Crónica: Sorpresa en la tormenta
Esta crónica no es sobre Hugo sino sobre Dennis Rivera Bello, un fotoperiodista que para esa fecha llevaba cinco años laborando en Teleonce y como el resto de nuestra generación, desconocía lo que significaba el impacto de un huracán categoría cinco y sus consecuencias.
En el Canal, se estableció un plan de emergencia para la cobertura de ese fenómeno natural, se cambiaron los turnos en el departamento de noticias y se amplió el horario de transmisión. Pero la tormenta no llegó puntual, lo que provocó el caos pues no había material para transmitir por lo que teníamos que buscarlo hasta debajo de las piedras. En esa tarea se encontraba Dennis la madrugada del 18 de septiembre camino al sector Bechara del barrio Puerto Nuevo, en la trastienda de la avenida Kennedy.
Las inundaciones en ese sector eran legendarias. Cuatro gotas de agua podían provocar el desbordamiento del caño que la circundaba, pero las familias que habían echado raíces en ese lugar se negaban a abandonarlo a pesar de los riesgos permanentes que sus hogares y su propia vida corrían. Aprovechando el retraso de la tormenta, el alcalde Héctor Luis Acevedo anunció un último intento por convencerlos de que debían abandonar el lugar antes de que las fuertes lluvias que se esperaban cubrieran el área.
Dennis se adentró por la pequeña carretera que llegaba hasta la barriada. Una vía estrecha y solitaria a cuyos extremos se apiñaba la basura de quienes faltos de diligencia y civismo la abandonaban en el lugar por no pasar por la burocracia del vertedero cercano, donde se les pide prueba de residencia en el área metropolitana y un costo por dejar sus desechos en el lugar. Neveras y estufas que revelaban, por el asalto del moho, el tiempo en que fueron tiradas en el lugar, acompañadas de ropa, muebles y un sofá que algún día ocupó orgulloso el espacio principal de una sala. Desechos de vidas arrojados a la orilla del camino.
Contrario a otras ocasiones Dennis guiaba sin prisa. Llevaba toda la noche de ronda y se había adelantado al grupo del municipio. Lo acompañaba una brisa suave y fría de esas que entran por la espalda y siguen hasta el cogote anunciando el mal tiempo que está por llegar.
Iba embelesado pasando revista de las cosas que la gente es capaz de tirar, cuando le llamó la atención un auto abandonado en el lugar. Desde la carretera sólo se podía ver el parachoques delantero apuntando al cielo, el resto se encontraba metido en una zanja en medio de la basura.
–Me extrañó porque de lejos parecía nuevo y eso no hacía sentido, recuerda Dennis.
El detenerse esa mañana en medio de la nada para investigar qué hacía un auto nuevo abandonado en ese lugar no sorprendió a ninguno de sus compañeros de trabajo. Dennis es una persona muy curiosa, o mejor corrijo: ¡extremadamente curiosa!
Dennis recuerda que condujo su vehículo hasta donde se encontraba lo que descubrió como un Cutlass Supreme de un color claro que no podía precisar.
–Lo que sí recuerdo es que sus interiores eran blancos, me parecieron algo taki, y ví que el asiento del conductor estaba lleno de sangre, continúa narrando.
Para cualquier otro ser humano, ese era el momento de salir del lugar cuanto antes, pero Dennis hizo todo lo contrario. Se bajó de su vehículo y caminó alrededor del auto abandonado observándolo con detenimiento por todos lados.
–Me acerque por el baúl y ahí también vi sangre, recuerda.
Entonces ocurrió lo inesperado. Varios golpes provenientes del interior del baúl dejaron paralizado al temerario fotoperiodista que ya había tentado su suerte al bajarse sin tomar ninguna precaución.
–Pensé veinte cosas, pensé en abrir el baúl pero no sabía si quien estaba adentro era gente buena o un criminal armado. ¿Y si salía disparando pensando que yo tenía que ver con su encierro?
Por fin, el sentido común tomó el mando y Dennis salió en busca de ayuda.
–Tuve suerte, pues de camino venía una patrulla de la policía. Les detuve y expliqué lo que ocurría y me siguieron hasta el lugar, narra exaltado.
Los oficiales se hicieron cargo de la escena y con una pata de cabra abrieron el baúl. Hasta ese instante no había señal del fotoperiodista en el hombre que acababa de salvar la vida a otro ser humano.
–Cuando iban a abrir el baúl me acordé de la cámara. ¡Espérate voy a grabar esto, fue lo que pensé!
En el baúl encontraron a una persona con varias puñaladas en el lado derecho del torso.
Aprovechando el retraso del huracán, el hombre, médico de profesión, salió a comprar hielo para preservar los alimentos en su hogar. Mientras guardaba el hielo en el baúl un individuo se metió en el vehículo y, luego de asaltarlo, lo apuñaló dejándolo por muerto en aquél lugar.
El hombre detuvo el sangrado con la bolsa de hielo hasta que escuchó a una persona cerca del auto y golpeó para llamar su atención.
–Si la tormenta hubiera llegado cuando se esperaba, ese doctor hubiera muerto ahogado porque todo aquello se inundaba, afirma seguro Dennis.
Del médico volvió a saber a través del periódico, semanas después de que le salvara la vida. El sobreviviente acudió al Cuartel General de la Policía para hacer un boceto de su asaltante y mientras se dirigía al segundo piso vio al ladrón haciendo fila en la ventanilla para solicitar un certificado de buena conducta. La nota del diario dio cuenta de cómo la policía esperó pacientemente a que le expidieran el documento y a la salida del cuartel fue arrestado.
La muerte se volvió a encontrar años más tarde con el médico en una cita impostergable que nada tuvo que ver con la madrugada del 18 de septiembre. Se fue de este mundo sin agradecer a quien le salvó la vida aquella mañana.
Dennis nunca se vanagloria de su proeza. Lo suma a la extensa lista de anécdotas de su productiva carrera como fotoperiodista.
Publicado originalmente en el blog de crónicas de la periodista: daisysancheznews.com