de ti / en carcajadas aguamar
lápidas a la orilla del camino / un gato huye de sombras / he muerto de pisadas versos / al otro lado de la lluvia / ¿estarán allí los latidos de la palabra?
querer morir / es bajarse a mitad de la vida / deambular dolores sudor gris / beber una cerveza templada / junto a cada fantasma que se escapa de la piel / y tomar el próximo tren a cualquier lugar
Esta noche, / las pisadas me abandonan / ante una estatua de sal / y es que no puedo recordar su fragancia, / ni su nombre, siquiera mi voz.
caer abismos deshidratados / negra vigilia sendero sin ojos / el tiempo peregrina en mi espalda / sangre venas fragmentada silencio / minuto a minuto se extinguen las pisadas
En estos meses me planteé dejar de escribir, de publicar. Pero los silencios me gritan como puñaladas en cada pisada, en un poema, en cada paseo por las calles de Santurce.