Desnudos y honestos
Recientemente descubrí en El País una de esas pequeñas joyas que nos alegran la vida y que los buenos diarios a veces publican. Se trata de un Blog de Cultura del genial director escénico estadounidense, y muy globalizado, Peter Sellars, que tituló Estar desnudos y ser honestos1.Sellars afirma que: “En tiempos difíciles, más que nunca, debemos acudir a nuestros principios fundamentales, a los del hombre y a los del arte”. Su mensaje reafirma la necesidad de las artes en la vida humana, no sólo para vivir bien sino para liberar todo el potencial creativo y solidario que podemos tener los homo que nos suponemos sapiens. (Ver:El País, Peter Sellars, 15/2/2012.) Como bien nos han enseñado antropólogos y arqueólogos, nuestra especie a través de su evolución ha desarrollado no sólo la capacidad para producir herramientas, fuego o albergues sino la capacidad para comunicarnos, para comprendernos, para crear normas y sistemas éticos y relaciones sociales –y sí, a veces enredarnos. Así lo evidencian el lenguaje y las artes, desde esas maravillosas–y todavía no muy bien explicadas– pinturas rupestres hasta las maravillas que habitan nuestros museos, teatros y librerías hoy día.
Lo de desnudos y honestos va porque Sellars sostiene que el verdadero arte no tiene por qué ser un producto de lujo: lo importante es verlo como una necesidad, lo importante es pensarlo, que nos estimule el pensamiento y no el afán consumista. Sin duda hayformas del arte –por ejemplo, la ópera– que en mayor o menor grado siempre serán costosas. Pero Sellars nos recuerda el Bayreuth postguerra cuando no había montañas de dinero para las producciones y la crisis revolucionó la puesta en escena. No había dinero, pero se pensaba, y para engranar el cerebro no se necesita financiamiento. Nunca se menospreció a las artes, se buscó como fuera la forma de preservar el pasado artístico y de continuar el proceso creativo buscando nuevas formas en la danza, la música, las artes plásticas, escénicas y en la literatura. Si no hay montañas de dinero, se inventan nuevas formas para solventar el asunto. Lo que sí se necesita siempre es respaldo, solidaridad, honestidad. Y aunque la escena esté desnuda –recordemos a Bertolt Brecht– la vida humana puede fluir sobre ella. Los aparejos costosos pueden a veces aportar al gozo,al disfrute de una nueva presentación escénica. Pienso, como ejemplo, en la nueva producción que ha hecho Robert Lepage en la Metropolitan Opera del Ring de Richard Wagner. Fue realmente deslumbrante y añadió una nueva dimensión muy contemporánea al disfrute de una creación decimonónica. Nunca había visto las ninfas realmente nadando en las aguas del Rhin –sin agua, claro está–producto de la magia de un gran creador. Pero esta es la gran Metropolitan Opera, en esa gran metrópolis que es Nueva York aun en tiempos de crisis. Pero, ¿cuál ha de ser la alternativa para nuestros países, los que no somos megacapitalistas? Por suerte, la educación y el fomento del talento artístico no depende de los billones de los Wall Streets del mundo. ¿Cuesta? Pues sí, pero más que nada requiere buenos sistemas educativos, prioridades justas, inteligencia en los proyectos gubernamentales y menos displicencia, menos corrupción y fraude y más corrección ética, educación y vergüenza por parte de nuestros gobernantes.
Sí, señores legisladores, señor Fortuño, es una cuestión de valores. Pero de otros, no los del consumismo, no los de la acumulación de jugosas cuentas bancarias cueste lo que cueste en términos políticos y morales. Es cuestión de tener las prioridades claras. Es cuestión de otros valores, los humanísticos; y para entender eso hay que ser educado. No capacitado como profesional pero con el cerebro y el espíritu hueco. Es cuestión de comprender que la pobreza espiritual puede ser peor que la económica. Es cuestión de comprender la urgencia, si queremos salir de esta ya tan cacareada pero no por ello menos real crisis, de volver a la educación humanista, de volver a enseñar desde los primeros grados, y para todo el resto de nuestras vidas, a conocer el placer en la lectura de la buena literatura, de una tarde de museo, de un buen filme, de un gran concierto. Aprender que el valor de una obra de arte no se mide por la cantidad a la que se subasta en Sotheby’s o por lo que cuesta el boleto de entrada al teatro, por el costo de una edición de lujo de una buena novela o gran ensayo, sino por el conocimiento que nos imparte sobre la vida y la muerte, el amor y desamor, porque desvela el mundo, la sociedad en que vivimos, por el placer que gozamos al disfrutarla.
Hoy día sacralizamos mucho la ciencia. Pues a ver qué nos enseña sobre el tema. En estos tiempos neoliberales en que tanto se quejan los gobernantes de que no hay dinero para las artes veamos lo que dice la neurociencia. Confirma lo que muchos estudiantes y profesores universitarios sabíamos desde siempre. La investigación sobre el cerebro en este campo ha puesto de manifiesto que una metáfora bien construida, un intercambio emotivo entre los personajes de una novela o un cuento no solo estimulan el cerebro sino que pueden cambiar como actuamos a través de la vida. Neurocientíficos en España, los EEUU, Canadá y Gran Bretaña, a través de la tecnología que permite escanear el cerebro para poder analizarlo mejor, han comprobado que al leer vocablos que asociamos al olfato, las texturas o el movimiento se estimulan ciertas áreas del cerebro diferentes a las que procesan el lenguaje verbal. Han descubierto que una buena novela va más allá de la mera simulación de la realidad para ofrecer a los lectores una experiencia imposible fuera de la lectura: la oportunidad de adentrase de lleno en los pensamientos y sentimientos de otra persona.Ven cómo los frecuentes lectores de obras de ficción parecen estar más capacitados para comprender al otro, desarrollar empatía y lograr ver el mundo desde su perspectiva.2
El asunto nos remite a nuestros gobiernos sí. A los presupuestos, a la apremiante necesidad de dar prioridad a la educación primaria y secundaria, de volver a la lectura, la escritura, las artes plásticas, dramáticas y musicales en todos los grados, desde los pre-primarios hasta el cuarto año de escuela superior. No como un añadido al final del día una vez por semana sino a través de todo el currículo, todos los días. No es cuestión, como quieren algunos, de que los chicos decidan lo que quieren estudiar ni de que se cibernetice la educación.Entonces se pasarían el día con los frutos de la cultura consumista en un play station o viendo devedés del hombre araña o de los alienígenas marcianos invadiendo la Tierra. Para disfrutar El Quijote necesitan a un buen maestro que lo ame, que les enseñe por qué es tan necesario para vivir bien. El gusto hay que educarlo, forjarlo, entonces les podemos dejar que decidan qué les gusta más. Esa educación la apreciarán para todo el resto de sus vidas no importan cuál sea su profesión, su trabajo. Formas pedagógicas nuevas, estimulantes, pues sí, vale, pero para comunicar una educación humanística. Entonces quizá tendremos buenos gobernantes y banqueros que en vez de robar ayuden a promover la buena vida para todos.
Evidentemente a nosotros los universitarios nos va lo mismo. Vale una buena educación básica pre universitaria pero su mayor valor quizá esté en que sea fundante de una educación universitaria, sub y posgraduada, humanista también.Y como vale con el ejemplo de la neurociencia, vale para todas nuestras disciplinas. Los académicos de las ciencias naturales, de la economía, de la administración de empresas no por ello dejan de ser humanos. Mejores científicos, gerentes o financieros serán si han aprendido a ser mejores seres humanos, verdaderos sapiens, conocedores. Más provecho podremos obtener de la tecnología, incluyendo la cibernética tan necesaria y ubicua en las universidades hoy día, si aprendemos algo de filosofía e historia, y sobre las artes y cómo estas actividades aportan a la mejor calidad de nuestras vidas. Cierto es que la evolución de la postura erguida, las manos con cuatro dígitos y un pulgar oponible nos capacitan para la producción de todos esos aparejos, y muchas veces necesarios, objetos que consumimos que van apareciendo día tras día en los malls y las vallas publicitarias. Pero también nos capacita para el uso del lenguaje, para crear obras de arte, para agarrar un lápiz y un papel y escribir, para agarrar una brocha y pintura, y crear sobre una piedra, un madero o lienzo, para usar un pentagrama y componer una obra musical, para bailar, danzar, actuar. Esa comprensión tiene que ser norte en las prioridades educativas de nuestras universidades, de los presupuestos de nuestros gobiernos aun en épocas de crisis (quizá más aun en ellas) y sobre todo prioridad en nuestras vidas.
- Dicho sea de paso, le pedí a mis estudiantes en la Escuela de Comunicación que comentaran este blog y trataran de vincular el análisis a la situación de las artes en Puerto Rico y los trabajos que me entregaron estuvieron, en su mayoría, excelentes. Ahí le va a los necios gobernantes nuestros, muchos de los cuales ni entenderían lo que dice Sellars, pero que afirman que nuestras escuelas y esta Universidad no están educando bien a los puertorriqueños. A esto regreso luego. [↩]
- Ver The New York Times: Annie Murphy Paul, The Neuroscience of Your Brain on Fiction, 18/3/2012. [↩]