El diálogo sobre los partidos y el trabajo político
El diálogo sobre los partidos, incluso los intentos de organizar nuevos partidos, así como sobre opciones alternas para el trabajo político que no se basen en crear e inscribir nuevos partidos, es una conversación educativa que necesita el País, y es de la mayor importancia. No pretendo que sea del interés de todos cuantos leen 80grados, ni de todos los ciudadanos. Pero sí lo considero imprescindible entre los ciudadanos y grupos que decimos buscar un mejor país, con mejor calidad de vida y con una mejor democracia. O para decirlo con mayor precisión, para construir una democracia verdadera en lugar del simulacro de ella, de la moneda falsa que lamentablemente sustentamos en Puerto Rico.
Este diálogo es tan importante, como el del tema del estatus político y el del estatus económico de nuestro país (una nueva y mejor condición política, con unas mejores relaciones tanto con Estados Unidos como con los demás países del globo, y un nuevo y mejor “modelo” para nuestro desarrollo económico equilibrado y la justicia social) porque se trata de una sana conversación, ojalá constructiva, sobre el tipo de sistema político que deseamos para Puerto Rico en el presente y en el futuro, sobre nuestras instituciones electorales y políticas presentes y futuras y en torno a si vamos a construir o no una democracia verdadera. Se torna más perentorio aún en nuestro caso porque, en experiencia política, nuestra gente es un “Pueblo Bebé”. Tómese en cuenta que las masas populares no irrumpieron en el espacio político nacional sino hasta la década del 1930 del siglo pasado. Muy poco tiempo. Y los puertorriqueños solo llevábamos, desde 1948 a 2012, unos 64 años de elegir con nuestros votos en las urnas de la “democracia” a todos los funcionarios de nuestro gobierno puertorriqueño, solamente 60 y tantos años de que sean los puertorriqueños quienes controlan —o se presume que sean los que controlan— la totalidad del “gobierno autónomo interno” de la Comunidad Política Puertorriqueña que formalmente constituimos en 1952. Ese lapso de tiempo, por sí mismo —además de las huellas de tantos años bajo subordinación colonial o territorial— explica que seamos un “Pueblo Bebé” o de “guardería infantil” o “nursery”, al decir de la periodista ponceña Wilda Rodríguez, columnista destacada de 80grados. No quiero decir que un pueblo por antiguo en las prácticas políticas necesariamente va a tener hoy un sistema político superior y digno de emular. Roma tiene más de mil años y el gobierno moderno y contemporáneo que se ha asentado sobre sus siete colinas, a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, no ha sido precisamente un dechado de virtudes, ni un ejemplo a seguir. A Atenas se le venera como la “cuna de la democracia” en los albores de la civilización occidental, pero la democracia griega contemporánea no ha sido tampoco un modelo constructivo del tipo de vida democrática que quisiéramos vivir en Puerto Rico. Pero, mis lectores de 80grados, me entienden, aunque no siempre, lamentablemente, como veremos más adelante: es evidente que por ser un pueblo tan joven, tan parco en experiencias políticas democráticas, y por no haber sido responsables jamás de la totalidad de los poderes soberanos que tiene un estado internacionalmente reconocido como tal, los puertorriqueños necesitamos con mayor urgencia este diálogo si queremos realmente construir el nuevo país posible.
El estilo del diálogo: ¿con epítetos o sin epítetos?
El colega Rafael Bernabe, catedrático universitario como yo, y un historiador muy destacado y muy admirado por mí por su clara inteligencia, su capacidad comunicativa y sus publicaciones históricas, Presidente además y ex candidato a Gobernador en 2012 por el Partido del Pueblo Trabajador (PPT), en su columna más reciente sobre “el cuco” de los partidos nuevos, resiente que en mi artículo anterior haya utilizado epítetos, que según su interpretación, tenían como objetivo el “ninguneo” o el uso de descripciones derogatorias sobre el PPT. Sin embargo, debo aclarar: esa es una interpretación equivocada de mi intención. Como podrán atestiguar mis lectores, no es mi hábito usar epítetos en las columnas que escribo para este órgano de periodismo excelente y “sin prisa” que es una revista digital. Desde mi primera columna consigné que mi objetivo primordial sería —y ha sido— aportar con mis escritos lo que entiendo es “educación política concreta” sobre diversos temas, mi estilo, sin ser impenetrable ni exclusivamente académico, ha sido siempre elegante y respetuoso. Además, no suelo escribir columnas ad hominem. No suelo mencionar nombres sino analizar científicamente situaciones, procesos, instituciones o problemas de carácter político o ciudadano. Mi columna más reciente que titulé “Partidos sin rumbo” fue una excepción adrede. Llevo más de un año escribiendo columnas sobre los partidos y el bipartidismo cerrado existente en nuestro país. Y en ellas he explicado seria y científicamente, y con un lenguaje totalmente inofensivo, tanto los factores que causan el bipartidismo cerrado, como las vías posibles para su superación. No obstante, el colega columnista Rafael Bernabe, presidente de un partido nuevo y pequeño, sobre los cuales he hecho mis análisis también, jamás inició antes, como ahora con su columna más reciente, un diálogo respetuoso conmigo sobre las propuestas que he remitido en mis columnas anteriores a la atención del liderato de los partidos nuevos y pequeños. Lamentablemente, ha sido cuando utilicé los epítetos, que el compañero profesor, por fin, atendió los argumentos de Ángel Israel Rivera. Pues ahora saben mis lectores —y el colega Bernabe también— que los epítetos los incluí en mi columna anterior, no porque fueran mis convicciones personales sobre el PPT, sino por dos razones que considero muy válidas para los artículos o columnas que se publican aquí: (1) se incluyeron allí para ver si por fin Rafael Bernabe se disponía a atender a mis argumentos y a dialogarlos públicamente, conmigo y con todos los demás interesados, y evidentemente tuve éxito; e (2) incluí los epítetos, no porque crea que todos son ciertos, sino porque es lo que “oigo en la calle”. Y no solo en la calle cotidiana. Lo que es más preocupante es que los he escuchado o leído en conversaciones con académicos universitarios y en las reacciones ante los partidos pequeños que he leído en algunas de las cientos de respuestas que recogen mis estudiantes de Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Sociales del Recinto de Río Piedras de la UPR en entrevistas profundas. Para realizar dichas entrevistas, mis estudiantes son adiestrados científicamente por mí, y las mismas se han realizado, semestre tras semestre, con diversas muestras que representan el pensar y el sentir de puertorriqueños de diversos partidos o de diversas preferencias de estatus político, de diversas edades y modos de vida, y de todas las regiones del país. Por lo tanto, el segundo propósito de los epítetos, no comprendido por Bernabe y otros lectores —y en el cual, por tanto, no tuve el mismo éxito que con el primero— era hacerle el servicio amistoso a él, y a los miembros del PPT que leen mis columnas, de que conocieran directamente el tipo de prejuicios y juicios que hacen muchas personas, de diversos niveles de educación, sobre el PPT y otros partidos pequeños. Justamente lo mismo hice con el MUS y algunos de los otros “intentos de partidos” de 2012 o que quieren “existir” para 2016. Solo un lector del MUS, muy respetuosamente por cierto, produjo un comentario y lo publicó en 80grados: “coincido en todo con el profesor excepto que no dio suficiente información sobre lo que hace el MUS”, escribió, y puso allí mismo un enlace con el Plan Estratégico aprobado por el MUS. Si no es por mi columna con epítetos, pero carente de ciertos detalles, esa persona no reacciona, ni tampoco habría llegado a mí tan rápidamente el Plan Estratégico del MUS, que ahora he estado leyendo. Los lectores de 80grados deben comprender que, aunque somos “Prensa sin prisa”, tampoco los columnistas tenemos ni tiempo ni espacio ilimitado. Las consideraciones que no se traen, pueden ser tema para columnas posteriores, como podría ser un análisis crítico de mi parte sobre el Plan Estratégico del MUS. Respecto del MUS debo hacer una aclaración. No solo he sido profesor en tres ocasiones diferentes de la Academia Soberanista que opera ese movimiento, el cual a mi juicio decidió correctamente no inscribirse como partido para 2016, sino que debo reconocer que su liderazgo directivo es el único -entre todas las formaciones políticas que llamaré “los proto-partidos” de 2012- que ha tenido el interés y la deferencia de convidarme a dialogar sobre estos temas. Para concluir el tema de los epítetos y otros recursos literarios que se pueden utilizar en los escritos de prensa por los autores, deseo insistir en este punto: los epítetos no son, de por sí, ni buenos ni malos. Su propiedad o impropiedad en un escrito de esta naturaleza dependerá del propósito con el cual se utilicen y del tono general —respetuoso o no— del artículo o columna en el cual se insertan. Nadie en su sano juicio se molestaría porque la periodista Wilda Rodríguez, para dramatizar un punto, nos haya llamado a todos los boricuas, generalizando, “nenes de guardería” (“nursery”) en asuntos políticos.
Necesidad de mayor atención y mejor comprensión hacia los científicos políticos
Todos los científicos políticos de profesión, dedicados a la Academia o a otros menesteres, obtuvimos una formación graduada rigurosa en el análisis, investigación científica y ponderación —mediante pensamiento crítico y estratégico— de los procesos, comportamientos e instituciones políticas. No obstante, demasiado a menudo, incluso entre los académicos de la Universidad, se desatienden o desoyen —un “ninguneo inconsciente”— los análisis y recomendaciones de los científicos políticos. No digo esto pensando en mí como persona: esta no es una queja personal, ni un reclamo de atención para mí, sino para todo el cuerpo de profesionales que tenemos grados doctorales en Ciencia Política. Quizá esto también es parte de que somos un “Pueblo Bebé” (otra vez la guardería). Pero lo cierto es que en nuestro país, en general, se les presta mayor atención a los que no saben que a los que saben. La queja se la he escuchado también a los médicos. Más de uno me ha comentado lo mucho que les molesta que haya tantos pacientes en Puerto Rico que a menudo escuchan más y siguen más fielmente el consejo de un vecino o de un pariente que el consejo formal del médico.
El Dr. Rafael Bernabe, como señalé antes, es un distinguido historiador. Y cuando ha escrito sus libros sobre historia puertorriqueña ha mostrado su talla superior en el ejercicio de su profesión académica e investigativa. No me parecería justo que cualquier persona, que no hizo con él una de sus investigaciones históricas, incluso un académico de otra disciplina, opine sobre el tema sin saber, o tome a la ligera sus análisis porque mejor le conviene atender el juicio u opinión de un analista radial. Y es eso justamente lo que vivimos a menudo los científicos políticos. Muchos ciudadanos —aclaro que no me refiero a Bernabe— y hasta algunos colegas universitarios, minimizan la veracidad científica de lo que analizamos los científicos políticos. Hay varios muy prestigiosos en nuestro país, la mayoría de ellos más jóvenes que yo. De modo que lo mismo que me ocurre a mí, les ocurre a académicos de la talla de Edgardo Meléndez, Héctor Martínez Ramírez, José Javier Colón Morera o Raúl Cotto Serrano, para mencionar tan solo algunos. En nuestro departamento, por ejemplo, tenemos a la persona que más sabe y más ha investigado sobre la mujer en la política en Puerto Rico y el exterior: la Dra. Luz del Alba Acevedo Gaud. Lamentablemente, sin embargo, la política es un tema sobre el cual todo el mundo cree que sabe y que sus opiniones, las que sean, son las correctas. Y lo peor del caso es que muchos toman por meras “opiniones” los juicios científicos de los académicos de la Ciencia Política. Cuando yo, o cualquiera de los científicos políticos decimos algo a base de nuestros estudios e investigaciones, no significa que esa sea nuestra preferencia personal, o que lo que decimos es una opinión personal. Yo escribo lo que sé. Yo sé, no opino. Por supuesto, hay áreas y aspectos de la vida política en las cuales opinamos todos, porque la opinión no es sino un juicio humano que se hace bajo condiciones de relativa incompetencia. Y en ciertos asuntos —en los que hay muchos elementos incógnitos— como por ejemplo en cómo actuará el Congreso de Estados Unidos ante cierto mensaje proveniente de un sector político de Puerto Rico, todos no habremos sino de opinar, o incluso especular. Todos somos relativamente “incompetentes”, no importa lo que hayamos estudiado. A veces a los científicos políticos nos toca especular, sin remedio. Pero lo advertimos: esto es una especulación. Y las más de las veces los científicos políticos intentamos que cualquier especulación que hagamos públicamente esté iluminada por conocimientos científicos actuales o previos, por ejemplo, sobre la conducta en el pasado del Congreso estadounidense ante los asuntos de Puerto Rico. Entonces, cuando Ángel Israel Rivera u otro científico político escribe que, mientras se mantenga el orden constitucional y de ley vigente, el proceso político producirá bipartidismo, o quizá un régimen de partido hegemónico, pero nunca un auténtico multipartidismo, lo decimos como conocimiento, como el producto de múltiples investigaciones de la Ciencia Política Comparada que demuestran que los sistemas electorales con un régimen representativo principalmente territorial pluralista, como el que existe en nuestro país, tienden a producir estructural y sistemáticamente bipartidismo. Por tanto, decir como dijeron Bernabe y el PPT en la campaña eleccionaria de 2012 que al votar por ese partido se “abría paso” a transformar el bipartidismo —o el sistema de partidos del país— pues puede sonar muy lindo como consigna de campaña, pero desde el punto de vista de la Ciencia Política es un autoengaño. No que yo crea que el Dr. Bernabe quiera engañarse a sí mismo o a su seguidores. No. Lo puede haber hecho con la mejor buena fe del mundo: pero se equivocó. Decir que se puede transformar el bipartidismo al votar por un partido pequeño acabado de fundar es mucho más que una hipérbole de campaña. Es también, aunque sea sin quererlo, una falsa representación, un autoengaño que al primero que no le conviene entretener es al propio PPT ni a su Presidente, Rafael Bernabe. Aparte, por supuesto, que Bernabe se queja que alguien pueda usar como epíteto respecto del PPT aquello de “refrito del PSP” pero “Abre paso” suena demasiado similar a aquella consigna de “abre camino al socialismo” del PSP de los años 1970 del siglo pasado, como para que no haya nadie a quien se le pueda pasar tal idea por la cabeza, además, por supuesto, del reiterado tema del “partidos de los trabajadores” o “de la clase obrera”. Ni votar por el PSP fue abrir camino a ningún tipo de cosa que se pueda llamar “socialismo” —y yo voté por el PSP en 1976— ni votar por el PPT en 2012 era tampoco abrir paso a ningún debilitamiento del bipartidismo PPD-PNP, como demostraron los propios resultados electorales. ¿Que eso me gustó porque yo no voté PPT? Para nada. Al igual que tampoco voté PSP en 1976 porque tuviera la ilusión de que con esos votos se “abría camino al socialismo”. Habría sido yo un científico político de pacotilla, bastante colgado en mi profesión, si hubiera creído eso. Voté PSP en 1976 por otras razones. Todos los electores, científicos políticos, economistas, historiadores, o ciudadanos comunes de otras profesiones o sin ninguna, votamos por diversas razones en cada elección que lo hacemos. Algunos, sin embargo, votan siempre igual por la misma razón. También se da. Es lo que la Ciencia Política llama el “voto tradicionalista”. Dicho sea de paso, la abundancia de ese tipo de voto en nuestro país es también un factor que contribuye a solidificar el bipartidismo PPD-PNP. Pero lo declaro aquí de una buena vez: para Ángel Israel Rivera “no hay enemigos a la izquierda”. Digo, para ser más precisos, ningún puertorriqueño debe considerar como enemigo a otro puertorriqueño. Lo que nos hace falta es una mayor solidaridad y unión nacional para entre todos construir el país que no tenemos pero que necesitamos. Es un decir. Cuando alguien dice: “No hay enemigos a la izquierda”, lo que quiere significar es que el que habla apoya el cambio hacia formas progresistas y más justas y democráticas de organización política económica y social, en tal medida, que si izquierda es ser “pro cambio constructivo hacia un progreso justo” y derecha es ser conservador y apoyar el neoliberalismo capitalista y otras instituciones que promueven opresión y desigualdad, pues todo el que esté “a mi izquierda”, por más extrema que sea o parezca, es mi aliado político potencial y nunca podría ser mi “enemigo”. No puedo decir lo mismo, en mi caso, de las ideas de derecha. En ese sentido, aquello en lo que creemos y que apoyamos para Puerto Rico, tanto Rafael Bernabe como yo, es en lo esencial, muy similar. Él cree en un Puerto Rico libre y soberano y yo también. Él puede identificarse como “independentista” y yo puedo apoyar la libre asociación, pero ambas son fórmulas descolonizadoras soberanistas igualmente dignas según la ONU. Él fundó y presidió un partido político. Yo he trabajado más desde lo que se llama “la sociedad civil”. Presidí por algunos años Acción Democrática Puertorriqueña (ADP). Fui cofundador del Instituto Soberanista Puertorriqueñojunto con mi amigo Ángel Collado Schwarz y 98 puertorriqueños más. Fui fundador y directivo de la malograda “Sociedad Civil en Marcha”, junto a Wilfredo Estrada Adorno, Papo Coss y otros. También estuve activo en el grupo Somos País fundado por William Miranda Marín. Estoy actualmente en la Junta Directiva de la Alianza Pro Libre Asociación Soberana(ALAS) y colaboro con la educación política que imparte el nuevo MUS bajo la presidencia de María de Lourdes Guzmán. Bernabe cree en la justicia social y en superar en lo posible los males del capitalismo tardío neoliberal y yo también. Donde están las diferencias es en las instituciones en las cuales nos movemos y en las estrategias políticas seleccionadas por cada quien. Ambos, sin embargo, somos intelectuales comprometidos con nuestro país, personas que no vemos incompatibilidad alguna entre ser un académico serio y veraz y el activismo político constructivo.
¿Esperanzas en el PPD?
Indiqué anteriormente que cuando un científico político escribe no necesariamente expresa preferencias personales. El ejemplo más claro de cómo esto no se ha entendido por todos los lectores en el caso de mis columnas es la acusación de que yo promuevo que se vote por el PPD. O que difundo la idea de tener “esperanzas” en que el PPD sea el “agente del cambio” en Puerto Rico. Lo presume equivocadamente Bernabe en sus comentarios sobre mi artículo y lo dijeron igualmente algunos de quienes han comentado mis columnas. Evidentemente es necesaria una aclaración. Cuando Ángel Israel Rivera ha escrito que el bipartidismo cerrado PPD-PNP no se va a terminar, ni siquiera a debilitar, meramente porque se funden proto-partidos, o “partidos pequeños”, no lo escribe porque su preferencia personal sea el bipartidismo PPD-PNP ni, dentro de éste, el PPD. Aclaro: puestos a votar, puestos a elegir un gobierno, si las opciones con oportunidades reales de formar gobierno en 2013 eran Luis Fortuño y Alejandro García Padilla, pues claro que voté por el actual gobernador y no me equivoqué, por más que yo sepa que el gobernador del PPD apoya medidas neoliberales que yo rechazo. Pero Fortuño las habría promovido igual o peores. En mis columnas he llamado al PPD y al PNP “partidos guaretos”. Pero ese “epíteto” no se registró desafortunadamente en la conciencia de Bernabe, ni de otros lectores. No solo he dicho que son “guaretos” sino que he demostrado por qué en materia de estatus político se han puesto en la situación, ambos, de quedar “sin rumbo ideológico”. Y de ser los dos crecientemente impertinentes, desde el punto de vista del logro del cambio que necesitamos hacer y ver en nuestro país si queremos vivir el resto del siglo XXI con mejor calidad de vida, con un estatus político digno y con un desarrollo económico sostenible, con mayor igualdad y justicia social. El país necesita unas cosas en su política pública y en su transformación político-económica y social pero los dos partidos principales hacen otras. Ambos partidos del bipartidismo, el PPD tanto como el PNP, se han limitado a enfocar el problema fiscal y ello desde el punto de vista de los grandes intereses económicos que se lucran de Puerto Rico. Ninguno de los dos partidos ha aprobado políticas públicas que permitan bajar el índice GINI de Puerto Rico que ronda por los 53 puntos. Y ninguno siquiera ha conversado con el pueblo sobre un posible “nuevo modelo de desarrollo económico” que el país necesita. Ninguno de los dos partidos, en el poder, no ha hecho otra cosa que improvisar y “apagar incendios”. Ninguno basa sus gobiernos en la planificación estratégica sino en ideas específicas, producidas de inmediato o en calcos automáticos de las políticas públicas de Estados Unidos. Están en el siglo XX cuando el país necesita llegar al XXI. Todo eso he dicho y demostrado en diversas columnas, incluso a riesgo de repetirme. De hecho, la repetición adrede —como dije de los epítetos adrede con un propósito constructivo— también es un recurso literario legítimo en estas columnas, sobre todo si los columnistas de 80grados tenemos una intención educativa. De todo lo anterior podría desprenderse claramente que Ángel Israel Rivera ni promueve el bipartidismo cerrado, ni dice que hay que quedarse con esos dos partidos y apoyar al PPD porque el PPD será el agente del cambio en Puerto Rico. Si yo indicara eso como una verdad científica, otra vez estaría errando como científico político. Mis lectores todos —incluso Bernabe— debieran reconocer, sin embargo, que como científico político y escritor de columnas eneste medio, tengo derecho a incluir en mis análisis cuestiones que están en el ámbito de las potencialidades, aun cuando en el momento actual no sean “muy probables”. Y fue en ese ánimo —y con ese talante— que indiqué que otra sería la situación política del país si los soberanistas del PPD, junto con los soberanistas de otras formaciones políticas, incluso los que se autodenominan independentistas, formaran una gran alianza soberanista. La base para eso la indiqué claramente: sin partido que la respaldara, la libre asociación que representó ALAS en 2012 obtuvo el 25% de los votos. He ahí la base de Realpolitik en cuanto a mencionar esa posibilidad como una alianza soberanista que podría “mover al país” hacia algo mejor que lo que tenemos, para hacernos salir del total inmovilismo. Mi fe en esa potencialidad no estaría puesta en el PPD como institución partidista, ni en su liderazgo actual ni del pasado, sino en la masa-base del PPD, la misma masa-base que encendió las esperanzas de la ruptura en William Miranda Marín. La historia tiene sus complejidades y la ruptura ni se ha dado ni la pudo presidir Miranda Marín por su enfermedad terminal y su posterior fallecimiento. Pero el 25% de los votos a favor del ELA soberano provenientes de la base del PPD en 2012, con el propio PPD en contra de votar así en la segunda pregunta y sin partido político que la respaldara —un porcentaje de votos solo ligeramente menor a los que votaron en blanco siguiendo el dictamen del liderato del PPD— demuestra lo que yo había venido diciendo desde hace ya bastante tiempo: la base-masa del PPD es más autonomista, patriótica y soberanista que el liderato del PPD. Y cuando he dicho eso lo he dicho con seguridad, como sabe el compañero científico político José Javier Colón y el sociólogo político Aaron Gamaliel Ramos Bonilla con quienes he compartido mis análisis, justamente porque lo he ido descubriendo a partir de las cientos de entrevistas profundas realizadas por mis estudiantes de Ciencia Política, en franca conversación con miembros del PPD. Esa masa-base fue la misma que dijo “presente”, bajo un gran aguacero, con banderas de Puerto Rico en la mano, (no de Estados Unidos) bajando incluso de los más recónditos lugares de nuestras montañas, para responderle al Dr. Rosselló cuando dijo que “Puerto no es ni ha sido una nación”, escenificando con aquel peregrinaje de La Nación en Marcha, la mejor demostración de dónde reside políticamente lo mejor de sus mentes y de sus corazones. No obstante, la llamada “izquierda” independentista, socialista y demás, no ha hecho sino ver a esa masa como “gente ignorante”, “dependiente”, “conservadora”, “timorata”, “fanática” y un largo etcétera. Esos sí son epítetos sin justificación… Muchos han perdido de vista su potencial de movilización en apoyo al cambio, incluso los legisladores del PPD que se autodenominan “soberanistas” por solo cinco o diez minutos cada cuatrienio. Es en torno a ese potencial que escribí el análisis que tantas acusaciones infundadas produjo. Incluso dije: si los soberanistas del PPD fueran otro tipo de puertorriqueños, con las prioridades puestas en el verdadero beneficio para el país y no en la reelección a sus escaños, hace rato que se habrían transformado en un equivalente de centro izquierda, de lo que ha sido la extrema derecha dentro del Partido Republicano estadounidense: en un “Tea Party”. La idea, conceptualmente, no tiene nada de descabellada. Lo que no hay, reconozco, son las condiciones necesarias y suficientes para la alianza de la reconstrucción nacional: soberanistas, libre asociacionistas e independentistas unidos a favor del nuevo país. Dicho sea de paso, para que se les acabe de “volar la cabeza” con lo que escribo, en la base del PNP hay alrededor de un 15 o 20% de los votantes habituales de ese partido que, vista la dificultad extrema de la estadidad, se moverían a unirse a esa alianza con tal de terminar con “la colonia” y con las propias humillaciones que ellos mismos reciben a diario de parte de Washington: no apoyarían con sus votos la independencia, algunos de ellos, pero sí al ELA soberano.
La carreta debe ir detrás de los bueyes… no delante
Ha habido, finalmente, un malentendido central, medular, en la interpretación de mis escritos. No es correcto, como señala Bernabe en su artículo, que yo “echara en el mismo saco” a los partidos pequeños como “partidos sin rumbo”, junto con los dos del bipartidismo cerrado. Claramente analicé en mis columnas que todos los partidos que piensan participar e inscribirse para las elecciones de 2016 andan sin rumbo. Pero ocurre, en cada caso, por razones o causas diferentes. Los partidos grandes andan sin rumbo por su creciente impertinencia para lo que necesita el país y porque la estadidad del PNP se ha mostrado imposible económicamente para nuestro país y el ELA territorial está descartado, no solo por la mayoría de los electores, sino por importantes sectores políticos en Washington. El último informe del Grupo de Casablanca nombrado por Obama lo dijo claro: Puerto Rico necesita trascender el ELA territorial si quiere desarrollar su economía dentro del contexto histórico actual. Los partidos pequeños andan como zombies sin rumbo (perdón por el epíteto, es para darle “salsa” al escrito) por una razón muy distinta. Por más bellos planes estratégicos de desarrollo que hayan escrito, por mejores ideas alternas que hayan consensuado en su interior y que hayan defendido públicamente, educando incluso sobre ello —como muy bien hizo el PPT en la campaña electoral de 2012— todos ellos han errado en algo: buscar y creer que es posible que lleguen a algún fin importante dentro del sistema político de Puerto Rico como promotores del cambio que necesitamos con solo inscribirse en la CEE como “partidos por petición” y hacer campaña unos meses. Todos ellos han llegado a un número determinado de electores y sectores del país, pero todos ellos están imposibilitados de ganar asientos en nuestra Legislatura, gracias a que no hemos sabido transformar el marco constitucional-legal que produce inexorablemente bipartidismo y que deja sistemáticamente fuera del gobierno y de la Asamblea Legislativa, no solo a cualquier candidato independiente que se postule, sino también a todos los candidatos de los partidos nuevos y pequeños. Aún el PIP, que es un partido pequeño pero más antiguo, no las tiene todas consigo cuando postula solo a un candidato por acumulación en cada Cámara y hace una campaña concentrada en los “legisladores del PIP” que “son necesarios” para poder hacer “una buena fiscalización en la Asamblea Legislativa”. Haciendo lo mismo, en unas elecciones logran uno o dos asientos, y en otras ninguno. ¿Por qué? Pues porque no dependen de los votos de los pipiolos únicamente para llegar a un escaño sino de muchos, realmente muchos, votos mixtos de votantes del PPD y del PNP para que sus candidatos puedan obtener bastante más de 100,000 votos y así entrar por encima de las aspiraciones de un popular o un penepé que se queda fuera. Esa es una realidad tan reiterada que nadie debiera tener la más mínima duda de ella. Mientras no reformemos nuestro marco constitucional-legal electoral, los partidos nuevos y pequeños no tendrán la más mínima oportunidad de tener escaños en la Asamblea Legislativa. Y los partidos que no tienen presencia en el gobierno, ni en el legislativo ni en el ejecutivo, ni siquiera en el plano municipal, por un lado, no pueden ejercer como verdaderos partidos de oposición, y por otro lado, tienden a desaparecer de la palestra pública. Pura Ley de Duverger. Es decir: pura ciencia política estudiada y confirmada en diversos países y aplicada a Puerto Rico. Añadí además que, sin cambiar para nada el marco constitucional-legal para elegir legisladores, la única circunstancia que podría convertir en realidad que un partido nuevo tenga una presencia considerable, o incluso gane unas elecciones, sería si en una misma elección tanto el PPD como el PNP se dividen. Esa circunstancia no depende de lo que hagan o no hagan los proto-partidos y sus líderes, sino más bien de múltiples factores que afecten tanto al PNP como al PPD. Dije también que esta situación se ha dado dos veces en nuestra historia política desde 1940 al presente: en 1940 con el triunfo del PPD porque todos los partidos existentes entonces se dividieron, y en 1968 porque el PER y el PPD se dividieron permitiendo un triunfo parcial del PNP. No dije, como alega Bernabe, que tal cosa no volvería a ocurrir. Escribí algo muy diferente: que tal circunstancia no se va a repetir fácilmente. Podría repetirse. Si ocurrió en otros momentos pasados podría ocurrir en el futuro. Lo cierto es que entre 1940 y 1968 transcurrieron 28 años y desde entonces no ha vuelto a ocurrir. Acaba de ocurrir, sin embargo, en Panamá donde el candidato que las encuestas ponían a llegar tercero ganó las elecciones en representación del Partido Panameñista con menos del 40% de los votos porque el partido oficialista se dividió y el torrijista no obtuvo sino 27%. De pronto resulta que Bernabe y el PPT nos hacen a todos un favor con inscribir de nuevo al PPT para 2016, si sucediera que se dividen PPD y PNP al mismo tiempo. No estoy tan seguro de que el PPT le ganaría votos a todas, o siquiera a una, de las cuatro facciones que queden de los otros dos, pero se puede intentar. De hecho, yo creo que si se otea con bastante probabilidad que tanto el PNP como el PPD se van a dividir a la vez en unas elecciones, ahí si hay que correr a inscribir todas las opciones que puedan tener oportunidad real de “pescar en río revuelto”. Y así, solo así, podría darse un realineamiento de fuerzas electorales en Puerto Rico sin que se tenga que cambiar el marco legal-constitucional.
Los dirigentes de los partidos pequeños, que no son partidos realmente, sino proto-partidos, sin embargo, miran hacia otro lado. Animan a sus seguidores a desgañitarse buscando respaldo para inscribirse, a pesar de las trampas e injusticias que operan contra ellos el PPD y el PNP en la CEE, cosa que por supuesto condeno claramente por antidemocrático y por violar derechos civiles de los ciudadanos, aunque no lo haya mencionado en mi columna anterior. Sin embargo, no son capaces de dialogar ni de unirse para lo que debiera ser el primer paso: montar un movimiento nacional a favor de enmendar nuestra Constitución para que pueda existir un sistema proporcional de elegir legisladores. El jíbaro en otros tiempos decía que, cuando un político o partido, o un gobierno, no tenía las prioridades en el orden correcto y necesario para tener éxito, era como “poner la carreta delante de los bueyes”. Obviamente, aludían a que los bueyes sabrían halar una carreta si los ponemos delante y los enyuntamos a la carreta. Pero si les colocamos la carreta delante, aunque los enyuntemos, los bueyes no van a mover la carreta jamás… empujando. Y la “carreta” de los partidos pequeños y nuevos, de los proto-partidos, está mal puesta, está delante, no detrás. Lo que quiero decir es que estas formaciones políticas, el PPT incluido, han puesto como prioridad instituirse como “partidos por petición” ante la CEE, aunque no pasan de ser un mero “prototipo” de lo que podría ser un verdadero partido, sin que hayan las condiciones legal-constitucionales para que puedan realmente, convertirse en partidos de verdad. Así, en lugar de moverse primero a buscar las condiciones que pudieran sustentarle su propia vida y continuidad política, hacen de todo por ilusionarse e ilusionar a otros con que van a llegar “lejos”, para después de las elecciones contar muy pocos votos, verse fuera de la Asamblea Legislativa, no quedar inscritos y llenar de pesimismo y frustración a quienes se ilusionaron con ellos. Resultado: muchos dicen allá en la calle de tales “partidos”, “que no van para ningún lado”. Concluido eso: ¿quién los convence de votar por ellos? Tanto Rafael Bernabe como los dirigentes de los demás proto-partidos debieran recordar la lección magistral de la película Babel: no hay acción humana sin consecuencias. Y las consecuencias de poner la carreta delante de los bueyes, no son nada buenas, ni para el país ni para los proto-partidos en lo que respecta a movernos de verdad a superar el bipartidismo cerrado. No he dicho que la acción de los proto-partidos no pueda arrojar ninguna buena consecuencia. Alguna gente se educó con ellos. Muchos reflexionaron sobre políticas públicas necesarias que los partidos grandes no atienden. Otros desarrollaron capacidades como organizadores o movilizadores políticos. El propio PPT usó los dineros del fondo electoral, y en esto tiene toda la razón Rafael Bernabe, para “darle voz a los que no tienen voz”, para hablar por los intereses del pueblo trabajador de Puerto Rico. Eso no es negativo. Que se haga una campaña de altura en lugar de la de dimes y diretes entre el PPD y el PNP es también algo bueno, y puede haber tenido consecuencias positivas en las conciencias de muchos puertorriqueños. Pero deja incólume y fuerte al bipartidismo. Supongo que por todos esos beneficios que mencioné Bernat Tort votó por el PPT, aunque él mismo indica que todo se quedó en un “performance”, es decir en un actuar teatralmente, sin consecuencias reales medibles en el funcionamiento ni del sistema de partidos, ni del sistema político en general, ni del gobierno. Lleva razón Tort.
Hay un sentido adicional importante en que los proto-partidos han puesto la carreta delante de los bueyes que es muy preocupante. Tiene que ver con por qué cabe definirlos, siguiendo los conceptos y teorías sobre partidos de la Ciencia Política, como “proto-partidos” más que como auténticos o verdaderos partidos políticos. Con el objetivo de no alargar más esta columna —y para que me lean en la que viene en junio de 2014— dejaré para entonces un análisis detallado y sistemático de ese otro enjundioso problema.