Honey Boy: abuso
Tal y como le sucedió a LeBeouf en la vida real, su alter ego, Otis Lort (Lucas Hedges) es una estrella del cine que tiene un serio problema con el alcohol y con las drogas. Durante la filmación de una película conduce un auto en estado de embriaguez y termina en un centro de rehabilitación. Sus sesiones con la psicóloga lo envían a una serie de flashback en los que vemos de dónde proviene parte de su problema. Cuando Otis era un niño de 12 años (Noah Jupe) su padre James (LeBeouf) lo acompañaba a los platós y vivía con él. Los encontramos durante la filmación de una película en un motel de mala muerte que no está muy lejos de los estudios y que está habitado por otras personas necesitadas que la vida ha herido profundamente. Entre ellos hay una mujer joven cuyo nombre nunca sabemos, pero que padre e hijo le llaman “la chica tímida” (FKA Twigs), quien poco a poco se amiga con Otis.
James, quien era un payaso de circo, hace que Otis practique con él las escenas de la película. Cada sesión se convierte en una especie de abuso verbal en el que el padre está reviviendo los encontronazos que tenía con su propio padre, quien también a veces le pegaba. Con frecuencia sus recuerdos se remontan al tiempo cuando su madrastra también lo abusaba verbalmente. Esas circunstancias fueron parte del estrés postraumático que lo ha llevado a la dependencia del alcohol y las drogas.
El filme es uno de esos que casi toda la acción ocurre en los diálogos y los encuentros entre Otis y sus manejadores en rehabilitación o alcohólicos anónimos. Aún en esos intercambios nos percatamos de la rabia y el coraje que residen en Otis y que son bombas de tiempo que siempre están a punto de estallar. Pero, como les adelanté, hay varias escenas en las que “la chica tímida” y Otis alivian la tensión de desespero y falta de cariño que cubre la historia como una mancha de aceite espeso.
La directora y sus editores, Dominic LaPerriere y Mónica Salazar, van hilvanando presente y pasado sin darnos ni tan siquiera un rayo de esperanza para un futuro. Sin embargo, el personaje de “la chica tímida” tiene las funciones de un hada madrina o una modificación del deus-ex machina, ya que la solución que ofrece sabemos que no es duradera ni permanente. Después de todo ella vive en flashback.
Con actuaciones notables de parte de los principales, el filme es, por supuesto del binomio Otis 1995-Otis 2005, con James en el medio como el moderador emocional. Y, en eso, totalmente negativo. La rabia del padre la ha heredado Otis de otra forma: su retirada de la vida normal a una llena también de drogas y alcohol y disipación. A pesar de estar en un negocio lucrativo su vida está supeditada a su pasado traumático que ha tenido el efecto de suprimir la ternura. Poco a poco la película nos conduce a un secreto que, en parte, contribuye a la ira que siempre está a punto de explotar en James. Para saberlo tendrán que ver la cinta.
LeBeouf se destaca con una actuación feroz que (podemos imaginarnos) viene de haber vivido y sufrido muchas de las cosas que vemos desdoblarse ante nuestros ojos. Es evidente que los diálogos que ha escrito para sí mismo han pasado por su boca en varias versiones. El que esté familiarizado con lo notorio de su historia personal le parecerá que a veces está viendo cinéma vérité.
Entonces está el joven actor Noah Jupe. Este actor inglés, al borde de la adolescencia, ya ha dado actuaciones que uno puede recordar en A Quiet Place (reseñada en estas páginas 17 de mayo de 2017) y Ford vs. Ferrari (2019), y, en esta, ya se percibe la madurez del actor. Es curioso que el filme tenga que ver con un actor juvenil que se convierte en estrella una vez adulto. Eso, en el negocio del cine, no es fácil. Y si sucede, se acompaña con tragedias de muchos tipos. Piensen en las vidas de Judy Garland y Natalie Woods y se darán cuenta de cuán difícil es. Deseémosle a Noah una vida más tranquila camino al estrellato, si es que eso es lo que desea.