Gurabo: símbolo del futuro agrícola del país
En 1953 se fundó en Gurabo una de las seis subestaciones experimentales agrícolas de la Universidad de Puerto Rico. La subestación se estableció en los terrenos de una antigua base militar. El legado constaba de más de cuatrocientas cuerdas que antes del uso militar fueron parte de la historia agrícola de Puerto Rico como productoras de caña, tabaco y ganado.
Esos terrenos siguen rindiendo servicios al país. La función bélica se transformó en capacidad de generar conocimientos. La experiencia más reciente es la producción de semillas orgánicas para la práctica de una agricultura ecológica, un proyecto coordinado por el agrónomo Carlos Ortiz Malavé.
Hace unos meses el Gobierno Municipal de Gurabo inició gestiones para adquirir mediante permuta parte de estos terrenos y privatizarlos, llegando al extremo de anunciar lo que en ellos se propone edificar: un hospital, con centro comercial, bancos y cadenas de fast foods.
El presidente actual de la Universidad, Miguel Muñoz –ingeniero agrónomo– y la Junta de Síndicos, aprobaron el traspaso de unas cincuenta cuerdas de los terrenos de la subestación. El acto quedó ratificado por la Resolución Conjunta del Senado 1053. No obstante, al parecer, todavía no se ha firmado el documento de la transferencia.
La inminente pérdida de estos valiosos terrenos agrícolas se convirtió en causa célebre destacada por la prensa. Para Ortiz Malavé, protestar contra la entrega de los terrenos equivale a defender la misión de la Universidad y su compromiso con preservar el patrimonio del Pueblo de Puerto Rico. Para la comunidad defensora de una agricultura sostenible y la seguridad alimentaria en un país que importa el 85% de los alimentos que consume, es vital mantener los terrenos cultivables. El área de la estación experimental está rodeada por terrenos urbanizados, y una vez se entreguen los primeros aumentará la presión para desarrollar los restantes. Por otra parte, no queda clara la situación de los terrenos ubicados en Yabucoa que se entregarían a la Universidad a cambio de las cincuenta cuerdas.
Se suma ahora otro factor para detener la entrega de los terrenos. Además del valor estratégico de las cincuenta cuerdas para la sostenibilidad alimentaria de la isla, existen en el lugar unas estructuras que ilustran las labores de todo un renglón de la actividad agrícola. Se trata de una vaquería experimental diseñada por el arquitecto Henry Klumb. Estas instalaciones, según evaluación del Instituto de Cultura Puertorriqueña, constituyen una propiedad íntegra del patrimonio arquitectónico con valor monumental, además de ser elegibles para constituirse en un sitio protegido de valor histórico.
Una arquitectura para las ciencias agrícolas
El arquitecto alemán Henry Klumb es recordado por una serie de edificios emblemáticos de un momento de la historia del país: los años cuarenta y cincuenta, periodo de intensos cambios sociales y económicos. Menos conocidos que las estructuras diseñadas por Klumb para el recinto de Río Piedras son los proyectos realizados para las estaciones experimentales. Entre ellos se destaca la vaquería experimental de Gurabo, construida en 1959 para contribuir al desarrollo de la industria lechera.
La vaquería es un modelo de diseño funcional que ocupa apenas dos cuerdas de terreno, pero con capacidad de generar una impresionante cantidad de alimento. Favorece la ventilación cruzada y tiene características singulares, como las vigas invertidas y las columnas ovaladas. Se concibió para ser eficiente en el uso de energía, pues el estiércol de las vacas se reciclaba en una charca de oxidación y se utilizaba para fertilizar los pastos. En el austero laboratorio se realizaban múltiples experimentos. Uno de los más curiosos fue el que condujo el meteorólogo D. Clay McDowell para relacionar factores climatológicos con la productividad de las vacas lecheras.
El arquitecto Benet Díaz, director ejecutivo del Colegio de Arquitectos y Arquitectos Paisajistas de Puerto Rico, informa que el Colegio está preparando la ficha de nominación de la vaquería para el Registro de Sitios y Zonas Históricas. Señala Díaz que la estructura tiene un valor excepcional, pues se suma como ejemplo de arquitectura agrícola de la modernidad a estructuras más antiguas, como las haciendas cafetaleras y las centrales azucareras. Además, la vaquería está vinculada al contexto de las estaciones agrícolas, un proyecto extraordinario del país, según Díaz.
De la efervescencia que caracterizaba las labores de la vaquería da testimonio Luis Cruz Viera, obrero que trabajó durante cuarenta años en la vaquería. “Vierita” recuerda que cada día se ordeñaban 80 vacas, de las que se obtenían cientos delitros de leche que se vendían a la industria lechera. Según él, la vaquería, “histórica y nueva a la vez”, dio para levantar muchas familias. Fue también trabajador agrícola migrante, pero esta tierra es su lugar en el mundo. Con la amenaza de la cesión, no se siente a gusto en su casa. Aunque esté enfermo prefiere regresar a estos predios abandonados, de los cuales tiene recuerdos que no figuran en los documentos.
La vaquería funcionó hasta hace unos años. Todavía se ven los rótulos descriptivos de los experimentos y algunos microscopios. Por las hendijas del abandono atribuido a la falta de fondos se cuelan otros intereses. En la distancia, mientras visitábamos las instalaciones inactivas, unos técnicos medían el predio.
¿Se salvarán estos terrenos con el compromiso del Gobernador electo a detener la permuta de Gurabo e impulsar el desarrollo de la agricultura? En un ambiente sensible al interés público esta pregunta ni siquiera se plantearía. En un ambiente politizado y corrupto como el que respiramos, la protección de estos terrenos depende de la conciencia de la ciudadanía y de un activismo incesante.
Para salvarla, habría que dar una vida nueva a la vaquería experimental como parte de la planificación agrícola que el país necesita. No se trata de cerrar las puertas a los acuerdos. Según Ortiz Malavé la comunidad tiene derecho a recibir servicio e información de la universidad: “Las estaciones experimentales deben superar el modelo de los años cincuenta y reconsiderarse conforme a los conceptos ambientales que se han integrado a la agricultura. Hay otros acuerdos que se pueden hacer con el gobierno municipal, por ejemplo, el reciclaje de residuos orgánicos para la producción de composta”.
La vaquería de Klumb bien podría convertirse en una escuela de agricultores, opina Ortiz, y menciona un instituto de huerto casero y agricultura urbana. Otros usos que se han propuesto para las cincuenta cuerdas amenazadas tienen mucho que aportar al bien común: áreas de conservación en alianza con el Servicio de Pesca y Vida Silvestre; acuerdos colaborativos con agricultores jóvenes para establecer proyectos tipo “incubadora”; alianzas con recintos de la Universidad de Puerto Rico para actividades de tipo académico; siembra de un bosque de árboles maderables nativos. Esas cincuenta cuerdas fértiles, que se han convertido en símbolo de la lucha para conservar nuestros terrenos agrícolas, bien podrían convertirse en una finca modelo para la enseñanza práctica de la agricultura ecológica.